DOI:
Sección:
Teya, un corazón de mujer, de Sol Ceh Moo, como ficción
biográfica
Teya The Heart of a Woman of Sol Ceh Moo as a novel biography
Rodrigo Pardo Fernández*1
Facultad de
Letras-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo*1
Autor para correspondencia: Rodrigo Pardo Fernández, email:
Resumen
Este trabajo
reflexiona sobre la relación entre el relato histórico y la recreación
ficcional a partir del análisis de la biografía novelada X-Teya, u puksi´ik´al
ko´olel. Teya, un corazón de mujer (2008) de la escritora maya Sol
Ceh Moo. La reconstrucción de la vida cotidiana y del espacio íntimo dialoga
con los sucesos políticos del ámbito público, que implica la reivindicación de
los personajes.
Palabras
clave
Ficción biográfica,
narrativa maya, literatura y violencia, vida cotidiana
Abstract
This work
reflects on the relationship between the historical narrative and the
recreation of fictional from the analysis of the biography fictionalized X-Teya,
u puksi´ik´al ko´olel. Teya,
un corazón de mujer (2008) of the writer maya Sol Ceh Moo. The reconstruction
of the everyday life and the intimate space in dialogue with the political
events of the public sphere, which implies the claim of the characters.
Keywords
Biographical
Fiction, Maya Narrative, Literature and Violence, Daily Life
Recibido en: 12/09/2019
Aceptado en: 11/12/2019
Introducción
En el contexto de la biografía novelada (en términos de Moya, 1993; Romera
Castillo y Gimate-Welsh, 2000) destaca una narrativa paratextual: se trata de
una literatura que toma como punto referencial el relato biográfico pero que,
de manera complementaria, constituye una historia de la vida cotidiana
(Aizpuru, 2006; Svarzman, 2000).
Los sucesos del periplo de una figura histórica son complementados con los
detalles que no son recogidos en archivos o publicaciones no ficcionales. Más allá
de la posibilidad de la fijación o establecimiento escrito de la memoria colectiva
(Halbwachs, 2004) la escritura ficcional de la experiencia íntima (privada) de
los personajes referidos en la biografía novelada aporta un trasfondo que de
otro modo pareciera pasar desapercibido, además de aportar un punto de vista
que subvierte discursos historiográficos oficiales o maniqueos.
De este modo, en la biografía
novelada la vida de un personaje es relacionada con la experiencia, vivencias,
acciones y sentimientos de quienes lo rodean. La ficción se torna espacio de
lectura de condiciones y relaciones interpersonales de incorporar a la
reconstrucción de relato histórico, sino en condiciones de igualdad (con los
parámetros de la reivindicación) al menos en la formación de un universo
discursivo que pretende la compresión de los sucesos en todas sus facetas.
La propuesta narrativa de la escritora maya Sol Ceh Moo en Teya, un corazón de mujer (2008) se
formula en este sentido. Desarrolla una novela a partir de la vida de un
personaje histórico, que sirve no como pretexto sino como sujeto de la acción,
aquella que se desarrolla en la convulsa escena política del México de los 60 y
70, donde la subversión, representada en más de un sentido por los integrantes
del Partido Comunista (entre otras facciones de izquierda) y quienes promovían
la Teología de la liberación, se enfrentaba de manera frontal a estructuras
anquilosadas, cacicazgos y aparatos de represión del Estado.
Este trabajo pretende ahondar en dos facetas de la novela de Ceh Moo: las
relaciones entre el texto de estudio y otros similares, con los que establece
relaciones dialógicas, y las redes de significación entre el relato ficcional y
el relato histórico, que construyen un discurso alternativo y crítico de la
historia.
El análisis parte del contraste entre los sucesos públicos y el ámbito de
lo privado, con base en la identificación de pasajes y tramas subyacentes que
apuntan al contraste entre estos dos espacios: el de la política y el del
hogar.
Se consideró la lectura crítica de esta obra en tanto: 1) establece el
punto de partida de la novela maya;[1]
2) se conforma como una ruptura de la escritura indígena que reproduce modelos
prehispánicos o los recrea, y 3) desarrolla una biografía novelada como
perspectiva crítica de la historia.
