DOI: http://dx.doi.org/10.24275/uam/azc/dcsh/fh/2019v31n58/Cortes

Sección: Reseñas

Cómo viajar sin ver de Andrés Neuman:

Anotaciones relámpago a la novísima crónica argentina

 

Omar Alejandro Ángel Cortés[1]

 

Recibido en 03-05-2019

Aceptado en  26-09-2019

 

 

Introducción: hagamos maletas

 

 

El deleite provocado por un viaje resulta aún una de las experiencias humanas plenamente auténticas. Ya sea desde la emoción del niño quien está a punto del primer encuentro con el mar, el adolescente a punto de huir con su joven e impulsiva pareja con las velas tendidas hacia un país mejor, la persona que busca “desconectarse” del día a día y tomar un respiro o, incluso, aquellos quienes empleamos a una bella y turística ciudad como la sede (léase pretexto) de algún congreso, una tertulia literaria, un encuentro de poetas, entre otras razones. El traslado geográfico es una constante hedonista, de conocimiento en más de un sentido y una suerte de trampolín para un desplazamiento interno: una ventana hacia nuevas realidades.

Ahora, en cuanto a la literatura y desde mi perspectiva, la crónica se perfila quizá como el producto idóneo para ser el estandarte del viajero. Si bien hasta aquí mi afirmación puede tildarse de una genialidad tal como la de reinventar el hilo negro, señalo a esta manifestación literaria como la más completa por su capacidad de seguir sin problema alguno las estructuras de la prosa, incluir extractos de poesía o lenguaje retórico, emplear los diálogos de la manera más teatral posible, además de valerse de diversos dispositivos estéticos para constituirse.

Precisamente por su carácter total resulta difícil encasillar a la crónica en un género literario o periodístico: pienso que, de manera general, es más preciso considerarla a caballo entre esas dos manifestaciones. Aunado a esto, cabe destacar que, como menciona Martín Caparrós (2007) en el prólogo a La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite, la crónica es una mezcla precisa y balanceada de mirada y escritura. Gracias al título del texto anterior, puedo hacer hincapié en el carácter veraz de dicha producción: ésta surge de un momento, de un suceso específico y lo transforma para que, entre otras intenciones, el lector se sienta parte del mismo. Además, esta busca la maravilla en la banalidad; es decir, el hecho cronístico puede ser aquél que en apariencia carezca de relevancia; lo significativo está en la manera de “cronicar” y en la manera en la que el lector puede sentirse incluido, identificado. Por otro lado, resulta por más importante señalar el carácter político de este texto: dentro y fuera la crónica busca problematizar. Juan Villoro la denomina un ornitorrinco, otros autores pueden señalarla, por su diversidad de ingredientes y agradable “sabor”, como el postre del banquete literario. Sin lugar a dudas, lo que hay que hacer patente –además de lo hasta ahora señalado– es el crecimiento del género, el cómo ha pasado de la presentación periódica individual a las publicaciones en volumen. La crónica, ese pastiche inasible del periodismo y la literatura, ha llegado para crecer y quedarse.

 

 

La crónica relámpago: Cómo viajar sin ver

 

 

En cuanto al propósito de este texto en este ámbito de viajeros, viajantes y viajadores, pretendo, con base en la tradición de la crónica latinoamericana, por ejemplo desde el new journalism, señalar los ingredientes de esta a la que llamo crónica relámpago, la cual recibe este mote en principio por su cualidad instantánea, a manera de Polaroids como las imágenes del primer poemario de Oliverio Girondo, por ejemplo. Así pues, este texto busca desentrañar los mecanismos tanto narrativos, cronísticos, poéticos y, a veces incluso, aforísticos empleados por Andrés Neuman en su libro referido en el título de este trabajo (Cómo viajar sin ver. Latinoamérica en tránsito). Prestaré atención al entramado de textos que ofrecen al lector un sorprendente y divertido diario, tocando situaciones tales como el dilema de la nacionalidad y las contradicciones de la globalización: la novísima manera de pensar la crónica latinoamericana y, junto a ella, al sentido del viaje. Debo aclarar que, como buen embajador “neumanesco” y a manera de codiciosa agencia de viajes, consideraré solo dos de los diecinueve viajes contenidos en este compilado cronístico. Esto con la finalidad de provocar interés en el probable lector para que sea partícipe de esta travesía. Dicho todo esto, entonces, viajemos.

