DOI: http://dx.doi.org/10.24275/uam/azc/dcsh/fh/2019v31n58/CortesA
Sección: Mirada Crítica
Amor, muerte y exilio: disparadores del efecto estético en la
poesía de
César Rodríguez Chicharro
Omar Alejandro Ángel
Cortés[1]
Recibido en 08-04-2019
Aceptado en 30-08-2019
Resumen
Ante la gran vorágine que
acompaña nuestra cotidianidad, la poesía no se ve excluida: un sinfín de
autores y producciones capaces de deslumbrar a más de un lector resultan el
pan nuestro de cada día. aún así, resulta de vital importancia el no olvidar
ni mucho menos prescindir de las obras clave de la producción literaria; de aquellas
que en algún momento han sido llamadas clásicas. En ese sentido, la obra de
César Rodríguez Chicharro resulta un clásico: cualquier buen lector y
escritor de poesía, por ejemplo, debe conocer dicha producción en aras de un
mayor y mejor entendimiento del fenómeno poético mexicano, principalmente, y
latinoamericano. Así, pues, el presente trabajo busca la re-lectura y la
re-valoración de la obra de tan emblemático poeta, ya casi en el olvido de
muchos, pero en la memoria (fortísima) de unos cuantos, a través de macrotemas
esenciales de cualquier creación artística: el amor, la muerte y el exilio.
Palabras clave: Chicharro, poesía mexicana, amor, muerte, exilio.
Summary
In the great vortex that accompanies our daily life, poetry is not
excluded: a host of authors and productions capable of dazzling more than one
reader is our daily bread. Even so, it is of vital importance not to forget,
much less dispense the key works of literary production, of those that at some
point have been called "classic". In that sense, the work of César
Rodríguez Chicharro is a "classic": any good reader and writer of
poetry, for example, should know that production in the interests of a greater
and better understanding of the Mexican poetic phenomenon, mainly, and Latin
American. Thus, the present work seeks the re-reading and re-evaluation of the
work of this emblematic poet, already almost forgotten by many, but in the
memory (very strong) of a few, through essential macrothems of any artistic
creation: love, death and exile.
Keywords: Chicharro, Mexican
poetry, love, death, exile.
Si no un miedo, uno de los pesares más grandes en
la vida de un poeta -y de
cualquier creador, pienso- es aquella de sufrir el cruel yugo del olvido. Ya lo mencionó
un poeta, en algún momento: qué dolor y qué congoja provoca el llegar a ser
sólo memoria de una piedra sepultada
entre ortigas / sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Eso, entre
otras situaciones tanto venturosas como desoladoras, acompañó a César Rodríguez
Chicharro. Enrique López Aguilar, de gran cercanía al poeta, menciona al
respecto: Otra razón que le pesaba era el práctico desconocimiento de su obra
como poeta, que sólo trascendía hacia algunos círculos de enterados. Él hubiera
deseado, aunque no lo buscaba ni lo decía abiertamente, que se reconocieran los
méritos de esos versos y, a partir de 1982, llegó a plantearse con seriedad la
renuncia al trabajo docente para dedicarse a la escritura. (López, 1985,XIII).
Para los fines de esta propuesta de (re)lectura, mi propósito, para nada
ambicioso, es la de proveer nuevamente el reconocimiento que tuvo en algún
momento la obra chicharriana, así como ampliarlo. Aunque treinta y seis años
después, mas no demasiado tarde, las líneas siguientes pretenden dar un
panorama amplio de la producción de mayor madurez del autor; hablo, claro está,
de En Vilo (1948-1984). Además de
esto, mi lectura entiende al amor, la muerte y el exilio como los elementos y
recursos esenciales que acompañaron la vida del autor, así como a través de los
cuales Rodríguez Chicharro buscó la trascendencia, tanto poética como personal.
El amor: ese drama giocoso
Quizás, y sólo quizás, el amor, la muerte y el exilio son una suerte de
triada común a toda la existencia humana, a lo largo y ancho del tiempo
capaz
de abarcar la verticalidad misma, en palabras del gran Juarroz. En ese sentido,
como señala Leonor Calvera, surge más de un cuestionamiento al respecto. ¿El
amor es siempre el mismo? ¿la muerte es siempre la misma? ¿Siempre han amado y
muerto igual los hombres? ¿O quizá han variado con los distintos tiempos
históricos, variando con ello su expresión literaria? (Calvera, 1988, p.11).
