DOI:
www.doi/org/10.24275/uam/azc/dcsh/fh/2019v31n58/Contreras
Sección:
Reseña
Tornero, Angélica. (2014). Hacía una hermenéutica crítica:
Theodor
Adorno y Paul Ricoeur. México: Juan Pablos Editor.
Carlos Humberto Contreras Tentzohua[1]
Recibido en 16/01/2019
Aceptado en 30/01/2019
Una
filosofía que no es crítica no es filosofía, y al mismo tiempo deja de serlo si
no es capaz de entender los conceptos que maneja. Precisamente la obra de la
Dra. Angélica Tornero, Hacia
una hermenéutica crítica,se enfoca en realizar una filosofía crítica,
pero al mismo tiempo interesada en la lectura y en la interpretación de los
textos; para hacerlo busca una mezcla de dos tradiciones distintas de la
filosofía occidental: a) por una parte, la teoría de Theodor Adorno, crítica a la
Escuela de Frankfurt, de cuño marxista y también freudiano; b) por otra parte,
la hermenéutica de Paul Ricoeur, fuertemente influida
por Heidegger y por Gadamer, así como por la teoría
francesa de notable influencia estructuralista. Estas teorías tuvieron
encuentros y desencuentros; no obstante, atravesaron coyunturas comunes, sobre
todo una: la Segunda Guerra Mundial y toda su barbarie. La obra de Tornero
busca preguntas adecuadas para la barbarie de la globalización y sostiene que
puede formularlas usando una síntesis de las teorías mencionadas
y ¿por qué
no? Finalmente
tales teorías surgieron para preguntarse acerca de la barbarie: ¿por qué no
habrían de ser guías adecuadas frente a la globalización?
Al
comenzar su obra, Tornero se pregunta por los orígenes de la razón en la
modernidad y nos recuerda que la razón fue parte de un proyecto ilustrado, en
el que filósofos como Immanuel Kant invitaban a la humanidad a abandonar su
minoría de edad; entre otras cosas, sostenía que era posible que los humanos
fueran vistos como un fin en sí mismos, y no como medios. El humano que
consiguiera ser un fin en sí mismo, sería alguien maduro, y sobre todo crítico,
consigo mismo y con la sociedad. En su famosa Crítica de la Razón Pura, Kant hizo una crítica sobre los límites y
alcances del conocimiento, con lo que sentó las posibilidades de conocer, pero
también las de hacer crítica; si bien era una obra eminentemente
epistemológica, también alcanzaba la posibilidad de hacer crítica de la
sociedad, y es por eso que Kant estableció cuáles y, en qué momento, eran las
críticas que se le podían hacer a los gobernantes. Posteriormente, Tornero nos
habla de la influencia de Kant en Fichte, Hegel y Schelling,
y de cómo éstos siguieron su camino, sobre todo Hegel, quien también criticó la
razón a partir de las diferentes categorías del pensamiento. Hegel fue quien le
dio a la filosofía un sentido histórico, y fue quien mostró la necesidad de que
la filosofía y la historia fueran unidas; en este aspecto influyó en Karl Marx,
quien a partir de la crítica a Hegel desarrolló una crítica penetrante en su
análisis de la sociedad burguesa, la cual sólo creaba riqueza opulenta para
unos cuantos y miseria para el proletariado. Marx consideró que la crítica y la teoría no deberían quedarse sin cambiar el
mundo, sino
que
debían ser parte de la lucha proletaria para conseguir una sociedad sin clases,
en la que las fuerzas de la industria sirvieran para la verdadera erradicación
de la explotación, gracias a eso se lograría completar el proyecto de la Ilustración. Por desgracia, el siglo XX, los totalitarismos,
Auschwitz etc. pondrían en duda la Ilustración, y ya no se vería
a ésta como un medio para la liberación, sino como otro instrumento más de
dominación.
Por
otro lado,
Tornero nos habla de los orígenes de la hermenéutica y de la tradición
hermenéutica desde Hermes Trimegisto, quien tenía el
deber de hacer comprender a los hombres los mensajes de dios,
pasando por la hermenéutica bíblica que se dedicaba a interpretar la Biblia de
forma adecuada para los hombres. De ahí pasa por hermeneutas como Schleiermacher, a quien le preocupaba comprender los textos
y el mensaje que el autor ponía en éstos, hasta llegar, por fin, a Heidegger,
cuya máxima preocupación fue la pre-comprensión que hay en cada texto, pues sin
dicha pre-comprensión,
la interpretación no es posible.
Ahora
examinaremos la manera en la que procede Tornero con Adorno y Ricoeur. Adorno se opone a toda filosofía que busque
justificar la dominación con la razón; considera que la razón no debe ser
aliada de la injusticia ni del sufrimiento, ya que su fin era librar al hombre
de la dominación y la barbarie, y acabó en lo contrario. Con eso, lo que sucedió fue que la
razón se volvió otro mito más, que únicamente ha guiado a la humanidad a la
catástrofe. Tornero denuncia que hay quienes, a partir de dichas tesis, postularon a Adorno como un
pesimista y como un nihilista, pero eso está alejado de la realidad, pues a
diferencia de varios autores posmodernos con posturas nihilistas o cínicas,
Adorno no renunció a la razón ni a su capacidad crítica. En libros como Dialéctica Negativa o como Dialéctica de la Ilustración, Adorno
abogaba por una teoría que fuera capaz de criticar a la razón, pero no a partir
de discursos oscurantistas, sino a partir de la razón misma, para así rescatar a
la razón de la barbarie en la que estaba metida. Sólo a partir de la crítica
contra la dominación, y señalando las injusticias provocadas por dicha razón
dominante,
se daría voz a las víctimas del sufrimiento, y con ello se conseguiría aliviar
su dolor. De acuerdo con Tornero, Adorno consideraba que el arte era parte de
la resistencia frente a la razón totalizadora; la explicación es que el arte no
era instrumental, sino que presentaba experiencias subjetivas capaces de
denunciar la dominación instrumental. Con ello, la labor de la crítica
consistía en señalar e interpretar esos momentos donde el arte se vuelve
resistencia.
