Carmen Conde y
Guadalupe Amor: redes para una Mujer sin Edén desde España
hasta México (1947-1951).
Carmen Conde and Guadalupe Amor: networks for a Mujer sin Edén from
Spain to Mexico (1947-1951).
Fran Garcerá[1]
Resumen
El presente artículo aborda la historia del poemario Mujer sin Edén
de Carmen Conde (1907-1996), uno de los libros fundamentales de la posguerra
española, así como los motivos de publicación de sus dos primeras ediciones en
dos lugares tan distantes como España y México en 1947 y 1951, respectivamente,
a través de la correspondencia y las agendas personales de la autora.
Palabras clave: Carmen Conde, Mujer sin Edén,
Guadalupe Amor, redes femeninas, Vicente Aleixandre, poesía española.
Abstract
This article presents the story of the collection of poems Mujer sin Edén by
Carmen Conde (1907-1996), one of the main books of the Spanish post-war period.
This article explores the reasons for release in both Spain and distant Mexico
in 1947 and 1951 throughout correspondence and the author’s personal diaries.
KeyWords: Carmen Conde, Mujer sin Edén,
Guadalupe Amor, Women’s networks, Vicente Aleixandre, Spanish poetry.
Recibido: 2020-05-20
Aceptado: 2020-09-09
Creo que la explicación está en ello; desde
que abres los ojos, desde que abríamos los ojos, no ahora. Ya la gente nace con
ellos abiertos. Parecía que Dios no quería a la mujer. La hizo, seguramente,
como dice en alguna parte del poema, para que el hombre no estuviera solo; pero
a Él quien le gustaba era el hombre. En definitiva, era un poco también mirarse
a sí mismo. Debió hacer al hombre para verse, para verse a sí mismo. Leed,
despacio, Mujer sin Edén y
comprenderéis que es una amarga, una amarga queja, no una protesta, aunque, a
veces, lo parezca; o sea, realmente iracunda. En ese desnivel enorme, creado al
hacernos hombre y mujer en una sociedad en la que ha prevalecido hasta ahora el
hombre. Y la mujer es subsidiaria del hombre. Ahí sí está la protesta, desde
luego (en Gutiérrez-Vega, 1992, p. 95).
Con estas palabras, Carmen Conde (Cartagena,
1907-Majadahonda, 1996) reflexionaba sobre el significado del título de su
libro Mujer sin Edén, publicado casi
medio siglo antes, en 1947, aunque por su contenido el poemario gozaba de plena
actualidad después de tantos años, como también ocurre en nuestro presente[2]. Estas
deliberaciones fueron la respuesta a las numerosas preguntas que dos
investigadoras, Zenaida Gutiérrez-Vega y Marie-Lise Gazarian-Gautier,
realizaron a la escritora y plasmaron, posteriormente, en el volumen titulado Carmen Conde. De viva voz (1992), que
constituye hoy, para los estudios condianos, un
testimonio en primera persona de la poeta sobre asuntos diversos. De hecho,
cuando Conde fue interrogada sobre la conquista de los derechos sociales de la
mujer, no dudó en responder que esta:
[…] No es un pedazo del hombre para moverse, porque aquello de la
costilla de Adán y todo eso son monsergas. No, Dios hizo dos seres, dos seres
que tenían los mismos deberes los unos para con los otros y, si hay en Mujer sin Edén una queja profunda ante
aquello que primero pasó, es sencillamente el deseo que se está realizando ya.
La mujer tiene su propia vida, aparte de su compañero […]. Ya no depende de las
obligaciones ni de las dominaciones que tenía antes. La mujer ahora trabaja, si
quiere. La mujer es libre, si quiere; piensa con sus propios pensamientos y
además los manifiesta. Antes no era más que un eco o un reflejo de lo que
decían los hombres (en Gutiérrez-Vega, 1992, p. 83).
Fue, precisamente, en uno de los momentos de
mayor retroceso en la historia social de las mujeres españolas, cuando Carmen
Conde publicó su Mujer sin Edén. El
franquismo había perpetrado el reingreso forzoso de las mujeres al hogar y
asignado para ellas las funciones relativas al cuidado de la casa, la
maternidad y lo religioso. Por ello, que Conde publicase un libro en el que expresaba
la queja milenaria de la primera mujer fue un verdadero acto de valentía y de
rebeldía, puesto que ponía en tela de juicio la visión patriarcal de la
historia occidental desde su mismo comienzo. Esa protesta de la mujer ancestral
se basó, según Leopoldo de Luis en su prólogo a la reedición de Mujer sin Edén que Ediciones Torremozas publicó en 1985, en dos premisas: «a) Eva no fue
nunca querida por Dios, y b) Eva no fue creada, directamente, sino en
dependencia o por intermedio de la carne del hombre» (Luis, 1985, p. 11). Esta
crítica trascendía el tiempo y se unía a la mujer del
presente encarnada en la propia Carmen Conde, como ella misma confesó en
una pequeña entrevista al diario Pueblo el 17 de octubre de 1947, concedida con
motivo de la publicación de este poemario y en la que puede leerse lo
siguiente:
― ¿Cómo resumirías tú el contenido de tu reciente libro de versos
titulado Mujer sin Edén?
― Por mi libro Mujer sin Edén he querido pasar desde el comienzo del mundo hasta
quedar en la criatura que soy, y con cuyo dolor termino el poema.
[…]
― ¿Adónde llega la narración de tu
libro que sigue el camino de las Sagradas Escrituras?
