Imayō,
los cantos de las prostitutas: la visibilización de las asobi
y kugutsu y su producción lírica
Imayō, prostitutes´s songs: the
visibility of the asobi and kugutsu and their lyrical production
Teresa
García Bustos[1]
Resumen
El
artículo visibiliza la producción musical y la historia de dos tipos de prostitutas
japonesas del periodo Heian 平安時代(794-1185
d.C.),
las asobi 遊女 y
kugutsu傀儡. Específicamente,
se analizan las composiciones musicales imayō 今様,
compiladas en el libro Ryōjin Hishō梁塵秘抄 (La danza del polvo).
Dado que la historia de las asobi ha sido poco
estudiada, el presente trabajo rescata la importancia de estas artistas y de su
producción. En este sentido la investigación busca contribuir
a los estudios de género japoneses dentro el mundo hispanohablante.
Palabra
clave: asobi,
kugutsu, estudios
de género, prostitución, imayō, Ryōjin Hishō,
mujeres japonesas.
Abstract
The article makes visible the musical production and history of two types
of Japanese prostitutes from the Heian period 平安時代 (A.D. 794-1185), called asobi遊女 and kugutsu傀儡. Specifically, it
analyzes the musical compositions imayō今様, taking as its main
source the book Ryōjin
Hishō 梁塵秘抄 (The dance of the dust). Since the history of the asobi has been little studied, this work rescues the
importance of these artists and their production. In this sense, the research looks
for contributing to Japanese gender studies within the Spanish-speaking world.
Key words: asobi, kugutsu, gender studies, prostitution, imayō,
Rōyjin Hishō,
japanese women.
Recibido: 2020-05-24
Aceptado:
2020-07-16
Introducción
Durante la época Heian
(794-1185), en Japón la figura femenina tomó, por vez
primera, un rol fundamental dentro del círculo de la corte, gracias a la
creación literaria. Los diarios, novelas y poemas escritos por mujeres de la
época generaron un parteaguas para que las féminas destacaran aptitudes antes
ignoradas dentro de un mundo predominantemente masculino. Un ejemplo importante
de esta producción se encuentra en la novela escrita por la cortesana Murasaki Shikibu 紫 式部 (978-1014), Genji Monogatari 源氏物語 (1010), texto
cumbre dentro de la literatura clásica japonesa. Esta obra narra las peripecias
amorosas del príncipe Genji en la corte imperial en Heian-kyō平安京, mientras se describe
con exactitud las costumbres políticas y culturales de aquel tiempo. Asimismo,
esta novela resalta los juegos literarios que combinan la prosa con la poesía tradicional
china y japonesa de aquel periodo.
Sin embargo, hay que preguntarse: ¿sólo las mujeres que pertenecían a la élite
de la corte realizaron obras textuales relevantes durante la época Heian?
No
sólo las mujeres pertenecientes a la élite cortesana escribían durante la época
Heian, puesto que, en aquel periodo, también existieron
las asobi y kugutsu. Estas mujeres
se dedicaron a entretener a las personas por medio de sus habilidades
artísticas: desarrollaron el arte del canto y la composición de imayō, un
género de música popular. Sin embargo, las duras circunstancias en las que
vivía la clase menos privilegiada y las necesidades de sobrevivir a estas
condiciones las llevaron a combinar sus destrezas musicales con la
prostitución.
Con
ello en mente, el presente artículo tiene como objetivo visibilizar tanto a las
asobi y a las kugutsu, así como su
historia y su producción lírica. De igual forma, se pretende dar un
vistazo a las producciones poéticas, por medio de las cuales se puede hacer un
acercamiento a ciertas vivencias no sólo de las asobi y kugutsu,
sino en general de las mujeres de la época Heian.
Esto expondrá, por lo tanto, la relevancia de este tipo de poesía musicalizada como
fuente esencial para reconstruir la historia de las mujeres japonesas de
aquellos años.
La
justificación para hacer esta investigación radica en contribuir a los estudios
de género japoneses dentro el mundo hispanohablante, ya que esta temática no ha
tenido investigaciones en español y tiene un limitado número de trabajos en
lengua inglesa.[2] Además,
este trabajo adquiere relevancia en nuestro periodo histórico, donde la mujer
está saliendo de la invisibilidad y está dando voz a aquellas que quedaron
olvidadas en el tiempo, como las asobi y
kugutsu.
Para
sustentar este estudio, se seguirá la siguiente metodología. El primer apartado
analizará los orígenes de la palabra asobi y
cómo estos permearon el oficio de las asobi-be,
que darían vida, en tiempos del mundo Heian,
a las prostitutas con habilidades en el canto y la danza. Para esto, se irá
entrelazando con momentos claves de la historia japonesa, donde el dominio masculino
intervino en la construcción del nuevo significado dado a las asobi.[3]
En el segundo apartado, se expondrá de forma detallada quiénes eran las asobi y qué
era el imayōj. En el tercer apartado, se explicará el papel
de las kugutsu y se hablará sobre el libro
donde se recopilaron las producciones líricas del imayō. En el
último apartado, se analizarán unas cuantas canciones que transmiten la voz
lírica de las asobi y las situaciones
que les acontecían a las mujeres durante la época Heian.
Para ello, se escogieron los cantos imayō
donde la mujer fuera el personaje principal o parte importante del tema.
Un acercamiento histórico al origen de las
asobi
La historia de las asobi se remite a los
tiempos remotos del Kojiki古事記, traducido como Registro de Cosas Antiguas. Este registro fue completado a comienzos del siglo VIII bajo el auspicio de la corte. En
consecuencia, ése fue el texto más antiguo de Japón. Según Donald Philippi
(1969, p.3), traductor de
la versión en inglés del Kojiki, esta
obra es:
La
declaración de la corte sobre los orígenes del clan imperial y las principales
familias y los inicios de Japón como nación; y es, al mismo tiempo, una
compilación de mitos, narraciones y leyendas históricas y pseudohistoricas,
canciones, anécdotas, etimologías populares y genealogías.
