DOI: www.doi/org/10.24275/uam/azc/dcsh/fh/2019v31n58/Ortiz
Sección:
Presentación
Paisajes, paseos
y el acto de pasear
Alejandro Ortiz Bullé Goyri[1]
Mtra. María Teresa Ocejo
Cázares[2]
Recibido en: 20/09/2019
Aceptado en: 08/10/2019
En
este número se reúnen un conjunto de textos que versan sobre Paseos y paisaje Tendremos el gusto y el interés por recorrer
desde distintas miradas críticas uno de los aspectos más complejos y llamativos
de la vida cotidiana en la Ciudad de México a lo largo de su historia,
especialmente desde el siglo XIX hasta nuestros días. Ciudad de contrastes y
desigualdades; donde la fealdad producida por la irrefrenable aglomeración
urbana se confronta con idílicos paisajes que han sido motivo de admiración y
gozo de propios y extraños, pero también de tristeza y desencanto cuando, con
el paso del tiempo, estos paisajes se han ido desvaneciendo o perdido
irremediablemente. La visión del Anáhuac
de Alfonso Reyes es ahora un escrito dedicado a una ciudad que alguna vez
existió o que pudo haber sido obra de la fantasía o de algún hechicero que
encantó la mirada sensible de Reyes para hacerlo escribir ese monumental
homenaje al paisaje de la Ciudad de México. El asunto no es menor, porque no es
algo que en particular le haya ocurrido a la Muy Insigne y Muy Leal Ciudad de México, sino a la fisonomía de la
mayor parte de las urbes mexicanas cuyo origen se
remonta a la Conquista y la Colonia. Uno de los motivos para reunir estos textos
es el de abrir espacios para la reflexión sobre el pasado, presente y futuro de
nuestras zonas urbanas, su vida cotidiana y sus diversiones públicas.
En este número nos damos el gusto de abrir con la
presentación digitalizada de la edición facsímil de la crónica de lo que fue el
paseo de Santa Anita por parte de uno de los hombres ilustres que reivindicaron
el paisaje y los paseos de la Ciudad de México ante el mundo, don Niceto de
Zamacois, publicado originalmente en el periódico El Museo Universal del
30 de julio de 1857.
Así,
continúa con el trabajo de Begoña Arteta, quien nos entrega un panorama puntual
y preciso de lo que fue el Canal de La Viga, como un espacio de efervescencia
de la vida cotidiana y festiva de la antigua ciudad lacustre y de vías
acuáticas, en su artículo titulado Trajineras y carruajes en el paseo de La
Viga. Miguel ángel Vásquez Meléndez, con su mirada de historiador nos ofrece
lo que él llama Un paseo legendario en escena (apuntes) en el cual ofrece
significativas observaciones a propósito de las diversiones públicas en la Ciudad
de México, que se desbordaban del Coliseo de Comedias a la vida y ambiente del
célebre paseo de Santa Anita, a pensar de los intentos de normar las
condiciones de los entretenimientos por parte de las autoridades ilustradas. Y
a propósito de Santa Anita, Alejandro Ortiz Bullé Goyri
nos entrega un estudio titulado Nacimiento del género mexicanista: el
"Apropósito" Un paseo por Santa Anita
(1886) de Juan de Dios Peza, en donde observa cómo
el paisaje y el paseo dan pie para su teatralización y para el surgimiento de
un género teatral novedoso en su época, denominado como mexicanista esto dará
pauta años después al desarrollo de la zarzuela y el género de revista teatral
mexicanas. Se adjunta con ello el texto transcrito de la obra de Juan de Dios Peza Una Fiesta en
Santa Anita. Apropósito en verso, prácticamente desconocido en la
literatura mexicana y en el catálogo de la obra de este autor tan significativo
del siglo XIX mexicano. Dianela Alcaraz, en El viaje
en el siglo XIX. La Grand Tour y el viaje
pintoresco. Ideas sobre el paisaje, nos ofrece testimonios y perspectivas
de cómo la ciudad fue vista por viajeros extranjero quienes describían el
paisaje no sólo con idílica pasión, sino también con curiosidad científica y
con admiración por sus contrastes.
