Del
cuerpo que se representa al cuerpo que se siente. Georges Vigarello
y el estudio del cuerpo en la historia
From the Body that is Represented to the Body that is
Felt. George Vigarello and the Study of the Body in History
Genevieve Galán Tamés[1]
https://orcid.org/0000-0001-8097-4881
Resumen:
El
cuerpo se ha convertido en uno de los lugares privilegiados para el estudio de
la sociedad y los individuos. El texto parte del interés de observar los rumbos
que ha tomado la historia del cuerpo en años recientes con el fin de apreciar
tendencias, temáticas y problemas de investigación. El artículo se enfoca en el
caso del historiador Georges Vigarello con el
propósito de reflexionar sus estrategias de investigación. El texto muestra que
son principalmente dos los requisitos que se imponen a las investigaciones
históricas de los últimos años: hacer aparecer la “experiencia” del cuerpo y
traer a escena efectivamente al cuerpo en las investigaciones que lo hacen su
objeto de estudio o que adoptan esta perspectiva de análisis.
Palabras clave: historiografía del
cuerpo, historia del cuerpo, giro corporal, Georges Vigarello
Abstract:
The text is
based on the interest in observing the directions taken by studies of the body
in recent historiography, which makes it its subject of study. The essay is
divided into three sections; the first two attempt to outline a general
panorama of historical studies on the body, highlighting some trends and
problems. The second focuses on the case of the historian Georges Vigarello, in order to ground the
observations of the first sections.
Keywords: Body, Historiography, History of
the Body, George Vigarello
Recibido:
6 de agosto de 2021
Aceptado:
31 de enero de 2022
El
presente texto parte del interés de observar los rumbos que han tomado los
estudios en torno al cuerpo en la historiografía reciente que lo hace su tema
de estudio. Concretamente me interesa observar algunas de las principales
tendencias temáticas, el tipo de retos o problemáticas que persisten y las
estrategias de investigación enarboladas a partir de ello.
En las últimas décadas, a raíz del llamado “giro
corporal”, hemos asistido a la entronización del cuerpo como uno de los lugares
privilegiados para el estudio de la sociedad y los individuos. El
“cuerpo” ha sido problematizado, desestabilizado y transformado en una
categoría analítica central de las humanidades y las ciencias sociales. En esta
transformación la importancia del cuerpo para los individuos y las sociedades
humanas ha sido ampliamente argumentada.
Otros trabajos han abordado la emergencia del cuerpo como
objeto de estudio de la disciplina histórica y las justificaciones que se han
ofrecido para
legitimar al cuerpo como un objeto de estudio importante para la comprensión
del pasado, de modo que no trataré ese punto en este artículo (Galán,
2009).
Por ser revelador de lo social, de lo cultural, de lo político y hasta de lo
económico, el cuerpo ha ganado terreno como un objeto y tema legítimo, como
elemento heurístico del pasado y las múltiples formas de aprehenderlo.
Para intentar pensar este asunto,
este texto está dividido en tres apartados. El primero y el segundo intentan
trazar un panorama general de los estudios históricos en torno al cuerpo,
subrayando algunas tendencias y problemas persistentes. El tercer apartado se
enfoca en el caso del historiador del cuerpo, Georges Vigarello,
con el fin de aterrizar de modo más esclarecedor las observaciones del primer
apartado.
Aunque no es asunto de este artículo, conviene hablar
brevemente de la motivación que hay detrás de este interés: ¿por qué sería
pertinente observar el rumbo que ha tomado la historia del cuerpo en términos
historiográficos? A
finales de la década de 1980 fue palpable la multiplicidad de enfoques
dedicados al estudio del cuerpo y de fuentes con las que hacer la historia del
cuerpo.[2]
La impresión dominante en este contexto era que la historia del cuerpo era un
rompecabezas en construcción (Ripa, 2007, pp. 47-54). Para investigadores del
tema, este “boom” de los estudios del cuerpo revela varias coyunturas. Memmi
(2014), por ejemplo, comenta que este “boom” atestigua el descubrimiento (o
redescubrimiento) a mediados del siglo XX de la dimensión física-corporal de
los agentes sociales como algo de suma importancia para pensar e integrar al análisis
académico, pero también a la cotidianidad.
Si bien, en la década de 1990 y el primer decenio del
siglo XXI esta línea temática se consolida, también en este período los
cuestionamientos comienzan a surgir. Por ejemplo, alrededor de 1990 aparecen
críticas desde el ámbito historiográfico que objetan que el cuerpo en las
investigaciones históricas aspire únicamente a ser representación y discurso. Desde esta
perspectiva se señalaba que los cuerpos comen, trabajan, sufren y mueren
(Duden, 1992, p. 471). Las historias de los cuerpos –en palabras de Dorinda Outram (1993, p. 349)—
flotaban sin encarnarse nunca en la experiencia individual. Las críticas
sirvieron para considerar el tema de la experiencia corporal como algo
importante por hacer en la historia del cuerpo y mostraron al mismo tiempo la
dificultad de integrar esta dimensión al análisis histórico.
Asimismo, es también en estas décadas de auge que uno de
los obstáculos mayores para la historia del cuerpo se revela: el “horror” de lo
fragmentario e inasible del cuerpo como objeto de estudio (Memmi, Guillo y
Martin, 2009). Es decir, el cuerpo, a pesar de ser una veta de incursión a
fenómenos sociales diversos y múltiples problemas, no se deja “atrapar” de
manera fácil en las investigaciones históricas. No hay ninguna duda que estamos
en nuestros cuerpos: sentir, actuar, hablar o pensar implica que tenemos un
cuerpo a nuestra disposición. Empero, esta evidencia silenciosa y estructurante
del cuerpo, que nunca interrogamos en nuestra vida cotidiana, se vuelve opaca y
extraña, cuando intentamos aproximarnos desde una forma disciplinar
(particularmente de modo histórico). Ya que es a partir del cuerpo (con nuestro cuerpo) que nos lanzamos a
la conquista epistemológica del mismo, actuando como si fuera externo a uno
mismo (Levine y Touboul, 2002, p. 11).
A modo de síntesis, Rafael Mandressi
dice que el “cuerpo” y la historia del cuerpo han pasado de ser un objeto sin
historia, a una historia sin objeto (2009, pp. 143-169). De ahí que, a unos
decenios del llamado “giro corporal” en la historiografía, se imponga un
momento reflexivo representado por las siguientes preguntas: ¿qué implica
entonces hacer historia del cuerpo?, ¿en qué sentido el cuerpo –como objeto de estudio— necesita ser aprehendido de manera
diferente por el historiador?, ¿son todas las historias que se cobijan, o se identifican
con la palabra “cuerpo”, historias del cuerpo?, ¿es el “cuerpo” un objeto imposible
de la disciplina histórica?, ¿qué estrategias utilizar para aprehenderlo en el
tiempo y hacer frente a su polisemia?, y ¿cómo encarnarlo en la escritura
académica?
Estas preguntas –que dejo abiertas– sirven
como introducción a la segunda pregunta de esta digresión: ¿por qué
sería pertinente observar algunos rumbos que ha tomado la historia del cuerpo
en términos historiográficos?