― Después llegó Jesús, y con Él se
empezó a contar el tiempo de otra manera. Ya estaba el alma ardientemente
erguida dentro de la mujer. Y ella avanzaba penosamente con su lumbre, hasta
venir a mí. Hasta hacerse yo misma. Tal es, en resumen, el desarrollo poético
del libro.[3]
Los cinco cantos que componen «el Poema»,
como denominó Conde a Mujer sin Edén,
se encarnan a través de la voz poética de su autora en las figuras de Eva y
María, entre otras, aunque es la mujer de Lot quien exclama: «¡Nunca admites, oh Dios, que yo quiera saber!» (Conde, 1947, p. 74). En este
verso podemos intuir el reflejo de una Carmen Conde que había luchado por su
educación, por sus derechos sociales y por una independencia de la que ahora se
veía privada, pero también la denuncia de tantas mujeres que a lo largo de la
historia quisieron ocupar su lugar en la esfera pública y la sociedad y,
excepto en contadas ocasiones, fueron rechazadas o, por medio de la metáfora de
este mito bíblico, podríamos decir que fueron condenadas a ser estatuas de sal
por su desobediencia. Carmen, pese a la sal, escogió la palabra.
I. Publicación y recepción de Mujer
Sin Edén en España.
Sin lugar a duda, Mujer sin Edén es uno de los poemarios más significativos de la
primera etapa de posguerra y de todo el siglo XX en España. Por ello, merece
ocupar un lugar de preeminencia, como ya han apuntado otros críticos, al lado
de los dos volúmenes que renovaron la poesía tras la Guerra Civil: Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso
y Sombra del Paraíso (1944) de
Vicente Aleixandre. Aunque Mujer sin Edén
se publicase por primera vez tres años después, Carmen Conde se encontraba
desde comienzos de los años cuarenta trabajando en el poemario. De hecho, la
escritora cartagenera encontró en Aleixandre un lector[4] y
un consejero para su obra y, en especial, para su poemario bíblico. En una
carta del futuro Premio Nobel fechada el 14 de julio de 1945, este le expresa:
«Me apena lo de la rapidez de tu edición de esta Mujer sin Edén. Y eso que está saliendo, como quien dice, tu Ansia de la Gracia. Tú no eres como yo
que, recién publicado un libro, no me gusta lanzar otro sobre él. / Esta Mujer
genérica, bíblica, tuya, la veo como una figura miguelangesca»[5].
Tan solo un mes después, Aleixandre envió una nueva misiva a Conde, en la que
reflexionaba de nuevo sobre este poemario y en la que le indicaba:
Leo y repaso a tu vieja Eva, tu temerosa Eva,
vieja como la especie. Me sigue pareciendo una de esas «sibilas» miguelangescas, sabias y poderosas. Su desvalimiento, su
lamento va más allá de la individualidad y truena con la voz de la especie.
Anoto cuales son mis preferidos, cuales los que me parecen a veces repetición
de otros (solo en parte, en alguno, claro es) y ya te diré cuando nos veamos el
detalle de todo.
Me dices que se retrasará la edición y que
entonces ya no te importa la fecha. Ya sabes que a salvo mi compromiso con
Carlos [Bousoño], yo haría encantado mi prólogo para esta Mujer sin Edén. Todo dependerá del orden en el tiempo.[6]
Gracias al ingente legado de la escritora que
se conserva en el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver de Cartagena y que abarca
sin excepción toda su vida, podemos conocer en la actualidad, sobre todo
gracias a su epistolario, que la pintora Julia Minguillón
prometió ilustrar su poemario aunque, finalmente, esta
escribió a Conde el 25 de agosto de 1945 para retractarse de su promesa por la
presión que suponía para ella estar a la altura de Mujer sin Edén[7].
Mientras tanto, Vicente Aleixandre continuó con su labor de lector poético de
Conde y el 25 de septiembre de ese mismo año le comentaba en otra carta a la
escritora que: «Tus ecos poéticos me han llegado en distintas formas. En primer
lugar tu titánica Mujer
sin Edén, que he releído cabalmente y me sé muy bien ya. Ratifico mi juicio
general sobre la figura y la voz de la especie con su mensaje inédito. Alguna
pequeña observación de detalle he de hacerte, como en el libro anterior, y que
yo sé que deseas»[8]. Al año
siguiente, el seis de septiembre de 1946, Aleixandre escribió de nuevo a Conde
para animarla a continuar con:
[…] ese tercer canto cuyo índice me da muy buena impresión. Y si quieres
a la vuelta puedo escribir sobre ello, con el texto. […] Te diré que incluso
cuando Dámaso publicó sus Hijos de la ira
hablamos de un artículo mío posible y, de acuerdo con él, no se hizo. Si tú
quieres y te decidieses, escribiría para que lo diésemos en prólogo. Pero esto
has de pensarlo tú para que el libro salga como tú lo veas.[9]
Vicente Aleixandre redactó aquel prólogo que
no pudo publicarse debido a la censura impuesta por un Director General de la
Prensa española. Este documento permaneció inédito hasta 1982 y,
posteriormente, fue incluido en la edición bilingüe de Mujer sin Edén que vio la luz en Estados Unidos en 1986. El
documento manuscrito del mismo que se encuentra conservado en el archivo de la
escritora aparece fechado el 12 de diciembre de 1947, cuando el poemario ya
había sido publicado, por lo que parece que Aleixandre lo redactó sin
tachaduras en un acto de amistad para el recuerdo en el futuro ante el intento
frustrado de su publicación. Comienza así:
Querida Carmen: recordando mi impresión de tu
libro Mujer sin Edén cuando deseaste
que lo viese en su manuscrito, quisieras hoy, para tu intimidad, como recuerdo
de aquellos días, conservar en algunas líneas mi impresión de conjunto de
entonces, lo que, con los primeros ojos limpios, vi de su unidad cuando lo tuve
entre las manos.
