La riqueza intertextual de ¡Pájaro,
vuelve a tu jaula!
Alejandro
de la Mora O.[1]
Resumen
En
este artículo se demuestra que la novela de Severino Salazar ¡Pájaro, vuelve a tu jaula! es un relato
moderno que se ha construido con base en referencias directas e indirectas
propias de la intertextualidad, según las directrices bajtinianas
enumeradas por Julia Kristeva.
A
partir del esbozo del marco teórico se ilustran los argumentos que sostienen la
aseveración principal de estas indagaciones.
Palabras
clave: Bajtin,
Intertextualidad, Melopea, Polifonía.
Abstract
This
article shows that the Severino Salazar novel Bird, back
to your cage it is a modern story that has been
built based on direct and indirect intertextuality own references, according to
the Bakhtinian guidelines listed by Julia Kristeva. From the outline of the
theoretical framework several arguments supporting the main assertion of these
investigations.
Keywords: Bakhtin, Intertextuality, Melopea, Polyphony.
¿Qué es, qué es,
que te llega y no lo ves?
Adivinanza
infantil de los Altos de Jalisco[2]
¡Pájaro, vuelve a tu jaula!
(2013) es una de las obras literarias de Severino Salazar (Tepetongo,
Zacatecas, 1947- Ciudad de México, 2005). Se trata de una aventura infantil
que aconteció veinte años antes narrada por uno de los personajes de la misma,
el día que cumplió treinta y tres años.
Mediante
este recurso literario presenciaremos los hechos descritos en primera persona,
ubicados en un espacio aparentemente delimitado: “Tepetongo
(y Zacatecas) es escenario de vicisitudes extraordinarias que trascienden lo
local y alcanzan dimensiones universales: lo que ocurre aquí puede suceder en
cualquier parte del mundo y, en consecuencia, comprendido y apreciado por los
lectores de cualquier latitud” (Fuentes, 2013, p. 22).
Una
carreta jalada por un par de bueyes transporta a “Sonaja” con un grupo de
amigos de Tepetongo a Juanchorrey.
La travesía tiene como finalidad hallar un tesoro escondido dentro de la mina
del pueblo de destino.
Alejandra
Herrera y Vida Valero en el número 38 de la revista Tema y Variaciones de Literatura escribieron un ensayo que dirigió
nuestra atención hacia la novela del zacatecano en el mismo año de su
publicación. Las autoras la asemejaban con una Utopia.
Ignacio Trejo Fuentes (2013), en la cuarta de forros la interpreta como un rito
de iniciación que culmina en tragedia.
El
trayecto de la novela mexicana en el siglo xx, en la perspectiva del autor del
prólogo de la novela de S. Salazar, se concentra en cuatro temáticas:
Literatura indigenista, Literatura de la Revolución, Literatura de la ciudad de
México y Literatura de la “diáspora”[3]. En
esta orientación, el libro de Severino Salazar ¡Pájaro, vuelve a tu jaula! pertenecería al grupo de la “diáspora”,
cuyo propósito consiste en “hacer de lo local, algo universal”.
Sin
embargo, como observa Azucena Rodríguez[4], la
ausencia de una Historia de la Literatura Mexicana ha traído como consecuencia
la aparición de diccionarios, antologías o ensayos ordenados de forma diversa.
En
su trabajo más reciente (Rodríguez, 2014) la crítica de la literatura mexicana,
halla coincidencias muy interesantes cuando correlaciona los contenidos de los
relatos con el contexto histórico cultural. Uno de sus múltiples hallazgos radica
en identificar la similitud entre los intereses y las preocupaciones estéticas
y culturales de los escritores.
Con
ese parámetro, novelas como Todo ángel es
terrible de Gabriela Rábago Palafox, Mejor
desaparece de Carmen Boullosa, De
infancia y adolescencia[5]
de Rosina Conde y ¡Pájaro, vuelve a tu
jaula! de Severino Salazar, coinciden en el tratamiento del personaje
infantil y en el periodo generacional: 1947-1954.