Chicharro, por su parte, posee una amplia paleta con la cual posa el pincel en más
de un lienzo: la amada, los amantes, la familia y, ¿por qué no?, la poesía,
son, al menos en En Vilo, motivo del
amor. De esa manera, destacan en esta colección El abuelo, Ellaografía,
Reencuentro, Deseo, Infinitos, Dilemay Tú.
No pretendo hacer un recuento quizás inútil de la manera en que los versos
de Rodríguez Chicharro van dirigidos a una -o varias- l´aura
immobile, l´aura celeste. No obstante, son aquellas excepciones a lo
canónico y tradicional de la poesía amatoria las que me causan gran inquietud.
En ese sentido, desde mi lectura y como he señalado, El abuelo resulta,
probablemente, el poema en el cual este autor cobijado en México expresa un
amor hacia una figura por demás paterna, contemplada en el umbral de su
partida:
Antes de morir
escupió flemas,
sangre, madres
Cubrió de aullidos,
de inconformidades,
muebles y ropa,
puertas, ventanas
Huía de sí mismo,
de nosotros, del médico
Juntó dolosamente
cabecitas de fósforo
(azules y rojas,
amarillas y verdes)
que ocultó -torvo-
en un trozo de pan.
Se tuvo entonces
por amo de su muerte
y se tranquilizó.
Esta le sobrevino
ardua pero espontáneamente
a mediados de abril.
(Rodríguez, 1985, p.131).
De lo anterior, no huelga comentar la contraposición que existe entre la fortaleza
del abuelo, quien está inconforme, aullador
torvo, frente a su inminente
separación de lo terreno. Pienso que esto, indudablemente, es una fuerte
evidencia del amor como tema, como disparador poético y como elemento crucial
para conseguir el efecto estético al momento de la recepción. Es decir, no
encuentro acto más noble que aquel intento de asir al ser amado hasta el final
de su tiempo. A manera de propuesta de lectura, El abuelo, entonces, podría
corresponderse con Reencuentro en donde, como se intuye desde el guiño
paratextual, este yo poético
chicharriano anhela un encuentro con la figura que previamente ha partido.
Claro está, resultaría un tanto más gratuito y eficaz el dar una lectura desde
la inmediatez: afirmar que es una figura femenina, una musa o numen a quien
estos poemas cantan; sin embargo, es de mi interés, como mencioné, traer al
recuerdo la producción de este poeta mediante una propuesta de lectura un tanto
osada, otro poco más fresca.
En continuum con esta mi
perspectiva, el quehacer poético resulta también motivo de amor, de
enamoramiento. Así, Infinitos puede ser entendido como un texto preocupado
por el origen el foro / de tu risa que busca, en el poema, Verter en fin /
pasiones lágrimas / en el lampo secreto / las rosadas paredes / de tu aurora
(Rodríguez, 1985, p.135). En símil con dicha producción, Poema muestra de una
manera más explícita esta suerte de poética. Me permito la transcripción del
texto debido a su sesuda brevedad.
Poema
Si hubiéramos sabido recoger las
palabras
meterlas en un frasco
y tirarlas al mar
y recogérselas luego
cubiertas las edades las máscaras
marchitas
Nuestra voz en el agua
al peso de las olas
(Rodríguez,
1985,p.136).
De aquí, estimo la consciencia del poeta respecto a su ocupación: en este
momento el creador, con plena paciencia, analiza el para ese momento, imposible
resultado de haber recogido las palabras en un frasco y dejarlas madurar,
macerarlas en lo plenamente azul para con ello lograr una trascendencia
contundente. Si bien este hubiéramos refleja el método de un tiempo compuesto
para expresar la imposibilidad, considero que el simple hecho de detenerse a contemplar ese estado, a ver los pasos por do ha traído no
expresa sino la total entrega de César Rodríguez Chicharro en su labor poética.
Por otro lado, el poeta enamorado, víctima ineludible de ese drama giocoso que es el amor, puede leerse a
flor de tinta en Dilema, en una suerte de reescritura del Odi et amo catuliano:
Qué dolor no tenerte y sí tenerte.
Tiemblo por ti porque contigo tremo.
Soy una bestia cuando estás ausente,
y cómo me embrutece tu presencia.
(Rodríguez,
1985, p.143).
Aquí sí, indudablemente, existe un amor exacerbado, en el sentido más
humano y cotidiano.
El exilio
¿huida?
