Procesos de secularización,
desde la educación elemental; editores y profesores en Morelia y el periódico El Amigo de la infancia, 1875-1876
The Secularization
Processes from Elementary School; Editors and Teachers in Morelia and the
newspaper El Amigo de la infancia, 1875-1876
Rubén
Darío Núñez Altamirano[1],
José Luis Castillo González[2]
Resumen
El
texto aborda el proceso mexicano de secularización, que puso en entredicho el
modelo educativo vinculado a la religión católica e impulso su modernización.
Para difundir sus ideas, profesores y actores políticos recurrieron al diseño
de ediciones como el periódico El Amigo
de la Infancia, de Morelia, mismo que se analiza en esta investigación.
Palabras clave: Educación, secularización, prensa liberal, infancia,
desarrollo educativo.
Abstract
The text addresses the Mexican
process of secularization, which called into question the educational model
linked to the Catholic religion, promoting its modernization. To spread their
ideas, teachers and political actors resorted to the design of editions such as
the newspaper El Amigo de la Infancia, from
Morelia, which is analyzed in this research.
Keywords: Education, secularization, liberal press, childhood,
educational development.
Recibido: 01-03-2021
Aceptado: 13-07-2021
Introducción
El
objetivo central del presente texto es reflexionar sobre el proceso de
secularización ocurrido en México durante el siglo XIX, mediante el análisis
del periódico El amigo de la Infancia,
una publicación quincenal dirigida a la niñez que se publicó del 1 de
septiembre de 1875 al 15 de agosto de 1876 en Morelia, Michoacán. El análisis
del contenido de la publicación es relevante para entender el largo proceso de
la construcción de la nación mexicana, la ciudadanía y la instrucción pública,
en el que se produjeron múltiples transformaciones, rupturas y continuidades,
teniendo un papel relevante en el contexto decimonónico los impresos
infantiles, que pugnaron por la inclusión de valores patrióticos en la niñez y
su incursión en la vida pública. Amén de las publicaciones generales sobre la
prensa mexicana de la segunda mitad del siglo XIX (Bravo, 1966; Ochoa, 1968;
Ruiz, 1987) y los estudios regionales de la prensa michoacana (Romero, 1943, Fernández
de Córdoba, 1949), anteceden a este artículo los trabajos de Rosa María López y
Adriana Pineda Soto sobre la prensa política moreliana (López 2007, Pineda,
2008, 2019), que en el caso de el periódico El amigo de la infancia,
consideramos acompañó el proceso de secularización de parte de la niñez
moreliana, al ser un medio de información sobre nuevos métodos didácticos y de
discusión activa sobre el derecho a la educación laica y gratuita.
Antecedentes
Los
estudios históricos continúan renovando sus miradas sobre temas tradicionales
desde nuevas perspectivas. La reducción de escala de observación, a través de
un análisis micro-histórico de la historia nacional, brinda referentes para la
práctica interpretativa de cada lugar y periodo (Levi, 2003). De tal forma, la
delimitación del tiempo y espacio en este trabajo está sujeta a la vida de la
publicación de tinte liberal El Amigo de
la Infancia, que consideramos parte del proceso educativo y de secularización
en México durante el siglo XIX. Aunque desde la época de las Reformas
borbónicas, bajo el ideario del “despotismo ilustrado”, podemos hablar de un
intento por aminorar el peso político e ideológico de la Iglesia católica, sería
durante el periodo reformista decimonónico en el que se buscaría la reinvención
de una nueva legitimidad política y su aparato administrativo (Hamnett, 1998, p. 184). Entre la Reforma liberal y la tradición
religiosa, observamos dos caras del arquetipo político, inmersas en contextos
populares, rurales y urbanos; pero será sobre este último escenario, en el que se
desarrollará la consolidación de un Estado liberal, con una estructura jurídica
y fiscal en desarrollo (Hamnett, 2006).