Un poco resulta también esto, por breve que
sea, como memoria de aquellos meses en que sucesivamente lo fuiste escribiendo,
cuando todavía, con Amanda y Cayetano, vivías en Velintonia, cerca de mí, cara
también a la Sierra y al puro cielo, que es como decir a la natural verdad y a
la perpetua luz que no desfallece.[10]
El prólogo de Aleixandre es uno de los textos
más lúcidos y bellos que se han escrito sobre Mujer sin Edén, un reflejo de la amistad y el respeto literario que
se profesaban el uno al otro. Otra de las personas que más cerca estuvo de Mujer sin Edén fue Leopoldo de Luis, a
quien Carmen Conde solicitó ayuda en el proceso de publicación de su poemario y
ofició de mediador con las artes gráficas de Ediciones Jura, que imprimieron cinco
ejemplares de prueba que disgustaron a la poeta (Urrutia, 2007, p. 154).
En
septiembre de 1947, finalmente, vio la luz Mujer
sin Edén en Ediciones Jura y, en esos mismos días, Carmen Conde escribió a
Fernando González, escritor y director de Halcón,
con la intención de que se hiciera cargo de la distribución de algunos de sus
libros y ella pudiera recuperar algo de su inversión económica en el libro,
puesto que, según ella, «me dicen los entendidos que si lo entrego a un
distribuidor profesional voy a tener que pagarle encima; venda o no venda.
Entre amigos y librerías amigas, quizá sea más fácil colocar unos cuantos…»[11].
La escritora también intentó servirse de sus redes de amigos y conocidos para
promover a su mujer inmemorial. Tras el envío de ejemplares, rápidamente
llegaron felicitaciones de diferentes personalidades, como Adriano del Valle,
Dámaso Alonso o Trina Mercader, que le indicó que, tras la lectura del libro,
se sintió: «llena de integridad, mujer universal como tu libro mismo. / Todo él
es de una profundidad justa y desbordada, con esa profunda tristeza casi
religiosa de todo valor humano. […] Diría que la misma Eva ha reencarnado en
ti. Has escrito un libro enorme, un libro que redime»[12].
Posteriormente, Mercader le envió a Carmen Conde otra carta en la que incluyó
una reseña en la que proclamó que: «Un libro inmenso viene a volcarnos en las
manos la suprema y antigua verdad de la mujer. Un libro que, escrito
precisamente por una mujer, lleva, íntegra, la angustiada trascendencia de la
primera mujer a su límite máximo. […] Si hay un libro imposible de ser escrito
por un hombre, es este»[13]. María
de Gracia Ifach dirigió también una interesante misiva a Conde el 15 de octubre
de 1947, en la que le confirmaba:
Llegó tu magnífico Mujer sin Edén. Con mucho gusto me ocuparé de su colocación aquí en
las librerías; de que los amigos compren algún ejemplar no respondo
aunque yo he de poner todo mi interés, por ti y por tu estupenda obra. Ya sabes
que los ricos no se interesan por la Poesía y los otros, los que se preocupan
de esos divinos mensajes, están siempre a la luna de Valencia. Dame
instrucciones.[14]
Pero Conde no solo recibió felicitaciones de
sus amigos más cercanos y conocidos, sino también de autores consagrados, como
Azorín, quien le agradeció «sus delicadas atenciones; Julia y yo estamos
agradecidísimos. El libro es precioso; mezcla usted un sentido primitivo de
poesía con un sentido muy moderno. Lo bíblico rememora poetas modernos. Y ese
es el mayor encanto de su poema»[15].
Más extensa fue la carta que Concha Espina envió a la escritora cartagenera el
19 de noviembre de 1947, en la que puede leerse:
Mi querida Carmen:
Me ha leído Consuelo [Berges], y por cierto
muy bien, tu magnífica obra que me ha impresionado mucho. Capto en ella, al
vuelo de una primera lectura muy delicadas bellezas de alta poesía. En conjunto
me parece formidable y me pierdo en su edén bíblico, en su majestad imponente.
De lo que creo estar segura es de que has
hecho una gran obra, y por lo tanto de que estás muy de enhorabuena y debes
sentirte justamente colmada de satisfacciones.
Ya imaginarás con cuanto gozo me uno a tu
merecido éxito y lo muy de corazón que te felicito. Vas muy adelante, por un
camino triunfal, y puedes estar cierta de que te escoltan mis deseos mejores.
Un abrazo muy expresivo que te manda con todo
cariño tu amiga y compañera
Concha Espina[16]
Mujer sin Edén cosechó
un triunfo de opiniones y Carmen Conde no perdió la oportunidad de intentar
publicarlo en Argentina de la mano de Guillermo de Torre, quien trabajaba en la
Editorial Losada en Buenos Aires y aceptó leer el libro aunque le indicó que:
«En cuanto a posibilidades de una reedición aquí, las considero nulas por el
momento, pues el encarecimiento de los precios de impresión, unido a otros
factores muy serios, determina que todas las editoriales, y no solamente esta
casa, restrinjan cada vez más sus ediciones, sobre todo en lo concerniente a
libros poéticos»[17].