El término asobi fue
mencionado por primera vez dentro del
Kojiki, en referencia a las acciones que tomó la diosa de la fertilidad y
la danza, Ameno-Uzume-no-Mikoto 天宇受売命, con el propósito de
sacar a la diosa del Sol, Amaterasu天照, de la cueva donde
estaba escondida, con el propósito de que regresará la luz al reino celestial.[4] Ante
ello, Amen-no-Uzume buscó convencer a la diosa de salir de la cueva con las
siguientes medidas:
Ató
alrededor de su cabeza una diadema de cepa de Ma-Saki
celestial, unió manojos de hojas de Sasa, que sostuvo
en sus manos, y volcó un cubo de roca celestial delante de la puerta de la
cueva, el cual pisoteó rotundamente. Ella posó divinamente exponiendo sus senos
y levantó su falda dejando ver sus genitales (Koyiki, 1969, p.83).[5]
En seguida, Amaterasu
abrió una grieta en la cueva y preguntó: “¿Por qué Ameno-Uzume canta y
danza, y las ochocientas deidades ríen?” (Koyiki, 1969, p.84).[6]
Philippi (1969, p.85) refiere
que, en la edición del texto en japonés antiguo, “[la frase] ‘cantar y danzar’ es
escrita con el ideograma que significa ‘placer’ o ‘música’. En japonés arcaico,
se leía asobi
(cantando y bailando) o uta-mapi (canción y danza)”.[7] De acuerdo con esto, al canto
y baile bajo un ritual de posesión divina se le conocía como asobi. En relación con este término, la
estudiosa Yung-Hee Kim (1988, p.207) menciona: “En
resumen, lo que emerge de este episodio es una imagen arquetípica de la asobi con una función dual o combinada de sacerdotisa
y animadora, que media entre los mundos de luz y oscuridad, orden y caos, y
finalmente, de la vida y la muerte”.[8]
Por otra parte, del
término asobi
surgió el cargo de asobi-be, para referirse, en un principio, únicamente
a las mujeres sacerdotisas que ejecutaban tanto los cánticos como la danza en los
rituales funerarios de la corte imperial (Kawashima,
2001, p.29). Esta función les confería la exoneración del pago de impuestos y
del trabajo de tierras. Sin embargo, a principios del siglo VIII, este término empezó
a implicar un sentido peyorativo, puesto que, según Kim (1988, p.209), la
palabra asobi-be se relacionaba paralelamente con “[la
palabra]
‘jugar’ que en japonés implica un trabajo libre y una actividad dirigida al
placer”.[9]
Podemos
adjudicar este cambio en el significado a la instauración del sistema Ritsuryō 律令a
finales del siglo VII. Dicho sistema generó una serie de códigos legales que
tomaron como base el modelo de la China T’ang,
cuyo principal objetivo consistía en implementar reformas dentro del sistema de
tenencias de la tierra. Con base en ello, el gobierno japonés declaró, en el
siglo VII, que todas las tierras de arroz, tanto las cultivadas como las que aún
no lo estaban, pertenecieran al gobierno (Yamamura, 1974, p.5). En
consecuencia, las regulaciones dirigidas al pago de impuestos se volvieron más
detalladas, tal como lo sugiere la siguiente cita:
El estado
reclamó la propiedad de todos los campos de arroz y obligaba a que se sembraran
con semillas provistas por un antiguo sistema de préstamos de arroz conocido
como suiko.
Los ingresos estatales debían recaudarse en especie como materias primas,
artesanías y mano de obra. (McCullough, 1993, p.199).[10]
Ante un poder estatal que
buscaba tener más control sobre el pago de los impuestos y que supervisaba que
las tierras se trabajaran, las asobi-be empezaron
a ser vistas como superfluas y como una carga monetaria para la corte. Esta
posición se demoró en desaparecer, ya que, a pesar del estigma, seguía
existiendo la profesión dentro de los códigos de la época, tal como se puede
identificar en el artículo sobre asuntos funerarios del Código Yoro養老[11]
del año 718. En éste se señala que “los grupos de personas
dedicadas a servicios funerarios están exentos de impuestos y reclutamiento
laboral. Como viven sin trabajar y se les permite moverse libremente, se les
llama asobi-be" (Kim, 1988, p. 208).[12]
Ahora bien, hay que resaltar el uso de la palabra personas
en la cita anterior, dado que ésta nos da a entender que, para ese momento,
quienes sustentaban el cargo de asobi-be no eran
únicamente del sexo femenino. Ante esto, ¿por qué empezaron a ejercer los
hombres este oficio?
Para
poder responder lo anterior, hay que remitirnos nuevamente al sistema Ritsuryō.
Este sistema es un modelo que podríamos denominar “híbrido”, puesto que combinaba
los códigos legales de China con las normas morales del confucianismo. De acuerdo a Holcombe Charles (1997, p.543),
los códigos dentro del sistema Ritsuryō “fueron percibidos como un ejemplo de virtuosismo y ritualismo
religioso”.[13]
De
igual manera, para comprender mejor tanto el modelo implantado como por qué éste
generó el desplazamiento de las mujeres del cargo de asobi-be y la subsecuente entrada de los varones dentro de este oficio; debemos
aclarar primeramente qué se entendía por las normas morales del confucianismo.