Una de las aseveraciones iniciales del libro, “no forzar la escritura, sino adaptarla a ese tiempo, a los tiempos” (Neuman, 2010, p. 13), retoma a mi parecer la esencia de la crónica: el tiempo. En esta experiencia, dicho elemento pareciera, cual pitonisa, señalar el fracaso debido a la cualidad relámpago de la gira del Premio Alfaguara; no obstante, Neuman lo domina y así, señala que “lo que sigue es una crónica de lo que casi no [vio] a lo largo de todo el continente. Una suma de vértigos, países, lecturas y miradas al vuelo. Latinoamérica en tránsito” (16).

Señala Norman Simns (2009) en “The problem and the promise of literary journalism studies”, “if we discover that an autobiography or memoir –or, heaven forbid, a work of journalism– is embellished or faked, we react negatively. It makes a difference to us. Fundamentally, we feel cheated” (pp. 17-18). Me atrevo a señalar que la atención, consciente o no, por parte de Newman en resultar veraz (al menos en la cantidad y calidad necesarias para convencer al lector de ello) resulta una de las claves para hacer de esa crónica un texto embelesante. Aunado a esto, cabe recordar lo que en algún momento mencionara Jacques Gilard (2010), “hay una gran preocupación por la coherencia y la continuidad de los hechos, por que no falte ningún eslabón narrativo” (p. 69); rasgo que, a mi parecer, se suma a los elementos técnicos atendidos por Neuman.

Mencioné mi premeditada selección de dos viajes: Argentina y México, mismos que corresponden a los acápites “1. Aeropuerto, patria en tránsito”, “2. Buenos Aires, el virus del apocalipsis” y “11. Ciudad de México, catástrofes exitosas”, respectivamente. Mi intención por atender a estos países, allende la obviedad de la nacionalidad, está en que la voz cronística se comporta de manera peculiar al hablar de lo propio y de la otredad. Se habrá notado (y por si no, acá me evidencio) que mencioné dos viajes y presento tres acápites; mi intención de rescatar el primero radica en que, como el mismo Neuman menciona, “define perfectamente la experiencia migratoria: estar en tránsito” (p. 17); es decir, resulta una suerte de limbo del viaje, el comienzo de la hibridación, en donde el hogar es la frontera de irse y llegar, para, finalmente, aterrizar (llegar a destino, en general) con parte de uno en otra parte.

La Argentina. A manera del lado A de un LP (espero que el lector de estas líneas aún conserve el referente), el yo cronístico da prueba de la ambivalencia de identidad:

Aterrizo en el aeropuerto de Ezeiza y automáticamente, como quien cambia el dial de una radio, me escucho hablar en porteño. Retomo forastero mi dialecto original. Paso del asertivo “Buenos días” español al deslizante “Buen díííaaa…” argentino. ¿Por qué el día será diverso en España y único en Argentina? Un país plurinacional se saluda en plural, y un país centralista se saluda en singular? […] Unos metros más adelante, como de costumbre, dudo un instante ante la bifurcación de las colas: Argentinos-Extranjeros (Neuman, 2010, p. 22).

 

Es aquí donde, a mi parecer, la intención primordial de la crónica (y de todo aquél que pretenda ser un buen texto literario) se evidencia mediante la identificación: que el lector encuentre su reflejo conforme pasa las páginas, pues ¿quién de todos nosotros no tiene solo una personalidad, sino es más bien un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades?

Aunado a lo anterior, este perfil del yo resulta interesante por definirse y analizarse (objetiva o subjetivamente, lo dejo a consideración) en cuanto a un aspecto político. Baste para muestra lo siguiente. En la crónica se lee

Veo XXY, primera película de Lucía Puenzo, que nació casi al mismo tiempo que yo. Basada en un cuento de Sergio Bizzio, trata de una joven hermafrodita que descubre que no puede elegir entre ser hombre o mujer. Que no quiere decidirse por una identidad absoluta. Sino construirse otras más ambivalente, híbrida. Cómo este país vive en estado de susceptibilidad política, no puedo evitar leer ideológicamente el hermafroditismo de la protagonista, atrapada entre dos extremos heredados que ya no le sirven para explicar su mundo. (Newman, 2010, p. 26). [2]

 