Severino
Salazar demostró que sabía hallar la polifonía y la ambigüedad, no en los
mitos, sino en el mundo social y objetivo. Con ellas construye espacios estructurados
a la manera de los sueños. En otro orden de ideas, es probable que Severino
Salazar haya sido el postrer “escritor religioso” de la literatura mexicana
contemporánea, quien, lejos de emprender un cuestionamiento en contra de los
valores judeocristianos similar al que realizaron sus coetáneos, disfruta con
la construcción de una rica atmósfera –ambiente luminoso donde sus personajes
literarios transitan cómodamente como aves en el aire– en la que se entretejen
tres culturas: la judeocristiana, la nacional y la regional.
Quienes
conocieron al autor de esta novela, constataron que poseía una penetrante
inteligencia, un vivaz sentido del humor y una capacidad lúdica sin linderos. Posiblemente
por esto último denominó su relato ¡Pájaro
vuelve a tu jaula! Esta expresión aparece reiteradamente en uno de los
juegos de los niños tepetonganos. También la usan los
niños de los Altos de Jalisco[6].
La versión tapatía es muy similar al juego de los “Listones” que se cultivaba
en la Ciudad de México hace algunos años.
Pero
ello ilumina solo una de las facetas de un extraordinario escritor. Es evidente,
además, que S. Salazar poseía una desmedida habilidad para insertar sus textos
en el espacio cultural, de donde extraía las prácticas de significación que dan
sentido a los modos de vida, a las costumbres y al nivel de desarrollo artístico,
científico e industrial de una época.
Como líneas arriba se anotó, la
polifonía es una de las competencias de Severino Salazar.
Ello explica por qué ¡Pájaro, vuelve a tu
jaula! tendría más de una lectura: “Utopia”,
“Rito de iniciación”, “una novela de viajes” (Salazar, 2013, p. 24). O como la voz narrativa diseñada por Severino
Salazar, el profesor universitario, la concebía: “una aventura gloriosa”, como “una
hazaña”, “la redención mediante el sacrificio” (p. 176) o “la historia de una sonrisa insólita”.
La intertextualidad[7]
en la Literatura
Un
artículo de Julia Kristeva (1967) escrito
inicialmente en la revista Critique, nos proveyó del término
“intertextualidad”[8].
A partir de ese hecho entendemos que las novelas son un concierto polifónico en
el que diversas voces dialogan. Se trata de la explicitación acerca de cómo se inserta un
texto en el espacio socio cultural de una comunidad lingüística, encajamiento
que posibilita una lectura del interior de ese campo y, como consecuencia de
esto, una aprehensión de las prácticas de producción de significados que
modelan y dan sentido a una cultura.
El
término de la lingüista búlgara-francesa producto de una revaloración de la
vinculación entre texto y referente por parte de los post-estructuralistas,
juzgado a la distancia –“a toro pasado” como dicen los cronistas taurinos– pareciera
una verdad de Perogrullo. Todos los autores, de todos los géneros, de todas las
épocas de la historia de la Literatura crean a partir de sus experiencias
culturales. En otras palabras: todas las obras son intertextuales.
Esta
noción es refulgente pero demasiado laxa, lo que acarrearía la dificultad de
diseñar instrumentos para analizar los textos literarios.
Concepciones
hermenéuticas menos anchas exigirían la determinación de procedimientos más
explícitos y objetivos.
Obviamente,
la obra del escritor de Tepetongo, Zacatecas no es
una excepción; y mucho menos ¡Pájaro,
vuelve a tu jaula! que desde el título mismo evidencia esa característica.
No obstante, habría que dilucidar el grado y explicitar la “riqueza
intertextual” en ella. Ambas tareas integran el propósito de este artículo.