Texto y
cotexto(s)
Teniendo como relato base el asesinato del luchador social de la península
de Yucatán Efraén Calderón Lara, quien fue muerto por policías el 14 de febrero
de 1974, en 1990 Hernán Lara Zavala publicó su biografía novelada El charras (apodo de Calderón Lara), donde en un ejercicio similar al
de la novela reportaje de Truman Capote en In
Cold Blood (1965) desarrolla la historia conocida y pública (a
partir de testimonios de testigos, familiares y notas periodísticas) de la
muerte de Calderón Lara.
El ejercicio de escritura de Lara Zavala llena
los huecos del relato, desarrolla una urdimbre ficcional para explicar acciones
y motivos de los personajes involucrados. Sin embargo, conserva el orden
cronológico y la referencia explícita a los lugares y las horas, a fin de
mantener y alimentar el efecto de realidad (Barthes, 1970) con estos
referentes.
Teya, sin apegarse
fielmente al relato histórico y la ilusión biográfica (Bordieu, 2011),[2]
lo toma como pretexto (en términos simbólicos) para permitirnos conocer las
vivencias de quienes (como familia, amigos, pareja, compañeros de lucha
política) acompañan a Emeterio Rivera. Destaca que, como en el caso de Santiago
Nasar, protagonista de Crónica de una
muerte anunciada (1981) de Gabriel García Márquez, conocemos el asesinato
de Emeterio Rivera desde la primera página:
Lo que jamás olvidaría Teya Martín es que el día de la muerte de Emeterio
se quedó dormida. Para ella, dedicada íntegramente al cuidado de su hijo mayor,
este fue un desliz que le serviría como referencia cuando sus recuerdos la
llevaran por los caminos que marcaron el asesinato de mayor consternación de la
región. […]
El día de la muerte de Emeterio Rivera transcurrió
normalmente en la vida rutinaria de la madre, salvo los incidentes que la
perturbaron por la mañana. (Ceh Moo, 2008, pp. 197, 203)
El relato se
construye, por tanto, con una certeza, pero esta hace posible dimensionar en todas
sus facetas el sufrimiento, los pensamientos y el estado emocional de Teya en
tanto madre, pero también la de otras personas de su círculo.
De este modo, la denuncia del crimen cometido por policías estatales (con
al menos la anuencia de políticos) cobra un cariz distinto al incorporar el
sentir de las personas que sufren la violencia en segundo término, los llamados
daños colaterales (Bauman, 2011, p. 17).
La novela Teya se estructura a
partir de otros referentes recurrentes en la literatura latinoamericana de las
últimas décadas, en particular (como ya se apuntó antes) es posible ubicar
ciertas similitudes entre la novela de Ceh Moo y Crónica de una muerte anunciada, habida cuenta de la estructura
temporal pero invertida que se va desarrollando, no en un recorrido inverso
como Viaje a la semilla de Alejo Carpentier, sino del anuncio desde el comienzo
de la historia de la muerte del protagonista, y por tanto, del desarrollo
ulterior de los acontecimientos a partir de dicho dato.
Esta suerte de pieza moderna que configura García Márquez (El día en
que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó́ a las 5.30 de la mañana
para esperar el buque en que llegaba el obispo, 2005: 11) se diferencia de la
novela maya de Ceh Moo. En Teya,
además del recuento de los acontecimientos y la imposibilidad de cambiarlos, se
presenta una reflexión, anunciada sí,
pero que va más allá de la predestinación, dado que se basa en la resolución consciente
del protagonista, con respecto a las decisiones que ha tomado y toma de manera consuetudinaria,
y que conducirán más pronto o más tarde a la posibilidad de volverse blanco de
este aparato represor que configura en muchos modos el Estado mexicano de la
década de los 70 en el que se enmarca esta historia (Moreno
Barrera, 2002; Mendoza García, 2015; Montemayor, 2010).
Es así como tenemos esta recreación de Calderón Lara, de las circunstancias
que condujeron a su muerte, pero con una faceta distinta, desarrollada de
manera sistemática por la novela, dado que el título, y buena parte de la
narración, centran la mirada en la figura de Teya.