También envió diez ejemplares del mismo a la intelectual exiliada en Estados
Unidos Justina Ruiz de Conde, con la que mantuvo una amistad epistolar y quien
en su carta fechada el 16 de diciembre de 1947, le confirmó la llegada de los
mismos para su distribución y su enhorabuena, puesto que en su opinión Mujer sin Edén era «lo mejor que has
hecho y mira tú si es decir. Tiene vuelo y tiene genio
y tiene grandeza y tiene poesía y tiene. Lo tiene todo. Es anonadador y es
maravilloso. Enhorabuena y cuídate mucho para que nos puedas dar más y más en
el futuro»[18]. Pocos
días antes, el 5 de diciembre de 1947, en El
Progreso, Diario de Burgos, la escritora Concha Zardoya publicó su «Carta
abierta a Carmen Conde», en la que aseguraba que:
Toda la historia humana, toda la trágica
biografía espiritual de la mujer, están en tu libro. Ninguna novela existe,
ningún ensayo filosófico o moral, ni obra de otro tipo que haya conseguido
expresar así la tragedia de la mujer cósmica, con tal poderío y heridora
vivacidad, con tan profunda y hermosa clarividencia.[…]
No. Ellos no pueden comprender, sentir tu libro como nosotras, porque no son
carne, sangre y espíritu de él, materia misma de tus cinco cantos. Nosotras
somos aquí sustancia poética, no exterior inspiración. No somos motivo en torno
al cual gira el libro, sino el libro mismo, su más íntima esencia su razón de
ser. Todo él es la Mujer y su tragedia humana. Eres tú misma ―por ser
mujer― el libro entero […]. Que vengan a tu libro las mujeres, para
conocerse y reconocerse en él. Que vengan también los hombres para comprender a
la esposa, a la madre y a la hermana.[19]
El impacto del libro fue tal, sobre todo,
entre las escritoras de aquellos años que, todavía en 1949, pueden encontrarse
reseñas de Mujer sin Edén, como la
que publicó Carmen Laforet el 26 de marzo de ese año en el semanario Destino de Barcelona y en la que aseveró:
He llamado, de intento, poeta a Carmen Conde.
Poeta y no poetisa, porque la primera de las dos palabras me parece a mí que
encierra una más grande rotundidad de significado, que está más libre de
malentendidos. Me gusta a mí pensar la palabra poeta, aplicada a Carmen Conde,
como pienso la palabra mal, limpia y sin modificaciones, según venga bien a la
oración que estamos forjando «la mar» o «el mar». La fuerza expresiva de la
poesía de Carmen Conde es uno de esos huracanes que pueden conmover toda una
época, y no está limitada por ninguna circunstancia particular.
[…]
Por todo lo que los hombres han olvidado al
pensar en la mujer, por todo lo que la mujer ha anhelado al pensar en el
hombre, por lo que ha gozado y sufrido la mujer en la tierra ―cerradas ya
las puertas del Edén― se levanta en este libro la voz de una magnífica,
de una maravillosa fuerza de poesía, que nos levanta, nos arrulla, nos
estremece como el viento, como las tempestades, como el mar; como los elementos
todos de esta tierra nuestra, que con sus sacudidas, arrancan nuestra aterrada
o nuestra enamorada admiración.[20]
Incluso, en una carta fechada el 19 de
septiembre de 1950, tres años después de su publicación, la poeta Ángela
Figuera Aymerich escribió a Carmen Conde para decirle que ese verano:
Entre otras cosas he repasado amorosamente Mujer sin Edén. ¡Qué descubrir de nuevas
bellezas en lo ya conocido! ¡Cómo grito, mujer, con tantos gritos desde lo
hondo, en protesta agudísima y dolorida! No hay hombre que pudiera haber
gritado así, fuera de su edén, sobre la tierra que hoy vivimos. Late en tu
libro una coincidencia sincera, específica, con mis sentimientos. Sé que yo he
sentido y pensado eso, que quizá lo he dicho ya, que acabaré quizá por decirlo,
por redecirlo, a mi modo, menos bello, menos iluminado de hiriente barroquismo
que el tuyo. Eres admirable, Carmen, y me gusta decirlo.[21]
Carmen Conde y su Mujer sin Edén significaron una sacudida para muchas de las autoras
de aquellos años, no solo para las que comenzaron su andadura literaria durante
el auge cultural de la II República, sino también para las jóvenes escritoras
que encontraron en Carmen Conde el eslabón con su genealogía literaria y en la
subversión del mito de Eva un espacio para la rebeldía de unos años marcados
por la censura y el miedo[22].
II. Carmen
Conde y Guadalupe Amor: edición mexicana de Mujer sin Edén.
Cuatro años después de su publicación en
España, en 1951, Carmen Conde logró que su poemario más emblemático, Mujer sin Edén, apareciese en una nueva
edición en México. Para ello, fue imprescindible la intervención de la poeta
mexicana Guadalupe Amor un año antes, quien se encontraba realizando un viaje
por Europa junto a su amiga Olga Campos. A falta de un diario personal, es gracias
a las notas y comentarios de las agendas personales que Conde escribió a lo
largo de los años como hoy se conserva el testimonio del primer encuentro entre
estas dos autoras el 25 de abril de 1950 en la madrileña Galería Biosca, con
motivo de un recital de poesía de Amor. Carmen Conde apunta:
Un día extenso: comida con los Aleixandre y Quinín, en Velingtonia. Lectura
de Guadalupe Amor, en Biosca. Gran poetisa mexicana, cuya voz parece legítima.