Considero, a ese respecto, que la reflexión de índole historiográfica sobre la
historia no debe ser una actividad secundaria que realizan algunos
historiadores, sino que más bien debe ser una condición de posibilidad para la
investigación histórica (Mendiola, 2000). Los estudios en torno al cuerpo y la
corporalidad son sintomáticos de las preocupaciones de las sociedades
contemporáneas en cuanto que revelan el creciente interés de un campo de
estudio que ha tenido un importante aumento en las últimas décadas. Sin embargo,
como campo de estudio, y desde las consignas anteriores, es necesario que reflexione
sobre sí mismo para indagar aún más las maneras en las que se ha estudiado el
cuerpo y cómo es posible hacerlo desde la historia.
I. Un panorama general
Antes de lanzarnos a este panorama (que más que
panorama se ofrece como un diagnóstico fragmentario), cuya pretensión es
señalar tendencias generales en los últimos años y problemáticas persistentes,
conviene nuevamente hacer dos aclaraciones. En primer lugar, cuando hablo de historia del cuerpo, ¿a qué me refiero? Uno de los términos principales que utilizo en
este texto, y cuya finalidad es la de agrupar y sistematizar la lectura de libros
de historia y obras, es el de historia
del cuerpo. En el caso de la
disciplina histórica, hacer historia del cuerpo ha consistido (aquí estoy
generalizando burdamente) en un modo de pensar sobre el cuerpo que busca
mostrar las representaciones y prácticas corporales en su contexto histórico.
Sin embargo, no es algo claramente definido, ya que el estudio del cuerpo
coincide o se mezcla con otros intereses temáticos (como
la historia de la medicina, el género o la sexualidad, por mencionar algunos
rubros). Willemijn Ruberg (2020) plantea que la historia de cuerpo puede
considerarse ya como un campo específico porque hoy es una línea de
investigación con sus propias revistas, volúmenes temáticos, coloquios y seminarios
(p. 9).
Si bien, por historia del cuerpo podemos entender en
términos muy vagos a los textos de historia producidos académicamente que hacen
del cuerpo su objeto de estudio, la idea misma de historia del cuerpo como una
empresa temáticohistoriográfica mucho más amplia
dentro del quehacer histórico dedicada al estudio del cuerpo se consolidó en un
momento posterior a la publicación de los primeros trabajos históricos en torno
a este tema.[3] Es a
inicios del siglo XXI cuando observamos que esta empresa historiográfica se
consolida cuando se identifica como una línea temática particular dedicada a
pensar procesos históricos desde una perspectiva singular: la corporal.[4]
Es bajo esta luz que ciertas obras históricas anteriores (y posteriores)
adquieren una especial significación historiográfica al ser reposicionadas como
parte de una amplia línea de investigación que es la “historia del cuerpo”. En
ese sentido, en lo particular, entiendo por “historia del cuerpo” la reflexión
y el estudio del cuerpo desde el quehacer histórico e historiográfico. Hacer
historia del cuerpo implica preguntarse cómo cambia la comprensión de determinados
fenómenos históricos si son examinados a la luz de la perspectiva corporal, o
bien, haciendo de la categoría “cuerpo” el criterio de análisis privilegiado.
De igual modo, las tendencias y problemáticas
desglosadas a continuación obedecen principalmente a la lectura de obras
históricas publicadas sobre todo en los últimos veinte años. Tomo como punto de
partida temporal la publicación de los volúmenes Historia del cuerpo humano (Corbin, Courtine y Vigarello, 2001), por
su carácter de síntesis del tipo de historia del cuerpo que se venía haciendo
hasta ese momento. En ese sentido, señalar la multitud de líneas temáticas sería
una labor por mucho interminable. En este texto sólo me limito a algunas de
ellas. La selección no es exhaustiva y tampoco imparcial, obedece a la
intención de resaltar el dinamismo de un objeto poliédrico. Asimismo, estas
menciones persiguen un mero fin descriptivo en aras de trazar un panorama que
posibilite ubicar al lector en la discusión.
¿Hacia dónde se han movido las discusiones? ¿Se han
separado mucho de aquellos trabajos pioneros de carácter histórico en torno al
cuerpo? La respuesta es a la par afirmativa y negativa. Veamos a continuación
por qué: observamos en ese sentido una proliferación de trabajos vinculados a
la historia del género, la sexualidad, la belleza o las apariencias y la
medicina desde la perspectiva corporal (por mencionar un ejemplo: Pardo-Tomás,
Zarzoso y Menchero, 2018). Lo anterior no es extraño,
ni nuevo, en cuanto que el interés por el cuerpo se ha mezclado con estas
líneas temáticas y en muchos casos ha partido de éstas (Hamilakis,
Pluciennik y Tarlow, 2002).
La particularidad aquí quizá sea la exigencia enfática de trabajar
explícitamente desde el registro corporal, es decir, a partir del cuerpo mismo
como categoría analítica central y la experiencia histórica de la corporalidad como
una perspectiva que permite privilegiar el aspecto experimental/experiencial
del pasado humano. Lo anterior es entendido por quienes se ocupan de la historia
del cuerpo –tal es el caso de Nora Doyle (2018) – no como el estudio de
aspectos fácticos que acontecen a y en los cuerpos desde un punto de vista
biológico o fisiológico, sino como los modos en que los discursos dominantes en
torno al cuerpo y las experiencias corporales son significados por los sujetos
históricos. Textos como los de Doyle (2018) y Marissa
J. Fuentes (2016), por ejemplo, hacen suya esta exigencia e intentan trabajar
con testimonios de cómo los sujetos históricos experimentan sus cuerpos;
confrontando “representaciones” e “imaginarios” con “prácticas” y
“experiencias”.
Trabajos como los coordinados por Pardo-Tomás, Zarzoso
y Sánchez (2018), Doyle (2018) y Fuentes (2016) atestiguan el importante papel
que sigue teniendo el estudio de las representaciones del cuerpo, para lo cual
se exige miradas filosóficas, históricas, críticas y circunscritas a
perspectivas de análisis más específicas, tales como lo racial, lo colonial, lo
masculino, lo femenino, lo monstruoso, entre otros. Estas perspectivas
particulares dan cuenta del interés por mostrar cómo el cuerpo históricamente
se mira a través de distintos prismas igualmente importantes. Si algo muestra
la historia del cuerpo es que es un campo que intrínsecamente tiene numerosas implicaciones
en múltiples aspectos de la vida humana: económicos, políticos, archivísticos,
etc. Outram (1993) se interrogaba hace un tiempo a
propósito de qué clase de categoría analítica era el cuerpo: ¿es éste –más que
una categoría— un hecho natural irreductible, el sine qua non de la historia, debido a que todos los acontecimientos
de la historia son producidos por seres incorporados (seres con cuerpo)? O bien,
¿es un objeto ineludiblemente cultural, capaz de una infinita y constante
maleabilidad y redefinición? (p.348) Outram abría
otras preguntas: ¿cuáles eran las implicaciones de adoptar alguna de estas dos
definiciones o las dos, de lo que es el “cuerpo”? ¿Ha de funcionar el “cuerpo”
como una categoría universal de comprensión? Más adelante retomaré esta
inquietud.
