Gevisser y las murallas rosas del oprobio

 

Antonio Marquet Montiel, * 0000-0002-1064-9730

 

*Universidad Autónoma Metropolitana. Correo electrónico: antonio.marquet@gmail.com

 

La línea rosa: un viaje por las fronteras queer del mundo[1] de Mark Gevisser, profesor sudafricano, es una obra compleja, amplia, ambiciosa, necesaria. Es un esfuerzo titánico que ha exigido disciplina, esfuerzo y paciencia, además de tacto para tratar con cada uno de los entrevistados y de dotes diplomáticas para manejar la financiación, publicación, traducción y difusión. Como se puede apreciar es una larga lista de gente la que ha intervenido en la elaboración de esta obra. Las diferentes reseñas en lengua inglesa califican al libro de “magistral”, “impresionante”, “extraordinario”, “valioso.” según la contraportada del libro que ha exigido un enorme trabajo de entrevistas e investigación documental.

La línea rosa es, al mismo tiempo, una obra terrible, perturbadora porque pone en evidencia el monto de odio que inunda el planeta. Un libro necesario en la medida en que crea conciencia y obliga a meditar sobre la trayectoria regional y el delicado contexto en el que nos encontramos. A formular una agenda más amplia y comprensiva.

La línea rosa se ha propuesto trazar algunas de las diferentes fronteras de tensión, de persecución al sujeto diverso, queer, como Gevisser lo llama, dejando fuera a un gran número de gente de la diversidad que no se identifica como queer.

A lo largo de seis años, 2012-2018, Mark Gevisser estuvo en contacto con sus entrevistados/informantes en algunas partes del planeta: desde África (Egipto, Nigeria, Malaui, Sudáfrica), islas del Caribe anglófono, Israel, Estados Unidos, Rusia, México, Filipinas, Indonesia …

Por todas partes, el común denominador es la violencia contra los afeminados. Por doquier hay una fórmula similar a la que él escucha en Lagos: “«¡Suben las ruedas, me suelto la melena!», así se describió el viaje en avión entre Lagos y Londres” (Gevisser, 2022, p. 396). ¿Es fácil vivir esa doble vida? Supone sufrimiento; angustia; múltiples estrategias de ocultamiento; fuerte autorepresión; autovigilancia, que se suma a la vigilancia y represión social y familiar. Supone soledad y la creación de un ser intermitente que eventualmente puede ser descubierto y castigado.[2]

Casi la mitad de los empleados LGTBQ estadounidenses no habían salido del armario en el trabajo, según un estudio del mismo año. Uno de cada cinco trabajadores del Reino Unido gay, lesbiana o bisexual había sufrido acoso homófobo en el trabajo, según un estudio de 2013 (Gevisser, 2022, p. 396).

Esta opresión exige imperativamente abrir otros canales, como el de la expresión cultural, tema que no es objeto de estudio de Gevisser.

La línea rosa cartografía los frentes mundiales de una de las guerras a la vez más antiguas y la más moderna. Una guerra que ciertamente no se libra con misiles ni bombas; no por ello causa menores daños que dejan honda huella en la configuración subjetiva elegebetera. Me dirán que no es antigua. Y tienen razón, antes no había guerra, había opresión, destierro, yugo, latigazos, trabajos forzados, muerte, hoguera, exterminio. La ofensiva conservadora se recrudeció con exigencias y reivindicaciones impostergables, imprescindibles de la comunidad LGBTTTI. Los bandos son desproporcionados a más no poder; numérica, económica, leguleya, “religiosamente”. Como en su momento lo fue el enfrentamiento de Antígona con Creonte, es decir, una adolescente aislada contra un omnipotente Estado inhumano, sordo, impositivo, arrogante que bascula hacia la dictadura. Una lucha que desafía a la misma muerte contra un poder que exhibe su insensibilidad, ilegitimidad y supremachismo.

Hace unos días asistimos mediáticamente a las escalofriantes hurras imperialistas de una nueva conformación del mundo. Putin arengando a su población para celebrar; Putin profiriendo amenazas nucleares al eventual inconforme con sus atropellos. Estas son escenas de una guerra trasmitida en 4K. Repetido por todos los noticieros del mundo. Prensa escrita y televisiva; en todos los formatos.

