Consideraciones acerca de la educación, lectoescritura y aprendizaje en los tiempos de pandemia

Considerations about Education, Literacy and Learning in Pandemic Times

 

Alejandro Caamaño Tomás[1]

https://orcid.org/0000-0002-0583-1650

 

 

Resumen

 

Los tiempos de pandemia han alterado de manera definitiva el panorama de la educación a nivel mundial. En la obra de Marshall McLuhan La galaxia Gutenberg: génesis del Homo Typographicus se habla de varios momentos por los que ha pasado la transmisión de la información y en este ensayo quiero hacer un paralelismo entre las características expresadas por McLuhan y las que hoy en día estamos viviendo.

Palabras clave: Pandemia, McLuhan, lectoescritura, aprendizaje

 

Abstract

 

Times of pandemic have definitively altered the global education landscape. In Marshall McLuhan's The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man he speaks of various moments through which the transmission of information has passed and in this essay I want to make a parallel between the characteristics expressed by McLuhan and those that we are living today.

Keywords: Pandemic, McLuhan, Literacy, Learning

 

 

 

Recibido: 16 de junio de 2021

 

Aceptado: 6 diciembre 2021

 

 

 


 

 

Eléctricamente contraído,

el globo no es más que una aldea

Marshall McLuhan

 

 

 

Introducción

A nadie se le escapan las alteraciones que la pandemia del Covid-19 está provocando en el mundo a partir del enfoque de aldea planetaria en el que desde hace unas décadas nos vemos inmersos: salud, negocios, medio ambiente, entretenimiento y un largo etcétera –entre los que se encuentra, por supuesto, la educación– se retroalimentan, se enriquecen y sufren, como ahora es el caso, de esta conexión global.

En cuanto a este último ámbito, debe señalarse algo obvio, pero de repercusiones futuras indudables y sobre lo que creo que debemos poner la máxima atención: la educación, a causa del problema actual de salud a nivel mundial, ha entrado en un período en el que se ha abierto la puerta de manera definitiva a la enseñanza en línea en buena parte del planeta; y las consecuencias en los modos de enseñanza serán, desde mi punto de vista, irreversibles, pues la adaptación, en particular al proceso lectoescritor, no dependerá, en buena medida, de las condiciones del aula, de los planes de estudio, ni de los programas nacionales o supranacionales sobre la educación, por poner varias condiciones sobre las que se asienta la organización educativa, sino de elementos más concretos, como la adaptación a la enseñanza en línea –y con ella a la lectura y escritura en estos espacios– y las desventajas de origen técnico y de preparación en la utilización de estos medios electrónicos, tanto de los docentes como de los alumnos, por poner algunos ejemplos. Esta ha llegado para quedarse y la frase latina mutatis mutandis tiene hoy más sentido y urgencia que nunca.

Recapacitando sobre la situación actual de zozobra a nivel mundial y sus repercusiones en la educación, me ha venido a la mente lo que el canadiense Marshall McLuhan escribió a principio de los años sesenta, más concretamente en 1962, en su reconocida obra La galaxia Gutenberg: génesis del Homo Typographicus, en la que señaló varios momentos históricos que marcaron un parteaguas en la transformación social, psíquica e incluso emocional del ser humano occidental. Precisamente, sobre las consecuencias de la pandemia del coronavirus y su relación con los cambios en la educación, el proceso lectoescritor y el aprendizaje, en este tercer momento en el que se mundo se encuentra según McLuhan, me gustaría dirigir mis pensamientos.

Las conclusiones a las que llegaré y que asentaré en estas páginas, desde unos planteamientos ensayísticos y, en buena parte empíricos, son tan inciertas como el futuro del planeta, pero, quizá, ayuden a repensar y configurar ese rumbo inequívoco por el cual discurrirá en el futuro la educación y las prácticas lectoescritoras.