De igual forma, otra tendencia interesante a partir de
inicios del siglo XXI ha sido la de las grandes obras colectivas y de síntesis,
bajo la dirección de connotados historiadores o grandes sellos editoriales; en
las que, a partir de un punto de encuentro y metodologías diversas, varias
miradas –en ocasiones multidisciplinarias— en torno al cuerpo se suman y
conjugan para ofrecer una mirada global y contextual (véase por ejemplo: Hillman y Maude, 2015; Bynum y Kaloff, 2014; Toulalan y Fisher, 2013; Rubial y Bieñko,
2011; Pitts-Taylor, 2008; y Marzano, 2007). Citando nuevamente a Outram (1993), vemos que el “cuerpo”, como nunca antes, emerge como un tema en boga; y, por lo mismo,
trazar las constelaciones a las que está sujeto se convierte en un camino
arduo. Obras como la de Toulalan y Fisher (2013)
tienen como fin explícito trabajar una misma dimensión de lo corporal en
distintos períodos históricos. En compilaciones como la de Rubial y Bieñko (2011) se nota un esfuerzo por evitar cierta
dispersión temática y/o metodológica, común a muchos de estos trabajos. En
obras como la de Bynum y Kaloff
(2014) el trabajo editorial de los textos que conforman los volúmenes no es muy
claro, salvo por el hecho de hacer del cuerpo su objeto de estudio y pretender
agrupar en un mismo volumen o colección panoramas generales en torno a un tema
o un período; o bien, ofrecerse como obras de consulta y referencia. Además de
que son necesarias y útiles, también materializan la idea del cuerpo como un
objeto poliédrico y la tarea de su escritura histórica, como la hidra de muchas
cabezas.
Vinculados a giros recientes —y coetáneos al del mismo
cuerpo—, como el llamado “giro espacial” y el “giro afectivo”[5],
encontramos asimismo investigaciones en ese tenor (por ejemplo, el texto que
compilan Boito y Grosso, 2010). La particularidad de estas
ha sido la de pretender subrayar el carácter “vivo” y dinámico del cuerpo y la
corporalidad en diferentes contextos históricos. En este registro vemos cómo
aparecen, por un lado, trabajos vinculados al tema del cuerpo, el espacio y el
movimiento (Fuentes, 2016). En estos resalta el papel del cuerpo y la
experiencia corporal como un archivo complementario para el historiador. Lo que
historiadoras como Fuentes (2016) llaman una “perspectiva sensorial”, se ha
centrado en el posible desplazamiento urbano del cuerpo y lo que ese cuerpo
pudo haber experimentado.
Por otro lado, en décadas recientes se constata un
importante auge en obras que versan sobre el cuerpo en la historia de los
deportes y la educación física. Estas temáticas han ofrecido una veta sugerente
para adentrarse al tema de las disciplinas/tecnologías corporales (tema
grandemente explorado a raíz de los trabajos de Foucault), el yo (y su
fabricación) y cómo son significadas las prácticas corporales. En el caso de la historia de los
deportes, se ha subrayado cómo con el surgimiento del deporte moderno se
inventan espacios de práctica corporal y nuevas cualidades de los cuerpos (por
mencionar dos ejemplos: Vebrugge, 2017 y Gleyse, 2010).
Por último, las investigaciones a propósito del
cuerpo, las sensibilidades y emociones han experimentado de igual forma un auge
significativo. Este último campo ha probado estar fuertemente en auge, en razón de tendencias temáticas dentro de las disciplinas
humanas y sociales, el contexto presente que enfatiza la importancia del papel
de las emociones socialmente, y evidentemente el carácter físico e histórico
del cuerpo mismo, que lo vuelve el vector privilegiado para el estudio de las
emociones al ser el lugar donde éstas se manifiestan e interpretan (Boito y Grosso, 2010; Boquet y
Nagy, 2015; Corbin, Courtine
y Vigarello, 2016). De tal suerte que, en mi opinión,
en lugar de hablar de una perspectiva emocional, afectiva o sensible para mirar
al pasado, podamos hablar más bien de una perspectiva corpo-afectiva,
en cuanto que no puede prescindirse de pensar el cuerpo para hablar de las
emociones.
II. Reflexiones
teórico-metodológicas
Con
la descripción de las líneas temáticas se suma la observación de las
reflexiones teórico-metodológicas presentes o ausentes, pero siempre
implícitas. Retomaré ciertos aspectos que me interesa subrayar. Una de las
tensiones constantes al historiar el cuerpo tiene que ver con el tipo de preguntas
que este objeto abre: ¿cómo definir el cuerpo en las investigaciones
históricas?, ¿cuáles son las particularidades de estudiar el cuerpo históricamente?,
¿cómo definir el cuerpo teóricamente?, ¿es necesario hacerlo en las
investigaciones que lo hacen su objeto de estudio?, ¿en qué sentido el cuerpo –como objeto de estudio— necesita ser aprehendido de manera
diferente por el historiador?
De entrada, observamos que el concepto de cuerpo representa
a la vez un indicador (por tratarse de una densidad biológica compartida por
los seres humanos a través del tiempo) y un obstáculo en este tipo de estudios
(ya que cada época histórica y registro discursivo asignan un significado,
características y atribuciones diferentes a la palabra/noción cuerpo). En
algunos casos estos significados no tienen forzosamente que ver con este cuerpo
“propio”, biológico y somático del ser humano. Georges
Vigarello (2006), en ese sentido, señalaba que
nuestro porte, nuestras maneras de movernos, de pararnos, de expresarnos, de
comportarnos son dependientes, en gran medida, de ese cuerpo representado,
“mentalizado”, construido culturalmente, el cual imaginamos como una invariante
antropológica absoluta de todo ser humano. No obstante, a pesar de
que el cuerpo es el lugar de las paradojas –por la alteridad que puede llegar a
representar– y de significaciones históricas cambiantes, se subraya asimismo el
hecho de que no existe otra manera de pensar la corporalidad de los otros más
que desde el sitio de la propia experiencia corporal (Courtine,
Corbin y Vigarello, 2001).
Como lo señalaba Duden (1992), existe hasta cierto punto una imposibilidad para
pensar la corporalidad pasada desde un lugar que no sea el nuestro (p. 471).
En ese sentido, hago eco de una afirmación que hace el
filósofo e historiador Bernard Andrieu (2006): no es
suficiente describir al cuerpo para aprehenderlo, así como tampoco es
suficiente estudiarlo en aras de lograr describirlo. Para Andrieu
mantener una brecha entre describir, estudiar, aprehender –y ser consciente de
ésta– es esencial para evitar la acumulación de datos o teorías abstractas sin
metodología, problemática y rumbo con las que investigar sobre el cuerpo. Para
investigadores como Corbin, Courtine
y Vigarello (2001), incluso, la pregunta por el
cuerpo debe ser siempre radical: estudiar el cuerpo implica “considerar, en
definitiva, que existen unos recursos de sentido allí donde no parecían
existir.” (p.19)
Para el sociólogo David Le Breton (2002) uno de los
pasos esenciales al momento de aproximarse al estudio del cuerpo radica en
establecer una definición del cuerpo que estudia –en su caso– la sociología
o la teoría social (un cuerpo bien diferente a aquél que observa el médico o el
biólogo). Es decir, es importante precisar de qué objeto “cuerpo” estamos
hablando. La tarea del investigador en ese sentido consiste en identificar la
“naturaleza del cuerpo en el que piensa interrogar las lógicas sociales y
culturales de que este es objeto” (p. 34). Le Breton objeta que las
investigaciones han privilegiado lo que el cuerpo pone en juego, empero, el
referente “cuerpo”, en muchos casos (y como también notaba Outram),
no plantea interrogantes o mayores reflexiones.