Sin duda, era necesario no sólo la
trasformación administrativa, también el cambio profundo en las instituciones
reguladoras de la vida pública y la creación de nuevas tradiciones, ya que como
lo señaló Eric Hobsbawm, inventar o reinventarlas es esencialmente un proceso
de formalización y ritualización, caracterizado por la referencia al pasado,
aunque sólo sea al imponer la repetición (Hobsbawn,
2012, p. 10). Para lograrlo, se requeriría transformar sistemas de pensamiento
culturalmente arraigados en la población y la opción política para ello, fue el
establecimiento de sistemas constitucionales formales, para garantizar las
libertades individuales, proteger la propiedad privada y mejorar el sistema de
enseñanza acorde al liberalismo.
De esta manera, era necesario crear una
nueva corriente en la educación, que estableciera el nuevo orden de ideas, con
lo que “inició el largo proceso de secularización de la sociedad mexicana, con
el fin de establecer la laicidad como principio organizador de la República” (Yturbe, 2010, p. 66).
El proyecto desataría una cruenta guerra
civil y en medio de ella, el gobierno del presidente Benito Juárez promulgará
varias leyes, con las que los liberales “esperaban poder establecer la igualdad
jurídica y secularizar la sociedad sin atacar abiertamente a la Iglesia
Católica” (Bastan, 1989, p. 28). Evidentemente, la religiosidad católica de la
población mexicana era preponderante; en palabras de Lucas Alamán, a través de
una carta dirigida al general Santa Anna, representaba la unidad social: “conservar
la religión católica […] como el único lazo común que liga a todos los
mexicanos, cuando todos los demás han sido rotos” (Hale, 1991, p. 34). Así pues,
la Constitución liberal de 1857 sería condenada por su intervencionismo en el
pontificado de Pío IX (1846-1878), por lo que el enfrentamiento ya no sería una
mera cuestión religiosa, sino un problema social y político de talla
internacional.
Para revertirlo, era necesario un proyecto
institucional que eliminara la vertiente moral y ética religiosa en la
educación. Para ello, el presidente Juárez convocó a Gabino Barreda para que
participara en la conformación de la Ley de Instrucción Pública, la llamada Ley
“Martínez de Castro” de 1867, que estableció la obligatoriedad de la enseñanza
pública y su orientación positivista, coincidente con los lineamientos
pedagógicos del liberalismo.[3]
Sin embargo, estas intenciones se
enfrentarían a una precaria situación en infraestructura educativa. Los datos
del ministro de educación, José Díaz Covarrubias, quien colaboró en la
elaboración de la ley de 1867 que estableció la obligatoriedad de la educación
primaria, señalaron que para 1875 se contaba con 8000 escuelas en el país, en
ellas se atendían a 349,000 niños de una población infantil de 1,800,000, es
decir un déficit de 1,350,000 niños sin escuela, (Díaz, 2019, facsímil 1875).
Un ejemplo de lo complicado de la
implementación de las Leyes de Reforma fue la exclaustración de las Hermanas de
la Caridad, ordenada por el gobierno federal en diciembre de 1874, que provocó un
fuerte descontento, no sólo en los sectores conservadores, sino aún en los
liberales, por su cargado simbolismo de valores morales. Tal acto, desarrolló
una discusión pública sobre la necesidad de propagar un modelo ético y moral de
tintes nacionalistas, que no estuviera fundamentado en la autoridad de ninguna
religión (Álvarez, 2006, p. 63). Argumentos que comenzaron a replicarse en
distintas ciudades y zonas del país.
Morelia,
entre la tradición y la reforma
En
Michoacán el escenario no era diferente. La Ley
de Desamortización de fincas rústicas y urbanas propiedad de corporaciones
civiles y eclesiásticas del 25 de junio de 1856 afectó los bienes
eclesiásticos de la región, que ascendían a 8 millones 23 mil pesos (Sánchez, 1989, p. 45); este proceso de desamortización
produjo cambios en el espacio urbano, particularmente en edificios clericales,
que se convirtieron a la postre, en centros escolares, oficinas públicas,
cuarteles, talleres, fábricas y comercios, sobre todo a partir de 1862
(Sánchez, 1989, p. 48). La resistencia de los curas a nivel local consistió en
emitir prohibiciones de aceptación a la Constitución de 1857 desde el púlpito.