 

Marshall McLuhan y la historia

El concepto de lectura no está reñido con el término evolución; al contrario, ha nacido a su sombra y considero, y más en estos días, que, aunque su esencia no ha cambiado, su práctica ya lo está haciendo. La duda está en saber de qué manera sus obligados desempeños digitales alterarán sus atributos. Aunque es verdad que esta pregunta siempre ha rondado la mente de los estudiosos cuando “nuevos modos de leer y escribir” se asomaron a la civilización.

La evolución de las prácticas lectoras se relaciona no solo con las formas de lo escrito, sino también, y de un modo indiscutible, con la identidad de los lectores; pues son estos los que, de manera predominante, han proporcionado a esta actividad las cambiantes características que ha tenido a lo largo de los últimos tres mil quinientos años. Dichos procedimientos lectores, tal y como los conocemos hoy en día bajo los parámetros occidentales, surgieron, como veremos, con “revoluciones” que causaron un evidente temblor en la actividad intelectual del ser humano, en ocasiones solo observado a medio y largo plazo, y de manera desigual en las distintas sociedades.

Y es que no hay mejor manera de zarandear la mente humana y sus proyecciones intelectuales que esos momentos en la historia en los que una vuelta de tuerca hace posible la creación y transformación de los recursos y modos de la captación del conocimiento y de las vías para el aprendizaje, los cuales son parte de los objetivos de la actividad lectoescritora. Esta responde adaptándose de manera progresiva a dichas convulsiones y se remueve, revitaliza o incluso se reinventa mediante la producción de condiciones y prácticas en consonancia con la estructura de las sociedades en las que se desarrolla.

Estos momentos de cambio, tres de ellos en particular descritos en la obra de McLuhan significaron una alteración que, indudablemente, confirmó nuevas eras para la raza humana. No obstante, no tan traumáticas, a mi entender, porque la visión de un nuevo modelo, como ahora veremos, no representó la eliminación del anterior.

La primera en mi interés de estas tres es nombrada como la “revolución del alfabeto fonético”.[2] Es la que incorpora a la cultura de las tribus del Medio Oriente, hace unos 3500 años, el alfabeto de origen sumerio, el cual sería más tarde adoptado por los fenicios e introducido de la manera exitosa que hoy conocemos en la posterior cultura griega poshomérica.

A decir de McLuhan, “esta evolución había conducido a la disolución parcial de los viejos modos de vida, e incluso a una serie de revoluciones y reacciones políticas. Y no solo se produjeron tentativas de mantener o retener el tribalismo por la fuerza, como en Esparta, sino también esa gran revolución espiritual, la invención de la discusión crítica; en consecuencia, el pensamiento libre de obsesiones mágicas” (McLuhan, [1962], p. 7).[3] Podríamos pensar en una merma significativa del conocimiento transmitido oralmente a causa de la ventaja del soporte escrito y de la permanencia de la información en él, lo que no ocurrió, según algunos estudiosos. Por ejemplo, esto piensan Bowman y Wolf al afirmar que:

El invento de la escritura no determinó revoluciones sociales o intelectuales y, por otro lado, las consideraciones sobre la muerte de la expresión oral han sido exageradas. Positivamente, muchos estudiosos de la cultura escrita han llegado a la conclusión de que los usos de la escritura deben ser investigados sociedad por sociedad (Bowman y Wolf, 1999, pp. 13-14).

 

También, W. Ong, uno de los grandes estudiosos de la llamada cultura escrita y defensor a ultranza de la escritura como tecnología y de la oralidad como elemento permanente y necesario en el proceso de escritura, comenta algo importante para este ensayo en relación con la tecnología, la escritura y, por supuesto, la oralidad:

El uso de una tecnología puede enriquecer la psique humana, desarrollar el espíritu humano, intensificar su vida interior. La escritura es una tecnología interiorizada aún más profundamente que la ejecución de música instrumental. No obstante, para comprender qué es la escritura —lo cual significa comprenderla en relación con su pasado, con la oralidad—, debe aceptarse sin reservas el hecho de que se trata de una tecnología (Ong, 1996, p. 86).