¿Por qué podría ser importante definir el cuerpo (en
las investigaciones), si en teoría todos poseemos uno? Desde la óptica de Le
Breton y otros investigadores, la precisión conceptual (si es que esta es
posible) facilitaría y sistematizaría los estudios en torno al cuerpo. Además,
la importancia de los conceptos radica en que son términos que en las ciencias
sociales y en las humanidades se vuelven indispensables para la autodescripción
de la estructura social, para enmarcar los objetos de estudio (señalar
distinciones) y facilitar la socialización de las investigaciones (guiar al
lector en su lectura y hacerlo ver lo que nosotros queremos que vea) (Mendiola
y Torres, pp. 9-14).
El reto no es menor en el caso del “cuerpo”: ¿cómo
hacerlo? En ese sentido, ¿para aproximarme al estudio del cuerpo (para hacer la
historia del cuerpo) basta únicamente con que yo planteé esta intención (mencione la palabra o el concepto sin jamás precisarlo) o,
por el contrario, el estudio del cuerpo exige del investigador esta precisión
conceptual?
En contraposición al argumento anterior, el sociólogo
Bruno Latour (2004) replica que:
El cuerpo no es una residencia provisional de algo
superior –un alma inmortal, el pensamiento universal– sino lo que deja una
trayectoria dinámica mediante la cual aprendemos a registrar y a hacernos
sensibles a aquello de lo que está hecho el mundo. […] Esa es la gran virtud de
esta definición: no tiene sentido definir el cuerpo directamente, sino sólo
sensibilizarlo a lo que son estos otros elementos. Al concentrarse en el
cuerpo, se le dirige a uno inmediatamente (o mediatamente, mejor dicho) a
aquello de lo que del cuerpo se ha hecho consciente. […] “nuestro cuerpo es la
instancia palmar de lo ambiguo” (p. 206).
Para
aproximarse a esta cuestión, Latour sugiere teorizar no el cuerpo en sí, sino
el “modo de hablar sobre el cuerpo” (“body talk”), es decir, las muchas maneras en las que el
cuerpo participa en distintas discusiones; prestando atención a las condiciones
que permiten movilizar el cuerpo en nuestros estudios. Si bien la anotación de
Latour va dirigida hacia otro campo, su señalamiento es importante para pensar
la historia del cuerpo y la disciplina histórica misma. En el caso del cuerpo
los problemas de su conceptualización y su estudio se mezclan irremediablemente
con aquéllos de su puesta en
narrativa (es decir, la socialización escrita de la investigación). La
escritura también lo aprehende.
Abonando a lo anterior, Andrieu
(2006) sostiene en ese mismo tenor que es necesario tratar de pensar el modo en
el que el saber sobre el cuerpo se constituyó. Desde este planteamiento
podríamos lanzar la siguiente pregunta: ¿cómo nuestro conocimiento
(historiográfico) del cuerpo se vuelve posible? Andrieu
señala que es preponderante pensar cuál es el concepto de cuerpo trabajado por
cada especialidad. Para ello es importante conocer la gramática específica de
cada disciplina y mostrar cómo el cuerpo es fabricado como tema de
investigación. Escribir al cuerpo, en sus palabras, consiste en preguntarse
constantemente: ¿por dónde abordar al cuerpo?, ¿cómo abordar al cuerpo?, ¿cómo
describir al cuerpo?, ¿quién habla por el cuerpo?, ¿qué queremos que nos diga
el cuerpo?, ¿qué queremos instituir a través de éste?
Ciertamente, no es posible esbozar una ruta que
resuelva todos los problemas de análisis en torno al cuerpo como objeto de
estudio de la historia. Cada temática plantea sus propias problemáticas y exige
los modos de abordarlas. Personalmente no tengo una respuesta definitiva, sin
embargo, me quedo con el siguiente planteamiento del texto de Le Breton, La sociología del cuerpo (2002). Ahí, el
sociólogo señala que el cuerpo es una dirección de investigación, no una
realidad en sí. Pregunto y dejo la interrogante abierta: ¿podría ese
señalamiento ser una definición misma del objeto cuerpo para la historia y las ciencias
sociales?
III. Georges Vigarello
y la historia del cuerpo: estrategias de investigación
Para
matizar o pensar aún más las preguntas anteriores, conviene encarnarlas en un
historiador: Georges Vigarello (1941- ). Vigarello es reconocido como uno de los colaboradores más importantes
en el estudio del cuerpo históricamente. Se diplomó originalmente en educación
física, y luego realizó estudios en filosofía e historia. Actualmente es
director honorario de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales (EHESS, París), codirector del Centro de
estudios transdisciplinarios Edgar Morin y miembro del Instituto Universitario
de Francia, entre otros. Durante un largo tiempo Vigarello
dirigió un seminario dedicado la historia del cuerpo y las prácticas corporales
en la EHESS (París) ¿Puede este caso servir de
generalización? O bien, ¿servir para apuntalar mejor lo anotado en el inciso
anterior? En este apartado me interesa observar particularmente las
“estrategias de investigación” que este historiador del cuerpo ha desarrollado
en la múltiple bibliografía que, directa o indirectamente, ha consagrado al
tema del cuerpo. Por
“estrategia de investigación” entiendo las premisas, las teorías, los métodos,
los conceptos, etcétera, que hacen inteligible
el objeto de estudio del historiador (en este caso el cuerpo), al tiempo
que posibilitan el análisis, la explicación y la comprensión de un tema. Es
decir, por “estrategia de investigación” se pueden entender también todas
aquellas herramientas que ayudan al historiador a posicionarse frente a un
objeto de estudio y dar cuenta del mismo (sin que esto
suponga un control total, solo un modo de afrontar situaciones de
investigación). En el caso de los libros
de historia me interesa pensar: ¿cuáles son los presupuestos que flotan al
interior y alrededor del texto? Y, sobre todo: ¿cuáles son las estrategias de
investigación que se están utilizando para aprehender el cuerpo en la historia?
¿Por qué Georges Vigarello?
Además de la notoriedad que este historiador ha adquirido en este campo, que lo
vuelve una elección válida, me interesa analizar su caso por dos razones: a) en
primer lugar, por el hecho de que muchas de sus obras han contribuido a moldear
el panorama, las herramientas y los métodos de la historia del cuerpo; b) en
segundo lugar, porque es un historiador que ha trabajado el cuerpo desde los
inicios del llamado “giro corporal” y que continúa hasta la fecha ocupándose de
éste. Lo anterior permite observar cómo este investigador y sus trabajos
“dislocan” al objeto; cómo cambia su mirada, sus intereses, sus temas, sus
preguntas y sus estrategias. En ese sentido, y a modo de breve presentación, Vigarello ha realizado importantes investigaciones en torno
a la evolución de las prácticas y representaciones del cuerpo a lo largo de la
historia y mediante distintos temas como la belleza, la salud, el deporte, la
pedagogía, la obesidad, entre otros.[6]
El estudio del cuerpo es importante para este
historiador puesto que “es el primer espacio donde se imponen los límites
sociales y psicológicos” que moldean las conductas de los hombres; “es el
emblema donde la cultura inscribe sus signos como si fueran blasones” (2005a,
p. 9). De ahí que muchas de sus investigaciones están guiadas por el interés de
mostrar un cuerpo que se construye social y culturalmente. En sus primeros
trabajos Vigarello (1991) hace patente el hecho de
que la manera de relacionarnos con nuestro cuerpo, de experimentarlo, forma
parte de lo que Norbert Elias llamó el “proceso de
civilización”. A grandes rasgos, puede decirse que las historias del cuerpo de Vigarello constituyen (por lo menos las de las décadas de
1980 y 1990) la exposición de un lento proceso de conquista de una subjetividad
corporal. Por ende, una de sus pretensiones al hacer la historia del cuerpo
(cierta historia del cuerpo) es, hasta cierto punto, dar cuenta de esa sensibilidad perdida.