Primeramente, se debe comprender que el confucianismo que se adopta en la época
Nara (710-794) toma como referencia el modelo confucianista de la China
imperial T’ang, que se caracterizaba por el “estudio
de las costumbres sociales y la ideología política de las relaciones humanas
con el cielo y los antepasados, y del sistema del li (ritual)” (Holcombe,
1997, p.551).[14]
A través de la relación entre estos elementos, el Estado Nara legitimó
las acciones del gobernante apelando a las virtudes del discurso confucianista,
lo que le dio un peso simbólico importante a los ritos. Sin embargo, estos
ritos eran realizados mayormente por hombres, lo que enfatizaba la superioridad
masculina de la época y del pensamiento confuciano (Piggott
y Haboush, 2005).
En el análisis de Dorothy Ko (2003, p.3), se señala que “el poder alegado y real del
confucianismo para subyugar a las mujeres ocasionó su anulación de los
discursos y registros oficiales”.[15] Esta rescisión produjo
que no fuera usada la palabra mujer, específicamente, dentro del Código Yoro. Además, dado que los
rituales confucianos conformaban una parte sustancial para asentar la soberanía
del Estado Ritsuryō, es compresible que la figura masculina se visibilizara sobre la
femenina dentro de los espacios ceremoniales y rituales funerarios.
No
obstante, no debe creerse que sólo el confucianismo influyó en disociar a la
mujer de los ritos funerarios, sino que también, según Kim Hee (1988), el budismo fue una pieza determinante para ello. Éste tomó
fuerza ideológica a principios del siglo IX, cuando los textos budistas se
desasociaron de los modos en que el confucianismo servía al Estado. De acuerdo con
Mikael Adolpfson, Edward Kamens
y Stacie M. (2007, p.5), esta separación:
Estimuló
nuevos desarrollos en la esfera del discurso religioso, ya que la erudición y
la escritura se separaron del arte de la política que tuvo lugar en el siglo X.
En resumen, el centralizado estado imperial burocrático fue reemplazado por un
compuesto y ampliado multicentro, en el que tanto las élites seculares como las
religiosas ya no estaban controladas por las proscripciones del estado Ritsuryō, pero al mismo tiempo seguían siendo parte del propio estado. [16]
A
inicios del siglo X, ya se veía nítidamente cómo los altos rangos de la corte
favorecían a las instituciones budistas: “Los miembros de la corte sirvieron
como los seguidores laicos de las órdenes budistas (zokubettō,
kengyō) y representaron los intereses de
éstas dentro del imperio. Al mismo tiempo, los líderes monásticos también
disfrutaron de una influencia sustancial en la corte” (Adolpfson y Kamens, 2007, p.42).[17]
La institución del budismo estaba regida principalmente
por hombres. En ese sentido, los ritos funerarios de la corte pasaron a ser
realizados exclusivamente por personas del sexo masculino. Eso explica por qué las
mujeres fueron totalmente relegadas de ese puesto.[18]
Además,
se estigmatizó la figura femenina con la idea de que “las mujeres y su
sexualidad eran pecado” (Kawashima, 2001, p.50).[19]
En consecuencia, tanto la paulatina
desaparición del sexo femenino dentro de los ritos funerarios como la
discriminación hacia las mujeres provocaron que la vida de las asobi-be tomara un nuevo rumbo y que el
significado de la palabra que las identificaba también variara denotando usos
distintos.
A continuación, se explicará brevemente cómo esta
palabra ya no fue usada para referirse a los rituales funerarios, puesto que
pasó a representar un oficio desempeñado por mujeres que no seguía los
principios sagrados ni del budismo ni del confucianismo. A partir de ese
momento, el vocablo expresaba el trabajo del sexo femenino dedicado a los principios
tanto del arte musical, de la prosa y del verso, como de la prostitución.
Las
asobi y el imayō
Para
iniciar con este apartado, es necesario regresar a la historia de Ameno-no-Uzume y recordar que la
palabra asobi refería a la acción de
bailar y cantar, por lo que las sacerdotisas asobi-be
tenían un estrecho lazo con estas actividades. Subsecuentemente, cuando fueron
apartadas de las funciones rituales, las asobi-be usaron sus habilidades artísticas para sobrevivir, por lo que
conservaron solamente el nombre de asobi.
Una
de las destrezas que desarrollaron y que las caracterizó fue el canto y la composición
de imayō.
La palabra imayō derivó “del adjetivo imamekashi 今めかしい que
significa ‘moderno’ o ‘actualizado’ con matices de ‘ostentación’ y ‘vivacidad´’” (Nakara,
1999, p.1).[20]
Estos significados también refieren a
la diferencia que existía entre esta música y la que se producía dentro de la
corte.[21]
Las composiciones imayō tenían un claro origen
popular, lo cual influyó en que éste género musical no usara dispositivos
poéticos tales como makurakotoba 枕詞 (‘palabras
de almohada’) o engo縁語 (‘asociaciones
verbales’); sino que recurrió a palabras de repetición, onomatopeyas, hayashikotoba 囃子言葉 (‘orquestas’), honoríficos y partículas
exclamativas para producir efectos poéticos y de énfasis (Kim, 1944, p.XII).
Esta libertad de composición lírica estaba
estrechamente unida con la vida que llevaron las mujeres que creaban e
interpretaban los imayō después de ser
relegadas de los oficios religiosos. Las asobi habían sido desplazadas a vivir con la clase popular, y las nuevas
generaciones de estas mujeres habían nacido en ella. Las asobi habían elegido vivir de la libertad que ofrecía el arte; y el imayō simbolizaba ese modo de vida. Al
mismo tiempo, el imayō expresaba
el día a día de la clase popular, que transcurría dentro de un mundo cultural
menos rígido a comparación de quienes vivían en la corte Heian.
