Antonio Marquet Montiel, * 0000-0002-1064-9730
*Universidad Autónoma Metropolitana. Correo electrónico:
antonio.marquet@gmail.com
La
línea rosa: un viaje por las fronteras queer del mundo[1] de
Mark Gevisser, profesor sudafricano, es una obra compleja, amplia, ambiciosa,
necesaria. Es un esfuerzo titánico que ha exigido disciplina, esfuerzo y
paciencia, además de tacto para tratar con cada uno de los entrevistados y de
dotes diplomáticas para manejar la financiación, publicación, traducción y
difusión. Como se puede apreciar es una larga lista de gente la que ha
intervenido en la elaboración de esta obra. Las diferentes reseñas en lengua
inglesa califican al libro de “magistral”, “impresionante”, “extraordinario”, “valioso.”
según la contraportada del libro que ha exigido un enorme trabajo de
entrevistas e investigación documental.
La
línea rosa es, al mismo tiempo, una obra terrible, perturbadora porque
pone en evidencia el monto de odio que inunda el planeta. Un libro necesario en
la medida en que crea conciencia y obliga a meditar sobre la trayectoria regional
y el delicado contexto en el que nos encontramos. A formular una agenda más
amplia y comprensiva.
La
línea rosa se ha propuesto trazar algunas de las diferentes
fronteras de tensión, de persecución al sujeto diverso, queer, como
Gevisser lo llama, dejando fuera a un gran número de gente de la diversidad que
no se identifica como queer.
A lo
largo de seis años, 2012-2018, Mark Gevisser estuvo en contacto con sus
entrevistados/informantes en algunas partes del planeta: desde África (Egipto, Nigeria, Malaui, Sudáfrica), islas
del Caribe anglófono, Israel, Estados Unidos, Rusia, México, Filipinas,
Indonesia …
Por todas partes, el común denominador es la
violencia contra los afeminados. Por doquier hay una fórmula similar a la que él
escucha en Lagos: “«¡Suben las ruedas, me suelto la melena!», así se describió
el viaje en avión entre Lagos y Londres” (Gevisser, 2022, p. 396). ¿Es fácil
vivir esa doble vida? Supone sufrimiento; angustia; múltiples estrategias de
ocultamiento; fuerte autorepresión; autovigilancia, que se suma a la vigilancia
y represión social y familiar. Supone soledad y la creación de un ser
intermitente que eventualmente puede ser descubierto y castigado.[2]
Casi la
mitad de los empleados LGTBQ estadounidenses no habían salido del armario en el
trabajo, según un estudio del mismo año. Uno de cada cinco trabajadores del
Reino Unido gay, lesbiana o bisexual había sufrido acoso homófobo en el
trabajo, según un estudio de 2013 (Gevisser,
2022, p. 396).
Esta opresión exige imperativamente abrir
otros canales, como el de la expresión cultural, tema que no es objeto de
estudio de Gevisser.
La
línea rosa cartografía los frentes mundiales de una de las guerras
a la vez más antiguas y la más moderna. Una guerra que ciertamente no se libra
con misiles ni bombas; no por ello causa menores daños que dejan honda huella
en la configuración subjetiva elegebetera. Me dirán que no es antigua. Y tienen
razón, antes no había guerra, había opresión, destierro, yugo, latigazos, trabajos
forzados, muerte, hoguera, exterminio. La ofensiva conservadora se recrudeció con
exigencias y reivindicaciones impostergables, imprescindibles de la comunidad
LGBTTTI. Los bandos son desproporcionados a más no poder; numérica, económica, leguleya,
“religiosamente”. Como en su momento lo fue el enfrentamiento de Antígona con
Creonte, es decir, una adolescente aislada contra un omnipotente Estado
inhumano, sordo, impositivo, arrogante que bascula hacia la dictadura. Una
lucha que desafía a la misma muerte contra un poder que exhibe su insensibilidad,
ilegitimidad y supremachismo.
Hace unos días asistimos mediáticamente a las
escalofriantes hurras imperialistas de una nueva conformación del mundo. Putin
arengando a su población para celebrar; Putin profiriendo amenazas nucleares al
eventual inconforme con sus atropellos. Estas son escenas de una guerra
trasmitida en 4K. Repetido por todos los noticieros del mundo. Prensa escrita y
televisiva; en todos los formatos.