Ana María Serna Rodríguez, en El exilio en México de la
gente común, señala que
La
memoria la Guerra Civil que guardan muchos españoles está marcada por el hecho
brutal del destierro. Los derrotados del bando republicano perdieron la guerra
y sus hogares. Amenazados con la pena de muerte y la persecución, encontraron
una opción de vida en el exilio. México acogió al mayor número de exiliados
quienes harían de aquél país su domicilio permanente. La memoria de este grupo
se mantiene y circula mayormente en los relatos y anécdotas familiares y, en
buena medida, se ha construido sobre una ilusión «intelectualizante» (En
línea).
De esa manera, aunque con tan sólo diez años -edad quizás prematura para poseer una plena
consciencia del momento político en el cual se encontraba- César Rodríguez Chicharro encontró asilo en México
y, más interesante y benéfico aún, hasta el punto de lo enternecedor, en los
libros: Lo escaso de los ingresos familiares lo llevó a trabajar, tiempo
después, en la Librería de Cristal, donde podía leer novelas y poesía que su
bolsillo no aspiraba a comprar. Por lo visto, ese era el pago que su patrón
también apreciaba, ya que lo escaso del sueldo se compensaba con lo que
aprendía (López, 1985, p.IX). Por las razones hasta ahora soslayadas,
probablemente, el poeta no sentía una gran o grave nostalgia por España; más
bien, México resultaba el hogar verdadero, una aproximación a lo familiar y
propio.
Hasta el momento, quizás en una visión un tanto parcial, considero que el
poeta en cuestión crea y vive mayoritariamente desde el tormento. De la gran
cantidad de acogidos españoles, Chicharro es uno de los pocos que recuerdan su
recibimiento con gran pesar, con resentimiento:
Nos
colocaron en fila como semilla en surco fértil [
]
Nos
señalaron las propias con alarmante premura :trabajar –o estudiar- y no
intervenir; callar
Pero ante todo trabajar, y el descanso llegado, mover la
metafórica cola en prueba de alegría porque -semidesnudos- nos dieron ropa
usada, porque -a la intemperie- nos brindaron refugio en internados y hospicios
donde los otros niños-hoy sí, mañana también- nos recordaban (ululantes)nuestra
condición de pinches refugiados de mierda que nos tragábamos su pan, y, de
haberlos, sus frijoles, los cuales -al menos a mí, transcurridos los años-aún
se me atragantan agrios en el recuerdo (Serna Rodríguez, en línea).
De En Vilo, por tanto, encuentro
la expresión de ese tormento a causa de la complicación-tendiente a la
imposibilidad- de adherirse a un entorno social, en Crucial:
No juego más al juego
de no tengo y tendré,
de acaso tenga. ¡Tenga!
Me desdigo. Arrebujo.
Malamente me anego.
Sólo de mí para conmigo
Tengo. Sólo amurado.
A mí batientes,
barreras, barricadas.
Que pase el aire
pase.
El aire suyo, vuestro,
nuestro de cada día.
Alto al retozo
promiscuo de las olas.
Al sueño El beso.
La intención. La mirada.
Vivir es por asalto.
No: a la mujer, al niño,
al compañero, al viejo.
Nadie se mueva. Nada.
Ni el canto de la oreja.
El muerto del estanque.
El loco disecado.
El caballero astral.
Sólo el silencio. Su estela.
Su camino impasible.
(Rodríguez,
1985.p.146).
En el poema en cuestión, puede detectarse un yo poético apesadumbrado, sempiternísimamente
archicansado, de aquél anhelo de tener.
Esto, en el contexto del exilio, apunta a la auto satisfacción; es decir,
Rodríguez Chicharro como poeta y quizás también como ser terrenal (pues claro,
los poetas somos una concepción más allá),
encuentra refugio e identidad en sólo de mí para conmigo (Rodríguez, 1985, p.146).
Sin embargo, la carencia continúa y, por tanto, todo calla, el movimiento queda
anulado y lo que queda en ese paisaje pétreo es sólo el silencio. Su estela.
Su camino impasible (Rodríguez, 1985, p.146).
Aunado a esto, encuentro con mayor facilidad en este poema aquello que en
palabras de Félix Martínez Bonati (1960) corresponde a frases totalmente
reales pues, aunque claro está, nos encontramos frente a un poema, éste
reproduce realmente aquello de lo que es signo: la imitación de lo representado
no es aquí una dimensión semántica sino el ser mismo del signo. (Martínez,
1960, p.97). Para finalizar este acápite, considero fructífero el recordar a
José Emilio Pacheco cuando afirma que
La patria es, sobre todo, el conjunto de paisajes,
sensaciones, actividades y personas congregadas en un lugar y en un sujeto.