Las letras y la música reproducían los gustos populares, por lo cual se
entiende también que esta música fuera
menos estricta en su composición.
Por otro lado, las asobi se dieron cuenta de que su talento para producir imayō no
era suficiente para mantenerse económicamente. Como consecuencia, sumaron servicios
sexuales a sus presentaciones musicales y de danza. Así, se puede entender por
qué el nombre de asobi ya no se asoció
nunca más con quienes trabajaban en los rituales funerarios de la corte: esta
palabra comenzó a hacer referencia a la prostitución.
No obstante, hay que señalar que las asobi, a pesar de
ya no ser sacerdotisas dentro del imperio, seguían ejerciendo prácticas
rituales. Dichas prácticas eran predominantemente de carácter budista, pues el
ambiente de finales de la época Heian
beneficiaba a esta religión. Incluso, algunas de ellas, principalmente las
líderes de las asobi, eran consideradas como bodhisattvas.[22]
Esta información se sustenta gracias al Kojidan 古事談 (Discusión
de asuntos pasados),
una compilación de setsuwa 説話[23] escritos por
Minamoto no Akikane 源顕兼entre 121 y 1215, donde se lee lo siguiente: “El shonin de Shusha oraba para ver un bodhisattva vivo. Un oráculo del sueño le dijo: si
quieres ver a un bodhisattva vivo, ve a ver a
la líder de las asobi en Kansai” (Kawashima,
2001, p. 56).[24] Así,
el autor de este texto cuenta que la líder de las asobi, llamada chō ja, llegaba a la iluminación después de
cantar una pieza de imayō (Kawashima,
2001, p.57). Esto le otorgaba a la asobi una posición sagrada. Claramente, su conexión con la
religión no había desaparecido e, incluso, el imayō se convirtió en una
herramienta del ritual para alcanzar el nirvana.
Estos servicios, tanto los rituales, que se
vinculaban con el imayō, como los de contenido sexual se
llevaban en un lugar muy particular: pequeños botes que se distribuían a lo
largo del río Yodo. Este río era la arteria principal para transportar
mercancías entre el mar interior y la capital. Los botes transportaban al menos
a tres mujeres a bordo: una asobi principal
que entretenía a los invitados cantando mientras golpeaba un pequeño tambor;
una aprendiz asobi que sostenía una sombrilla
enorme para proteger a su amante y atendía sus necesidades, y una asobi retirada que estaba a cargo de remar el
bote. Los puertos principales donde se podían buscar a las asobi
eran en Eguchi, Kamusaki
y Kaya (Goodwin, 2006, p.15).
Ahora bien, con respecto a los clientes de las asobi, estos
eran en su mayoría hombres pertenecientes a
la corte del imperio Heian. Por consiguiente,
estos empezaron a difundir el imayō entre
la élite. De esa manera, varias asobi fueron
invitadas a entretener las fiestas imperiales, lo que propició que el imayō fuera coreado por la clase acomodada del imperio, por lo que se
convirtió en un género que gustaba tanto en la clase popular como en la
cortesana (Kim, 1986, p.6).
En
concordancia, los emperadores también disfrutaron de este género musical, entre
ellos el famoso emperador Goshirakawa 後白河 (1127-1192),
quien reinó entre 1155-1158 y se convirtió
en un ferviente seguidor del imayō,
educándose en este arte por medio de una kugutsu
diestra en este saber musical y poético. En el siguiente apartado se explicará quiénes fueron las kugutsu. También, se hablará del Ryōjin Hishō,
una de las recopilaciones más grandes de imayō
que surgió de los encuentros entre Goshirakawa y
su maestra.
Las kugutsu
y el Ryōjin
Hishō
La
palabra kugutsu refiere a un grupo de migrantes
nómadas. Los hombres de estos grupos practicaban la caza, mientras que las
mujeres cantaban imayō y practicaban la
prostitución, al igual que las asobi (Kawashima, 2001, p.28). Asimismo,
éstas eran frecuentadas por los varones pertenecientes a la corte Heian.
Oe no Masafusa 大江匡房 (1041-111), consejero privado
del emperador Go-Sanjou 後三条
(1032-1073), era uno de estos hombres. Este
personaje escribió una de las mejores descripciones sobre estas mujeres en
su ensayo Kairaishiki 傀儡子記 (Record on Puppeteers, 1087), de la
que se puede leer a continuación un pequeño fragmento:
Kugutsu no tiene viviendas fijas ni casas para vivir. Se
instalaron en tiendas de lana y llevan una vida nómada, una costumbre similar a
la de los bárbaros del norte. Sueltan gritos coquetos y se pavonen balanceando
sus caderas y sonriendo. Se pintan la cara con colorete y polvo blanco. Estas
mujeres atraen a las personas con sus canciones y música lascivas. Ni sus
padres, ni sus maridos, ni sus yernos las reprenden. Sin dudarlo, las mujeres
atraen a caminantes y viajeros para una cita nocturna. Por tales servicios, se
les paga bien. Estas mujeres poseen ropa bordada con hilos dorados, túnicas de
brocado, adornos dorados para el cabello y hermosas cajas de cosméticos con
incrustaciones de nácar [...] Desde que viven a expensas de los impuestos y de los
conscriptos, disfrutan de sus vidas con placer. Una noche adoran a Hyakudayu y rezan por la buena fortuna haciendo ruido con
sus bailes y tambores (Kim, 1944, 13-14).[25]
De acuerdo con la
cita anterior, se pueden ver diversas similitudes entre las mujeres kugutsu y asobi. Empero, existía una gran
diferencia entre ambas: el lugar donde laboraban. Al contrario de las asobi, las kugutsu trabajaban en las estaciones de los caminos interiores,
principalmente en Aohaka, Sunomata,
Nogami y Akasaka en la
provincia de Mino.