Por su parte, el gobernador del estado, el general militar Miguel Zincúnegui, actuó de forma contraria, disponiendo que todo
empleado de gobierno que se negara a tal afecto constitucional sería separado
de su cargo (Sánchez, 1989, p. 54).
A pesar del avance liberal en la etapa
conocida como República Restaurada (1867-1876), la gubernatura local de Justo
Mendoza promovió una amnistía con quienes abiertamente defendieron el modelo
conservador. Pero tal política fue acompañada de impuestos extraordinarios que
provocaron fuertes molestias, al grado de generase intentos separatistas en los
municipios de Zamora, Jiquilpan, La Piedad, Coalcomán, Huetamo y Zitácuaro
(Guzmán, 1989, p. 108).
En la capital del estado se vieron algunas
mejoras como la reapertura del Hospital Civil y el Colegio Primitivo y Nacional
de San Nicolás de Hidalgo, pero gobernantes, como Rafael Carrillo, tuvieron que
sortear diversos problemas, en especial, la beligerante oposición de sectores
antiliberales. En 1874 por el distrito de Jiquilpan, aparecieron grupos
insurrectos dedicados al hurto al grito de ¡Viva Dios!, conocidos como los religioneros. Al
paso de los meses aumentaron su radio de operación, ante la incapacidad del
gobierno para detenerlos (Guzmán, 1989, p. 128).
Michoacán fue uno de los estados en donde
el rechazo a la política liberal dio lugar a levantamientos armados y
resurgimiento de pasiones que se creían ya amortiguadas, por lo que el proyecto
educativo laico, resultaría fundamental en el proceso de pacificación.
La
niñez y su educación, en el proyecto de nación
Como
lo señaló Alberto del Castillo Troncoso, durante el siglo XIX se desarrolló una
percepción social más compleja y diversificada en torno a los fenómenos de la
niñez, que se visualizó como el futuro de la nación y de la raza humana, (Castillo,
2007, p. 143).
En
la década de 1870, aparecieron más de veinte publicaciones en la Ciudad de
México y en el resto de la república, sobre temas relacionados a la educación
elemental y a la infancia.[4]
Tal reconfiguración social sobre la niñez impactó las esferas de la vida pública
y las políticas a nivel global; lo explicó Michelle Perrot de la siguiente
manera:
Durante el siglo
XIX el hijo estaba en el ‘centro de la familia’, de aquí que fuera objeto de
‘todo tipo de inversiones, además de la afectiva, como serían la económica y la
educativa. Se consideraba, entonces, que el hijo no pertenecía solamente a los
suyos, sino que era ‘el futuro de la nación y de la raza, productor,
reproductor, ciudadano y soldado del día de mañana. El grupo, entonces, estaba
por encima del individuo. A esto se debía la gran producción literaria que, en
el siglo XIX, centraba su atención en la infancia. Todos estos conocimientos
tenían como finalidad el control sobre niños y niñas,
(Perrot, 1997, p. 152).
En
medio de la discusión por el modelo de país, la formación del ciudadano se
convirtió en un asunto central, siendo una preocupación para la élite política,
generalizar la instrucción primaria. Por ello, la instrucción de las primeras
letras se convirtió en una de las piezas fundamentales del proceso de
secularización y tal proceso educativo se vio reforzado a través de la prensa (Padilla,
1999, p. 101).