 

Otro de los efectos destacados que el canadiense señala a partir del nacimiento de la palabra escrita es la pérdida del “dinamismo tan característico del mundo auditivo en general y de la palabra hablada en particular” (p. 14). Aunque también recalca la pérdida en “la resonancia emocional y el énfasis” de la palabra y la desaparición del modo mágico a medida que las cuestiones humanas interiores se transformaron en manifestaciones visuales, alejándose, así, de lo auditivo.[4]

El segundo momento es el que se sitúa en el siglo XV con Gutenberg y la imprenta de tipos móviles, la cual supone el impulso definitivo a la escritura alfabética y dota a la cultura de unas características nunca vistas: es posible multiplicar los escritos y hacerlos llegar a una buena parte del mundo otra cosa eran los altísimos niveles de analfabetismo en Europa. Es la frontera definitiva entre las Galaxias anteriores de la oralidad y el alfabeto con la nueva Galaxia Gutenberg, la que introduce la “tecnología”: “Desde el siglo V antes de Cristo hasta el siglo XV después de Cristo, el libro era un producto de los escribas. Solamente un tercio de la historia del libro en el mundo occidental ha sido tipográfico” (p. 46).

La pervivencia de la cultura del alfabeto queda determinantemente apostada, pues la imprenta de tipos móviles fijará la palabra y la dotará de uniformidad y de una distintiva repetibilidad que, a su vez, la alejará de los contenidos e imágenes de los manuscritos medievales en los cuales todavía no se podía apreciar una rotunda disociación de lo táctil con lo visual, aunque ya se había producido una reducción notable de lo auditivo[5] e, igualmente, un empobrecimiento, también según McLuhan, de la parte sensitiva, emocional y afectiva humanas.

Sin embargo, más interesantes, desde mi punto de vista, son las afirmaciones acerca de la invención de la imprenta por unos novedosos aspectos sobre el autor, la obra y los lectores, y estas son: el comienzo del fin del anonimato, y “al mismo tiempo, el movimiento del Renacimiento creó nuevas ideas de fama literaria y propiedad intelectual”, “[…] el medio de alimentar hábitos de propiedad privada, aislamiento y muchas formas de ‘compartimentación’ […] el medio directo de la fama y de la memoria eterna” (p. 78) Indudable es la modernidad y actualidad de estos conceptos.

La novedad tecnológica que la imprenta comenzó se vio enriquecida por los aportes de los instrumentos mecánicos creados a partir de entonces y, de manera notoria, en el siglo XIX: telégrafo, teléfono, cinematógrafo, radio y, más tarde, ya en el siglo XX, la televisión. Estos artefactos anunciarían la llegada de ese tercer momento que cristalizará, después de la Segunda Guerra Mundial, en la “ola electrónica” que se contrapondría a la “ola mecánica” que supuso la creación de Gutenberg; es el nacimiento de la computadora y de un cosmos electrónico. Y otra vez, McLuhan afirma: “La galaxia Gutenberg quedó disuelta teóricamente en 1905, con el descubrimiento del espacio curvo, pero en la práctica había quedado invadida por el telégrafo dos generaciones antes” (p. 147).

Esta última etapa fue por él denominada “aldea global”, pues sus transformaciones, que nos regresan al equilibrio de los orígenes tribales, no afectarían a una pequeña parte del planeta, sino al globo de manera total: es un espacio en donde tendrían cabida tanto la apertura de las sociedades y la hibridación de las culturas, como la diversidad y los conflictos; y en él se daría una extensión del trabajo cerebral y sensorial, y los medios electrónicos adquirirían más importancia que el contenido del mensaje que proporcionaran.