Entre estas mujeres surgió la famosa kugutsu de nombre Otomae 乙前, (1085 –1169), quien fue la maestra del emperador Goshirakawa por diez años. Goshirakawa
era un ferviente seguidor del imayōj, por
ello pidió que trajeran a la corte a una de las mejores compositoras e
intérpretes de este arte: Otomae. A partir de este
suceso, la estudiosa Yung-Hee Known
infiere que las kugutsu desarrollan este arte
del imayō de una forma aún más formal que las
mismas asobi.
Gracias a las clases impartidas por Otomae al emperador, éste decidió escribir la más larga
recopilación de imayō de la
historia: Ryōjin Hishō (Kim, 1986, p.6).[26]
Ryōjin Hishō
literalmente significa “Techo-viga-polvo”. Este nombre refiere a una
leyenda china que cuenta la historia de dos cantantes que protagonizaron una
serie de actuaciones que ocasionaron que se levantara el polvo que había en las
vigas y que no se asentara durante tres días completos. Este sentimiento era el
que sentía el emperador al ver representarse el imayō
por las asobi o las kugutsu (Kim, 1944, p.XIV).
Cabe señalar que este texto se divide en 10 libros, pero actualmente sólo
existen el primer libro con 21 canciones, el segundo con 546 y el décimo libro
que contiene las memorias del emperador Goshirakawa (Kim, 1944).[27]
Así, gracias al Ryōjin Hishō, se conocen algunas de las composiciones de
estas mujeres.
A continuación, se presentarán algunos imayō, a través de los cuales podrán
leerse tanto el sentir de estas artistas como lo que experimentaban las mujeres
en el medio popular y en la corte. Estos textos, además, ofrecerán un
acercamiento a la fuente original y a las voces de las asobi
y kugutsu.
Finalmente, estas canciones demostrarán
cómo el imayō es una fuente
fundamental para reconstruir la vida de las mujeres de la época Heian, sobre todo de aquellas que no tenían el
privilegio de pertenecer a la élite.
La
voz de las asobi y las kugutsu
a través del imayō
Algunos
de los imayō donde aparecen
personajes femeninos son aquellos que hablan de las asobi.
Por ejemplo, en uno de los temas musicales, se canta: “Lo que la cortesana
realmente quiere es una canción para cantar, un tambor para tocar, un pequeño
bote, un poco de sombra, una mujer sonriente que la pasee y —¡Hyakudai, dios del camino!— el amor de un
hombre” (The dance of the dust,
1999, p.75).[28] Gracias
a esta canción, se sabe del culto que las asobi tenían a Hyakudai
y, por lo tanto, de la importancia de esta veneración en sus vidas. La
adoración a Hyakudai
implicaba un culto fálico no sólo para atraer más clientes, sino para encontrar
el amor.
Esto último no es de extrañar, ya que para muchas asobi tener una relación seria significaba poder
ascender de posición social y dejar de laborar como prostitutas.[29]
Sin embargo, la mayoría de las veces, los hombres sólo las buscaban para tener
relaciones sexuales sin compromiso.[30]
En la siguiente composición, se puede escuchar a una asobi
o kugutsu
que se pregunta si no podía el varón complacerse sólo con su
presencia y con su arte:
Si
vas al oeste de la ciudad encontrarás las hermosas aves amorosas, gorriones,
cucos, así que escucha. Hay tantos hombres en estos días que aman los placeres
de la cama, pero no te importaría si yo no lo hago, ¿verdad, cariño? (The dance of the dust, 1999, p.51).[31]
Así,
se observa que ellas buscaban un reconocimiento fuera de los placeres carnales
que pudieran dar, ya que no eran sólo prostitutas, sino verdaderas artistas.
Ahora bien, las asobi
y kugutsu
no sólo hicieron letras sobre ellas, sino que también hablaron de
las mujeres de la corte y cómo eran sus relaciones amorosas. Uno de los temas
de sus canciones fue el cortejo que existía para formalizar una relación
amorosa entre una pareja de la corte Heian. El
cortejo consistía en que los enamorados debían estar juntos por tres noches consecutivas, a
escondidas de los padres de la muchacha. Si estaban de acuerdo, la mañana
siguiente del tercer día la mujer lo presentaba a la familia, de ese modo se efectuaba
la unión (kagero.., 1969, p.329); pero, si el hombre no estaba
convencido, podía irse sin decir nada y desaparecer de la vida de la mujer. Hay
un imayō que transcribió esa
amarga situación en la que el hombre decidía retirarse: “Escuché al joven Kaja. Vino a tomar una esposa. Llegó como un esposo por dos
noches, luego la tercera, más allá de la hora más oscura, con las faldas
dobladas, se puso de pie al amanecer” (The dance of the dust,
1999, p.53).[32]
Ahora bien, ser abandonadas por
el hombre provocaba en las mujeres la pena del desamor. Esto se puede percibir
en el siguiente imayō:
Mis
pensamientos sobre él son lo suficientemente fuertes como para llegar al norte
más lejano. Mi amor por él podría extenderse desde aquí hasta el este y de regreso.
Pero, si después de todo no nos hemos unido en el amor, yo debería olvidar todo
sobre él (The dance of the dust, 1999, p.29).[33]
Así, se cantaba la
tristeza de una mujer no correspondida. Igualmente, existían aquellos casos
donde el hombre iba y venía, sin dejar clara la situación sentimental con la
mujer. Tal escenario se refiere en la siguiente canción, donde se aconsejaba a
la mujer qué comportamiento tomar ante aquellos desplantes por parte del varón.