Me mandó su libro, y nos veremos otra vez.
Escribí unas
líneas en prosa narrativa, esta mañana. Guadalupe Amor, una poetisa mexicana
consignada a Enrique Azcoaga, ha dado hoy una discreta lectura en Biosca. Leyó
poco y bueno: es gentil, es rica, es guapa, amable; viaja con su coche, una
amiga, y todo le es fácil. Pero en su poesía se habla de dolor y de angustia.
Allí estaba Alfonsa [de la Torre], que afluyó a mí con ahínco; he tenido
que decirle que venga a casa el domingo. Tenemos que volver a vernos con la
mexicana para que nos lea lo inédito que trae.[23]
El nuevo encuentro no se hizo esperar y, al
día siguiente, Conde visitó a Amor en el Hotel Capitol donde se alojaba, tras
lo cual esta última se ofreció a buscar una editorial en México para Carmen,
quien la consideró «simpática y cariñosa criatura». Dos días después, el 28 de
abril, la tertulia «Alforjas para la Poesía» celebró su sesión en homenaje a la
poeta mexicana de visita en Madrid, tras la cual Carmen Conde anotó lo
siguiente:
Alforjas
de la Poesía. Guadalupe Amor. Se entromete Alfonsa [de la Torre] y
lee, mal, unos fragmentos, rellenos de palabras de su Oratorio… […]. Hoy,
“Alforjas para la poesía” en honor de Guadalupe Amor. Y en ellas, con su
verdoso color de envidia, se mete Alfonsa. Éxito de la mexicana, total;
y más bien fracaso de la de Cuéllar, merecido. ¡Hasta se le olvidó una hoja de
uno de sus plomíferos poemas! Y se le fue público también.
El buen entendimiento entre ambas escritoras
y la oferta de la publicación en México, hizo que Carmen
Conde y Amanda Junquera tomasen el papel de anfitrionas y el treinta de abril
acompañasen a Guadalupe Amor y Olga Campos a El Escorial, como podemos leer a
continuación:
Compras suyas, por la mañana, con Amanda. Por
la tarde, Guadalupe Amor: al Escorial. Y ceno con ella y su amiga Olga, en la
taberna de Candelas. Me traen a casa luego.
Esta tarde, y esta
noche, con Guadalupe Amor: El Escorial con ella, dialogando; y la tasca de Luis
Candelas con ella y con su amiga, cenando. Es una mujer graciosa, con
verbosidad, con garbo, y parece buena y generosa. La otra, india, es reservona
y compleja. Van a Italia… en su coche, solas, con mucho dinero. Y son
interesantes las dos. Quiere Lupe que vayamos a Ávila el sábado.
La irrupción de Pita Amor, como era conocida,
en la vida de Carmen Conde durante su breve estancia madrileña, hizo que la
cartagenera destacase en su agenda en el último día de abril, como un hito de
ese mes, el «hallazgo de la poetisa
mejicana Guadalupe Amor. Me gustan. Su poesía y ella. Quiere hacerme editar en
México». Sin duda, además de la simpatía que Amor pudiera causar en Conde, esta
fue consciente del horizonte que su nueva amistad suponía para su carrera como
escritora. Le brindaba la oportunidad de expandir sus redes de colaboración y
afecto tras el golpe que supuso la Guerra Civil, también la ocasión de recobrar
el contacto con la sociedad de intelectuales y escritores exiliados, como
podremos comprobar, y la internacionalización de su obra, en un momento de
represión como el que estaba viviendo Conde y todos aquellos autores que
experimentaron el conocido como exilio interior. El siguiente encuentro entre
ambas autoras se produjo el 1 de mayo en la casa de Velintonia, aunque a esta
reunión acudieron algunos de los nombres más significativos de nuestra
literatura de posguerra. Así, Carmen Conde anota:
Reunión en Velingtonia para que lea sus versos inéditos, Guadalupe
Amor. ¡Gran tarde de reunión, simpática y con poesía y amigos!
Guadalupe Amor,
Olga Campos, Pura Vázquez, Ángela Figuera, Carmen Laforet, Paquita Christiamen, Juan Guerrero, Joaquín Entrambasaguas,
Antonio, Amanda y yo: Velingtonia de 7 a 10'30.
Lectura de Guadalupe, voz y acento perfectos en arrebatado pensamiento y
belleza segura. Leí cosas de Pura, de Ángela y… con mucho sacrificio, mías;
sólo dos o tres, pues me era violento leer delante de Antonio que detesta mi
poesía. Guadalupe es una criatura deliciosa y que cuesta perder.
De esta forma,
podemos observar cómo Pita Amor no solo estaba realizando un viaje de recreo,
sino que su breve estancia en España le sirvió para trabar amistad con algunos
de los intelectuales y escritores españoles del momento. De hecho, la poeta
mexicana había publicado el año anterior, en 1949, su poemario Polvo en México,
pero tras su paso por España, ese mismo 1950, vio la luz una segunda edición de
este libro en Madrid, con la ayuda de Enrique Azcoaga, producto del interés que
su quehacer poético había despertado. Por este motivo, que Amor propiciase la
posterior publicación de Mujer sin Edén en México es una evidencia de
las redes trasatlánticas de ayuda que, pese a la dictadura, se tendieron desde
una orilla a la otra.