Hay otra guerra igual de brutal y salvaje que no es transmitida en cadena internacional. La guerra cotidiana; el bombardeo intensivo lo padecen lesbianas, homosexuales, trans... las fuerzas organizadas, contra individuos aislados. Es una odisea de la ignorancia. El universo convertido en un desierto de odio, religión, autoritarismo, crueldad, ignorancia. Donde no queda a los perseguidos sino el exilio y la miseria. Y continuar padeciendo en cualquier lugar nuevos efectos de opresión. En realidad, son las bodas perennes de religión y autoritarismo; odio y destrucción, comandadas por la ignorancia cristalizada en prejuicio. En esta odisea intervienen hordas manipuladas supremachistamente. La humanidad está enfrascada en la violencia política, militar. Violencia sexual de la heteronormatividad contra la diversidad sexual. De religiones convertidas en integrismos apocalípticos. Quizá lo que habría que plantear no son las fronteras, sino una humanidad extraviada. La movilización del odio y la destrucción no es solo de Rusia contra Ucrania; de la OTAN contra Putin.

Los dos primeros capítulos del libro de Gevisser se centran en la historia de Aunty, estrujante trayectoria que va desde el país más pobre de África, Malaui a un zozo[3] semidestruido en una chabola en Ciudad del Cabo. La violencia, sin embargo, no cesa. Lo de Aunty es un problemático intento de despegar que nunca se efectúa. Una trayectoria en la violencia, las adicciones, la miseria, la marginación. Dos años de horror. No se siente ganador. Se siente humillado, se siente hondamente befado, avergonzado. A fin de cuentas, parecería que humanamente nadie saldría ganador de estas sangrientas batallas. A pesar de que crezca la carta de los derechos o aplastamientos.

La época contemporánea se caracteriza por tensiones cuyo propósito es causar los mayores daños posibles al mayor número de víctimas posibles. Una guerra en la que no hay victoria viable. La diversidad sexual lucha por derechos justos no por derrotar a un enemigo. El conservadurismo pelea por demostrar el grado de terror que su feudo puede desatar. Las hordas que asaltaron el Capitolio; las fuerzas omnidestructoras de Putin sobre Ucrania,[4] su manipulación y amordazamiento de la oposición, las espurias anexiones putinescas así como las amenazas nucleares revelan lo que se juega, cómo se juega y a lo que esos fundamentalismos están dispuestos: la imposición arrasadora. En este contexto, la diversidad sexual no es sino un álibi, una carnada para enganchar a masas extraviadas que se sienten vulnerables, un semblante axiológico grotesco.

Se observa a esas masas manipuladas que se lanzan a lapidar o a golpear a cada uno de los protagonistas en Malaui, en Rusia, Brasil, Brunei, Nigeria, Texas, islas del sudeste asiático o del Caribe[5] que como domesticados colonizados se rigen por principios de sus antiguos amos.

Cada una de las ventanas que abre Mark Gevisser sin duda registra una gran cantidad de éxitos, un avance significativo, vigoroso; sin embargo, el precio que cada uno de los protagonistas debe pagar es enorme. Apreciamos las victorias, salir al exilio en lugar de purgar una pena en prisión. Pero no debemos dejar de considerar el altísimo precio ni los daños causados. Al grado de que no sería aventurado de calificar estas victorias como pírricas dado que es absolutamente incuantificable el esfuerzo, la erosión afectiva, las relaciones, las pérdidas…

Las murallas del oprobio, como llamaría yo a este libro, es un balde de agua más que fría; helada. Frente al horror planetario que describe, esta noble y leal ciudad que se las da de muy gay friendly se me encogió de manera radical. La Zona Rosa aparece como un espacio tan pequeño frente a los océanos de odios[6].... pero, aunque el tamaño sí importa, no es cuestión de dimensiones, sino de la amenaza tan cercana, tan fuerte, beligerante, organizada, estructurada, tan probada, bien financiada, tan feroz que se cierne sobre la diversidad sexual. Sin duda hay muchos intereses, muchos recursos y muchos oportunistas.