Hay otra guerra igual de brutal y salvaje que
no es transmitida en cadena internacional. La guerra cotidiana; el bombardeo intensivo
lo padecen lesbianas, homosexuales, trans... las fuerzas organizadas, contra individuos
aislados. Es una odisea de la ignorancia. El universo convertido en un desierto
de odio, religión, autoritarismo, crueldad, ignorancia. Donde no queda a los
perseguidos sino el exilio y la miseria. Y continuar padeciendo en cualquier
lugar nuevos efectos de opresión. En realidad, son las bodas perennes de
religión y autoritarismo; odio y destrucción, comandadas por la ignorancia
cristalizada en prejuicio. En esta odisea intervienen hordas manipuladas
supremachistamente. La humanidad está enfrascada en la violencia política,
militar. Violencia sexual de la heteronormatividad contra la diversidad sexual.
De religiones convertidas en integrismos apocalípticos. Quizá lo que habría que
plantear no son las fronteras, sino una humanidad extraviada. La movilización
del odio y la destrucción no es solo de Rusia contra Ucrania; de la OTAN contra
Putin.
Los dos primeros capítulos del libro de
Gevisser se centran en la historia de Aunty, estrujante trayectoria que va
desde el país más pobre de África, Malaui a un zozo[3] semidestruido
en una chabola en Ciudad del Cabo. La violencia, sin embargo, no cesa. Lo de
Aunty es un problemático intento de despegar que nunca se efectúa. Una
trayectoria en la violencia, las adicciones, la miseria, la marginación. Dos
años de horror. No se siente ganador. Se siente humillado, se siente
hondamente befado, avergonzado. A fin de cuentas, parecería que humanamente
nadie saldría ganador de estas sangrientas batallas. A pesar de que crezca la
carta de los derechos o aplastamientos.
La
época contemporánea se caracteriza por tensiones cuyo propósito es causar los
mayores daños posibles al mayor número de víctimas posibles. Una guerra en la
que no hay victoria viable. La diversidad sexual lucha por derechos justos no
por derrotar a un enemigo. El conservadurismo pelea por demostrar el grado de
terror que su feudo puede desatar. Las hordas que asaltaron el Capitolio; las
fuerzas omnidestructoras de Putin sobre Ucrania,[4]
su manipulación y amordazamiento de la oposición, las espurias anexiones
putinescas así como las amenazas nucleares revelan lo que se juega, cómo se
juega y a lo que esos fundamentalismos están dispuestos: la imposición arrasadora.
En este contexto, la diversidad sexual no es sino un álibi, una carnada para
enganchar a masas extraviadas que se sienten vulnerables, un semblante
axiológico grotesco.
Se
observa a esas masas manipuladas que se lanzan a lapidar o a golpear a cada uno
de los protagonistas en Malaui, en Rusia, Brasil, Brunei, Nigeria, Texas, islas
del sudeste asiático o del Caribe[5]
que como domesticados colonizados se rigen por principios de sus antiguos amos.
Cada
una de las ventanas que abre Mark Gevisser sin duda registra una gran cantidad
de éxitos, un avance significativo, vigoroso; sin embargo, el precio que cada
uno de los protagonistas debe pagar es enorme. Apreciamos las victorias, salir
al exilio en lugar de purgar una pena en prisión. Pero no debemos dejar de
considerar el altísimo precio ni los daños causados. Al grado de que no sería
aventurado de calificar estas victorias como pírricas dado que es absolutamente
incuantificable el esfuerzo, la erosión afectiva, las relaciones, las pérdidas…
Las
murallas del oprobio, como llamaría yo a este libro, es un balde de
agua más que fría; helada. Frente al horror planetario que describe, esta noble
y leal ciudad que se las da de muy gay friendly se me encogió de manera
radical. La Zona Rosa aparece como un espacio tan pequeño frente a los océanos
de odios[6]....
pero, aunque el tamaño sí importa, no es cuestión de dimensiones, sino de la
amenaza tan cercana, tan fuerte, beligerante, organizada, estructurada, tan
probada, bien financiada, tan feroz que se cierne sobre la diversidad sexual.
Sin duda hay muchos intereses, muchos recursos y muchos oportunistas.