En los
últimos días del viaje por España de Pita Amor y Olga Campos, los encuentros
con Carmen Conde y Amanda Junquera se intensificaron. El día 3 de mayo las
cuatro viajaron a Ávila y Salamanca y las impresiones de Conde en su agenda
reflejan el vivo interés que sentía por ella y en las que resalta de nuevo esa
«simpatía cálida y humana de Guadalupe; el
interés de Olga, con su rostro impenetrable de india… Hablan, cuentan; y lo
borrascoso de la primera, y lo inadaptado de la segunda, confluyen. Buena poeta
Lupe, con abolengo clásico y contenido actual». A los dos días vuelve a
compartir su tarde con las dos amigas mexicanas y Carmen anota que «hasta voy
al Dr. con ellas a que libre a Pita de un absceso que tiene en el cuello. En el
hotel me regalan cosillas de su país, y me cuentan de su vida. Son muy
afectuosas ambas». El día 7 de mayo, Pita Amor y Olga Campos abandonaron Madrid
y Carmen Conde y Amanda Junquera se despidieron de ellas poco antes de su marcha.
Además, ese mismo día la escritora cartagenera mantuvo una interesante
conversación con Carmen Laforet. En las anotaciones de su agenda lo recuerda
así:
Carmen
Laforet por la mañana, largo diálogo interesante. Por la tarde, se van las
mejicanas; un rato con ellas, antes. Nos da pena su despedida. El raro encanto
de Olga.
Empieza el día sin que podamos abrir la puerta, que
cerró Antonio anoche, mal. Paso la mañana con Carmen Laforet en FRIGO de Gran
Vía. Una conversación de gran interés: su marido, “escritor”; sus 3 niñas; su
problema económico (ella mantiene la casa…), etc. ¡Y podría escribir si fuera
sola o estuviera libre de cargas! Por la tarde, las mejicanas se van ya de
Madrid: libres, con dinero y con otras preocupaciones. Nos han sido simpáticas
y les tomamos afecto. Amanda estuvo conmigo todo el día; comí con ella en su
casa.
El conocimiento en
esos días de abril y mayo de 1950 de Pita Amor y su singular trayectoria
literaria y vital provocaron en Carmen Conde cuanto menos una profunda reflexión
sobre las distintas formas de vida que podía experimentar una autora en
comunión o no con el arduo recorrido de la profesionalización de su escritura.
Frente a la libertad manifiesta de la poeta mexicana, Conde expone las
circunstancias personales de Laforet: esposa, madre y sustento familiar,
ocupaciones que dificultaban los momentos dedicados a la escritura. Esto es, un
escenario contrario al de Amor, pero que no impidieron el éxito literario de
ambas. Así lo reflejó Carmen Conde en la entrada de su agenda perteneciente al
día 30 de junio de 1950:
Hecha emisión.
Cobrar Universidad, Consejo. 595.
Cine con Amanda: “Maclovia”
Y quisiera cortar
todo lo que se empeña en crecer junto a mí, tenaz y sensual.
Notas: El
contraste de vidas: Carmen Laforet, Olga, Pita… ¡Y cada una queriendo hacer y
haciendo lo que puede! Río espeso el de la vida en ansia que no se apacigua
jamás.
La feroz
resistencia acumulada… y vencida un momento.
Y vuelta a vencer,
y a perder en consciente -y domable después- lucha.
Mes de asfixiantes
temperaturas. Y la forzosa evasión a la azotea, para respirar… Odio el verano.
Cuando Pita Amor abandonó España inició un
intercambio epistolar con Carmen Conde, quien le entregó algunos de sus libros
para que esta se los diera a diferentes escritores radicados fuera de España,
como Alfonso Reyes, Roberto Cabral del Hoyo, Enrique Asúnsolo, Leopoldo Ramos,
Gabriela Mistral o Rodolfo Usigli. Este último envió a Conde una carta de
agradecimiento el 6 de febrero de 1951 por su Mujer sin Edén en la que expresó que apreciaba «en su libro (¿es el
primero?) una unidad y una continuidad temática que son poco comunes, muchos
versos felices y bellos, y la libertad de la tesis, aunque, como hombre, me
siento más bien en desacuerdo con ella, quizá porque busco en el fondo el Edén,
pero para la mujer y el hombre»[24].
En una misiva posterior de Amor a Conde, fechada el 26 de abril de 1951, esta
escribió: «Me sorprende la cartita de Usigli». En esa misma carta, la poeta
mexicana anuncia que:
En este momento estoy corrigiendo las pruebas
de Mujer sin Edén. (Tardaron en
entregármelas un poco más de lo que habían dicho, pero por fin ya las tengo en
mi poder). En este instante estoy en “Lamento por la Maldición de Dios a Caín”,
creo que no hay ninguna errata.
Espero tener el libro listo en cuatro o cinco
días. El primer ejemplar te lo mandaré por avión, como te lo dije en mi otra
carta, claro que algunos ejemplares los enviaré a revistas y periódicos.