El horror se dispara porque cada uno de los avances, cada una de las pequeñas y relativas victorias es particularmente lenta. Exige enormes montos emocionales puesto que es preciso luchar contra una burocracia enorme, reacia a moverse. ¿Cuántas actas interponen las madres lesbianas, Zaira y Martha, en Guadalajara para que su hija Sabina sea reconocida?[7] ¿Cuántas actas se redactan en Rusia (y lo peor: podemos apreciar que frente al otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a una organización de derechos humanos, Memorial,[8] la respuesta inmediata del Kremlin es el cierre y la confiscación de sus oficinas, además del encarcelamiento de los opositores)? ¿Cuántos trámites para salvar la vida en Malaui y luego para sobrevivir en Sudáfrica? Cada etapa significa un gran alivio. Cada etapa añade algo al cansancio interior de cada uno de los demandantes. Cada acta contribuye más al sentimiento de impotencia de los implicados. El horror del aparato legal aplasta a cada uno de los acusados, de los humillados, injuriados. ¿Y económicamente? ¿Como calibrar la depresión de Martha? En todo caso, es posible enumerar los rompimientos para cada uno de los personajes[9]. ¿Quién puede calcular el costo, los lapsos para reponerse? Además de que la odisea burocrática es enorme, la lucha con los medios es terrible.

Reflexionemos en el título: “la «línea rosa»: una frontera de los derechos humanos que ha dividido y descrito el mundo de una manera completamente nueva durante las dos primeras décadas del siglo XXI.” Una frontera de la que debemos estar conscientes. En realidad, el territorio donde se persigue a las personas diversas es inmenso. Mucho más grande que el pequeño espacio donde esos derechos son, relativamente, respetados. Es una frontera porosa. Porque allí donde hay leyes pro-diversidad que protegen, existe también la violencia supremachista que adopta diversas formas.

Las personas entrevistadas por Gevisser son Aunty y Mojenza; Dennis Mayer (policía) y John Hart, Fadi (enfermero) y Nadav, Zaira y Martha; Maha y Amira… la lista no es breve.

 

Las palabras

En México se recopiló un Locabulario en el siglo pasado por Juan Jacobo Hernández (ahora republicado por el Colectivo Sol).[10] Es un trabajo lexicográfico pionero fundamental sobre la manera en la que hablamos, sobre lo que son y fueron nuestras palabras. En la actualidad, después de La Línea rosa hay otros términos clave que deben entrar, teniendo en cuenta que:

“El lenguaje «global gay», de tendencia estadounidense… tenía significados profundamente diferentes dependiendo de dónde se lo hablara. El lenguaje global de lo «gay» había sido apropiado y también, indigenizado” (Gevisser, 2022, p. 341).

Esas palabras vienen de África. De Malaui, Sudáfrica, Israel, Rusia, Indonesia, de las islas del Caribe, de Estados Unidos. Quisiera detenerme en una: Pinkwashing, referido a los millones gastados en Israel para que el Estado sionista se vistiera de respetuoso de derechos humanos[11] y ocultar el genocidio palestino,[12] o el esfuerzo de Peña Nieto para extender a todo el país las resoluciones de la SCJN.[13]

Entre las nuevas entradas figuraría: Christopher Street Day, término en Alemania para Marcha del Orgullo; Geek; Twink; Grindr, Blued (China), PlanetRomeo (India); Guerra cultural; el club Hose and Heels, PEPFAR; DINK (Double Income No Kids); La sección de Estudios trans en la Universidad de Arizona, Disforia de género; Congruencia de género: «el grado en el que las personas trans individualmente se sienten verdaderas, auténticas y cómodas con su identidad de género y apariencia externa»; Trastorno de identidad de género; DSM; Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero (WPATH); Alianza para la Defensa de la Libertad, Autoidentificación. Reproducción asistida, inseminación, terapia de conversión, examen rectal...

El diccionario enciclopédico tendría entradas para luchadores por la dignidad como Alfred Kinsey, Christine Jorgensen, Chimbalanga, Tiwonge, Caleb Orozco, Terri Neely; Gavin Grimm; Aimee Stephens (Muere antes de ganar su causa: fue despedida de su trabajo por ser trans); Caster Semenya, Elton John... y cientos de nombres de personalidades mexicanas que no aparecen.

Y por supuesto tener una cartografía del horror que incluiría a: Brunéi: “[…] en 2019, Brunéi, un país musulmán en el Sudeste Asiático, presentó un nuevo código penal que hacía que el sexo entre homosexuales pudiera ser penado con la muerte —junto con el adulterio e insultar al profeta Mahoma—” (Gevisser, 2022, p. 335).