Por
su parte, a Ricoeur también le preocupaba la barbarie
y la injusticia en el mundo, y eso lo llevó a preguntarse sobre la posibilidad
de ejercer la crítica a partir de la interpretación. Para ello, Ricoeur siguió con cuidado el debate entre Habermas, último
gran representante de la Escuela de Frankfurt, y Gadamer,
hermeneuta seguidor de Heidegger.
Gadamer se oponía a la idea de la Ilustración que rechazaba la
tradición y los prejuicios frente a la razón; consideraba que los prejuicios
eran los que permitían a los individuos adaptarse al mundo y poder operar en
éste, al mismo tiempo que eran parte de la tradición en la que todo individuo
se reconoce. La razón, al oponerse, a los prejuicios sólo destruía la tradición
y la capacidad de los individuos para adaptarse al mundo, con lo que la labor
de la hermenéutica sería restablecer la tradición y así los individuos tuvieran
la capacidad de interpretar al mundo. Habermas critica tal postura, pues afirma
que la hermenéutica no es capaz de observar que el lenguaje está atravesado por
distintas ideologías, y que cada ideología tiene cierto poder y dominación, con
lo cual el lenguaje está lejos de ser claro y neutral, y más bien es un medio
que distorsiona la comunicación; en ese sentido, la postura de Gadamer defiende una comunicación distorsionada en favor de
la tradición, en contra del ideal de la acción comunicativa de Habermas, que tiende
a una comunicación sin dominación de por medio. Habermas es un defensor de la Ilustración que busca
denunciar las relaciones de explotación que hay en la tradición, mientras que a
Gadamer eso le parece ajeno y, por esa razón,
Habermas considera a su teoría como la más adecuada para criticar los problemas
contemporáneos en la filosofía y en las ciencias sociales.
De
acuerdo con Tornero,
Ricoeur se dejó influir por tal debate y comenzó a
preguntarse por una hermenéutica con capacidad crítica; tal hermenéutica sería
una hermenéutica con distanciamiento. Por distanciamiento, Ricoeur
se refería a la capacidad de distanciarse del texto, de poder interpretarlo más
allá de las intenciones del autor: Lo que le importaba a Ricoeur
propiamente, a diferencia de Gadamer, era la lectura
y la capacidad de poder interpretar los textos en épocas distintas, en culturas
diferentes, y de forma alternativa a lo que el autor quería dar a entender. Así
pues, Ricoeur ve en la lectura una forma liberadora
en la que el lector puede interpretar los textos de acuerdo con sus
posibilidades. Tornero pone de ejemplo al escritor que crea una obra a partir
de la realidad, con lo que logra reinventar esa realidad y hace de ella algo
nuevo. Ésa es precisamente la finalidad de la hermenéutica de Ricoeur: interpretar los textos para reinterpretar el
presente y no para defender el pasado.
Una
vez que Tornero explicó a ambos filósofos, llegó a la identificación de su
hermenéutica crítica. Mientras que el debate Habermas-Gadamer
mostró que eran antitéticos, Tornero expone que Adorno y Ricoeur
pueden complementarse. A Adorno le importaba el objeto, la obra de arte; consideraba que el arte
criticaba a la sociedad burguesa, y la labor del crítico era comprenderla y
explicarla. Si bien podría haber parecido que Adorno prefería el objeto al
sujeto, lo cierto es que para él ambos son importantes, pues es el sujeto quien
es capaz de hacer y comprender la crítica del sujeto. Una relación similar
ocurre con Ricoeur, pues si bien para él el sujeto es
lo más importante, es el objeto lo que posibilita que el sujeto tenga la
capacidad para establecer una reinterpretación, con lo cual se libera al objeto
del poder de la dominación y de los prejuicios.
Para
ambos filósofos lo que hay es una interacción entre el objeto y el sujeto, y si
algo quiere establecer Tornero es que el sujeto no es el punto de partida, sino
el de llegada;
el sujeto se involucra con el objeto y llega a ser otro sujeto capaz de hacer
una nueva crítica. Si alguna conclusión saca Tornero de su propuesta, es la de
que una hermenéutica crítica es una necesidad, pues sin crítica la
reinterpretación no es posible, y sin lecturas alternativas, el conocimiento se vuelve inalcanzable.
Sin la interacción entre sujeto y objeto, y sin la hermenéutica crítica se cae
en el dogma y, sobre todo, la dominación y explotación
queda asegurada, haciendo imposible escuchar la voz de las víctimas.
Sin
duda,
el libro de Tornero da qué pensar, sobre todo en épocas donde cierta parte de
la academia continúa rechazando al sujeto,
apostándolo todo por las estructuras y los textos. Tornero nos muestra otra
alternativa para el sujeto, donde éste es capaz de reinterpretar y criticar al
texto, y a partir de eso crear algo nuevo. No obstante, Tornero se inclina bastante
por el arte y la literatura, y podría parecer que, con ello, se aleja de
cuestiones importantes, como la política o la economía; será labor del lector hacer que
la propuesta de Tornero llegue a la práctica política.
Tornero se conforma con mostrarnos una alternativa de crítica y de
hermenéutica.