Quiero que me hagas el favor de enviarme, tan pronto como puedas, una
fotografía tuya grande, lo más grande posible, para exhibirla junto con tus
libros en un escaparate de la Librería de Cristal, que es la más importante de
México y la librería más lujosa que yo he visto en el mundo.[25]
Esta librería, que estuvo ubicada en la
antigua pérgola de la Alameda Central frente al Palacio de Bellas Artes
mexicano y fue demolida en 1973, constituyó uno de los puntos neurálgicos de la
vida cultural de la Ciudad de México y de los intelectuales españoles exiliados
en ese país desde su apertura en 1941, pues estuvo impulsada por uno de ellos,
Rafael Giménez Siles, quien impulsó con el apoyo de las autoridades la creación
de Edición y Distribución Iberoamericana de Publicaciones S.A. (EDIAPSA). De
hecho, a su vuelta a México, Pita Amor se había dirigido a uno de los
trabajadores de esta librería, Andrés Zaplana, para que le asesorase en la
nueva publicación de Mujer sin Edén y escribiese a Carmen Conde, como este
mismo le detalló en una carta del 9 de diciembre de 1950, en la que comentaba:
«Cambio de actividades. Trastorno. Desorden. Eso y más han ido aplazando el
escribirte. Ayer estuve con Pita que ha traído una gran estimación para tu
persona. Hablamos de tus naturales deseos de verte editada y de las
dificultades»[26].
También detallaba las dificultades del mercado editorial local y la práctica
inexistencia del exterior. Incluso, confesó a Conde el cierre de Librería
Selecta, el proyecto editorial que había comenzado junto a unos amigos en 1944.
Seguramente, ese fue el motivo por el que Amor se acercó a Zaplana y, tras el
fracaso de sus pesquisas, ella misma asumió la publicación de Mujer sin Edén en México en mayo de
1951, como anunció a Conde en una carta fechada el día 23 de ese mismo mes:
Mi querida Carmen:
Dos líneas para decirte que al fin vio la luz
Mujer sin Edén.
La edición no es, ni con mucho, lo que yo
hubiera querido que fuera, pues, como te dije, es modesta y pequeña, pero creo
que salió limpia de erratas; escrupulosamente corregida según tu libro.
Ayer llevé cincuenta ejemplares y tu
fotografía a la Librería de Cristal, donde trabaja Andrés Zaplana. Él me dijo que dada la sencillez de la edición, había que ponerle el precio
de $ 2.50 mexicanos, que me parece, cambiado en pesetas, equivale a alrededor
de 12 pesetas.
Te envío un ejemplar rápidamente por correo
aéreo y cien 150 por correo ordinario.
Daré libros a los suplementos dominicales de
El Nacional y Novedades, para que reproduzcan algunos poemas, y trataré de que
publiquen algunas de las notas que me enviaste. También daré libros a otros
periódicos para que te saquen comentarios.
Recibe muchos besos y repártelos entre mis
queridos amigos españoles. Especialmente dáselos a Amanda.
Te quiere,
Pita[27]
Esta nueva edición, como mencionaba Amor, de
menor tamaño que la española de 1947, también contaba con un nuevo elemento: la
dedicatoria impresa del libro a la escritora mexicana. Dice así: «A Guadalupe
Amor, poeta que admiro y quiero, y a todos mis inolvidables amigos de Méjico».
Sin duda, este fue un homenaje no solo a Pita Amor y un agradecimiento a su
implicación personal para que Mujer sin
Edén viera la luz en México, sino también un testimonio de su amistad hacia
Amor y su afecto hacia los amigos y conocidos exiliados, a quienes Pita envió
un ejemplar de esta nueva edición: Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Juan
José Domenchina y Ernestina de Champourcin[28].
Esta dedicatoria también es significativa porque motivó que Leopoldo Ramos
publicase una breve reseña a modo de columna sobre el poemario en el diario Excélsior el 24 de junio de 1951, en la
que destacó:
Dedicado a la poetisa Guadalupe Amor, nos
llega un libro de Carmen Conde, poetisa española, y no nos cansaremos de decir
poetisa cuando se trate de mujeres inspiradas por el canto eterno. Poetisas son
todas las mujeres tocadas por la divina gracia de la poesía, y no poetas.
Carmen Conde, en la dedicatoria, llama “poeta” a Guadalupe Amor, y yerra, pese
a sus virtudes literarias que saludamos con admiración.[29]
En una columna de poco más de doscientas
palabras, el crítico escribe hasta siete veces la palabra «poetisa». Incluso en
una frase como «la poetisa autora del libro», donde el término «autora» hace
del de «poetisa» casi una redundancia por la repetición continuada de este
último, como una pesada letanía. Ramos dedicó media columna a dar su opinión a
favor de la denominación «poetisa», en vez de hablar del libro, incluso citando
estudios y definiciones que poco o nada debían interesar al potencial lector
del poemario. No obstante, una lectura entre líneas de su necesidad por fijar
este término da cuenta de lo amenazante que era una voz poética como la de
Carmen Conde en un libro de una rotundez tan absoluta como es Mujer sin Edén. Por primera vez y fuera
de lo considerado por el hombre como femenino y permitido para las poetas, la
mujer inmemorial tiene voz, tiene palabra, tiene una historia contada por sí
misma y esto supuso, cuanto menos, la promesa de una amenaza para el hombre que
había ocupado el centro del campo cultural indiscutiblemente desde el comienzo
de nuestra historia literaria.
Posteriormente, las circunstancias personales
de Pita Amor, «un cataclismo interior»[30]
según sus propias palabras, impidieron que publicitase más la edición mexicana
de Mujer sin Edén. Respecto a la
amistad entre esta y Carmen Conde a través de su correspondencia, las cartas
conservadas se interrumpen tras 1952. No obstante, cuando Conde publicó su
antología Once grandes poetisas americohispanas (1967) en la editorial Cultura
Hispánica, pese a no incluirla entre las once autoras principales del volumen,
sí se refirió a ella en su introducción desde el recuerdo de su poesía y de los
días compartidos en Madrid e incluyó cuatro de sus poemas.