Malaui donde la pena por ser homosexual es de 5 a 14 años, (Sección 153 del código penal).

Nigeria, donde prevalece la ley más dura: 14 años de prisión por practicar, mostrar, defender la homosexualidad.

Frente a estos atropellos legales, que no hacen sino promover otros delitos (extorsión, palizas, inequidad, gaycidio), destaca la declaración de Hilary Clinton en la ONU: «Los derechos de los homosexuales son derechos humanos; los derechos humanos son derechos de los homosexuales». Frente a esta afirmación clara y tajante, en el presente, las homosexualidades se perfilan en el planeta supremachista como la principal variante del chivo expiatorio. Sin argumentos ni entendimiento, sobrevienen las palabras de odio, el cultivo de la saña, la voluntad de alimentar el encono. El acoso escolar ha dejado de ser un extravío adolescente o infantil para convertirse en práctica política institucionalizada, globalizada.

Sin argumentos ni propuestas políticas viables, frente a la miseria de la imaginación política, es necesario ofrecer al electorado la ilusión de fuerza golpeando al débil, al aislado. Curiosa estupidez de quien considera fácil la agresión montonera contra la mujer trans, principal blanco de la violencia.

Al azuzar a la mayoría contra la minoría; utilizada como válvula de escape a las frustraciones; a la falta de propuestas, surgen los atizadores de fuego como el:

-Partido Ley y Justicia de los hermanos Kaczcinsky en Polonia.

-Partido Fidensz de Viktor Orban en Hungría.

-Las declaraciones de Putin sobre la homosexualidad a la que considera: «Un camino directo hacia la degradación y el primitivismo, lo que resulta en una crisis moral y demográfica profunda.» (p. 257)

-O las formulaciones de Marine Le Pen, quien dijo que el mundo ya no estaba dividido entre «la izquierda» y «la derecha», sino entre «globalistas» y «patriotas» (p. 42). Al investir a los Patriotas con supremachismo se ha desplazado a la patria al pubis.

-O la versión inglesa de la sandez: Theresa May, quien declara: «Si crees que eres un ciudadano del mundo; no eres ciudadano de ninguna parte». (p. 42). Provincianismo cerril que va en contra del iluminismo voltairiano.

-Pero el ruso más desmecatadamente antigay Vitaly Milonov (dime qué temes para decirte lo loca que eres), declara ante las cámaras: «[Si los atletas se dan la mano] no voy a dejar que mis hijos vean la televisión». En ocasión de los juegos Olímpicos de invierno. (Gevisser, 2022, p. 46)

¿Se puede considerar que estos sean los estertores del patriarcado?

En Malasia, Mahathir Mohamad dijo que los europeos querían imponer una «libertad sin restricciones» en el mundo, la cual contempla «la práctica del sexo libre, incluyendo la sodomía como un derecho... Nuestro estilo de vida tiene que ser igual que el suyo, los valores asiáticos no existen para ellos» (Gevisser, 2022, p. 48). Palabras que coinciden con lo que cualquier obispo mexicano profiere cotidianamente.

Si bien se observa, el objetivo de encerrarse en el patriotismo; en la tradición patriarcal, de apagar la tv, muestra cómo la voluntad de restringir se vuelve cada vez más asfixiante, quiere penetrar en los rincones más apartados del planeta y del hogar. Esos acentos de zozobra supremachistas, lejos de marcar una declinación global, se hacen más peligrosos y letales para la población diversa en aquellas regiones y acaso en el planeta. Ya hemos visto los reveses que infligieron Bolsonaro[14] o la Suprema Corte en EU al anular el derecho al aborto.

La comunidad LGBTI ha servido de chivo expiatorio: calculadamente se le describe en términos paranoicos, con todo el poder del nazismo, que en realidad ellos practican al suprimir libertades fundamentales. Si antes se decía “dime con quien te juntas y te diré quién eres”, ahora habría que añadir: “Dime de qué acusas al chivo expiatorio para obtener, con esas acusaciones, tu perfil exacto. El chivo expiatorio está construido como auto-retrato de los anhelos profundos.