Particularmente en Michoacán, durante el gobierno de
Justo Mendoza (1867-1871), se decretó la Ley de Instrucción Primaria el 16 de
febrero de 1870, en donde se establecía que la educación primaria debía ser
obligatoria para todos los michoacanos, de ambos sexos, desde la edad de siete
años, dividiéndose ésta en superior e inferior (Coromina,
1887, p. 23). Sin duda, fue una legislación progresista, que tuvo eco en la
conformación de esfuerzos educativos colaterales, como las publicaciones
periódicas. La importancia de la prensa escrita para
los sectores políticos fue clave, al grado de que el citado gobernador de
Michoacán, Rafael Carrillo, compró con gasto al erario una de las imprentas más
importantes de tono liberal, la de Octaviano Ortiz, que en el año de 1874
comenzó a editar múltiples semanarios políticos como La Fraternidad, El Demócrata, La Bandera de Ocampo, entre otras,
sobresaliendo una emisión didáctica, El
Amigo de la Infancia. (Coromina, 1893).
El
Amigo de la Infancia
El
periódico El Amigo de la Infancia fue
una publicación quincenal a cargo del gobierno estatal, dirigida a fortalecer la
educación, cuyos objetivos fueron el de consolidar la instrucción primaria en
Michoacán y coadyuvar a la educación de un ciudadano ideal para la nación. Se publicaron
23 ediciones, del 1 de septiembre de 1875 al 15 de agosto de 1876 en Morelia, a
cargo de D. José Rosario Bravo[5]
y del profesor de instrucción primaria, columnista y editor Jesús García
Tinajero (Pineda, 1999, p. 23). Su lema introductorio, Instrucción, moralidad y recreo, evidenció los intereses que sus
redactores buscaban desarrollar, a través de artículos copiados de otras
publicaciones o de autoría propia (García, 15 de agosto de 1876, p. 4).[6]
Las secciones variaban de uno a otro
número, pero los contenidos eran básicamente los mismos, siendo recurrentes
anotaciones de materias como: aritmética, geografía, cosmografía, geología,
botánica y meteorología. De igual forma se argumentaba sobre la importancia que
tenía la educación, la pedagogía y la higiene, así como algunas reseñas de
nuevos libros para la instrucción primaria (García, 15 de agosto de 1876, p. 4).
El modelo cívico e instruccional se presentó a través de los “Cuentos Morales”,
los “Castigos en la Escuela”, Fábulas, poemas y segmentos de historia mundial y
de Michoacán, que consideramos fueron redactados con argumentos nacionalistas y
patrióticos (García, 15 de agosto de 1876, p. 3). A lo largo de sus ediciones
resulta evidente la postura liberal de los editores, no se trataba de inculcar
valores religiosos, sino cívicos, con la intención de erradicar “trastornos” en
los individuos, tales como la indolencia, la apatía, el disimulo, la
hipocresía, el envilecimiento. Eran defectos que había que suprimir y
sustituirlos por virtudes como “el talento y la sabiduría”, en donde la
instrucción pública debía convertirse en el espacio social por excelencia para
combatir el rezago educativo, para acabar con “las preocupaciones que forman el
último resto de la antigua ignorancia” (García, 15 de diciembre de 1875, p. 1).
En cuanto a los espacios lúdicos del
periódico o de recreación, se promovía en ellos el aprendizaje de los idiomas
inglés y francés, incluyendo textos para que los niños enviaran la traducción a
cambio de algún premio. Se planteaban problemas matemáticos para ser resueltos
por los niños mediante las “charadas” y adivinanzas (García, 15 de diciembre de
1875, p. 4).
Finalmente, se presentaban noticias de índole
educativa locales, estatales, nacionales y de otros países sobre los avances o
retrocesos en esta materia. Se anunciaban y celebraban los exámenes públicos que
realizaban los alumnos pertenecientes tanto a instituciones públicas como privadas;
así como exámenes que presentaban adultos para obtener el título como profesor
de instrucción primaria.