El
horror se dispara porque cada uno de los avances, cada una de las pequeñas y
relativas victorias es particularmente lenta. Exige enormes montos emocionales
puesto que es preciso luchar contra una burocracia enorme, reacia a moverse. ¿Cuántas
actas interponen las madres lesbianas, Zaira y Martha, en Guadalajara para que
su hija Sabina sea reconocida?[7]
¿Cuántas actas se redactan en Rusia (y lo peor: podemos apreciar que frente al otorgamiento
del Premio Nobel de la Paz a una organización de derechos humanos, Memorial,[8]
la respuesta inmediata del Kremlin es el cierre y la confiscación de sus
oficinas, además del encarcelamiento de los opositores)? ¿Cuántos trámites para
salvar la vida en Malaui y luego para sobrevivir en Sudáfrica? Cada etapa
significa un gran alivio. Cada etapa añade algo al cansancio interior de cada
uno de los demandantes. Cada acta contribuye más al sentimiento de impotencia
de los implicados. El horror del aparato legal aplasta a cada uno de los
acusados, de los humillados, injuriados. ¿Y económicamente? ¿Como calibrar la depresión
de Martha? En todo caso, es posible enumerar los rompimientos para cada uno de
los personajes[9]. ¿Quién
puede calcular el costo, los lapsos para reponerse? Además de que la odisea
burocrática es enorme, la lucha con los medios es terrible.
Reflexionemos
en el título: “la «línea rosa»: una frontera de los derechos humanos que ha
dividido y descrito el mundo de una manera completamente nueva durante las dos
primeras décadas del siglo XXI.” Una frontera de la que debemos estar
conscientes. En realidad, el territorio donde se persigue a las personas diversas
es inmenso. Mucho más grande que el pequeño espacio donde esos derechos son,
relativamente, respetados. Es una frontera porosa. Porque allí donde hay leyes pro-diversidad
que protegen, existe también la violencia supremachista que adopta diversas
formas.
Las
personas entrevistadas por Gevisser son Aunty y Mojenza; Dennis Mayer (policía)
y John Hart, Fadi (enfermero) y Nadav, Zaira y Martha; Maha y Amira… la lista
no es breve.
Las palabras
En
México se recopiló un Locabulario en el siglo pasado por Juan Jacobo
Hernández (ahora republicado por el Colectivo Sol).[10]
Es un trabajo lexicográfico pionero fundamental sobre la manera en la que
hablamos, sobre lo que son y fueron nuestras palabras. En la actualidad,
después de La Línea rosa hay otros términos clave que deben entrar,
teniendo en cuenta que:
“El
lenguaje «global gay», de tendencia estadounidense… tenía significados
profundamente diferentes dependiendo de dónde se lo hablara. El lenguaje global
de lo «gay» había sido apropiado y también, indigenizado” (Gevisser, 2022, p. 341).
Esas
palabras vienen de África. De Malaui, Sudáfrica, Israel, Rusia, Indonesia, de
las islas del Caribe, de Estados Unidos. Quisiera detenerme en una: Pinkwashing,
referido a los millones gastados en Israel para que el Estado sionista se vistiera
de respetuoso de derechos humanos[11]
y ocultar el genocidio palestino,[12]
o el esfuerzo de Peña Nieto para extender a todo el país las resoluciones de la
SCJN.[13]
Entre las
nuevas entradas figuraría: Christopher Street Day, término en Alemania para Marcha
del Orgullo; Geek; Twink; Grindr, Blued (China), PlanetRomeo (India); Guerra
cultural; el club Hose and Heels, PEPFAR; DINK (Double Income No Kids); La
sección de Estudios trans en la Universidad de Arizona, Disforia de género;
Congruencia de género: «el grado en el que las personas trans individualmente
se sienten verdaderas, auténticas y cómodas con su identidad de género y
apariencia externa»; Trastorno de identidad de género; DSM; Asociación Mundial
de Profesionales para la Salud Transgénero (WPATH); Alianza para la Defensa de
la Libertad, Autoidentificación. Reproducción asistida, inseminación, terapia
de conversión, examen rectal...
El
diccionario enciclopédico tendría entradas para luchadores por la dignidad como
Alfred Kinsey, Christine Jorgensen, Chimbalanga, Tiwonge, Caleb Orozco, Terri
Neely; Gavin Grimm; Aimee Stephens (Muere antes de ganar su causa: fue despedida
de su trabajo por ser trans); Caster Semenya, Elton John... y cientos de
nombres de personalidades mexicanas que no aparecen.