Ahora
ésta es la regla de mi pabellón de caza: haz que se quede fuera de tu
habitación un rato. Haz que aprenda su lección, mientras la noche todavía es
joven. (Ya ves, anoche se mantuvo alejado). E incluso si ha venido a pedir
perdón, si, incluso si se arrepiente, aparta la vista por un momento (The dance of the dust, 1999, p.51).[34]
Sin
embargo, no todas las mujeres soportaban aquellos arrebatos de los varones. Algunas
incluso ejercían su sexualidad libremente y no esperaban a que el amado llegara
para tener relaciones, tal y como se cita a continuación: “Los jóvenes mechones
de hierba se mantienen agradables y gruesos, aunque los caballos mordisqueen.
En mi habitación, aunque nunca vengas, mi cama nunca está vacía, porque yo
también soy joven” (The dance of the dust,
1999, p.64).[35]
A pesar de estos testimonios, que una mujer tuviera
varias parejas sexuales no era bien visto por la sociedad ni por la madre. Esto
se observa en el imayō que se cita
continuación, donde se lee la pena de una madre por tener hijos que no la han
enorgullecido y agrega lo que piensa de su hija al final de éste: “Déjame
decirte cómo son mis hijos: el mayor es un jugador, siempre pierde, nunca gana.
El siguiente está en un templo, aunque todavía es joven, y le encanta jugar por
la noche. ¿Mi hija? Mi hija es sólo una puta” (The dance of the dust, 1999, p.68).[36] En el caso de este fragmento lírico, la muchacha es
expuesta como una mujerzuela.
Asimismo, se puede advertir que las asobi y
kugutsu componían relatos que reflejaban
cómo el pensamiento de una época permeó los roles de género, lo que provocaba
estereotipos y prejuicios. Esto se puede volver a ver en un imayō
donde se describe a una madre cuyos dos únicos hijos tienen diferentes
empleos. Sus trabajos han sido escogidos de acuerdo con su sexo. Mientras que
al primero le tocó una labor de marinero por ser varón, a la chica se le asignó
trabajar en la cocina de un lord:
Sólo
tengo una niña y un niño. Mi hija fue buscada para trabajar en la cocina de un
señor en Kioto, así que la he regalado. Mi hijo era buscado como marinero para
el barco más rápido de un sacerdote de un gran santuario rural, así que también
lo regalé. (The dance of the dust, 1999, p.65).[37]
A
modo de conclusión
Desde
el periodo Nara, las asobi sufrieron
el desplazamiento de los rituales funerarios a manos de los hombres. Aunado a
eso, durante la época Heian, su posición
empeoró al perder por completo su lugar dentro de la corte imperial. En
consecuencia, empezaron a usar sus habilidades artísticas como exsacerdotisas
para sobrevivir, y desarrollaron el arte del imayō.
Sin embargo, aun con su talento, no lograron ganarse la vida, por lo que
fue necesario incluir la prostitución a sus oficios artísticos. Así, aunque ejercieron
esas labores, continuaron perpetuando las ceremonias sagradas. Incluso, algunas
líderes de las asobi fueron consideradas como bodhisattvas.
Las kugutsu, por su
parte, también desarrollaron el arte del imayō. Estas mujeres eran artistas y
prostitutas como las asobi, pero surgieron de grupos nómadas.
Subsecuentemente, ejercían su labor en los caminos y no en los ríos como las asobi.
Una de estas mujeres fue la responsable de llevar este género musical al
emperador Goshirakawa, quien lo perpetuó en un libro
llamado Ryōjin Hishō.
De aquella fuente primaria, se escogieron algunos imayō que transmiten no sólo la voz de
las asobi o las kugutsu, sino en
general la de las mujeres de la época Heian, principalmente
de aquellas que no tenían el privilegio de pertenecer a la corte. En los
ejemplos asentados en este artículo, se advierten tanto los sentimientos de
enamoramiento y de desamor como los prejuicios, estereotipos y roles de género
que se habían construido alrededor de las mujeres de aquel tiempo en Japón.
En definitiva, las asobi y las kugutsu
fueron artistas que compusieron y dieron voz a un grupo social que
posiblemente hubiera quedado en las tinieblas si ellas no hubieran creado el
arte del imayō. Rescatar su pasado
reivindica su nombre y no deja morir la historia de mujeres que no tenían los
medios para perpetuar sus memorias.
Para finalizar, hay que destacar que este estudio
espera impulsar más investigaciones en español sobre este tema, el cual es
indispensable para un momento histórico en el cual, más que nunca, se está
alzando la voz de las mujeres. De esta manera, se pondría atención a los grupos
vulnerables como el de la prostitución que, por su condición social, sigue
siendo estigmatizado. Además, vale la pena resaltar que investigaciones como
éstas permiten visualizar patrones de violencia hacia la mujer, que se han
heredado desde hace siglos y que se han reproducido de formas muy similares en
diversas partes del mundo a pesar de las diferencias culturales entre
continentes, países o regiones.
Bibliografía
Adolphson, M., Kamens E. y Stacie M. (Edit.). (2007). Heian Japan. centers and
peripheries. Honolulu: University of Hawai’I
Press.
Goodwin, J. (2006). Selling Song and Smiles. The
Sex Trade in Heian and Kamakura Japan. Honolulu: University of Hawai’i
Press.
Ko, D. (2003) Women and Confucian Cultures in Premodern
China, Korea, and Japan. California: University of California Press.
Kawashima,
T. (2001) Writing Margins. The Textual Construction of Gender in Heian and
Kamakura Japan. Boston: Harvard University Asia Center.
Kim, Y. H. (1944). Songs to Make the Dust Dance.
The Ryoujin Hishō
of Twelfth Century Japan. California: University of California Press.
