DOI: http://dx.doi.org/10.24275/uam/azc/dcsh/fh/2019v31n58/Islas
Sección: Reseñas
Contra la desmemoria austriaca (y no sólo austriaca): Viena: una ficción de Andreas Kurz
Mario César Islas Flores[1]
Recibido en 26/01/2019
Aceptado en 15/07/2019
La dilatación de la
experiencia lectora al grado de convertirse ella misma en un libro inmaterial (un libro que existe sólo en el universo mental de ese
lector por obra y gracia de su sesgo interpretativo) o en una publicación
impresa que, con modulación variada converge o discrepa con otros libros ha
sido una temática recurrente en el ámbito de la historiografía entre el último
tercio del siglo pasado y las casi dos décadas que ya alcanza el siglo XXI, así
lo constatan de modo luminoso las aportaciones de los franceses Michel de
Certeau (1999) y Roger Chartier (1995), del italiano Carlo Ginzburg (1998) y del
historiador y teórico de la historiografía neerlandés Frank Ankersmit (2010). Viena: una ficción (Kurz, 2017) de Andreas
Kurz existe en su forma material gracias
al sello editorial Cabezaprusia de la poblana Librería Profética, pero
perfectamente podría existir tan sólo en la cabeza del ensayista y literato
austriaco radicado en México al igual que esos finales alternativos de La montaña mágica o Auto de fe consignados en su libro.
Me explico: con respecto a
la inmensa bibliografía existente sobre la cultura austriaca y de modo muy
especial sobre Viena, Kurz ha tenido el coraje de confrontarse con la nostalgia
por la extinta y fascinante Austria-Hungría Habsbúrgica, con la vergüenza por
el ominoso pasado nacionalsocialista y con la ambigüedad política del tiempo
presente austriaco. Un texto ensayístico de esta densidad histórica que,
además, incorpora una acentuada dimensión autobiográfica podría perfectamente
haber sido un libro inmaterial, uno
radical y definitivamente inédito.
Sin embargo, Kurz dista de
ser un Biedermann al que le de igual
el anonimato o la reivindicación postrera de su obra y se atreve a situarse más
allá de cualquier coartada que apele a la objetividad concebida
decimonónicamente como neutralidad ideológica o a la hiperrelatividad moral
posmoderna:
Sé
que de esta manera podría destruirme a mí mismo. Sé que la escritura será
dolorosa y muy posiblemente fracasará. Sé también que es necesaria porque es
necesario desmantelar las caras risueñas(Kurz, 2017, p.16), se lee casi al
comienzo del texto.
Pequeño psicoanálisis
vienés abre Viena con la urgencia y
el ímpetu de afirmar a la primera persona del singular, a ese yo que rememora
desde una lejanía geográfica, lingüística e histórica (México) una matria
(Zwettl) y una ciudad (Viena), a su vez, cercanas y marcadamente distantes
entre sí: se trata del adolescente Kurz que bebe cerveza y lee literatura
latinoamericana y literatura en lengua alemana y que redacta, además, su tesis
de grado sobre Alejo Carpentier. Un tiempo y un lugar que existen como tales ya
sólo en la memoria, pero que ni siquiera ahí se encuentran fijos en definitiva.
Es la felicidad, dos ideas de la felicidad, pero podrían perfectamente tratarse
de ilusiones, de meras construcciones teleológicas. La agudeza con que Kurz
analiza la impronta de la realidad pretérita en su vida adulta y la forma en
que extrapola esa exigencia, a un tiempo, epistémica y ética a la historia
austriaca, es encomiable.
Adalbert Stifter y Franz
Grillparzer coexisten con Thomas Mann, Elias Canetti, Karl Kraus, Robert Musil,
Joseph Roth y Heimito von Doderer en las páginas de Viena,pero junto a estas glorias literarias del siglo XIX y XX de
la literatura en lengua alemana, Kurz nos revela a autores prácticamente
desconocidos en el contexto de habla castellana como Joseph Haslinger y Robert
Menasse cuya importancia es patentizada de forma profusa a lo largo del texto.
Estas obras de pretensiones estéticas altas (Kurz, 2017, p. 82) merecerían,
sin duda, que una editorial iberoamericana asumiera el riesgo de traducirlas.
He aquí, pues, una de las cualidades del libro: es una ventana desde la que
podemos apreciar a autores y procesos que nos resultan, inesperadamente,
próximos en más de un sentido.