Con
relación a la noción de intertextualidad, Julia Kristeva
divide su artículo en once secciones. Desde “La palabra en el espacio de
textos”, hasta “La novela subversiva”. En una de las secciones intermedias,
“Hacia una tipología de los discursos”, la autora clasifica los géneros
discursivos en dos categorías: los monológicos y los
dialógicos. En la primera agrupa a la narración épica, al discurso científico y
al discurso histórico. En los “discursos dialógicos” congrega la menipea, el
carnaval y la novela polifónica.
Los
discursos monológicos se hallan constreñidos al punto
de vista del autor. Los dialógicos, según Bajtine, se
caracterizan por una oposición al monologuismo que
“pretende poseer la verdad entera” (Kristeva, 1981, p.
212). Por “menipea”, la crítica de la literatura búlgaro-francesa entiende un
género ambiguo cuya estructura se emparenta con el sueño, con una vida liberada
en la que el hombre es solo un reflejo. El “carnaval”, en este cosmos bajtiniano, se identifica mediante frases dichas sin
continuidad y oposiciones no excluyentes: “las diadas estructurales del
carnaval: lo alto y lo bajo, el nacimiento y la agonía, el alimento y el
excremento, la alabanza y la maldición, la risa y las lágrimas” (:209). La
“novela polifónica” quebranta las concepciones de Platón y Aristóteles que observaban
que toda obra de arte debe mantenerse identificada con la realidad objetiva.
Asimismo, las características que constituyen el pensamiento europeo de la
época (identidad, sustancia, causalidad, definición) para sustituirlas por
otras propias de la ambivalencia menipea (analogía, relación, oposición).
Con
relación a las limitaciones del concepto se podría afirmar que en este espacio
tan dilatado tendría que acotarse para enmendar un par de barreras: una,
estriba en lo que apunta en S/Z
Roland Barthes, evitar la confusión entre intertextualidad y el mito de la filiación[9].
Otra, en la ausencia de instrumental para el análisis de los textos como se
señaló líneas arriba.
Las prácticas de significación en ¡Pájaro, vuelve a tu jaula!
Nos
corresponde observar ahora la manera en que un escritor, sostenido por su
talento y habilidad para construir un personaje infantil, establece redes
intertextuales mediante alusiones explícitas literales y, asimismo, alusiones
explícitas no literales. Ello nos posibilitará construir algunos argumentos que
sostengan la hipotética “riqueza intertextual” de la novela objeto de estos
comentarios.
Alusiones explícitas y literales
Una
de estas referencias la constituye la expresión “valle de huesos” reiterada a
lo largo del texto. La aparición inicial de la misma se advierte en el epígrafe
de la novela. Se trata, como sabemos, de una voz que no es la del Emisor. Se refiere al libro del profeta Ezequiel (37,
1-2), uno de los dos[10]
profetas aceptados por las tres religiones monoteístas existentes. El otro es
Elías.
En
el texto del escritor tepetongano hallaremos otra
alusión de este tipo, ya que uno de los personajes que Sonaja construye es
“Jesús el de don Elías” “... el
ambicioso; todo lo quería tener, de todo quería ser el dueño” (p. 50).
La
importancia que adquiere “Jesús el de don Elías” a lo largo del texto, es
crucial. Por un lado, se hallan sus apariciones constantes en las relaciones fóricas[11] del
relato y, por otro, la función de antagonista[12]
de Sonaja. Los personajes de la epopeya le apodaban “Gorguz”. Si atendemos al
significado del término,[13]
el alias se sustenta en la analogía con su apariencia antropomórfica. Sin
embargo, una indicación trascedental en la historia nos
obliga a suponer que la presencia de este “objeto” es imprescindible para la
trama, pues gracias a él conoceremos el relato de Sonaja y con ello, la novela ¡Pájaro, vuelve a tu jaula!
Veamos:
“En cuestión de segundos, sentí cómo la garrocha que yo estaba sosteniendo
fuertemente con mis dos manos se clavó en el suelo, se hizo arco y me impulsó
hacia arriba, como si yo fuera un muñeco de trapo” (p. 169). Este hecho salvó
la vida de Sonaja.