Y por
supuesto tener una cartografía del horror que incluiría a: Brunéi: “[…] en
2019, Brunéi, un país musulmán en el Sudeste Asiático, presentó un nuevo código
penal que hacía que el sexo entre homosexuales pudiera ser penado con la muerte
—junto con el adulterio e insultar al profeta Mahoma—” (Gevisser, 2022, p. 335).
Malaui
donde la pena por ser homosexual es de 5 a 14 años, (Sección 153 del código
penal).
Nigeria,
donde prevalece la ley más dura: 14 años de prisión por practicar, mostrar,
defender la homosexualidad.
Frente
a estos atropellos legales, que no hacen sino promover otros delitos
(extorsión, palizas, inequidad, gaycidio), destaca la declaración de Hilary
Clinton en la ONU: «Los derechos de los homosexuales son derechos humanos; los
derechos humanos son derechos de los homosexuales». Frente a esta afirmación
clara y tajante, en el presente, las homosexualidades se perfilan en el planeta
supremachista como la principal variante del chivo expiatorio. Sin argumentos
ni entendimiento, sobrevienen las palabras de odio, el cultivo de la saña, la
voluntad de alimentar el encono. El acoso escolar ha dejado de ser un extravío
adolescente o infantil para convertirse en práctica política
institucionalizada, globalizada.
Sin
argumentos ni propuestas políticas viables, frente a la miseria de la
imaginación política, es necesario ofrecer al electorado la ilusión de fuerza
golpeando al débil, al aislado. Curiosa estupidez de quien considera fácil la
agresión montonera contra la mujer trans, principal blanco de la violencia.
Al azuzar
a la mayoría contra la minoría; utilizada como válvula de escape a las
frustraciones; a la falta de propuestas, surgen los atizadores de fuego como
el:
-Partido
Ley y Justicia de los hermanos Kaczcinsky en Polonia.
-Partido
Fidensz de Viktor Orban en Hungría.
-Las
declaraciones de Putin sobre la homosexualidad a la que considera: «Un camino
directo hacia la degradación y el primitivismo, lo que resulta en una crisis
moral y demográfica profunda.» (p. 257)
-O las
formulaciones de Marine Le Pen, quien dijo que el mundo ya no estaba dividido
entre «la izquierda» y «la derecha», sino entre «globalistas» y «patriotas» (p.
42). Al investir a los Patriotas con supremachismo se ha desplazado a la patria
al pubis.
-O la
versión inglesa de la sandez: Theresa May, quien declara: «Si crees que eres un
ciudadano del mundo; no eres ciudadano de ninguna parte». (p. 42). Provincianismo
cerril que va en contra del iluminismo voltairiano.
-Pero
el ruso más desmecatadamente antigay Vitaly Milonov (dime qué temes para decirte
lo loca que eres), declara ante las cámaras: «[Si los atletas se dan la mano]
no voy a dejar que mis hijos vean la televisión». En ocasión de los juegos
Olímpicos de invierno. (Gevisser, 2022, p. 46)
¿Se
puede considerar que estos sean los estertores del patriarcado?
En
Malasia, Mahathir Mohamad dijo que los europeos querían imponer una «libertad
sin restricciones» en el mundo, la cual contempla «la práctica del sexo libre,
incluyendo la sodomía como un derecho... Nuestro estilo de vida tiene que ser
igual que el suyo, los valores asiáticos no existen para ellos» (Gevisser,
2022, p. 48). Palabras que coinciden con lo que cualquier obispo mexicano
profiere cotidianamente.
Si bien
se observa, el objetivo de encerrarse en el patriotismo; en la tradición
patriarcal, de apagar la tv, muestra cómo la voluntad de restringir se vuelve
cada vez más asfixiante, quiere penetrar en los rincones más apartados del
planeta y del hogar. Esos acentos de zozobra supremachistas, lejos de marcar
una declinación global, se hacen más peligrosos y letales para la población
diversa en aquellas regiones y acaso en el planeta. Ya hemos visto los reveses
que infligieron Bolsonaro[14]
o la Suprema Corte en EU al anular el derecho al aborto.
La
comunidad LGBTI ha servido de chivo expiatorio: calculadamente se le describe
en términos paranoicos, con todo el poder del nazismo, que en realidad ellos
practican al suprimir libertades fundamentales. Si antes se decía “dime con
quien te juntas y te diré quién eres”, ahora habría que añadir: “Dime de qué
acusas al chivo expiatorio para obtener, con esas acusaciones, tu perfil
exacto. El chivo expiatorio está construido como auto-retrato de los anhelos
profundos.