 

Educación, lectoescritura y aprendizaje

Volviendo a la pandemia, hay que decir que su impacto, en términos de desarrollo educativo, no ha constituido una crisis paradigmática y, por tanto, no creo que estemos en la antesala de un cambio de rumbo en la planificación educativa y ni en el cumplimiento de los programas de estudio vigentes. Ni mucho menos. Sin embargo, considero que, como decía al principio de este trabajo, estos medios electrónicos se han asentado, más si cabe, a causa de esta enfermedad y, principalmente, como consecuencia del aislamiento que la población ha sufrido a nivel global; por lo que las reflexiones sobre su uso en el terreno educativo deben acelerarse y profundizarse, pues no hay ninguna señal que indique un posible fin a este impulso de las nuevas tecnologías aplicadas a la educación y a la enseñanza de la actividad lectoescritora, y sí numerosos ejemplos de que su inmersión en la educación es imparable.

Por eso, la lectoescritura en los ambientes digitales va a necesitar un nuevo enfoque pedagógico: nuevas estrategias, actitudes y constantes adaptaciones a condiciones, como las que ahora observamos, que van más allá del fenómeno lectoescritor. Y así lo expresan Casillas Alvarado y Ramírez Martinell:

Enseñar a leer y a escribir en entornos digitales no es trivial ni puede seguir siendo resultado del azar. Se requiere de una orientación didáctica y del desarrollo de disposiciones particulares en los individuos. La reflexión sobre el funcionamiento sistémico del cuerpo socializado y del conocimiento incorporado a partir de lo digital —es decir, el habitus digital de las personas— tendrá que ser considerada como elemento central para replantear lo que entendemos por leer y escribir en un mundo digital (2018, pp. 11-12).

 

Igualmente, se necesitará, a la vez que una formación digital y multimedia, una capacitación constante en la competencia lectoescritora que ayude a los estudiantes a gestionar los contenidos digitales ­—búsqueda, comprensión y crítica de los mismos— en un entorno en constante transformación.

McLuhan enfatizó la importancia de los medios de comunicación de esta época electrónica y resaltó la necesidad de conocerlos como nuevos lenguajes que debemos enseñar para que sean utilizados y aprovechados en su máximo potencial: “Hoy empezamos a darnos cuenta de que los nuevos medios no son simplemente una gimnasia mecánica para crear mundos de ilusión, sino nuevos lenguajes con un nuevo y único poder de expresión (McLuhan, 1969, p. 236). Tal estatus de lenguaje confiere a estas herramientas una evidente trascendencia, no solo en el contexto global, sino, más particularmente, en el ámbito educativo.

Del mismo modo, he observado en el uso de estos lenguajes, y de manera más intensa a lo largo de este último año, una serie de características que me atrevo a hacer extensivas, abusando del concepto de aldea global, a una buena parte de la educación mundial en la que se utilizan los medios electrónicos. Están, algunas de estas, relacionadas con lo señalado por McLuhan en este momento planetario electrónico; pero, algunas otras, adquieren particularidades a causa de este periodo pandémico. Y tanto unas como otras deben ser contempladas con atención.

En primer lugar, destaca el acercamiento a lo auditivo anunciado por McLuhan en estos tiempos electrónicos, es decir, la recuperación de esa característica esencial de la fase oral que fue perdiéndose a medida que se implementaba el alfabeto. El cúmulo de imágenes de las presentaciones en las plataformas habituales en las clases en línea -Zoom, Google Meet- parece devolvernos a la relación con los modos auditivos propios de las culturas antiguas. El intenso vínculo de las imágenes con la necesaria oralidad desplegada en las sesiones en línea bien podría tenerse por una nueva transformación comunicativa, pero, en este caso, en sentido inverso a lo que se produjo en la incorporación a la cultura de Medio Oriente del alfabeto fonético: una restauración que nos avisa que, en realidad, la oralidad siempre estuvo en comunión con la escritura y la lectura, y que su presencia no se pudo apreciar de manera más manifiesta al haber estado opacada por el ruido de las imprentas y el brillo de las pantallas: es, utilizando palabras de McLuhan, la vuelta al equilibrio de los sentidos y a la degustación de la palabra.