Según lo apuntaba en 1992, el objeto “cuerpo” no constituye
un campo, ni pertenece a ningún dominio conceptual homogéneo. Más bien es un
objeto que brinda la posibilidad de mirar con profundidad trazos, indicios y
representaciones a lo largo del tiempo. ¿En qué sentido? Para Vigarello la observación en torno al cuerpo puede sugerir
nuevos inventarios e interpretaciones del pasado, dar vida a documentos
olvidados u otorgar unidad a materiales inconexos. El cuerpo como objeto de
estudio representa un corpus de
vestigios con los que hacer historia, al
tiempo que multiplica las informaciones sobre la sensibilidad de una época, un
contexto o una cultura (1992, p. 5).
Lo anterior quizá explique por qué el concepto de
cuerpo es poco reflexionado en sus
libros (mas
no en las entrevistas que se le han realizado).[7]
Para Vigarello (2020), el cuerpo es un concepto
plural y hasta cierto punto ficcional. De ahí que, en lugar de ahondar en torno
a éste como paso obligado metodológicamente, propone el trabajo en torno a los
puntos de unificación del cuerpo o lo que también ha llamado como “esquema
corporal”. Es decir, trabajar en torno a cómo el cuerpo –como idea, concepto,
realidad y noción–ha aparecido unificado a lo largo del tiempo (bajo qué
discursos, qué prácticas, etc.).
Pensando sobre sus propias investigaciones, Vigarello indica que son tres las preocupaciones dominantes
que atraviesan su obra: A) la atención a los cambios en los umbrales de la
sensibilidad a lo largo del tiempo. Este interés se observa en obras como: Corregir el cuerpo (1976), Lo limpio y lo sucio (1985), Historia de la violación (1998) y sus múltiples trabajos sobre el
fenómeno y la práctica deportiva. B) Los desplazamientos en las representaciones
e imágenes del cuerpo, que pueden constatarse en textos como: Historia de la belleza: el cuerpo y el arte
de embellecerse (2005b), La
metamorfosis de la grasa: historia de la obesidad (2013) y El
sentimiento de sí: historia de la
percepción del cuerpo (2016), entre otros. C) Los cambios en las economías,
dispositivos, espacios y técnicas que rodean al cuerpo. Cabe señalar que por lo
general sus historias privilegian una temporalidad extensa (como si el cuerpo,
pero, más que el cuerpo, la sensibilidad perdida, las representaciones e imágenes,
los dispositivos y técnicas sólo pudieran aparecer de ese modo).
Algo característico del estilo de Vigarello
es que por lo general analiza las representaciones y prácticas que dan forma al
cuerpo presentes en discursos que no tienen como objetivo aparente proporcionar
un saber sobre el cuerpo (en este aspecto podemos apreciar la idea de cómo es
el historiador del cuerpo quien construye un corpus para el cuerpo), pero que de manera directa o indirecta lo
constriñe, le da forma, lo dota de una imagen. Al final, lo que se observa es
que estos discursos, puestos o no en relación unos con otros, tienen mucho más
que ver con la manera en la que el cuerpo se piensa y representa históricamente
de lo que se cree en un primer momento. Desde la perspectiva de Vigarello, estos discursos se vinculan al cuerpo porque son
portadores de preceptos que le dan forma, lo cuadriculan y lo someten a normas.
Hay que aproximarse al cuerpo identificando un sistema de discursos, prácticas,
relaciones, técnicas, etc., que permitan otorgarle carne, materia o cuerpo, al
cuerpo.
De igual forma, es interesante notar cómo Vigarello señala que las prescriptivas que rigen las
corporalidades siempre son “razonadas” según la época. En todos los casos se
trata de códigos pensados y legitimados, a pesar de que, hoy en día, muchos de
ellos, casi no tendrían sentido. Lo anterior nos permite observar cómo el
objetivo en estas historias no es el de señalar únicamente rupturas, sino
entender los procesos en su dinamismo. Para Vigarello
un aspecto importante es la distancia que hay entre las distintas imágenes que
proponen un saber sobre el cuerpo y que ofrecen un indicio para trazar lo
nuevo. Es por ello que insiste en que las
corporalidades nunca adoptan ninguna de las prácticas o normas “pasivamente”.
Por ende, uno de los retos al momento de hacer esta historia es el de observar
lo anterior en el marco de las cambiantes imágenes del cuerpo y los “gestos”
que lo ciñen y se desplazan.
En décadas recientes los temas trabajados por Vigarello se han insertado en lo que podríamos llamar el
ámbito del registro de las sensaciones o percepciones corporales y
sensibilidades del cuerpo, según lo testimonian trabajos como los antes
mencionados: El sentimiento de sí y
los tres volúmenes dedicados al tema de la historia de las emociones, Histoire des émotions (2016,
2017), que dirige nuevamente junto con Corbin y Courtine. Temática que en apariencia podría parecer lejana
a su interés en torno al cuerpo. La historia de las emociones, no obstante, se
presenta aquí como aquélla de la lenta construcción del espacio psíquico en la
conciencia occidental; en donde el cuerpo se ofrece como signo, indicio y
reflejo de lo anterior (pp. 5-10). A ese respecto, Vigarello
(2020) comenta que con el cuerpo un tema siempre abre otro tema: ciertos aspectos y
debates toman fuerza en el presente, y llevan al historiador a interrogarlos
históricamente. De ahí que ningún tema este realmente alejado uno del otro.
Ahora bien: ¿qué podemos decir de las múltiples
estrategias que este historiador del cuerpo ensaya en sus obras? En primer
lugar, vemos que la observación de su propio presente no deja de estar ausente
en sus investigaciones. Esta reflexión sobre el tiempo propio le permite
catapultar el tipo de historia que quiere contar y vindica la importancia del
estudio del cuerpo. En la mayoría de sus textos el estudio del cuerpo se
justifica en el sentido en el que éste siempre nos muestra otra cosa. En
definitiva, no se trata del estudio del cuerpo por el cuerpo. Se trata de una
cuadratura particular para observarlo, misma que él construye como una bisagra
para mirar cambios culturales y sociales más amplios. Es posible afirmar que el
trabajo de Vigarello al abordar estos cambios
culturales desde la perspectiva de lo corporal son equiparables al fenómeno
acústico; al rebotar en una superficie regresan a nosotros para devolvernos en
última instancia una cierta imagen del cuerpo y la corporalidad. Parcial sí,
pero imagen al fin.
En lo que concierne al análisis de las
representaciones corporales, Vigarello es atento a
las diferentes imágenes, discursos y miradas colindantes y divergentes que
inciden en los modos de pensar la corporalidad y el cuerpo: “en la medida en la
que la palabra, y no el cuerpo, es la que resulta indispensable al sujeto para
captar lo que, dentro de él, se halla más profundamente escondido” (2005a, p.
237). Dos preguntas atraviesan por lo regular el análisis: ¿cómo se representa
el cuerpo? Y, ¿qué mecanismos ponen en acción esas representaciones? Para él es
importante tener en cuenta las exigencias propias de los diferentes discursos
de cada época, las ideologías vigentes en ellos, y las metáforas utilizadas a
lo largo del tiempo.