En esta
política de persecución, no se favorece un diálogo ni respeto hacia la
diferencia; se sueltan acusaciones inflamadas. No hay justicia sino una
exacerbada voluntad excluyente, punitiva, una aguda punitivitis. No hay equidad
sino voluntad de sojuzgamiento. El otro no-heteronormalizado es cosa
denostable, generador de inestabilidad, de asco.
A manera de conclusión
En
tanto que trans, queers, gays y lesbianas es urgente preguntarnos ¿Qué se puede
hacer frente a esta violencia, ante estas convocatorias a progroms, ante estos
cínicos llamados a limpieza genérica? ¿ante esta exhibición cínica de
brutalidad? A esta pretensión de neutralizarnos en el disimilo, en el clóset,
en la inacción (fórmula eclesiástica que no condena al gay sino los actos
homosexuales) ¿Encerrarnos en un par de calles Zona Rosa, en las cuatro paredes
de un antro gay, los fines de semana? ¿Quieren encerrarnos o ya lo lograron? Esta
pregunta coincide con un punto que Gevisser formula de la siguiente forma:
“¿Qué poder tenemos sobre nuestros cuerpos y nuestros destinos? ¿Nos hemos
hecho a nosotros mismos o nos han hecho otros?” (Gevisser, 2022, p. 440)
Las
diversas formas de encerramiento (desde el narcisismo hasta el nacionalismo,
desde el partidismo y clasismo hasta el alcoholismo y demás adicciones), apuntan
a doblar la cerviz a los frentes Profamilia quienes se ufanan de que “Somos millones
de padres de familia y más de mil instituciones de la sociedad civil
organizada de todo el país, que promovemos y defendemos a las instituciones más
importantes de la sociedad” (este es el mensaje de bienvenida a la página del Frente
Nacional Profamilia). Admitamos que, ante a esta poderosa organización
integrista universal, bien a$eitada, nuestra energía está dividida; cada vez se
hace más patente la fragmentación de la comunidad elegebetera. Se ha instaurado
el conflicto como forma de vida, la estupidez de pretender de la más perra ser
coro-nada (sí: el coro canta la nada de esas “tiaras”). Todo esto no hace sino
ceder a esta imposición de la internacional del odio; con esta actitud se
ofrece la cerviz a los cientos de versiones de Putin, Francisco, Le Pen, Orban,
Trump, Calderón, que proliferan en nuestro entorno.
¿Qué hacer
con la infinidad de líneas rosa al interior de la comunidad elegebetera donde
se alzan inviolables muros de clase, edad, color de piel, afirmaciones
identitarias, generaciones de cristal, “afeminados abstenerse” ...? ¿Adoptar
acríticamente la homogeneización global?[15]
Al
hacer el más ligero diagnóstico del estado pospandémico de la comunidad, salen
males en cascadas: económicos, emocionales, personales, grupales, comunitarios,
sociales, políticos. Sin duda, también se combinan con los efectos de ese
supremachismo omnipresente, omniactivo. Pero no es posible quedarse en ello. Y,
sobre todo, no nos engañemos con los triunfos enormes y a la vez parciales,
limitados, a cuentagotas del matrimonio y la adopción.[16]
Nuestra lucha es por vivir, por la dignidad, la equidad: y sabemos
perfectamente que NO se vence con decretos, No se acaba con leyes el
supremachismo; NO se logra la dignidad con consejos nacionales. Aunque esta
labor institucional, estos foros son imprescindibles No es únicamente a base de
burocracias y leyes como debemos librar nuestras batallas. Es preciso imaginar
otro mundo. Es impostergable inventar nuevas estrategias de acción, nuevas
escrituras, nuevos discursos, nuevos escenarios, dar vida a toda una nueva
cultura incluyente, abierta, humana, universal que viva fuera del conflicto,
fuera de la intolerancia y del ombliguismo del terruño, de la estrechez del
entorno (sin por ello desestimarlo, descuidarlo o negarlo). Y esto es
justamente un renglón en el que no entra Gevisser. Las luchas han de ser
culturales; somos nosotros quienes debemos definir cuáles son los campos de
batallas y cómo las vamos a librar. De una manera que no (solo) sea a la manera
en que “La subcultura gay salió del gueto y entró en la corriente principal marcando
tendencias a través de las industrias de rápida globalización de la moda, el
diseño y el entretenimiento: mirad, por ejemplo, la manera en que Madonna elevó
el vogue gay de Harlem a un fenómeno de estilo internacional a principios de la
década de 1990. Durante esos mismos años, los términos libra rosa y dólar rosa
se llegaron a utilizar para expresar el poder adquisitivo de los homosexuales…”
(Gevisser, 2022, p. 339).