El ámbito íntimo de la casa del protagonista, su distribución (casa grande
con un gran patio interior, cuartos separados con hamacas), el funcionamiento
propio del núcleo familiar (la cocina como centro de reunión, comunicada de
manera directa con la calle), con la madre como motor y centro (facilitadora y
a cargo del trabajo de la casa, sirviendo a los demás), nos recuerdan en muchos
sentidos al día a día (el café a primera hora, sin azúcar) de otros relatos del
trópico, desde la familia Buendía en el Macondo de García Márquez narrado en Cien años de soledad hasta
La coincidencia no es fortuita. Tengamos en cuenta que estos textos
participan, no sólo en términos geográficos sino también climáticos y hasta
cierto punto culturales, del espacio del Caribe, con sus estructuras sociales,
algunas de ellas heredadas de la Colonia y otras más conformadas en estos
nuevos espacios. Y sus espacios están sujetos a las leyes del mercado, de una
política corrupta en la que los movimientos sociales subversivos están
condenados en términos de su oposición al statu
quo vertical, de república bananera (Narayan, 1993; Rodríguez, 2002), pero
también de la una América Latina convulsa, autoritaria, de la segunda mitad del
siglo XX.
La biografía del protagonista pareciera circunscribirse únicamente a unos
días de su trayectoria vital, pero es posible ubicarla de manera más amplia si
tenemos en cuenta que se trata de una historia recurrente, repetida, de
luchadores sociales a lo largo y ancho de América Latina en los años 70,
quienes acaban siendo víctimas de estados represores, dictaduras de toda
índole, etcétera (ver De los Ríos, 1968; Galeano, 1978).
Leer esta propuesta narrativa de Ceh Moo conlleva apreciar el modo en el
que reconstruye una realidad histórica particular, en el contexto de un texto
ficcional, y las peculiaridades de dicha realidad en términos políticos,
sociales y económicos, pero además, de manera relevante, aquellos aspectos de
la vida cotidiana que suelen perderse en el relato histórico pero que sirven como
puntos de referencia para la reflexión sobre los roles de los distintos
integrantes de una familia, el papel que juega la mujer en estos núcleos
familiares afincados en un modelo patriarcal.
Además, visibilizamos en el texto ficcional varios de los procederes
sociales, de lo íntimo a lo público, de lo público a lo íntimo, desde el
inicio un evento público –el asesinato de Emeterio– es articulado desde una
perspectiva privada maternal-femenina. (Arias, 2012, p. 218), que de otro modo
se desdibujarían en una apreciación que sólo centre la atención en un ejercicio
que reproduzca, matice o dé sentido narrativo a otros textos que solemos
considerar fidedignos; léase medios
de comunicación impresos, radiofónicos o de otra índole, testimonios de
testigos, informes forenses, declaraciones públicas.
Sin la atadura de este contraste (la cual es relativa pero condiciona la
construcción del relato) Teya elabora
un relato de la vida y muerte, o muerte y vida, de un luchador social yucateco
hace medio siglo que dista de la novela reportaje de Lara Zavala (la cual se
inserta más en la tradición de Las
muertas de Jorge Ibargüengoitia, publicada en 1977) pero abona a una
escritura-lectura de la realidad social mexicana de ese periodo, a partir no
sólo de los sujetos protagonistas de la historia, que suelen encarnar de manera
parcial la responsabilidad de los hechos, sino también de quienes coparticipan,
cohabitan, viven los sucesos en carne propia como personajes.
Su papel no es secundario, pero la historia suele hacerlo a un lado,
restarle valor en pro de una visión centrada en políticos, héroes o soldados. En
muchos sentidos, la Carlota en el castillo de Bouchout que recupera y
reconfigura en el relato ficcional Fernando del Paso en sus Noticias del Imperio (1987) es el modelo
de referencia en la escritura biográfica novelada. Carlota no es el centro,
pero sí una participante, un resultado, muchos más que un daño colateral en el
devenir histórico del Segundo Imperio mexicano en el siglo XIX.
Del mismo modo, Teya funge como eje de referencia en términos del centro
configurado a partir del núcleo familiar, como fortaleza y espacio de seguridad
del protagonista, luchador social.
Ceh Moo subraya la opresión social sufrida por las
mujeres indígenas subalternizadas en el contexto de su lucha étnica y de clase.