Kojiki. (1969). D.
Philippi. (Trad.) Tokyo: Princeton University Press.
McCullough, W., Shively, D. (1993). The Cambridge
History of Japan. Heian
Japan, 2.
Cambridge: Cambridge University Press.
Nakahara, G. E. (1999). The songs of Ryojinhisho. (Dissertation to get the degree of Doctor
of Philosophy). Hawaii: University of Hawaii.
Philippi. D. (1969) Introducción.
En Kojiki (pp. 3-33).
Tokyo: Princeton University Press.
The dance of the dust on the rafters. Selections of Ryojin Hisho. (1999). Moriguchi (Trad.). Seattle: Broken Moon
Press.
Hemerografía
Holcombe, C. (1997). Ritsuryou Confucianism, Harvard Journal of Asiatic Studies. 57,
(2), pp. 543-573.
Kagero
Nikki: el diario de la vida efímera (1969), Kuzuya Sakai (Trad), Estudios Orientales.
El Colegio de México, 4(3), pp.317-332.
Kim, Y. H. (1988). The Female Entertainment Tradition in Medieval Japan:
The case of “Asobi”, Theatre Journal, 40, (2),
pp. 205-216.
Kim, Y.H. (1986). Voices from the Periphery: Love
Songs, Ryojin Hisho. Monumenta Nipponica,
14, (1), pp. 1-20.
Muñoz, R. L. (2016). Violencia simbólica y
dominación masculina en el discurso cinematográfico colombiano, Rev.col.soc., 39, (1), pp. 103-122.
Piggot J. & Haboush, J (2005). Reseña
de “Women and Confucian Cultures in premodern China, Korea and Japan”, Estudios de Asia y África,
XL, 1, pp. 237-246.
Rasplica,
L. (2001). Nichiren and Setsuwa,
Japanese Journal of Religious Studies, 5,
(2-3), pp. 159-185.
Reiko, O. (2001). Bodhisattva and Buddha, Journal of Feminist Studies in Religion, 17,
(1), pp.63-83.
Yamamura, K. (1974). The decline of the Ritsuryou System: Hypotheses on Economic and Institutuional Change, Journal of Japanese Studies, 1,
(1), pp. 3-37.
[1] El Colegio de México, tgarcia@colmex.mx
[2] Los estudios que hay
sobre asobi en idioma inglés son Selling Song and Smiles. The Sex Trade in Heian and
Kamakura Japan (2006) de J. R. Goodwin, Writing Margins, the
Textual Construction of Gender in Heian and Kamakura Japan (2001) y The
Construction of the Feminine Margin: An Examination of Texts from the Mid-Heian
to the Early Kamakura Periods in Japan (1997) de T. Kawashima, The
Female Entertainment Tradition in Medieval Japan: The Case of Asobi (1988) de Y. H. Kim, Love Songs in Ryojin Hishō (1986) de Y. H. Known, Songs to Make the Dust
Dance. The Ryoujin Hishō
of Twelfth Century Japan (1944) de Y. H. Kim.
[3] “El dominio masculino
está relacionado con las bases variantes objetivas y subjetivas que han
(re)producido y perpetuado un sistema patriarcal donde predominan la dominación
simbólica y los opuestos binarios bajo el esquema objetivo de la dominación
masculina, lo cual ha generado adicionalmente la multiplicación y constante
producción de enunciados frente a lo femenino desde un lugar violento” (Muñoz,
2016, p.103).
[4] Amaterasu,
al ser la diosa del sol, era quien iluminaba el reino celestial. Por lo tanto,
cuando ésta se escondió dentro de una cueva, la luz se extinguió y sobrevino la
oscuridad.
[5]
A lo largo
del artículo, al pie de página se colocará el texto en original en inglés. La
traducción al español ha sido realizada por la misma autora de este trabajo. “Tied
around her head a head-band of heavenly Ma-Saki vine, bound together
bundles of Sasa leaves to hold in her hands,
and overturning a bucket before the heavenly rock-cave door, stamped
resoundingly upon it. The she became divinely posed, exposed her breasts, and
pushed her skirt-band down to her genitals”.
[6]
“Why is that Ameno-Uzume sings and dances, and all
the eight-hundred myriad deities laugh”.
[7]
“It is written with the ideograph that means ‘pleasure’ or ‘music’. In archaic
Japanese it was read asobi (singing and dancing) or uta-mapi (song
and dance)”.
[8]
“In sum, what emerges out of this episode is an archetypal image of the asobi with a dual or combined function of a
priest and entertainer image, mediating between the two worlds of light and
darkness, order and chaos, and ultimately, life and death”.
[9]
“‘Play that in Japanese implies labor-free and pleasure-oriented
activity”.
[10]
“The state claimed ownership of all rice fields and expected that they would be
planted with seed provided by an ancient system of rice loans known as suiko. State revenue was to be collected in kind, as
raw materials, handicraft items, and labor”.
[11] Fue uno de los últimos
códigos del sistema Ritsuryō
(Holcombe, 1997, p.543).
[12]
“Groups of people engaged in funeral services are exempt from taxes and
conscript labor. Since they live without working and are
allowed to move freely around, they are called asobi-be”.
[13]
"They were seen as a ritual and virtuous example”.
[14]
“Study of social customs and political ideology-of human relations with Heaven
and the ancestors, and the system of li (ritual)”.
[15]
“The real and alleged power of Confucianism to subjugate women, resulting in
their erasure from official discourses and records”.
[16] “Spurred
further developments in the sphere of religious discourse, as scholarship and
writing were separated from the craft of politics that took place in the tenth
century. In short, the neatly centered bureaucratic imperial state was replaced
by a multicentered and broadened composite in which both secular and religious
elites were no longer controlled by the proscriptions of the Ritsuryō state but were still part of the state
itself”.