En
relación con los paseos y paisajes de la ciudad en el siglo XX, contamos aquí con
dos trabajos críticos y esclarecedores a propósito de estos aspectos tan
álgidos en el desarrollo de la vida urbana y su cotidianidad. Uno de ellos se
titula El paisaje de la Ciudad de México en la época postrevolucionaria.
La visión de cuatro escritores europeos de Edgar
Rodríguez Galindo, en donde aborda los testimonios de viajeros, un tanto
desencantados ante una ciudad que ha dejado de ser la risueña y encantadora de
antaño. Y se cierra con un estudio cuidadoso y crítico sobre el fenómeno actual
de la gentrificación y de la manera como los gobiernos de la ciudad han ido asfixiando
a los barrios originarios de capital mexicana en aras de una supuesta
planeación urbana al servicio del gran capital inmobiliario. El título lo dice
todo: La
aniquilación del paisaje comunitario-barrial en el pueblo de Xoco. Una historia de violencia urbanizadora de Víctor Javier Novoa.
Quizá debamos lamentar que la presente selección de
artículos esté enfocada a la Ciudad de México y que no abarque otros paisajes y
otros paseos y recorridos; lo cual nos obliga a pensar más adelante en otro
conjunto de estudios que subsanen esa carencia.
Breves notas sobre el paisaje
Paisaje en español, paysage
en francés o paesaggio en italiano, refieren a lo que
es propio de un país, o paese, es decir al ambiente
regional o local de un determinado grupo social, a la dimensión de un
asentamiento o grupo comunitario, a un ambiente o entorno con características
rurales; es decir, propias de grandes áreas y paisajes bioclimáticos naturales
(valles, bosques, praderas) (Fernández, 2006).
Otra de las variaciones cuya raíz es la misma, pero
su significado es contextual a la cultura, es la noción de Landscape
en inglés o Landschaft en alemán: espacio captado por
la mirada de un sujeto observador, es lo que puede percibir en un territorio.
El sujeto que observa puede tener una óptica científica o técnica. Otros modos
de apropiación también pueden considerarse como un proceso por el cual diversas
culturas definen nociones de paisaje, tales como: Altepetl
(Monte, lleno de agua, agua, montaña) (Sahagún, 1999), término utilizado
por los hablantes del náhuatl, que revela la importancia del ambiente para la
sociedad agrupada en unidades básicas de organización comunitaria; Apus (espíritu de las montañas o montañas vivientes) para
los Incas; sanshuim (montaña-río) en China.
El sujeto vinculado con una relación del paisaje
que contempla o se apropia de él logra una mirada estética, otra experiencia es
la vivencial o utilitaria cuando el paisaje se percibe como proveedor de
recursos, también puede considerarse como paisaje el que inspira el sentido de
pertenencia e identidad.
El posicionamiento del paisaje se da a partir de
los acuerdos internacionales en el año 2000. El Convenio Europeo del Paisaje
(CEP), Florencia, 20 de octubre 2000, es un documento que constituye la
evolución de la noción y sus repercusiones en distintos ámbitos de actuación,
da razón del paisaje como: cualquier parte del territorio, tal y como es
percibido por las poblaciones, cuyo carácter resulta de los factores humanos y
sus interacciones. Plantea que todo el territorio debe de ser considerado como
paisaje y por lo tanto propone definir objetivos de calidad para el territorio.
El Convenio reconoce que el paisaje puede ser objeto de derecho y establece una
política de protección, gestión y ordenación, basada en un conocimiento
profundo vinculado a su valor social.