Es
preciso salir de los antros y de las jaulas para chivos expiatorios en las que
se nos quiere mantener y, lo más grave, donde nos encerramos defensivamente;
valemadristamente.
[1] No ocultaré las
reservas que desde México se pueden expresar sobre el título. En primer lugar,
el anglicismo “línea” que resulta irritante. No se trata de ninguna manera de
una línea sino de verdaderas murallas, a la manera de la muralla china, o de la
muralla del oprobio que pretendió levantar Trump, con todo su carácter hostil y
humillante, interpuestas contra los derechos de las personas de la diversidad
sexual, por el integrismo, aliado al conservadurismo y al oportunismo político
planetario, disfrazado de defensa de los niños, de las costumbres, de la
tradición, del plan de dios, de la especie. O las murallas levantadas en Israel
para asfixiar a los habitantes nativos, mismas que, aunque no se mencionan en
el libro, los efectos son palpables en las problemáticas identitarias y
emocionales de los israelíes gays de origen árabe. Nosotros en México lo
palpamos cuando se produjo la manifestación del “Frente Profamilia” y estuvimos
encapsulados por la policía mexicana frente al Ángel de la Independencia.
[2] He convivido con compañeros durante mucho tiempo y, para mi
enorme sorpresa, solo después de muchos años me entero de que son gays. Siempre
pensé que eran bugas. Ocultaban su identidad. Preferían no “quemarse” con un
gay abierto. No querían estrechar una relación con un gay abierto... El solo
hecho de mostrar lazos de amistad los comprometería. Ahora que los veo en
bares, no me interesa saludarlos. Me dicen que les alegra verme después de
tanto tiempo: son closeteros que saludan en el bar; no en la vida pública, en
la vida académica.
[3] Aunque se trata de una
construcción pequeña, el equivalente en México sería un cuarto de azotea.
[4] “«Poutine
reconsidère son approche de l’Ukraine. Il a franchi une ligne
psychologique, il est désormais prêt à infliger beaucoup plus de dégâts à
l’ensemble de l’Ukraine.» C’est dans ce contexte, et pour répondre à
l’impatience des pro-guerre, que s’inscrit aussi la nomination, samedi, d’un
nouveau chef de l’«opération militaire spéciale» en Ukraine, l’impitoyable
général Sergueï Sourovikine, le «boucher d’Alep»,
surtout connu pour avoir ordonné des bombardements indiscriminés en Syrie et
commis des crimes de guerre en Tchétchénie.” Ces «frappes délibérées
de la Russie sur l’ensemble du territoire ukrainien et contre des civils, c’est
un changement profond de la nature de cette guerre», a commenté pour sa
part Emmanuel Macron. «Poutine est désespéré à cause des défaites sur le
champ de bataille, et il utilise le terrorisme des missiles pour essayer de
changer le rythme de la guerre en sa faveur» La Russie joue la surenchère contre les civils ukrainiens – Libération
(liberation.fr)
[5] Un expolicía y su
pareja arrestados en Dominica: “relataron a los medios estadounidenses que
estuvieron retenidos durante diecinueve horas en una celda oscura plagada de
insectos sin luz, agua ni lavabo: «Nos insultaron durante toda la noche. Nos
hicieron desfilar como si fuéramos una cosa rara» (Gevisser, 2022, p. 276). La policía los amenazó con realizarles
exámenes rectales; la gente «estaba gritando y protestando en la calle» cuando
entraron en el juzgado, donde los jueces los llamaron «canallas» y «vagabundos»
(Gevisser, 2022, p. 331).
[6] Lo cual coincide con
la declaración de Fadi, un palestino avecindado en Jerusalén: «Sí, puede que
Tel Aviv sea la ciudad más gay del mundo, y puedo pasearme como me dé la gana
aquí. Pero Tel Aviv es una burbuja. Fuera de sus fronteras me meto las manos en
los bolsillos». (Gevisser, 2022,
p. 365)
[7] “He hecho todo lo
posible por exigirle al Estado un certificado de nacimiento para dos mamás. Mi
esposa, mi hija y yo nos lo merecemos. Ya pasaron seis años y estamos luchando
por presentar todavía otro amparo. Incluso si es desde el hospital o desde mi
lecho de muerte, exigiré el certificado para Sabina». (Gevisser,
2022, p.