En el caso de los discursos Vigarello
se interroga: ¿de qué nos dan cuenta éstos y cómo cambia la exigencia a la que
llaman? Para él la historia del cuerpo sostenida en distintos discursos
históricos debe ilustrar cómo se van añadiendo exigencias nuevas (hasta
volverse más complejas), en qué lugar se manifiestan y cómo éstas se van
transformado (2020). Vigarello es sensible del mismo
modo a las técnicas corporales que produce cada discurso y que se encarnan en
determinadas prácticas y/u objetos. El estudio de éstos puede servir para medir
la efectividad de los saberes y su incidencia en el cuerpo; también para
observar la vigencia, el poder y los efectos de unos discursos sobre otros.
Aquí importa el modo en el que las prácticas se difunden y generalizan, así
como su institucionalización y lo que esta implica.
Una cuestión sugerente que se desprende del estudio de
las representaciones y prácticas corporales es la importancia que Vigarello otorga a la noción de gesto como herramienta conceptual y metodológica en el análisis del
cuerpo. Importa dar cuenta del “gesto” que se
ciñe sobre el cuerpo (y que lo ciñe).
Según se aprecia, Vigarello privilegia principalmente
dos aspectos de los discursos que analiza: por un lado, es atento a las
posibles continuidades en el gesto o las preocupaciones en torno al cuerpo; y,
por otro lado, también observa el cambio, la diferencia en el gesto o las inquietudes
renovadas o inéditas en torno al cuerpo. Pero ¿qué es este gesto para él?, ¿cómo lo entiende?, ¿puede servirnos a nosotros
para estudiar el cuerpo desde otro ámbito? En ese punto Vigarello
es poco explícito. Salvo tal vez cuando señala, en Lo limpio y lo sucio (1991), que el gesto (en ese caso de limpieza), se encuentra conformado por
discursos, saberes y prácticas. Podríamos pensar de ese modo que el gesto designa una actitud, una mirada
compartida, una técnica aprendida y legitimada por un saber. El gesto que se posa sobre el cuerpo revela
para Vigarello toda una concepción del funcionamiento
del mismo cuerpo. Pone en evidencia el conjunto de modelos que regulan los
“comportamientos” corporales de los sujetos, su perfectibilidad y sus recursos.
Aquí nuevamente podemos ver cómo en sus obras en el fondo lo que observa es el
gesto de aseo corporal, el gesto corrector del cuerpo, los gestos de violencia
sexual hacia el cuerpo, etc.
Además de la noción o idea de gesto como los “lentes” para observar algo del cuerpo y la
corporalidad (y por ende al cuerpo mismo, el cual es siempre un cuerpo
fragmentado), en otras de sus obras aparece también la noción de “arte” para
aproximarse al estudio del cuerpo. Esta palabra, que aparece sobre todo en su
obra Historia de la belleza, implica un
desplazamiento o un replanteamiento con respecto a las estrategias que aparecen
en sus primeros trabajos. ¿Qué supone lo anterior? Esta sugerencia en el
título, ¿es algo azaroso?, ¿o por el contrario nos habla de una estrategia
concisa para pensar otros aspectos de cómo puede estudiarse al cuerpo?
Esta noción le permite a Vigarello
trazar una historia de la valorización de las apariencias físicas y sus signos
expresivos, pero también le permite trazar una historia de los medios de
embellecimiento que dan a los sentidos, a los gestos y a los imaginarios
corporales movilidad y elasticidad (Baboulene, 2004).
Pensando la acción de embellecer el cuerpo cómo un “arte”, Vigarello
(2005b) subraya como la apariencia corporal es algo que progresivamente se va
pensando como capaz de reconstruirse, modificarse e inventarse, mediante artificios y cuidados. Esta historia de la
belleza corporal se encarna y canaliza nuestra mirada en dirección a la noción
de “inventar”. En sus palabras: “inventar” significa aquí “reorganizar”,
“rediseñar” (p. 12). De modo que esta historia de la belleza es una historia de
cómo lo bello se inventa, se reorganiza, se rediseña a través del tiempo, o en
una periodicidad concreta, movido por cambios culturales y sociales.
Lo anterior es significativo, pues Vigarello
justifica que, a diferencia de otros trabajos sobre la materia, el suyo es una
historia de la belleza corporal: “expresada por los actores, observada por ellos,
sus normas, sus perfiles, y también la de los medios de embellecimiento o de
conservación de la belleza, los que dan sentido al cuidado, a los ungüentos, a
los afeites, a los secretos” (p.10), etc. Agrupar estos discursos mediante la
noción de “arte” e “invención” le permite asir esta exigencia particular que se
instala en la historia del cuerpo a finales del siglo XX: la de privilegiar la
experiencia de los cuerpos. Por ende, le posibilita hasta cierto punto
restituir esta exigencia de hacer una historia del cuerpo particularizada,
matizada y diferenciada según los cuerpos y no sólo un cuerpo.
Esta exigencia de restituir este “nivel” también se
encuentra presente en El sentimiento de
sí (2016). En este texto, Vigarello observa cómo el presente demanda
más que nunca una arqueología de los efectos corporales. En su diagnóstico
subraya cómo paulatinamente se ha instalado en nuestras sociedades occidentales
una nueva exigencia: la toma de conciencia de sí centrada en el cuerpo. El
cuerpo es más que nunca el espacio para la lectura de sí. Hoy, al parecer, a
través de un trabajo atento de escucha de los índices corporales y de re-sentir la sensaciones corporales
se accede a una lectura profunda del “yo”.[8]
Para Vigarello esta exigencia (y sus implicaciones)
constituye una total ruptura con el pasado, antaño la “percepción interna” se
concibe en completa independencia de lo orgánico (2016, pp. 7-8). Este texto en
particular testimonia los cambios temáticos en las historias académicas de los
cuerpos: de las representaciones del cuerpo al cuerpo que se siente.
Así, las nociones de “gesto”, “arte” e “invención” se
vuelven la punta de lanza del historiador que va en pos
del cuerpo. No es el cuerpo lo que mira (¿cuándo, alguna vez, se mira?), son
los “gestos” que lo encarnan (el gesto de aseo, el gesto de corrección, el
gesto disciplinar), el “arte” que lo moviliza (el arte de embellecerse, el arte
de la silueta) y las “invenciones” que instalan, de repente, en las corporalidades
(la invención de la grasa corporal, la invención del yo).
Con respecto a la puesta en narrativa de sus
investigaciones, Vigarello ha confesado que la
escritura es igual de importante que las fuentes trabajadas. Según apunta en
una entrevista (2020): el historiador batalla por “hacer ver”, por
transparentar una representación corporal, por evidenciar un corpus para el cuerpo, por unir tiempos
y plasmar en ocasiones anécdotas o ejemplos que concentren bien la pulsión de
lo que uno quiere decir. Agrega que lo que busca idealmente es que el lector se
sienta interpelado en su experiencia corporal, en su sensibilidad física; al
tiempo que encuentre un texto fluido, claro, fácil de leer, ligado a los flujos
del cuerpo. Lo anterior exige –a modo de estrategia— gran precisión en el
vocabulario, conceptos y argumentos implementados para encarnar al cuerpo en la
grafía. El cuerpo y sus experiencias existen de otro modo en la escritura del
historiador. Y eso es ya un trabajo sobre nuestro propio cuerpo.