Se
podría suponer que “Jesús el de don Eías” representa la
voz de la perspectiva cultural de las 12 tribus de Israel. En esta línea de
pensamiento, otro de los personajes encarnaría la óptica de la cultura
cristiana.
El
otro Jesús, “el de don Jesús María”, ilustra este hecho. Sonaja, la voz
narrativa, hace evidente esta referencia con tres señalamientos. El primero: “Entrar
a su casa era entrar a un Paraíso Terrenal”. El segundo consiste en el
apelativo que en el pueblo le daban al padre de este Jesús. Le decían el “viudo
de Dios”. En un alarde de acumulación de alusiones la esposa de este personaje se
llamaba Petra[14],
que puede ser una insinuación vinculada con el fundador de la iglesia de Cristo[15]. El
tercero es además un recurso narrativo muy eficaz con miras a sostener, junto
con otros, el suspenso en la narración: “Jesús, el de Jesús María llevaba
además un costal de manta con algo dentro[16];
lo recargó con mucho cuidado en un rincón de la carreta” (p. 119).
Por
si fuera poco, una de las acciones de “Jesús
María”, el padre de “Jesús, el de don Jesús María”, se convierte en “piedra
de toque” del entramado textual. Me refiero a la donación de los canarios.
Éstos aparecen en casi toda la extensión lineal del texto, pero además en el
armazón narrativo son relevantes intertextual, paratextual y metatextualmente[17].
Además
de las evidencias anteriores, es muy clara la asociación que se entreteje entre
otro de los personajes de la novela y un icono de las culturas nacional y regionales.
Me refiero al “Santo Niño de Atocha[18]”,
que es una de las personificaciones del Niño Jesús en el horizonte cultural de
los cristianos. Esta figura es muy apreciada entre los pobladores del estado de
Zacatecas, tanto así que el santuario principal del Niño de Atocha se halla en
la ciudad de Fresnillo, Zacatecas.
Como
resulta obvio se trata de “Magdaleno de Atocha”. Efectivamente, la
caracterización de este personaje se realiza mediante tres identificadores
explícitos y literales: una concha[19], un guaje con agua y un morral con semillas que
equivalen puntualmente con la imagen[20]
del “Santo Niño de Atocha” que se halla en Fresnillo, Zacatecas. Asimismo tendríamos otro más, que explicita la ruptura con
la realidad objetiva y se evidencia después de la tragedia: “nadie en las
rancherías conocía a un niño llamado Magdaleno de Atocha”.
Paradójicamente,
la función de este personaje consiste en evitar que Sonaja se pierda en la
ensoñación cuando transforma la carreta en “un espacio flotante del mundo”: “Magdaleno
de Atocha me gritaba desde su lugar, en la mitad de la carreta. Y de pronto nos
apeó[21] de la carreta maravillosa con sus gritos, cesó
la lluvia de huesos de cristal y nuestro paseo por los amplios cielos del
municipio” (p. 167).
He
aquí un trío de indicios de la habilidad de un narrador para reconstruir la
polifonía y la ambigüedad de los mitos en el mundo social y objetivo. Desearía enfatizar
que se trata de tres personajes, tres “Jesuses”,
pues el símbolo del triángulo emerge reiterativamente en el relato.
Hay
otras alusiones literales significativas. En la “Ladera de las once cruces”,
lugar de la tragedia, se edificó un altar, a su alrededor “… hay un letrero (p.
174) […] que dice: ‘Si no os volveís y os haceís como niños,
no entrareís en el reino de los cielos’, Mateo:
18, 3”.
A
la entrada de la mina, en una misma roca, se hallaban esculpidos una cruz y una
inscripción[22]
que decía: “In hoc signo vinces”
Alusiones explícitas no literales
En las líneas anteriores enumeré los
casos en que existen alusiones explícitas literales. Me concierne ahora
analizar las alusiones explícitas no literales que complementan la construcción
del andamiaje intertextual de ¡Pájaro
vuelve a tu jaula!