No obstante, otros sentidos, como el táctil, también están presentes en este reencuentro. Del mismo modo que reconocemos de nuevo el sentido auditivo, el ratón parece simular los movimientos táctiles en los actos lectores más tradicionales: ese pasar las páginas de un libro impreso; o más actuales: el de los dedos recorriendo pantallas de las computadoras o de los teléfonos al conectarse a una sesión, al navegar por ella, al descargar archivos o al construir un texto. Estos gestos mecánicos, asociados a la lectura y escritura y, en definitiva, al aprendizaje, son hoy, en cierto modo y salvando las distancias y el tiempo, tan trascendentes como en su día lo fueron los trazos de un monje en una copia manuscrita medieval o las hendiduras de los punzones en los ostrakon griegos en lo que se refiere a la transmisión y captación de la información de los actos lectoescritores.

Asimismo, hay que observar que, en cuanto a la comunicación, hay unos componentes extraordinariamente importantes que se echan a faltar en esta educación a distancia en medios electrónicos, que son los que conforman la competencia pragmática; es decir, los que tienen que ver con los elementos extralingüísticos tan necesarios para integrar la competencia comunicativa moderna: signos de comportamiento, como posturas corporales utilizadas por el profesor en el aula, expresiones faciales, gesticulaciones; también movimientos en el espacio de la clase, inflexión de la voz, acercamiento físico y visual a los alumnos, y un largo etcétera que se ven debilitados en una pantalla o completamente desaparecidos. Son recursos y estrategias docentes que ayudan a captar la atención de los alumnos y a reforzar el mensaje de la comunicación en las sesiones presenciales.

Incluso, y puedo afirmar por los testimonios de muchos colegas y por el mío propio, que es nuestra voz, la de los docentes, casi la única que se deja oír, en la mayor parte del tiempo de las sesiones clase. La enseñanza en línea, y en contraposición con estos tiempos tecnológicos, parece continuar el proceso destribalizador, de ruptura de los colectivos primitivos –cuya representación podríamos verla reflejada modernamente en los grupos en clase–, al aumentar el aislamiento de los individuos-alumnos, los cuales se ven impelidos tanto a una reclusión tecnológica como a una pandémica y su aportación al colectivo se reduce al mínimo o es prácticamente nula: sus intervenciones son sustituidas por esos micrófonos apagados que les otorgan privacidad. En definitiva, es, afirma McLuhan, “el hombre escindido cuando adquiere un ‘ego’ individual” (p.33).

El resultado de lo expuesto no solo constata la individualización del alumno en el proceso educativo, sino también la de la enseñanza en general; lo que contradice de manera notoria ese acercamiento a la fase primigenia oral de la inmediación de la imagen y la palabra ya comentado.

Volviendo al asunto de la reclusión tecnológica y la pandémica, este aislamiento individual incide, en otro sentido, en el aprendizaje: se produce una incertidumbre por parte de los alumnos, los cuales, no acostumbrados al desarrollo en línea de las clases, sienten la ausencia de un andamiaje efectivo en el aprendizaje de la lectura y de la escritura de textos. La comunicación a través de una computadora, a mi parecer y según las estrategias actuales, no solo quita presencia al docente, sino también la representatividad que se podía sentir en las clases presenciales; las que podríamos denominar como “rituales comunales”. En esta situación, el alumno-lector se transforma en el lector silente de los claustros medievales y su labor “en retiro” se ve afectada, en palabras de McLuhan, por una reducción y una distorsión de relaciones complejas”, y agrego yo, basadas en vínculos de interdependencia personal y educativa, que promueven y, en estos momentos, reducen el aprendizaje de conocimientos, aptitudes, valores y saber hacer de una educación propia del siglo XXI.

Todavía hay algo que debo añadir. La práctica de la lectura en estos momentos de pandemia y educación a distancia se ve sometida al uso de las nuevas tecnologías y de los buscadores y del hipervínculo como medios, entre otros, para llegar a la información: hipertextos, imágenes, enlaces internos y externos, etcétera; es decir, la lectura se ve atada a contenidos cuya revisión por parte de los alumnos es rápida y muchas veces ineficaz, lo que despoja a los textos del grado de autoridad que muchos poseen y que concede a otros que nunca lo tuvieron: son, así, los alumnos, en múltiples ocasiones, valedores de samizdat con escaso o nulo valor para el aprendizaje y para la investigación; lo que nos retrotrae a las épocas en las que estaban desdibujadas las fronteras entre copistas y autores, y tal confusión no solo no era reprobable, sino el pan nuestro de cada día.