En esta política de persecución, no se favorece un diálogo ni respeto hacia la diferencia; se sueltan acusaciones inflamadas. No hay justicia sino una exacerbada voluntad excluyente, punitiva, una aguda punitivitis. No hay equidad sino voluntad de sojuzgamiento. El otro no-heteronormalizado es cosa denostable, generador de inestabilidad, de asco.

A manera de conclusión

En tanto que trans, queers, gays y lesbianas es urgente preguntarnos ¿Qué se puede hacer frente a esta violencia, ante estas convocatorias a progroms, ante estos cínicos llamados a limpieza genérica? ¿ante esta exhibición cínica de brutalidad? A esta pretensión de neutralizarnos en el disimilo, en el clóset, en la inacción (fórmula eclesiástica que no condena al gay sino los actos homosexuales) ¿Encerrarnos en un par de calles Zona Rosa, en las cuatro paredes de un antro gay, los fines de semana? ¿Quieren encerrarnos o ya lo lograron? Esta pregunta coincide con un punto que Gevisser formula de la siguiente forma: “¿Qué poder tenemos sobre nuestros cuerpos y nuestros destinos? ¿Nos hemos hecho a nosotros mismos o nos han hecho otros?” (Gevisser, 2022, p. 440)

Las diversas formas de encerramiento (desde el narcisismo hasta el nacionalismo, desde el partidismo y clasismo hasta el alcoholismo y demás adicciones), apuntan a doblar la cerviz a los frentes Profamilia quienes se ufanan de que “Somos millones de padres de familia y más de mil instituciones de la sociedad civil organizada de todo el país, que promovemos y defendemos a las instituciones más importantes de la sociedad” (este es el mensaje de bienvenida a la página del Frente Nacional Profamilia). Admitamos que, ante a esta poderosa organización integrista universal, bien a$eitada, nuestra energía está dividida; cada vez se hace más patente la fragmentación de la comunidad elegebetera. Se ha instaurado el conflicto como forma de vida, la estupidez de pretender de la más perra ser coro-nada (sí: el coro canta la nada de esas “tiaras”). Todo esto no hace sino ceder a esta imposición de la internacional del odio; con esta actitud se ofrece la cerviz a los cientos de versiones de Putin, Francisco, Le Pen, Orban, Trump, Calderón, que proliferan en nuestro entorno.

¿Qué hacer con la infinidad de líneas rosa al interior de la comunidad elegebetera donde se alzan inviolables muros de clase, edad, color de piel, afirmaciones identitarias, generaciones de cristal, “afeminados abstenerse” ...? ¿Adoptar acríticamente la homogeneización global?[15]

Al hacer el más ligero diagnóstico del estado pospandémico de la comunidad, salen males en cascadas: económicos, emocionales, personales, grupales, comunitarios, sociales, políticos. Sin duda, también se combinan con los efectos de ese supremachismo omnipresente, omniactivo. Pero no es posible quedarse en ello. Y, sobre todo, no nos engañemos con los triunfos enormes y a la vez parciales, limitados, a cuentagotas del matrimonio y la adopción.[16] Nuestra lucha es por vivir, por la dignidad, la equidad: y sabemos perfectamente que NO se vence con decretos, No se acaba con leyes el supremachismo; NO se logra la dignidad con consejos nacionales. Aunque esta labor institucional, estos foros son imprescindibles No es únicamente a base de burocracias y leyes como debemos librar nuestras batallas. Es preciso imaginar otro mundo. Es impostergable inventar nuevas estrategias de acción, nuevas escrituras, nuevos discursos, nuevos escenarios, dar vida a toda una nueva cultura incluyente, abierta, humana, universal que viva fuera del conflicto, fuera de la intolerancia y del ombliguismo del terruño, de la estrechez del entorno (sin por ello desestimarlo, descuidarlo o negarlo). Y esto es justamente un renglón en el que no entra Gevisser. Las luchas han de ser culturales; somos nosotros quienes debemos definir cuáles son los campos de batallas y cómo las vamos a librar. De una manera que no (solo) sea a la manera en que “La subcultura gay salió del gueto y entró en la corriente principal marcando tendencias a través de las industrias de rápida globalización de la moda, el diseño y el entretenimiento: mirad, por ejemplo, la manera en que Madonna elevó el vogue gay de Harlem a un fenómeno de estilo internacional a principios de la década de 1990. Durante esos mismos años, los términos libra rosa y dólar rosa se llegaron a utilizar para expresar el poder adquisitivo de los homosexuales…” (Gevisser, 2022, p. 339).