Iniciaré con una
relacionada con el número “12”. El número de los personajes que serán testigos
de la inexistencia del tesoro en la mina de Juanchorrey,
y el de los capítulos de la obra son doce. Mismos que coinciden con el número
de los difusores del cristianismo (apóstoles) seleccionados por Jesús, que se
enviarían a cada una de las 12 tribus de Israel.
La conformación del grupo de los 12
personajes se realiza de manera dinámica. El conjunto inicial lo integran 13: Álvaro,
Andrés, Arturo, Casimiro, Ignacio, Jesús el de don Elías, Jesús el de don Jesús
María, José, el otro José; Manuelillo, Ramiro, “Sonaja”
y “Verruga”. El conjunto se acorta a 11 porque a Ignacio y al otro José no los
dejan ir a la excursión. Posteriormente Andrés abandonará la aventura, ahora
son 10. El complemento se logra con incorporación de Magdaleno de Atocha y
Ramón “el chivero”, con lo que el grupo de 12 queda erigido de nueva cuenta.
Acto
seguido, me concentro en una figura geométrica que aparece en varias ocasiones
en la novela, como lo señalé en líneas anteriores. Esta figura posiblemente
aluda a la Trinidad[23]. Existen múltiples evidencias. Se halla
presente cuando los “exploradores” se hallan en el interior de la mina: “Miren
el estanque; tiene forma de triángulo. El tesoro está en el centro y en el mero
fondo” (p. 137).
También se ubica grabado de manera indeleble,
por un accidente en la infancia, en la mejilla de Arturo, hermano de Sonaja:
“El triángulo de arrugas que tenía en su cachete derecho estaba más morado por
el aire frío de esta mañana” (p. 48).
El triángulo se forma con la luz de las
linternas de los expedicionarios: “Una lámpara que alumbre para arriba, una
para abajo y otra a los lados para salir de aquí…” (p. 143).
Se manifiesta, asimismo, mediante un
par de conjuntos (los canarios y los “veintes”). Ambos soportan funciones cardinales
en el relato: “En realidad solo se habían salvado tres canarios, el mío, el de
Álvaro y el de él” (p. 162). “Luego metió una mano a la bolsa derecha de su
pantalón y sacó tres monedas […] “Yo pensé que era algo así como si Álvaro
estuviera agitando el hueco que hacía con sus dos manotas sin las tres monedas
de a veinte” (p. 111). “Las tres monedas –al chocar entre sí– sonaban en la
bolsa de su pantalón” (p. 122). “Al
rato, Álvaro sacó sus tres monedas las puso sobre la palma de su mano y se
quedó mirándolas” (p. 155).
Otra
referencia interesante de este grupo de eventos es aquella que aparece en el
relato cuando los viajantes llegan a la mina. La hora de la comida, pospuesta
siempre por la exigencia de llegar a la mina, posibilita que Jesús; el de
“Jesús María”, saque del envoltorio de manta un buñuelo incólume (p. 162). He
aquí un contraste antitético: la fragilidad de la estructura con el movimiento febril
producto de la subida y bajada de costales de huesos y pasajeros. Habría que
destacar por encima de los eventos anteriores, que Jesús, el de Jesús María,
proporciona una pequeña porción a cada uno de los integrantes de la expedición.
En el momento en que distribuye las porciones del dulce y crujiente buñuelo,
pronuncia una expresión interesante: “Poquito porque es bendito” (p. 119) que precipita,
como lo hará reiteradamente, la producción simultánea de significado en dos
culturas. Una de ellas es la expresión popular mexicana que se emplea en
situaciones en las que se reparte algo muy apreciado entre varias personas.
Otra, la analogía con uno de los actos rituales de la cultura religiosa del
catolicismo, la comunión.