A modo de conclusión
En
estos años de eclosión “corporal” el cuerpo indiscutiblemente ha ganado un lugar
dentro del panorama académico; su estudio, como se ha constatado en lo expuesto
inicialmente, insta a exigencias particulares y abre múltiples preguntas. En mi
perspectiva hay dos requerimientos que se imponen en las investigaciones
históricas de los últimos años, a saber: a) hacer aparecer la “experiencia” del
cuerpo (exigencia que comparten otras tendencias temáticas) y b) traer a escena
efectivamente al cuerpo en las investigaciones que lo hacen su objeto de
estudio o que adoptan esta perspectiva de análisis. Este último punto, a mi
parecer, me parece el más apremiante. En ello recae la posibilidad de que la
historia del cuerpo vuelva a ser una historia con objeto.
Para pensar lo anterior –y sin que parezca “receta de
cocina” – vinculo lo expuesto en los dos primeros incisos con la historia del
cuerpo desarrollada por Vigarello. En su obra, vemos
esta transformación –compartida en otros trabajos sobre el tema–del cuerpo que
se representa, al cuerpo que se siente. ¿Cómo hacer aparecer la “experiencia”
del cuerpo (exigencia de las últimas décadas)? Recapitulando, observamos cómo Vigarello señala que el objeto cuerpo moviliza él mismo los
métodos para estudiarlo. ¿Cómo es esto? Por ejemplo, una primera estrategia
consistiría en interesarse en lo que nos
da cuerpo: en los discursos, en la manera en la que hablamos del cuerpo y
su funcionamiento, de su apariencia, de su valor en determinados momentos, así
como en pensar en las metáforas que lo ciñen; y en las palabras, las frases,
las oraciones que lo piensan. Otra segunda estrategia sería pensar en lo que hace el cuerpo (en lo que hacemos
con el cuerpo), en su irrupción, en su ruido, en su movimiento, etc.; es decir,
en las prácticas y técnicas corporales. Para Vigarello,
las representaciones del cuerpo tienen consecuencias prácticas en las lógicas
de acción corporal cotidianas y por esa razón es fundamental considerar esta
dimensión. Estas estrategias permiten, hasta cierto punto, hacer frente al
problema sobre cómo integrar la dimensión sensible y experiencial, así como
hacer frente a la exigencia sobre cómo definir conceptualmente al cuerpo en las
investigaciones.
¿Cómo traer a escena al cuerpo en la historia del
cuerpo? Vigarello dice que hacer historia del cuerpo implicaría volver presente a este objeto y sus
representaciones en las distintas investigaciones que emprendemos. ¿Qué
significa esto? En el centro del problema un tema debe dominar: observar la
manera en la que el cuerpo ha sido representado y la manera en la que esta
representación incide en las prácticas. El reto es introducir el cuerpo en el
corazón del problema histórico. No obstante, Vigarello
(2020) observa que esta exigencia no es indispensable. Ésta no compromete la
calidad del proyecto, ni lo vuelve superior o inferior. Empero, si no es
contemplada, la investigación no revelaría entonces aquello que constituye la
historia del cuerpo. Aquí conviene nuevamente insistir: ¿qué se encuentra,
entonces, en el corazón del dispositivo corporal? Para construir una historia
del cuerpo Vigarello indica que debemos, por un lado,
privilegiar al cuerpo como objeto central y, por otro lado, considerarlo en una
perspectiva histórica. Es decir, se trata de concebir el cuerpo tal y como fue
percibido en un determinado período histórico, tomando en consideración la
heterogeneidad documental y conceptual que atraviesa al objeto mismo. ¿Es éste
el reto que debe seguir asumiendo la historia del cuerpo para no caer en la
dispersión?, ¿es ése el reto que debe asumirse –y que no siempre se hace— para
que la historia del cuerpo vuelva a tener un objeto: el cuerpo? Toca al
investigador interesado juzgar.
Bibliografía
Boito,
M. y Grosso, J. (Comp.) (2010). Cuerpos y
emociones desde América Latina. Córdoba: CEA-CONICET.
Bouquet,
D. y Nagy, P. (2015). Sensible
Moyen Âge. Une histoire des émotions dans l´Occident medieval. Paris: Seuil.
Bynum, W. y Kaloff,
L. (Eds.) (2014). A Cultural History of
the Human Body (6 vols.). Londres: Bloomsbury Academic.
Dosse, F. (2006). La
historia en migajas.
México: Universidad Iberoamericana.
Doyle, N. (2018). Maternal
Bodies. Redefining Motherhood in early America. Chapel Hill: The University
of North Carolina Press.
Duden, B. (1992). Repertorio de historia del cuerpo.
En M. Feher, N. Tazzi, R.
Nadal (eds.), Fragmentos para una
historia del cuerpo humano. Madrid: Taurus,
pp.470-546.
Fuentes, M. (2016). Dispossesed Lives. Philadelphia: University of Pennsilvania
Press.
Gleyse, J. (2010). Le verbe et la chair: un siècle de bréviaires de la République. Une archéologie du corps
dans les manuels scolaires français de morale et d´hygiène
(1880-1974). Paris: Editions L´Harmattan.
Hamilakis, Y., Pluciennik, M. y Tarlow, S.
(2002). Introducction: Thinking
through the body. En Y. Hamilakis,
M. Pluciennik y S. Tarlow
(eds.), Thinking through the Body
Archaeologies of Corporeality, Inglaterra:
University of Leicester, pp.1-23.
Hillman, D. y Maude, U. (Eds.) (2015). The Cambridge Companion to the Body in
Literature. Cambridge: Cambridge University
Press.
Le Breton, D. (2002) La sociología del cuerpo. Buenos Aires: Nueva Visión
Levine, E. y Touboul, P.
(2002). Le corps.
Paris: Flammarion.
Mandressi, R. (2009). Le corps et l´histoire. De l´oubli aux représentations. En D. Memmi, D. Guillo y O. Martin (eds.), La tentation du corps, Paris: EHESS, pp.
143-169.
Marzano, M. (Ed.) (2007). Dicctionnaire du corps. Francia: PUF.
Memmi, D., Guillo D. y Martin, O. (2009). “Introduction”. En Memmi, D., Guillo D. y Martin, O. (eds.),
La tentation du
corps, Paris: EHESS, pp.11-20.
Mendiola A. y Torres, V. (2004). Introducción. En V.
Torres (coord.), El impacto de la cultura
de lo escrito, México: Universidad Iberoamericana, pp. 9-14.
Pardo-Tomás, J., Zarzoso, A. y Sánchez Menchero, M. (Eds.) (2018). Cuerpos mostrados: regimens de exhibición de
lo humano. Barcelona y Madrid, siglos XVII-XX. México:
UNAM/ Siglo XXI Editores.
Pitts-Taylor, V. (Ed.) (2008). Cultural Encyclopedia of the Body (2 vols.). Westport: Greenwood.
Rubial,
A. y Bieñko, D. (Eds.) (2011). Cuerpo y religión en el México barroco, México: CONACULTA.
Toulalan, S. y Fisher, K. (Eds.) (2013). The Routledge History of Sex and the body.
1500 to the present. Nueva York: Routledge.
Vebrugge,
M. (2017). Active Bodies: a history of
women´s physical education in twentieth-century America. Oxford:
Oxford University Press.