Ceh Moo problematiza no solo la definición masculino-céntrica de la clase
trabajadora en los partidos comunistas latinoamericanos, herencia del marxismo clásico
europeo, sino también la vinculada a la lucha indígena propiamente dicha […]
(Arias, 2012, 219)
La familia,
representada por el hogar, y este a su vez configurado en torno a la figura
femenina de la madre en tanto cohesión, es el espacio de consolidación, de
creación de lo indígena pero con signo femenino.
Relato e historia
A fin de establecer
puntos de referencia en la novela de Ceh Moo, vale explicar de manera sucinta
los pasajes que, de manera específica, apuntan al contexto sociohistórico de
una biografía (im)posible de un personaje subversivo, Emeterio Rivera (hijo de
Teya), próximo al Partido Comunista mexicano y que continúa un precedente
familiar. Una anécdota de la infancia de Emeterio Rivera, relatada por su
madre, muestra su decisión:
–¡Hijo de mi corazón, no digas eso! Jesusito de las ampollas, este niño
lleva el mismo camino que su padre.
él siempre sintió curiosidad por lo que hacéa su padre. Se
sentaba en un rincón y ahí se estaba escuche y escuche. Se aprendió los
términos jurídicos que escuchaba de su papá: vamos a apelar, esperemos que
el juez consigne, metemos un amparo y así por el estilo. Uno de esos días
que no queréa bañarse, que tomo una faja para darle un escarmiento y cuando me
ve que voy sobre él, levanta sus manitas
y me grita: Espera mamá, apelo. Y que le contesto: Caray de chamaco apelo o
sin pelo, pero tú te me bañas. (Ceh Moo, 2008, p. 233)
El texto evidencia
distintos vínculos intra y extratextuales, los cuales establecen un conjunto de
parámetros ideológicos a partir de los cuales la realidad ficcional re-presenta
una realidad social con una perspectiva crítica, en tanto muestra
contradicciones; el texto literario suele ser ambiguo en este sentido, cuando
no opuesto a las pretendidas condiciones democráticas de las naciones latinoamericanas
poscoloniales, el reino de este mundo que sólo tiene una vía de recomposición,
tal y como asegura a Emeterio, en un diálogo cargado de tensión y amenaza,
Tiburcio Galaz, el cacique del pueblo:
–Tu ideal no tiene destino y, si lo tuviera, es algo que
no alcanzarás a ver. A este gobierno sólo lo podrán suplantar con otra
revolución. Yo sé que hay hombres con muchos cojones, pero el gobierno tiene a
su ejército, a sus instituciones que lo respaldan. Abre los ojos, muchacho,
pelear contra el gobierno es golpear la pared con la pura mano, ¡ni para cuándo
tumbarla! (Ceh Moo, 2008, p. 277)
La narrativa del
siglo XX, escrita en español, ha puesto en evidencia esta situación desde
puntos de vista diferentes: El señor
presidente de Miguel ángel Asturias (1967); Yo el supremo, de Roa Bastos (1974); El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez (1975), son sólo
algunos de los ejemplos más reconocidos de las aproximaciones desde la novela a
una situación trasnacional.
En México hay un conjunto de novelas que, si bien no cuestionan al Estado
en lo general, han puesto sobre la mesa (más allá de la denuncia social) unas
condiciones políticas cuestionables, de corrupción y, al cabo, de violencia.
Entre otras obras, es posible referir Relámpagos
de agosto, de Jorge Ibargüengoitia (1964); El gran solitario del palacio (1971), de René Avilés Fabila, Morir en el golfo (1985) de Héctor
Aguilar Camín o Guerra en el paraíso,
de Carlos Montemayor (1991). Las perspectivas son disémiles y abordan desde la
dictadura hasta la guerrilla, pero todas coinciden en el ánimo de desencanto o
abierta crítica al sistema que detenta el poder, su forma de operar y sus
razones para perpetuarse.
La ficción posibilita el paso de lo público a lo privado; o en términos más
precisos, la exploración de lo privado en tanto sustento de lo público en el
relato histórico. Las acciones políticas se fincan en las actividades
cotidianas, que les dan sentido y sustento, como se evidencia en este pasaje
durante el velorio entre Teya y los camaradas de lucha de su hijo muerto:
–Muchachitos, ya se adueñaron de mi casa, ya me pintaron la fachada, ¿me
pueden decir qué más van a hacer? […]
–No muchachitos, no vine a pelar, sino a decirles que mi
hijo va a recibir la bendición de la Iglesia, y como el mojigato cura del
pueblo se ha negado, quiero que usen a su personal para que traigan al padre
Aristeo Cáceres. No sé cómo le van a hacer, pero yo quiero al padre Aristeo aquí. […] –su voz no admite
réplica–. Ahí se los dejo de tarea.