El segundo capítulo de la
obra intitulado El arte del olvido constituye por sí sólo un penetrante
ensayo de historiografía política que ilustra la imprevisibilidad de la
historia, o si se prefiere, su previsibilidad en un sentido pragmático y
negativo: Kurt Waldheim, esmerado nazi, es electo presidente de Austria en 1986
a pesar de una protesta que cruza el Atlántico, o más exactamente: es electo
precisamente como un rechazo a cualquier tentativa injerencista por parte de
EUA. Pasma la capacidad amnésica austriaca, pero pasma también y no en menor
medida la propia capacidad de olvido del mundo entero que permitió a Waldheim ser
el Secretario General de la ONU durante una década (1971-1981). Los trabajos de
Robert Knight son, sin duda, una excelente guía para adentrarnos en este
episodio capital en la configuración de la memoria histórica centroeuropea
contemporánea, por tanto, los lectores mexicanos a quienes el arte del olvido
con su componente cínico y ufano de impunidad nos resulta doloroso y
transgeneracional (un 2 de octubre de 1968, un 10 de junio de 1971 o Ayotzinapa
bastan para ejemplificarlo de modo enfático) debemos agradecer a Kurz el
análisis del colosal proyecto que encabezó el historiador británico sobre la
activa participación de Austria en la edificación de una Europa nazista.
Otro proceso que puede
resultar especialmente interesante para el lector mexicano de Viena, es la omnipresencia de la Sozialpartnerschaft en la vida política austriaca,
de cara, por supuesto, al régimen político imperante en las últimas décadas en
nuestro país y a la reciente transición. Al respecto, Andreas Kurz en alianza
intelectual con el ya referido literato y ensayista Robert Menasse, apunta:
Menasse parece creer que lo específicamente
austriaco de la Sozialpartnerschaft
radica en su falta de visibilidad y, sobre todo, en su ausencia de las
instituciones democráticas: no figura en la constitución, no pertenece a
partido alguno, no tiene sillón en el Parlamento. Pero opera y durante décadas
rigió el quehacer político y económico del país y formó la base de su
existencia como Estado(Kurz, 2017, p. 136).
La excepcional y plausible
solidaridad europea de cara a la crisis migratoria que tiene como centro
neurálgico a Siria ocupa también una parte importante del tercer y último
capítulo de Viena: El país del
casi. El abrumador rechazo del árabe o del africano hoy en día en Europa alcanza
parecidos dramáticos con la exclusión y persecución de los judíos, gitanos,
homosexuales y otros grupos étnicos o religiosos que no encajaban en el modelo
de una civilización aria en los días de gloria del nacionalsocialismo alemán.
Dicha temática, por supuesto, se revela especialmente cercana para nosotros, en
virtud de la política migratoria impulsada desde el gobierno de Donald Trump.
Cabe resaltar, que la
presencia de México en el libro de Kurz posee una importancia cualitativa más
que cuantitativa: la pirámide prehispánica en Cholula utilizada como
promontorio para la religión del conquistador hispánico; los múltiples y
dolorosos ecos de nuestra Heldenplatz (Plaza
de las Tres Culturas); la seductoramente mala novela Linda 67 y la extraordinaria Noticias
del imperio de Fernando del Paso y por supuesto, la referencia a un pasado
en común entre Austria y México cuyo corolario fue violento:
No
cabe duda de que la importancia de la forma y la etiqueta, de las superficies
pulidas, es herencia de la monarquía de los Habsburgo. En el siglo XIX, México
tuvo que presenciar una representación tragicómica de esa veneración de la
forma. El 19 de junio de 1867, en el cerro de las campanas queretano,
Maximiliano de Habsburgo sólo desea dos cosas: que el pelotón de fusilamiento
no apunte a su cara puesto que la etiqueta de la muerte no prevé un cráneo
destrozado; y que apunten bien para que muera al instante, ya que un Habsburgo
retorciéndose en su propia sangre es un espectáculo indigno: hay que ser un
cadáver hermoso (Kurz, 2017, pp. 70-71).
No obstante, pienso que la
nostalgia de Kurz por México cuando visita Austria, es la irrupción más
importante de nuestra patria en esta obra. Sabíamos de vieneses nacidos en
México (Juan García Ponce y José María Pérez Gay), pero ignorábamos por
completo la existencia de un mexicano nacido en Austria.
Finalmente, en el marco de
la irrupción y justipreciación del yo y de una sensibilidad renovada ante el
acontecimiento en la acepción más extensa de la palabra, a mi juicio, el rasgo
distintivo del arco temporal que comprende la transición del siglo XX al XXI y
cuya expresión más evidente es la proliferación de autobiografías ficcionales o
pretendidamente históricas bajo un imperativo de signo ideológico y político
antes que estético: la restitución del individuo frente a los distintos
sistemas que disolvieron su presencia en las estructuras y que limitaron su actuar
a la directriz de una organización política, habría que resaltar que Viena, es un libro clave para
reflexionar acerca del falseamiento voluntario e involuntario de la memoria
histórica.
Bibliografía
Ankersmit, Frank.
(2010). La experiencia histórica sublime.
México: Universidad Iberoamericana
Certeau de, Michel.
(1999). La escritura de la historia.
México: Universidad Iberoamericana
Chartier, Roger. (1995). El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y
representación. Barcelona: Gedisa
Ginzburg, Carlo. (1998). El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. México: Océano.
Kurz, Andreas. (2017). Viena: una ficción. México: Profética/Cabezaprusia.