Es preciso salir de los antros y de las jaulas para chivos expiatorios en las que se nos quiere mantener y, lo más grave, donde nos encerramos defensivamente; valemadristamente.

 



[1] No ocultaré las reservas que desde México se pueden expresar sobre el título. En primer lugar, el anglicismo “línea” que resulta irritante. No se trata de ninguna manera de una línea sino de verdaderas murallas, a la manera de la muralla china, o de la muralla del oprobio que pretendió levantar Trump, con todo su carácter hostil y humillante, interpuestas contra los derechos de las personas de la diversidad sexual, por el integrismo, aliado al conservadurismo y al oportunismo político planetario, disfrazado de defensa de los niños, de las costumbres, de la tradición, del plan de dios, de la especie. O las murallas levantadas en Israel para asfixiar a los habitantes nativos, mismas que, aunque no se mencionan en el libro, los efectos son palpables en las problemáticas identitarias y emocionales de los israelíes gays de origen árabe. Nosotros en México lo palpamos cuando se produjo la manifestación del “Frente Profamilia” y estuvimos encapsulados por la policía mexicana frente al Ángel de la Independencia.

[2] He convivido con compañeros durante mucho tiempo y, para mi enorme sorpresa, solo después de muchos años me entero de que son gays. Siempre pensé que eran bugas. Ocultaban su identidad. Preferían no “quemarse” con un gay abierto. No querían estrechar una relación con un gay abierto... El solo hecho de mostrar lazos de amistad los comprometería. Ahora que los veo en bares, no me interesa saludarlos. Me dicen que les alegra verme después de tanto tiempo: son closeteros que saludan en el bar; no en la vida pública, en la vida académica.

[3] Aunque se trata de una construcción pequeña, el equivalente en México sería un cuarto de azotea.

[4] «Poutine reconsidère son approche de l’Ukraine. Il a franchi une ligne psychologique, il est désormais prêt à infliger beaucoup plus de dégâts à l’ensemble de l’Ukraine.» C’est dans ce contexte, et pour répondre à l’impatience des pro-guerre, que s’inscrit aussi la nomination, samedi, d’un nouveau chef de l’«opération militaire spéciale» en Ukraine, l’impitoyable général Sergueï Sourovikine, le «boucher d’Alep», surtout connu pour avoir ordonné des bombardements indiscriminés en Syrie et commis des crimes de guerre en Tchétchénie.” Ces «frappes délibérées de la Russie sur l’ensemble du territoire ukrainien et contre des civils, c’est un changement profond de la nature de cette guerre», a commenté pour sa part Emmanuel Macron. «Poutine est désespéré à cause des défaites sur le champ de bataille, et il utilise le terrorisme des missiles pour essayer de changer le rythme de la guerre en sa faveur» La Russie joue la surenchère contre les civils ukrainiens – Libération (liberation.fr)

[5] Un expolicía y su pareja arrestados en Dominica: “relataron a los medios estadounidenses que estuvieron retenidos durante diecinueve horas en una celda oscura plagada de insectos sin luz, agua ni lavabo: «Nos insultaron durante toda la noche. Nos hicieron desfilar como si fuéramos una cosa rara» (Gevisser, 2022, p. 276). La policía los amenazó con realizarles exámenes rectales; la gente «estaba gritando y protestando en la calle» cuando entraron en el juzgado, donde los jueces los llamaron «canallas» y «vagabundos» (Gevisser, 2022, p. 331).

[6] Lo cual coincide con la declaración de Fadi, un palestino avecindado en Jerusalén: «Sí, puede que Tel Aviv sea la ciudad más gay del mundo, y puedo pasearme como me dé la gana aquí. Pero Tel Aviv es una burbuja. Fuera de sus fronteras me meto las manos en los bolsillos». (Gevisser, 2022, p. 365)

[7] “He hecho todo lo posible por exigirle al Estado un certificado de nacimiento para dos mamás. Mi esposa, mi hija y yo nos lo merecemos. Ya pasaron seis años y estamos luchando por presentar todavía otro amparo. Incluso si es desde el hospital o desde mi lecho de muerte, exigiré el certificado para Sabina». (Gevisser, 2022, p. 327).