Esta
rica serie de alusiones explícitas y no explícitas permiten afirmar que se
trata de una novela de gran riqueza intertextual y
asimismo, como se advertirá más adelante podríamos afirmar que pertenece al
género de la menipea.
La
estructura de la obra (del texto[24])
Suele afirmarse que el estudio de la
manera en la cual el lenguaje aparece en la estructura textual, se denomina análisis
del enunciado. Sin embargo, cuando a este análisis se agrega la pregunta por el
sujeto de la enunciación, entonces se registra una modificación sugestiva que
implica la obligación de dar cuenta de las operaciones que permiten construir
este sujeto. Veamos en que consisten estas
operaciones.
La
primera de ellas radica en que la voz narrativa recurre a la autodescripción para
dar cuenta de algunas percepciones acerca de sí misma. De esta manera, Sonaja se
presenta como un ser deforme y mutilado. Según su descripción, la vida, como
resultado de un accidente en una aventura maravillosa[25],
en una hazaña[26];
le lastimó el alma a través del cuerpo. Refiere asimismo que le apodaban
“Sonaja” porque su cabeza no tenía descanso, cada vez que la movía se le
escapaban los ruidos de lo que guardaba en ella. Las operaciones posteriores
–acciones y reacciones– de Sonaja marchan al unísono de la transformación de la
trama.
A través de la voz narrativa, el relato de Severino Salazar permitirá edificar
dinámicamente este sujeto.
Durante la espera del inicio de la
aventura, Sonaja despliega una actividad febril para cuidar todos los detalles
del viaje. Transita de la actividad enfebrecida a la defensa rabiosa de la
epopeya. Posteriormente se muestra muy ansioso por arribar a la mina. Llega al climax del entusiasmo por ésta. Poco tiempo después se
muestra asediado por las dudas con relación a la existencia del tesoro dentro
de la mina de Juanchorrey. Las dudas abren el camino
para el convencimiento de la inexistencia del tesoro.
Entonces sobreviene una modificación
abrupta a la tersura con la que se había modelado la transición de uno a otro de
los episodios (p. 157). Esta ruptura de la linealidad posibilita la creación de
un interesante monólogo interior que da cuenta de la conceptualización de la
felicidad y, de esta manera, del descubrimiento del verdadero tesoro.
Las oposiciones no excluyentes que
caracterizan la trama son radicales y evidentes. Por ejemplo, en medio del descubrimiento
del “tesoro verdadero” y su repercusión inmediata, la confianza; Sonaja enfatiza
una visión funesta: la “Carreta de la muerte”. Asimismo antes del aterrador
desenlace, el protagonista delira. Inmediatamente después sobreviene el infausto
encontronazo con la “pipa” de gasolina. El vertiginoso ritmo de las acciones
derivadas del ominoso accidente sufre una nueva ruptura. Las acciones son ahora
lentas, toda la atención se traslada al reclusorio. Ahí, mediante una relación
dialógica, Sonaja nos develará el gran secreto del “Opás”.
Acto seguido, nos hace testigos de su mímesis con la mina: lo
alto y lo bajo, el nacimiento y la agonía, el alimento y el excremento, la
alabanza y la maldición, la risa y las lágrimas que ilustraron la gesta se
condensan.
El
escenario narrativo ha sido dispuesto para la culminación de un género ambiguo,
cuya estructura se emparenta con el sueño, con una vida liberada en la que el
hombre es solo un reflejo: “Dios mío socórreme con sueños antes de que desaparezca” (p.
182).
Una enorme novela sin duda con una gran
riqueza intertextual.
Referencias
Barthes, Roland. (1994). El
susurro del lenguaje. Barcelona: Paidos.
Barthes, Roland. (1986). S/Z.
México: Siglo XXI.
Kristeva, Julia. (1981). La palabra, el diálogo y
la novela [en] Semiotica 1, Madrid: Fundamentos.
------ (1967). Bakhtine, le mot, le dialogue et le roman. Critique. 23. 438-465.