327).
[8] « Pour pouvoir annoncer qu’on fait une «opération militaire
spéciale» dans le but de «dénazifier les Ukrainiens en train de
commettre un génocide contre le peuple russe du Donbass», il fallait
évidemment réduire définitivement au silence toute voix discordante. C’est le
point d’aboutissement de toute une construction idéologique patiemment bâtie
année après année. Il y a un lien entre la justification historico-théorique de
l’invasion de l’Ukraine et la dissolution de Memorial. Les deux choses sont
étroitement liées. » Le Nobel de la paix 2022 pour Memorial : «Un signe d’espoir, d’avenir» –
Libération (liberation.fr)
[9] “Todo esto que le
estoy contando genera estrés y discusiones entre Martha y yo… tristeza,
desesperanza, frustración… Nos ha invadido todo… Ay, Mark, supongo que por eso
no le contesté. No sabía cómo decirle. Lo que estamos viviendo me lastima
profundamente. Deje que me vaya y fume un cigarrillo, pues estoy llorando otra
vez». (Gevisser, 2022, pp. 326-327)
[10] Locabulario: lenguaje y opresión.
México: Colectivo Sol, 2022.
[11] “Como se dijo en un
artículo en el periódico Haaretz: «Un momento, ¿no celebró Israel un mes del
Orgullo espectacular? ¿Es [el gobierno] amigable con el colectivo LGTB o no?» 301.
El Estado israelí estuvo invirtiendo grandes cantidades en Tel Aviv como
destino turístico gay internacional desde 2010, cuando anunció por primera vez
una campaña de ochenta y ocho millones de dólares para este fin. La semana del
Orgullo en Tel Aviv estuvo organizada y financiada por el departamento de
promoción de la ciudad. Esto era bueno tanto para los negocios —en 2013 atrajo
a veinte mil turistas internacionales al país— como para la propaganda, ya que,
a través de su apoyo a los derechos LGTB, el país se promocionaba como un oasis
de libertad: la única democracia en un barrio peligroso.” (Gevisser, 2022, pp. 346-347).
[12] Un enfermero palestino,
Fadi señala que “Un país ocupante no puede celebrar la libertad a la vez que se
la niega a toda una nación. Un país racista no puede celebrar la diversidad. No
voy a ser partícipe de esta proyección ni de estas celebraciones. Espero que
vosotros tampoco» (Gevisser, p. 363)
[13] “Villamil y otros
críticos acusaban a Peña de intentar hacer pinkwashing sobre el pésimo
historial que tenía en cuanto a los derechos humanos —el término se utilizaba
en los medios de comunicación mexicanos; lo habían tomado prestado del debate
sobre Israel y los derechos LGTB...” (Gevisser, 2022, p. 325).
[14] Gewisser lo cita: “El
presidente de Brasil Jair Bolsonaro apuntó al dólar rosa —un contribuyente
significativo a la economía turística del país— cuando dijo a los periodistas
en abril de 2019 que, aunque daba la bienvenida a los turistas sexuales heteros
a su país, «no podemos permitir que este lugar se vuelva conocido como un
paraíso del turismo gay. Brasil no puede ser un país del mundo gay, del turismo
gay. Tenemos familias». La línea
rosa (Gevisser, 2022, p. 336).”
[15] Citando a Dennis Altman, Gevisser señala
que: “Las personas gais en todo el mundo llevaban la misma ropa e imitaban los
mismos estilos, bailaban la misma música, veían el mismo porno, aspiraban a un
estilo de vida hecho para los consumidores estadounidenses. Los desfiles del
Orgullo que se multiplicaban por todo el planeta celebraban también una
mitología de la liberación estadounidense.” (Gevisser, 2022, p. 338)
[16] Tabasco, Guerrero y Tamaulipas, fueron en 2022 los
tres últimos estados en aprobar el matrimonio universal. Con ello se cerró un
largo y tortuoso camino para la aprobación de un solo aspecto de los
derechos que tradicionalmente le han sido negados a la comunidad LGBTTTI: un
camino que dio fuerza a las comunidades de los Estados. un ciclo que fungió
creó conciencia de la violencia simbólica que se ejerce contra los miembros de
la diversidad sexual en la república mexicana.