[17]
“Members of the Council and the Controllers
staff served as their lay directors (zokubettō, kengyō), and represented their interests at court.
Their monastic leaders also enjoyed substantial influence in the court”.
[18] No se sabe exactamente
el momento en el que estas mujeres dejaron de ser sacerdotisas funerarias, sin
embargo, ya no se encontraron fuentes de la época Heian
que hablará de las asobi-be.
[19] “The idea that women are sinful beings and that women’s sexuality is
sinful appears often in Japanese Buddhist-inspired literature of late Heian”.
[20]
“From the adjective ‘imamekashi’ which meant ‘modern’
or ‘up-to-date’ with nuances of ‘showiness’ and ‘liveliness’”.
[21] “Saibara,
fuzoku y roei eran el
repertorio musical de los nobles” (Kim, 1944, p.3).
[22]“El bodihisattva
es alguien quien ha hecho un voto formal de acatar completa y perfectamente la budeidad, es decir, el camino que ha dictaminado
Buda” (Reiko, 2001, p.63).
[23]
El término setsuwa puede traducirse al español como “cuento literario” y su contenido
puede variar desde mitos y leyendas hasta cuentos (Rasplica,
1978, p.159).
[24]
“The shonin of
Shusha prayed that he might behold a living bodhisattva. A dream Oracle said,
‘if you desire to behold a living bodhisattva, go see the leader of the asobi at Kansai’”.
[25]
“Kugutsu have neither fixed abodes nor houses to
live. They put up woolen tents and lead a nomadic life, a custom similar to that of the northern barbarians. They let out
coquettish cries and swagger around swinging their hips and smiling
bewitchingly. They make up their faces with rouge and White powder. These women
are people with their lewd songs and music. Neither their parent’s nor husbands
nor sons-in-law reprove them. Without hesitation, the women entice wayfarers
and travelers for a night´s tryst. For such services, they are paid well. These
women own clothes embroidered with Golden threads, brocade robes, Golden hair
ornaments, and beautiful cosmetic boxes with mother-of-pearl inlay [...] Since
they are expected from taxes and conscript labor, they spend their lives in
pleasure. A night, they worship Hyakudayu and
pray for good fortune by making racket with their dances and drum”.
[26] Diez canciones del
primer libre y ciento cuarenta y cinco del libro dos del Ryojin
Hishō
están traducidas bajo el título de The Dance of
the Dust on the Rafters (1999), texto que se utiliza en este artículo.
[27] “En el
Ryōjin Hishō existente
se cubre una amplia y diversa gama de temas: religión, amor, vida popular,
naturaleza, humor y canciones infantiles. Entre estos, el más dominante es la
religión, con más de la mitad de las canciones de la antología relacionadas con
el budismo en particular. El siguiente en representación es el tema del amor,
seguido de la vida popular, haciendo que la antología sea una combinación
completa de lo sagrado y lo profano” (Kim, 1986, p.3).
[28]
“What the stroller really wants is a song to
sing, a drum to tap, a little boat, a little shade, some smiling woman rowing
her, and – Hyakudai! God of
the road- the loving of a man”.
[29] “Algunos hombres hacían de estas mujeres esposas y amantes e, incluso las
aman hasta la muerte. En este sentido, los sabios y príncipes no estaban exentos”
(Goodwin, 2006, p.19).
[30] Hay
relatos de hombres que hablan de sus encuentros fortuitos con las asobi, pero no tienen con ellas nada más que
relaciones sexuales. Por ejemplo, Fujiwara Yoringa (1120-1156) escribe en su diario: “Esa noche,
invité secretamente a un asobi a bordo
del bote, y la penetré. Le envié de vuelta, dándole un poco de arroz y otros
regalos también” (Goodwin, 2006, p.65).
[31] “If you go west of the city you will find the pretty love-birds,
sparrows, swallos, cuckoos, so I hear. There are so
many men these days who love the pleasures of the bed, but you don’t mind if I
don’t do so, do you, dear?”. En la letra, los pájaros refieren a las asobi.
Además de que estás trabajaban en el oeste, su voz,
muchas veces, se comparaba con los cantos de los pájaros. Uno de sus clientes,
por ejemplo, describe a una de ellas de la siguiente forma: “Ella conoce todas
las posiciones sexuales y tiene la voz de un pájaro en el paraíso de Amida, así
como la cara de un ángel” (Goodwin,
2006, p.17).
[32]
“I hear young Kaja.
Came to take a wife. He came on like a husband for two nights, then the third,
past the darkest hour, his skirts tucked in, he took to his heels, off into the
dawn”.
[33]
“My thoughts of him are strong enough to reach
the farthest North. My love of him could stretch from here to the East and
back. But if we had not joined in love, why, maybe, after all, I might just forget
all about him”.
[34]
“Now this is the rule of my
hunting-lodge: Make him stand outside your room a while. Make him learn his
lesson, while the night´s still young. (You see, last night he stayed away).
And even if he’s come to say he’s sorry, yes, even if
he repents, turn your eyes away, for a while”.
[35]
“The young tufts of grass stay nice and thick,
even though the horses nibble. In my bedroom, even though you never come, my
bed is never empty, for I too am young”.
[36]
“Let me tell you how my children are: the
eldest is a gambler, always losing, never winning. The next is in a temple,
though still young, and loves to play around at night. My girl? My girl is just
a slut”.
[37]
“I only have a girl and boy. My girl was
wanted in the kitchen of a lord in Kyoto, so I´ve given away. My boy was wanted
as a sailor on the fast boat of a priest, of a big country shrine, so I gave
away too”.