Para acabar diré que la clave del éxito en la captación del conocimiento y en el aprendizaje, según mi opinión, está en la formación lectora, en la competencia lectoescritora estimulada por los docentes, proactiva, para una educación integral y con la mira puesta en las nuevas tecnologías de la comunicación y la información.

Viéndolo en retrospectiva, es posible que el miedo cundiera entre los habitantes de la cuenca del Mediterráneo, hace más de 3000 años, cuando sus pensamientos aterrizaron en signos: posiblemente pudieron pensar que les habían robado el alma; lo mismo pudo ocurrir en el siglo XV, cuando los copistas ingresaron en las filas del paro. Y, hoy en día, qué decir de ese libro impreso, vejado por hordas de microchips y por productos sin masa corporal.

Por eso, pienso de nuevo en otro autor cercano a Marshall McLuhan. Este es Sven Birkerts, autor norteamericano que en 1994 publicó una obra titulada Elegías a Gutenberg, en la que afirma, expresando los más pesimistas designios sobre el futuro de la lectura en la era de las nuevas tecnologías; que estas están acabando con el alma humana, con nuestra conciencia y, en definitiva, con nuestro concepto de cultura; ese que hemos labrado durante los últimos milenios. En fin, prefiero pensar que, hablando de lectura, escritura y aprendizaje, como dicen los geniales y entrañables Les Luthiers: “Cualquier tiempo pasado, fue anterior”.

 

Bibliografía

 

Birkerts, S. (1999). Elegía a Gutenberg. El futuro de la lectura en la era electrónica. Madrid: Alianza Editorial.

Bowman, A. K., Greg, W. (1999). “Cultura escrita y poder en el mundo antiguo”. En Alan K. Bowman y Greg Woolf (Comps.), Cultura escrita y poder en el mundo antiguo (pp. 11-33). Barcelona: Editorial Gedisa.

Hernández, D., Cassany, D., López, R. (Coords.). (2018). Prácticas de lectura y escritura en la era digital. Colección Háblame de TIC, Vol. 5. Córdoba: Editorial Brujas.

McLuhan, M. (1969). Contraexplosión. Buenos Aires: Edit. Paidós.

 

Ong, W. (1996). Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

https://antroporecursos.files.wordpress.com/2009/03/ong-w-j-1982-oralidad-y-escritura.pdf

 

Cibergrafía

McLuhan, M. [1962]. La Galaxia Gutenberg: génesis del Homo Typographicus. Disponible en:

https://isfd805-chu.infd.edu.ar/sitio/upload/Galaxia_Gutenberg_Mac_Luhan.pdf



[1] Universidad Autónoma Metropolitana, janito98@hotmail.com

[2]Según McLuhan, la fase oral de la humanidad, la que antecede a este momento del alfabeto fonético, puede ser considerada como la primera.

[3]Cualquier referencia a la obra La Galaxia Gutenberg de McLuhan será citada entre paréntesis al final de la información.

[4]McLuhan comenta que uno de los aspectos positivos que proporcionaron la uniformidad y homogeneidad de los nuevos modos de percepción visual de la escritura fonética fueron las novedades artísticas y científicas características del mundo heleno.

[5] Nos recuerda McLuhan que “los lectores continuaron leyendo en voz alta después del comienzo de la separación de las palabras en el último período de la Edad Media, e incluso después del advenimiento de la imprenta en el Renacimiento” (p. 52), por lo que sería descabellado e inexacto pensar que la tipografía enterró los modos orales que pervivían en la lectura medieval; una práctica que hoy en día se sigue conservando y que goza de buena salud como se puede comprobar en ciertos momentos de lectura compartida.