Como menciona Bhabha, “la temporalidad no sincrónica de las culturas nacionales y globales abre un espacio cultural –un tercer espacio- donde la negociación de las diferencias inconmensurables crea una tensión peculiar a las existencias fronterizas” (1998: p. 300). En ese sentido, nuevamente el yo evidencia su desazón en cuanto a una identidad:

A partir del cine de Lucrecia Martel podrían formularse algunas ecuaciones nacionales. Interior del país = interior oprimido del personaje. Exterior del país = turbia realidad externa. En argentina se denomina afuera a cualquier lugar más allá de sus fronteras geográficas. Pero también se denomina interior a cualquier zona del país que no sea su prepotente capital. Paradójicamente Buenos Aires quedaría entonces en tierra de nadie, en un lugar imposible que no está dentro ni fuera. (Neuman, 2010, p. 37).

 

Hasta el momento, podría sintetizar la participación del yo cronístico en la Argentina como un extraño-conocido, es decir, como aquél quien sale de su realidad en algún momento para generar una nueva, pero, al momento de volver, es incapaz de (re)adaptarse. Empero, quizás esta distancia le permite una objetividad mayor que la de alguien del interior, en palabras de Neuman.

Ahora, lo que corresponde entonces es el lado B de este LP con tendencias a cassette (insisto en que el referente no sea desconocido para el lector). Hablo de la visión del cronista respecto a México. Antes de ahondar en este aspecto y debido al gran aporte esclarecedor en cuanto a lo propio y lo ajeno (la otredad), me permito la siguiente transcripción de Edward Said (2002):

Lo que es evidentemente extraño y lejano adquiere, por una u otra razón, la categoría de algo más familiar. Se tiende a dejar de juzgar las cosas porque sean completamente extrañas o completamente conocidas; surge una nueva categoría intermedia, una categoría que permite ver realidades nuevas, realidades que se ven por primera vez como versiones de una realidad previamente conocida. En esencia, una categoría de este tipo no es una manera de recibir nueva información, sino un método para controlar lo que parece ser una amenaza para la perspectiva tradicional del mundo. (p. 92).

 

Esto, de alguna manera, nos da una idea de cómo funcionan aquellos dispositivos estéticos que mencioné al inicio de este comentario.

Ya a punto de concluir y a manera de la última y nos vamos, “11. Ciudad de México, catástrofes exitosas”.

En trabajos previos, por ejemplo en mi análisis a 20 poemas para ser leídos en el tranvía[3] desde el problema de la identidad literaria nacional, he considerado al asombro como característica común y esencial a cualquier viajero. De esa manera, Neuman expresa lo anterior a su llegada a este bendito país a través del formulario de aduana:

En la lista de objetos considerados parte del equipaje personal, puede leerse: “ropa -incluyendo un ajuar de novia-, calzado y productos de aseo y de belleza, siempre que sean acordes con la duración del viaje (…); un juego de herramientas de mano con su estuche, que podrá comprender un taladro, pinzas, llaves dados, desarmándoles, cables de corriente” ¡México lindo, casadero y machote! (Neuman, 2010: 143).

 

Mencioné en el espacio destinado a la Argentina el curioso cambio en cuanto al saludo; es decir, a las formas de tratamiento. El caso de México posee, claro está, sus peculiaridades: en cuanto al folletín de salud respecto a la influenza tipo A (no olvidemos que el contexto es 2009), el en este momento cronista, menciona: “El de aquí es sencillo y claro. Su peculiaridad es que tutea amigablemente al pasajero: &quout;con el objeto de proteger tu salud, te pedimos que respondas…&quout; Este detalle me hace sentir bienvenido y en cierta forma aliviado. Al Estado solemos pensarlo de usted” (p. 144). Y es aquí en donde las formas de tratamiento se hacen presentes. Hasta el momento (y quizás existan más, dejo esa cosquilita al lector) quien escribe emplea al menos tres formas: tú, usted y vos. Esto, más allá de por cuestiones geográficas y dialectales, lo entiendo como definido por diversas motivaciones sociales. Para sustentar lo brevemente expuesto me remito al trabajo de Fontanella de Weinberg (1970), quien señala:

La posibilidad de combinación entre las formas familiares y de cortesía ofrece tres alternativas: trato recíproco familiar (fr. tu- tu, por ejemplo), trato simétrico de cortesía (vous-vous) o tratamiento asimétrico (tu-vous). La elección de cada una de estas posibilidades para una determinada relación no es fortuita, sino que está determinada por las pautas sociolingüísticas vigentes en cada núcleo social (p. 12).