Teya los mira y les dice:
–Si quieren comer, vayan a la
cocina. No está bien que estén comiendo cochinadas por pura vergüenza. No
porque mi hijo esté muerto esta deja de ser su casa.
–Gracias doña Teya. –Manuela se puso de pie y la abraza
mientras le contesta: –Los muchachos irán por el padre.
La madre los mira desde el fondo de su tristeza. (Ceh
Moo, 2008, p. 227)
El asesinato de
Emeterio constituye la intromisión del mundo exterior en el universo cerrado
(en tanto coherencia, seguridad, continuidad) de la familia.
La certeza de la muerte violenta debido a la práctica revolucionaria, ,
no resta valor a la violencia de la ruptura del orden cotidiano, el grito de:
sigue rompiendo la quietud de la tarde, el orden de una historia confiada en la
continuidad.
Conclusiones
La relectura de la
historia, en este caso la particular de un personaje al que se refiere de
manera tangencial, se conforma a partir de la recreación de los espacios y los
sujetos que aportan sentido (no sólo escenario o acompañamiento) a la Historia;
esto se debe en parte a la necesidad de consolidar el efecto de realidad, pero
tambiín a que destaca en términos del interés que despierta la biografía
novelada mexicana como nueva construcción de la memoria.
La biograf´a novelada de Ceh Moo, sin las ataduras de la fidelidad al
relato verídico, realiza la fotografía de un momento histórico relevante en el
devenir del mexicano, arraigado en la conciencia social, las luchas
estudiantiles y la relación ideológica con un mundo más allá de las fronteras
regionales.
Además, la figura de Teya, la sobreviviente, abre la posibilidad de la
reivindicación en el relato histórico de las figuras subalternas, que suelen
destacar menos al lado de los personajes encumbrados por el discurso.
La aproximación a Teya,
un corazón de mujer aporta une lectura distinta del mundo maya, con su
propia voz y con la otra, la que se escribe en español, y en este diálogo que
propone Sol Ceh Moo se encuentra la posibilidad de trascender los hechos y las
propias condiciones de una cultura para reflexionar sobre los personajes y los
sucesos que escriben nuestro pasado, y la posibilidad de cambiar el futuro. Y
dicha responsabilidad, siguiendo a Arturo Arias, queda en manos de la mujer:
[se] transforma a
la víctima en la figura del regalo, un diferendo simbólico que postula a
Emeterio como un emblema por medio del cual los mayas –y especialmente sus
mujeresd podrán en algún futuro intangible llegar a una conciencia
decolonial y desafiar a las autoridades de la élite mestiza gobernante
[…] El silencio de Teya se convierte en una retórica no comunista, una
retórica anclada en los valores colectivos de la mayanidad. Ella es lo
que será. Emblematiza el cruzar ese espacio liminal de la eurocentricidad
comunista a la decolonialidad maya. (2012, Pp 221, 222)
Es en este contexto
que la novela permite el cuestionamiento, desde la ficción, de los hechos
históricos del espacio público, a partir de la aproximación a lo privado
(recreado a partir de efectos de realidad y un imaginario colectivo) y las
consecuencias que arrostra la violencia política.
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Rodrigo Pardo Fernández
Facultad de
Letras-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Doctor en Teoría de
la literatura y del arte y literatura comparada. Es profesor-investigador de la
Facultad de Letras de la UMSNH. Ha colaborado en diversas revistas académicas y
participado como ponente en congresos internacionales en diversos países en
América y Europa con trabajos sobre la literatura de la violencia.
[1] Sobre su relevancia en
términos políticos y en el contexto de la literatura maya, ver Craveri, 2009; Arias,
2012; Peña Alcocer, 2014; Del Valle Escalante, 2014; Lira, 2015; Palmer, 2019 y
Figlerowicz, 2019.
[2] El
asesinato de Emeterio
Rivera no es igual al de Calderón Lara, pero la similitud de las causas y los
antecedentes comunes nos permiten deducir de quién se trata.