Como ha podido observarse a lo largo de este
estudio sobre los motivos y procesos de publicación del poemario Mujer sin Edén, tanto en España como en
México, por medio de la correspondencia y las agendas personales conservadas en
el archivo personal de la autora, Carmen Conde tejió a su alrededor una
verdadera red de colaboración, amistad y afecto con otras figuras del campo
cultural de este momento. Estas redes o este contacto personal de Conde con
diferentes intelectuales y escritores no solo se circunscribieron a su ambiente
más próximo, sino que alcanzaron proporciones transatlánticas, que le sirvieron
para dar a conocer su labor autoral más allá de sus fronteras, como testimonia
su relación epistolar inédita hasta ahora con Guadalupe Amor.
Si bien es cierto que la amistad de Carmen
Conde con otras autoras hispanoamericanas es ampliamente conocida, como en el
caso de Norah Borges y Gabriela Mistral, solo el estudio de su legado personal
nos proporcionará el verdadero alcance tanto de la figura intelectual condiana como de su obra literaria y las claves de una de
las redes de colaboración y amistad más compleja y extensa de nuestra historia
cultural y literaria.
Bibliografía
Conde, C. (1947). Mujer sin Edén. Madrid: Jura.
——— (1951). Mujer sin Edén. México: Impresora Barrie
S.A.
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En Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco (eds.), En un pozo de
lumbre. Estudios sobre Carmen Conde (pp. 113-126). Murcia: Fundación Cajamurcia.
Emiliozzi, I. (2008). Vicente Aleixandre, lector de Mujer sin
Edén. En Francisco
Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco (eds.), En un pozo de lumbre.
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Francisco Javier Díez de Revenga (ed.), Carmen Conde. Voluntad creadora (pp. 57-66). Cartagena: Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales, Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver.
Garcerá, F. (2019). Huidizos soles incompletos: Carmen Conde a
Katherine Mansfield, cartas en una sola dirección. En Carmen Conde, Cartas a
Katherine Mansfield. Edición, introducción y notas de Fran Garcerá (pp. 7-33). Madrid: La Bella Varsovia.
Gutiérrez-Vega, Z., Gazarian-Gautier,
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Montclair: Senda Nueva de Ediciones.
Luis, L. de (1985). Para una reedición de
Mujer sin Edén. En Carmen Conde, Mujer sin Edén. Prólogo de Leopoldo de
Luis (pp. 9-29). Madrid, Ediciones Torremozas.
Payeras Grau,
M. (2009). Espejos de
palabra. La voz secreta de la mujer entre 1939 y 1959. Madrid: UNED.
Urrutia, J.
(2007). Para la historia de Mujer sin Edén y Sea la luz. Correspondencia de Carmen
Conde con Leopoldo de Luis. En Francisco Javier Díez
de Revenga (ed.), Carmen Conde.
Voluntad creadora (pp. 147-159). Cartagena: Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales, Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver.
[1] CCHS-CSIC / Universidad de Sevilla
(España), frangarcera@gmail.com
[2] Esta publicación se incluye en el
marco de los proyectos de FFI2016-76037-P y PID2019-104004GB-I00.
[3] Patronato Carmen Conde-Antonio
Oliver (PCC-AO), signatura: CORP04008.
[4] Remito al estudio de Irma Emiliozzi (2008) incluido en la bibliografía de este estudio.
[5] PCC-AO, signatura: 032-018.
[6] PCC-AO, signatura: 032-067.
[7] PCC-AO, signatura: 032-089.
[8] PCC-AO, signatura: 033-012.
[9] PCC-AO, signatura: 036-032.
[10] PCC-AO, signatura: 045-072.
[11] PCC-AO, signatura: 068-082.
[12] PCC-AO, signatura: 045-005.
[13] PCC-AO, signatura: 045-019.
[14] PCC-AO, signatura: 045-009.
[15] PCC-AO, signatura: 045-022.
[16] PCC-AO, signatura: 045-048.
[17] PCC-AO, signatura: 045-059. A este
respecto, en 1949, la escritora Elena Fortún volvió a interceder por Carmen
Conde ante Losada, pero no consiguió nada. En la misma misiva que le comunicó
estas noticias, también se refirió a Mujer
sin Edén como «Esa conversación con el Dios de la Biblia tan espantosamente
alucinante» (signatura: 057-007).
[18] PCC-AO, signatura: 045-083.
[19] PCC-AO, signatura: CORP04019.
[20] PCC-AO, signatura: CORV04031.
[21] PCC-AO, signatura: 065-084. Ángela
Figuera escribió su poema «A Carmen Conde, “mujer sin Edén”», que se encuentra
recogido en su volumen Obras completas
(1986: pp. 336-337).
[22] A este respecto, remito al libro
de María Payeras Grau (2009) incluido en la bibliografía.
[23] Todas las citas referentes a las
agendas de Carmen Conde conservadas en el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver
de Cartagena e incluidas en este estudio corresponden a «Inventario de
documentos de Carmen Conde»: «Diarios, agendas, memorias, anotaciones
personales».
[24] PCC-AO, signatura: 067-099.
[25] PCC-AO, signatura: 142-010.
[26] PCC-AO, signatura: 168-095.
[27] PCC-AO, signatura: 168-094.
[28] PCC-AO, signatura: 168-096.
[29] PCC-AO, signatura: CORP04007.
[30] PCC-AO, signatura: 142-011.