[8] « Pour pouvoir annoncer qu’on fait une «opération militaire spéciale» dans le but de «dénazifier les Ukrainiens en train de commettre un génocide contre le peuple russe du Donbass», il fallait évidemment réduire définitivement au silence toute voix discordante. C’est le point d’aboutissement de toute une construction idéologique patiemment bâtie année après année. Il y a un lien entre la justification historico-théorique de l’invasion de l’Ukraine et la dissolution de Memorial. Les deux choses sont étroitement liées. »  Le Nobel de la paix 2022 pour Memorial : «Un signe d’espoir, d’avenir» – Libération (liberation.fr)

[9] “Todo esto que le estoy contando genera estrés y discusiones entre Martha y yo… tristeza, desesperanza, frustración… Nos ha invadido todo… Ay, Mark, supongo que por eso no le contesté. No sabía cómo decirle. Lo que estamos viviendo me lastima profundamente. Deje que me vaya y fume un cigarrillo, pues estoy llorando otra vez». (Gevisser, 2022, pp. 326-327)

[10] Locabulario: lenguaje y opresión. México: Colectivo Sol, 2022.

[11] “Como se dijo en un artículo en el periódico Haaretz: «Un momento, ¿no celebró Israel un mes del Orgullo espectacular? ¿Es [el gobierno] amigable con el colectivo LGTB o no?» 301. El Estado israelí estuvo invirtiendo grandes cantidades en Tel Aviv como destino turístico gay internacional desde 2010, cuando anunció por primera vez una campaña de ochenta y ocho millones de dólares para este fin. La semana del Orgullo en Tel Aviv estuvo organizada y financiada por el departamento de promoción de la ciudad. Esto era bueno tanto para los negocios —en 2013 atrajo a veinte mil turistas internacionales al país— como para la propaganda, ya que, a través de su apoyo a los derechos LGTB, el país se promocionaba como un oasis de libertad: la única democracia en un barrio peligroso.” (Gevisser, 2022, pp. 346-347).

[12] Un enfermero palestino, Fadi señala que “Un país ocupante no puede celebrar la libertad a la vez que se la niega a toda una nación. Un país racista no puede celebrar la diversidad. No voy a ser partícipe de esta proyección ni de estas celebraciones. Espero que vosotros tampoco» (Gevisser, p. 363)

[13] “Villamil y otros críticos acusaban a Peña de intentar hacer pinkwashing sobre el pésimo historial que tenía en cuanto a los derechos humanos —el término se utilizaba en los medios de comunicación mexicanos; lo habían tomado prestado del debate sobre Israel y los derechos LGTB...” (Gevisser, 2022, p. 325).

[14] Gewisser lo cita: “El presidente de Brasil Jair Bolsonaro apuntó al dólar rosa —un contribuyente significativo a la economía turística del país— cuando dijo a los periodistas en abril de 2019 que, aunque daba la bienvenida a los turistas sexuales heteros a su país, «no podemos permitir que este lugar se vuelva conocido como un paraíso del turismo gay. Brasil no puede ser un país del mundo gay, del turismo gay. Tenemos familias». La línea rosa (Gevisser, 2022, p. 336).”

[15] Citando a Dennis Altman, Gevisser señala que: “Las personas gais en todo el mundo llevaban la misma ropa e imitaban los mismos estilos, bailaban la misma música, veían el mismo porno, aspiraban a un estilo de vida hecho para los consumidores estadounidenses. Los desfiles del Orgullo que se multiplicaban por todo el planeta celebraban también una mitología de la liberación estadounidense.” (Gevisser, 2022, p. 338)

[16] Tabasco, Guerrero y Tamaulipas, fueron en 2022 los tres últimos estados en aprobar el matrimonio universal. Con ello se cerró un largo y tortuoso camino para la aprobación de un solo aspecto de los derechos que tradicionalmente le han sido negados a la comunidad LGBTTTI: un camino que dio fuerza a las comunidades de los Estados. un ciclo que fungió creó conciencia de la violencia simbólica que se ejerce contra los miembros de la diversidad sexual en la república mexicana.