España era una tierra distante y la invención de una patria, más que el lugar
en donde él había visto crecer, aclimatar y mestizar su obra y su persona, y en
donde vivían sus amores y sus hijos. La trasterración se resolvía para él, en
todo caso, como una manera de estar en México y no como la nostalgia
irreductible de España (Rodríguez, 1985, p.XII).
Hasta ahora, mi intención ha sido la de mostrar a un poeta amador y amado,
cobijado por más de una patria (razón de su tardío regreso a España) y con la
firme determinación de encontrar asidero. Para cerrar esta (re)presentación
chicharriana, queda la trascendencia a la vida, misma que el poeta experimentó
acremente.
Fin del juego
Como todo en esta vida, la salud de César Rodríguez Chicharro se vio
disminuida en la década de los ochenta. Al respecto, dice López Aguilar: En
los últimos días de septiembre de 1984 comenzó a padecer fuertes dolores en el
pecho y el brazo que anunciaban, por los síntomas, el peligro de un tercer
infarto (Aguilar, 1985, p.XV). Coincide con esto, su última producción -últimos dos poemas del
último libro- en donde Angina de pecho y A tu salud, Huberto, cual
pitonisas, expresan la consciencia del poeta ante el próximo y lamentable
desenlace.
De estos textos destaca, a mi parecer, la aceptación: el yo lírico (y me aventuro a afirmar que
el mismo Chicharro) concibe al dolor como parte de su vida, como una sustancia
necesaria en el día a día. Así, por ejemplo, se lee en Angina de pecho:
Dolor amargo, oh la carga dolorosa / que destroza y angustia y crucifica. [
]
¿Cómo atarme de manos a la vida / sin la conciencia exacta de tu peso / -dolor-
en mí, por mí, justo conmigo (Rodríguez, 1985, p.148). Y, por si fuera poco,
este dolor experimenta una volta
junto con el adolorido a través del último pareado: la sustancia de ti se
sustantiva / en el camino azul de las arterias. (Rodríguez, 1985, p.148).
Respecto al texto final de este poemario, A tu salud, Huberto, y sin afán
de abrumar al improbable lector, el yo
lírico se muestra ahora con mayor humildad: Sólo sé no sucumbir frente a
los tantos / señalados tácitamente en contra. / (Entre otros, hoy ya inseguro,
el mío). (Rodríguez, 1985, p.149). Además, existe una gratitud frente a la
adversidad, una suerte de ofrecimiento mesiánico al ofrecer la otra mejilla:
Inútil preguntarme cuál el origen sea / de esa fuerza
escondida, inalterada y ocre / que me brinda -incrédulo- un muelle triunfo: /
el saberme de un loco transitable / pese a tan lúcida expectativa adversa.
(Rodríguez, 1985, p.149).
Y así, con la prisa de allegarse a la
tienda y hacerse consecuente de este rojo francés, César Rodríguez
Chicharro culmina, con la frente en alto, el verso, el poema, el poemario
la
poesía.
Coda
El efecto estético, generalmente, es aquello que pasa desapercibido en
tanto procedimiento intelectual y creativo; no obstante, es su impacto que nos
toma desapercibidos lo que resulta loable en la creación artística. Con lo
hasta ahora comentado, mi intención ha sido la de volver un poco más a la vida
a un autor que linda entre dos fronteras, por demás valioso. No existen razones
válidas para volver de esto un terreno allá lejos, donde habite el olvido, sino
más bien, poseemos una gran necesidad de sensibles composiciones capaces de
sucumbir al más impertérrito.
Como a más de un creador, el nacimiento de esta última obra, En Vilo, se quedó como tal, con
indecisión, inquietud y zozobra: la muerte se anticipó al hecho. Afortunadamente,
la poesía chicharriana continuó leyéndose y, si bien tuvo el riesgo de quedar
un tanto recluida, unos cuantos años después, en este texto, intento hacer
honor a algunas de las últimas palabras del poeta: Lazos nunca faltan. Y uno
quisiera y no quisiera deshacerlos (Rodríguez, 1985, p.155).
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Última fecha de consulta: 28 de junio de 2018
[1] Universidad Autónoma
Metropolitana. Universidad Anáhuac, Oaxaca. angelcortes.omaralejandro@gmail.com.