Martínez Fernández, José Enrique. (2001). La intertextualidad en literatura. Madrid: Cátedra.
Rodríguez, Adriana Azucena. (2014). Coincidencias. Para una historia de la narrativa mexicana escrita por
mujeres. México: Afínita-UACH.
Salazar, Severino. (2013). ¡Pájaro,
vuelve a tu jaula! México: Juan Pablos Editor.
Trejo Fuentes, Ignacio. (2013). “Severino Salazar: sí, el mundo es
un lugar extraño”. Prólogo a ¡Pájaro,
vuelve a tu jaula!
Zavala, Iris Margarita. (1991). La postmodernidad y Mijail Bajtin. Una poética
dialógica. Madrid: Espasa-Calpe.
[1] Universidad Autónoma Metropolitana, axdelamora@gmail.com
[3] Ignacio
Trejo Fuentes denomina así la etapa que siguió después de novelas como Los días terrenales, La región más
transparente del aire, Violeta–Perú en el prólogo a ¡Pajaro, vuelve a tu jaula! (2013, p. 14).
[5] Novela
corta incluida en la colección de cuentos En
la tarima
[6] Véase
la nota 1
[7] La
noción merece un cuidadoso análisis que será el propósito de otro trabajo del
autor.
[8] El
concepto ha sido ajustado en más de una ocasión.
[9] El
siglo del positivismo pretendía que todas las disciplinas adoptaran los métodos
y técnicas de las “ciencias duras”, particularmente de la Biología. De aquí la
obsesión por señalar el origen y la transformación de todo texto literario.
[10] El otro
profeta aludido es Elías.
[11] La anáfora y la catáfora son figuras indispensables en la cohesión
de un texto
[12] En
la primera de sus objeciones, cuando se exaspera por la lentitud de la carreta
tirada por los dos bueyes: “¿Cuándo vamos a llegar a este paso?”, provoca que
el grupo se divida: Ramiro, Álvaro, Casimiro, Andrés y Verruga, lo siguen (Salazar,
2013:67-69).
[13] “2. m. Vara larga que lleva en uno de sus extremos un hierro de
dos ramas, una recta y otra curva, y sirve para coger las piñas de los pinos”. Diccionario de la RAE.
[14] A
excepción de Petra, ya fallecida, y la madre de “Sonaja” –siempre enunciada en
tercera persona, que es la voz para los participantes del evento ausentes–,
llama la atención la inexistencia en la novela de personajes femeninos.
[15] “Yo también te digo
que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella”. Mateo 16:18.
[16] Las
cursivas son mías.
[17] Co-presencia entre dos textos, relación con el título del texto y con otro
texto que habla de él, respectivamente.
[18] Al
parecer, tiene su inicio en el siglo XII en la ciudad de Atocha, España cuando
la cultura musulmana imperaba.
[19] Símbolo de los peregrinos. Después del cruento accidente, la concha
aparecerá en el santuario de la “Colina de las once cruces”
[20] Un niño vestido de peregrino con
sombrero, capa, bastón con un contenedor para el agua en la mano derecha y una
canasta en la mano izquierda.
[21] Las
cursivas no están en la cita.
[22] Según
algunos historiadores, el emperador Constantino I ganó la batalla del Puente Milvio porque adoptó como lema esta cita, que supuestamente
observó previamente en el cielo. Una vez derrotado Majencio en la batalla
mencionada, Constantino decretó como religión oficial del imperio al
cristianismo.
[23] Un principio toral de casi todas las religiones cristianas que
sostiene la existencia de un dios único que existe como tres personas
distintas.
[24] Obra y
texto son diferentes. Véase Barthes (1994, p. 75).
[25] “Era
una aventura gloriosa que tendría que hacerse entre muchos, como la conquista
de un país, la fundación de una ciudad, o la guerra…” (p. 38).
[26] “… la
realización de nuestra hazaña…” (p. 31).