 

Por otro lado, llama mi atención la manera en la cual un significante, dependiendo de quien lo expresa y, en este caso, lo vive, puede provocar los más variados significados. Así, dice Neuman: “Pasamos en coche junto al estadio Azteca, sobre la avenida de Tlalpán [sic] […] Levanto la vista hacia un cartel de tráfico: Estación de transferencia” (2010, p. 145), significado muy ad hoc para la cualidad viajera: la constante hibridación, el intercambio, el pretender estar en una y todas partes.

 

 

¿El desenlace: nuevos puntos de (re)partida?

 

 

Queridos viajeros, viajantes y viajes por venir. Hasta el momento mi intención no ha sido más que la de mostrarles la novísima manera de viajar a través de una de las plumas más fructíferas y prometedoras de Hispanoamérica: la tarjeta postal producto del relámpago que rige la vida del siglo XXI. Viajar casi sin ver, ver todo de paso. He ahí la síntesis de nuestra realidad y, además, la justificación de la crónica: una manifestación por demás híbrida como el puente idóneo para unir diversas realidades. Pero, entonces, ¿por qué y para qué emplear tiempo, dinero y esfuerzo en distintos viajes a los cuales seremos incapaces de prestar atención? Aquellos a los que, seguramente, olvidaremos luego de realizarlos. La respuesta es simple y la diré antes de abordar mi próximo vuelo: para escribir, escribirlos y escribirnos pues, “si no escribiéramos, la realidad desaparecería de nuestra mente. Nuestros ojos se quedarían vacíos” (Neuman, 2010, p. 248).

Bibliografía general

 

Bhabha, H. (1998). El Lugar de la Cultura. Buenos Aires: Manantial.

Bencomo, A. (2002). Voces y voceros de la Megalópolis. Madrid: Iberoamericana.

 

Caparrós, M. (2007). La Argentina crónica: historias reales de un país al límite. Buenos

Aires: Planeta.

 

Gilard, J. (2010). Prólogo. En Gabriel García Márquez. Obra periodística. Entre cachacos

(1954-1955). México: Diana.

 

Gilloch, G. (1996). Myth and Metropolis. Walter Benjamin and the city. Cambridge: Polity

Press.


Jörgensen, B. (2012). Documents in Crisis: Nonfiction Literatures in Twenthieth-Century

Mexico. Nueva York: SUNY Press.


Martínez, T. E. (2006). La otra realidad. Buenos Aires: FCE.

 

______ (2011). Argentina y otras crónicas. Buenos Aires: Alfaguara.

 

Neuman, A. (2010). Cómo viajar sin ver. Latinoamérica en tránsito. Madrid: Alfaguara.

 

Said, Edward W. (2002). Orientalismo. Presentación. de Juan Goytisolo. Trad. de María Luisa

Fuentes. Barcelona: DEBATE.

 

 

Wolfe, T. (1994). El nuevo periodismo. Barcelona: Anagrama.

 

Hemerografía

 

Cortés, O. A. A. (2015). Hacia un perfil del lector de los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1925). Revista Destiempos. Año 9, No. 43. Febrero-Marzo, pp. 23-36.

 

(2015b). La descripción como elemento constitutivo de la imagen: sobre el primer poemario de Oliverio Girondo. Fuentes Humanísticas. Año 29, No. 50 (Semestre 2015). Ciudad de México: UAM Azcapotzalco, pp. 157.171.

 

Fontanella de Weinberg, M. B. (1970). La evolución de los pronombres de tratamiento

en el español bonaerense. Thesaurus. 25:1, 12-22.

 

Sims, N. (2009). The problem and the promise of literary journalism studies. Literary

journalism studies. Vol. 1, No. 1, Primavera. 7-19.

 

Wilson, Elizabeth (1992). The invisible Flâneur. Newleft Review. 191.

 

 



[1] Universidad Autónoma Metropolitana. Universidad Autónoma Metropolitana Universidad Anáhuac, Oaxaca. angelcortes.omaralejandro@gmail.com

[2]El subrayado es mío.

[3] Véanse Omar Alejandro Ángel Cortés (2015 y 2015b).