Vigarello, G. (1991). Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo
desde la Edad Media. Madrid: Alianza Editorial.
Vigarello, G. (2005a). Corregir el cuerpo. Historia de un poder
pedagógico. Buenos Aires: Nueva Visión.
Vigarello, G. (2005b). Historia de la belleza. El cuerpo y el arte
de embellecer desde el Renacimiento hasta nuestros días. Buenos Aires:
Nueva Visión.
Vigarello, G. (2016). Le sentiment de soi. Paris: Éditions du
Seuil.
Hemerografía
Andrieu, B. (2006).
Quelle épistémologie du corps?
Corps, (1), pp. 13-21
Galán Tamés, G. (2009). Aproximaciones a la
historia del cuerpo como objeto de estudio de la disciplina histórica, Historia y Grafía, (33), pp. 167- 204.
Latour, B. (2004). How to talk about the body? The
normative dimensión of science studies, Body and Society (10/ 2-3), pp. 205-229.
Maíz, C. (2020). El giro afectivo en las humanidades
y ciencias sociales. Una discusión desde la perspectiva latinoamericana, Cuadernos del CILHA
(33), pp. 11-14.
Marramao, G. (2015). Spatial
turn: espacio vivido y signo de los tiempos, Historia y Grafía (45), pp. 123-132.
Mendiola, A. (2000).
El giro historiográfico: la observación de observaciones del pasado, Historia y Grafía (15), pp.181-208.
Rippa, Y. (2007). L´histoire du
corps un puzzle inachevé, Revue historique
(4/ 664), pp. 887-889.
Vigarello, G. (1992). Approches du corps, Revue français de pédagogie, (98),
p. 5.
Vigarello, G. y Andrieu, B. (2006). Entretien
avec Georges Vigarello, Corps (1), pp. 5-10.
Outram, D. (1993). Body and Paradox, Isis,
(84/ 2), pp. 347-352. Recuperado
de https://www.jstor.org/stable/236238 [Consultado el:
03/09/2019]
Cibergrafía
Baboulene, N. (2006). Georges VIGARELLO, Histoire de la beauté. Le corps et l’art
d’embellir de la Renaissance à nos jours,
Paris, Seuil, 2004, Clio. Histoire‚ femmes
et sociétés. Recuperado de http://journals.openedition.org/clio/1825.
Vigarello, G., Audoin-Rouzeau, S., Glon, M., Perrot, M., y Pillon,
T. (2020). Le corps dans tous ses états: Entretien avec Georges
Vigarello. Audiovisual en línea. Recuperado de: https://www.ehess.fr/fr/media/corps-dans-tous-états-entretien-avec-georges-vigarello [Consultado el 10 de marzo de 2020]
[1] Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, ggalantames@gmail.com
[2] El
surgimiento del cuerpo como objeto de estudio de la disciplina histórica debe
entenderse como parte de un momento historiográfico más amplio ubicado
particularmente dentro del contexto de la llamada nouvelle histoire, vinculada a la historia de las mentalidades y
estructurada alrededor de la revista Annales.
La llamada nouvelle histoire pretendió,
en su momento, promover un nuevo tipo de historia enfocada en pensar nuevos
problemas, enfoques y temas (entre ellos el tema del cuerpo). Este momento
historiográfico se visibilizó con la publicación de dos volúmenes: el primero
de ellos titulado Hacer la historia,
publicado en 1974 bajo la dirección de Jacques Le Goff y Pierre Nora; el
segundo, titulado La nueva historia,
publicado en 1978 bajo la dirección de Jacques Le Goff, Jacques Revel y Roger
Chartier. En éstos se invoca, entre otras cosas, al “desmenuzamiento” de los
objetos de estudio de la historia, se reconoce a la antropología como
influencia teórica principal, y se invita a que el historiador reflexione sobre
sus procedimientos metodológicos y sus recursos disciplinares de escritura
(Dosse, 2006, p. 159-201).
[3] Un
signo evidente del éxito del interés por el cuerpo lo constituyen los tomos Historia del Cuerpo Humano, coordinados
por los historiadores Alain Corbin, Jean-Jacques Courtine y Georges Vigarello,
publicados en 2001 en español por la editorial Taurus. Esta obra es, hasta
cierto punto, la primera en su rubro temático. Precedida tan sólo por los tomos
que publicaron en 1990, Michel Feher, Nadia Tazi y Ramona Nadal, Fragmentos para una historia del cuerpo
humano. Estos tomos, compuestos de diversos ensayos —autoría de distintos
especialistas—, constituyen una especie de momento síntesis de estos múltiples
enfoques y estudios en torno al cuerpo.
[4] La proliferación de estudios sobre
el cuerpo a inicios del siglo XXI tiene que ver, en la opinión de Ruberg
(2020), por un lado, con un cambio en la percepción del cuerpo moderno. De un
cuerpo disciplinado y rígido, se pasa a la idea de un cuerpo flexible y fluido,
cuya identidad se adapta en todo momento. Por otro lado, está la importancia
que adquieren las críticas feministas y el crecimiento de los estudios de
género.
[5] Si
los “giros” fueran así de fáciles de definir, diríamos que el “spatial turn” no
es otra cosa que la reintroducción del espacio como perspectiva de análisis en
las humanidades. Esta reintroducción significa una mayor problematización en
torno a la perspectiva espacial y un mayor trabajo con esta categoría. La introducción del espacio, en palabras de Giacomo Marramao (2015), es una
“vía privilegiada para analizar las dinámicas paradójicas que tiene la actual
globalización en relación con el problema de la identidad y de la diferencia.”
(p.123) Lo mismo podemos decir para el caso del “giro afectivo”, a saber: hacer
de las emociones y los afectos objetos de estudio de las ciencias sociales y
las humanidades. Su premisa es la de observar cómo los fenómenos sociales
adquieren nuevas interpretaciones a la luz de estas perspectivas de estudio.
(Maíz, 2020, pp.11-14).
[6] Algunas
de sus obras son: Histoire de la fatigue
du Moyen Age à nos jours (2020); Le
sentiment de soi: histoire d´une decouverte (2014); La silhouette du XVIII à nos jours (2012); Les métamorphoses du gras (2010); Du jeu ancien au show sportif. La naissance d´une mythe (2002); Histoire de la beauté: le corps et l´art
d´embellir (2004); Histoire
du viol: XVIe-XXe siècle (1998); Le
prope et le sale: l´hygiène du corps depuis le Moyen Age (1985); Le corps redressé (1978).
[7] Esto se
explica en parte por el carácter reflexivo de las entrevistas, en donde se le
exige al historiador una mirada de segundo orden sobre su propio trabajo.
Asimismo, la necesidad de definir al cuerpo como concepto o categoría de
análisis dentro de las investigaciones ha sido una exigencia que se ha sumado
paulatinamente a los trabajos en torno al cuerpo en los últimos años.
[8] Vigarello (2016) argumenta que
esta “obligación” de una escucha atenta del cuerpo no aparece de la nada en
nuestro tiempo. Las certezas sobre las que se basa esta auto-observación
corporal no emergieron bruscamente: éstas poseen un pasado. Una indagación
histórica que se interrogue por las condiciones de posibilidad de lo anterior
muestra como la “experiencia” y la “sensación” corporal, lejos de ser una
simple conciencia pura del cuerpo, son dimensiones que se han labrado,
complejizado y enriquecido progresivamente a través del tiempo. (pp. 9-12).