El paisaje como idea ha cambiado a lo largo del
tiempo, su significado se ha transformado al relacionarlo con otros términos y
disciplinas, comprende diferentes interpretaciones en diversos ámbitos. En las
ciencias, tanto naturales como sociales que lo han considerado como parte de su
objeto de estudio (Molina, 1986) se pueden nombrar entre ellas a la geografía,
la agronomía, la antropología, la sociología, el urbanismo, la arquitectura, la
estética, las artes visuales, la filosofía, la poesía, la literatura, entre
otras. Es importante reconocer los distintos enfoques sobre el paisaje para
definir el más apropiado y con ello lograr un conocimiento más profundo.
Los paisajes culturales aparecen desde los primeros
momentos de la humanidad, corresponden a modos de vida de sociedades nómadas
participantes de la economía, de la caza y recolección, con enclaves
paisajísticos estacionales, utilizados también para actividades significativas
(Fernández, 2006).
El concepto de paisaje cultural expuesto por Carl Sauer (1925), da atención tanto a los hechos humanos o
culturales como a los hechos físicos (Romero, 1998), valora como los recursos
naturales se convierten en sociales, así como la dimensión temporal del paisaje
es base para conformarse como ciencia.
La década de 1960 es una época de aportes
conceptuales, operativos y soportes teóricos para la intervención patrimonial.
Los textos La imagen de la ciudad (Lynch, 1960) y El paisaje urbano (Cullen, 1961) están orientados a considerar las cualidades
ambientales, la identidad del tejidos urbano-histórico, la lectura de la
ciudad, aportaron diversas aproximaciones para la comprensión y análisis del
paisaje urbano.
Posteriormente, la Organización de Naciones Unidas
a través de la Convención del Patrimonio Mundial define en 1992 la figura de
paisaje cultural como un bien a reconocer y proteger. Además, incorpora tres
categorías: a.- El Paisaje claramente definido, concebido y creado
intencionalmente por el hombre que comprende los jardines y los parques; b.- El
paisaje esencialmente evolutivo, resultado de una exigencia social, económica,
administrativo y/o religiosa, asociándose y adecuándose a su medio ambiente
natural; c.- Paisaje asociativo por la integración de fenómenos religiosos,
artísticos y culturales con los elementos naturales.
Los paisajes culturales, por tanto, son el
resultado de la interacción entre los seres humanos y su entorno y una
herramienta para entender fenómenos sociales concretos, al mismo tiempo son el
resultado de procesos históricos-sociales particulares (Fernández, 2006);
poseen la memoria de recuerdos religiosos, artísticos o culturales de los
elementos naturales, contribuyen también a la formación de las culturas
locales, así favorecen el bienestar de los seres humanos y el arraigo de su
identidad. Por otro lado, el paisaje desempeña un papel importante en los
campos ecológico, medio ambiental y social, ya que constituye un recurso
favorable para la actividad económica.
Finalmente, queda el deseo de responder a la
aspiración general de disfrutar de paisajes de gran calidad y de participar
activamente en su protección, gestión y ordenación. Todo lo anterior implica
derechos y responsabilidades para todos, por ser el paisaje un elemento clave
para el bienestar individual y social.
Bibliografía:
Gordon, C. (1974 [1961]). El paisaje urbano. Tratado de estética
urbanística. Barcelona:
EdBlume.
Fernández, F. (2006). Geografía cultural. En: Hiernaux, D. & Lindon, A. (Directores). Tratado de geografía humana.
Barcelona: Anthropos Editorial.
Lynch, K. (1984 [1961]). La imagen de la ciudad. Barcelona: Gustavo
Gili.
Molina, M. (1986). Paisaje y región: una aproximación conceptual y
metodológica. En Teoría y práctica de la Geografía. Madrid: Editorial Alhambra.
Sahagún, F. (1999). Historia General de las Cosas de la Nueva Espana (Codice Florentino). Porrúa: México.
Cibergrafía
CEP. (2000). Convenio Europeo del Paisaje. Florencia. Recuperado del
sitio web: http://conventions. coe.
int/Treaty/en/Treaties/Html/176. htm.
Hemerografía
Sauer, Carl O. (1963
[1925]) The morphology of landscape. University of
California publications in geography 2.2 (1963): 19-54.