De igual forma, constantemente se
celebraba la aparición de nuevos periódicos para niños, la creación o supresión
de nuevas escuelas en el país; se hablaba sobre los presupuestos asignados a la
educación; se retomaban menciones de otros diarios del país sobre la educación
de los niños. En el periódico se asignaron espacios para reclamos,
agradecimientos o buenos deseos para las autoridades del ayuntamiento y del
gobierno del Estado, discutiéndose constantemente la condición que guardaban
las escuelas primarias y, en general, el ámbito de la instrucción primaria en
Michoacán (García, 15 de diciembre de 1875, p. 1).
La publicación El Amigo de la Infancia no fue un caso aislado, fue parte de un
proceso de modernización ideológica, que derivó en un boom de publicaciones
didácticas ocurrido en la década de 1870, contexto en el que aparecieron muchos
facsímiles, como señaló Luz Elena Galván: “Los intelectuales que escribían en estos
periódicos se preocupaban tanto por formar al futuro ciudadano, como por
difundir los nuevos saberes entre niñas y niños, pero siempre dentro de un
ambiente de cordialidad y diversión” (Galván, 2005, p. 205).
Comúnmente, en tal tipo de publicaciones
se habla de un deber ser, teniendo como referencia la instrucción con altos
valores patrióticos para la formación de un ideal de ciudadano moderno
(Mondragón, 2008), aunque eso sí, imbuido de contradicciones en su modelo
secular, al hacer parangones entre la religión como fuente y origen de la Ley
Divina, tal como lo planteó Ignacio Ramírez:
La Comisión, nos eleva
hasta el sacerdocio, y colocándonos en el santuario, ya fijemos los derechos
del ciudadano, ya organicemos el ejercicio de los poderes públicos, nos obliga
a caminar de inspiración en inspiración, hasta convertir una ley orgánica en un
verdadero dogma (Maciel, 1998, p. 28).
La
lucha entre la tradición y lo moderno, se reflejaba en el discurso de la época.
El propio José Rosas Moreno, notable escritor liberal y autor de múltiples
obras para la niñez, que integran la biblioteca infantil mexicana, refirió la
importancia de las palabras que se eligieron para la instrucción de las y los
niños en el siglo XIX, en donde la construcción de la nación, de la ciudadanía
y las discusiones sobre lo público y lo privado tuvieron una injerencia notable
y sus manifestaciones fueron palpables en los impresos infantiles, preocupados
por la inclusión de la niñez en el inicio de la vida pública: “La preciosa obra
que os presento y que es un trofeo de la gloria de nuestros poetas, no
solamente os servirá de dulce y grato solaz, sino que hará crecer en vuestro
corazón, el sentimiento patriótico” (Rosas, 2006, p. 74).
En el análisis de la publicación El Amigo de la Infancia advertimos las
mismas características morales, por ello puede ser definida como una publicación
con tonos patrióticos, al ser también una “fuente de discursos, de valores
morales o cívicos” (García, 15 de diciembre de 1875, p. 2). En el contexto en
el que se desarrolló la primera época del periódico en cuestión, como lo señaló
Adriana Pineda, la élite que gobernaba en Morelia fue una generación alentada
por deberes cívicos, a quienes se les educó bajo el principio de que a la
patria le debían gratitud, respeto y preferencia, incluso por encima de
intereses personales y familiares, aunque con claros objetivos políticos en la
prensa: “ocultar las ambiciones personales mediante el cultivo de la
nacionalidad” (Pineda, 2008, p. 122). Ciertamente, Jesús García Tinajero, José
Rosario Bravo y Manuel Manríquez, redactores de El Amigo de la Infancia,
fueron profesores que estuvieron muy vinculados al escenario político y en el
periódico señalaron: “En nuestra época el maestro de escuela es el primer ciudadano
de una República, es el padre espiritual de toda la comarca, es la vida, el
fin, de todo un pueblo” (García, 15 de diciembre de 1875, p. 1). Además de
ello, la publicación tuvo objetivos más pragmáticos para los editores, como
recibir su pago de docencia:
Gracias, las damos y muy
sinceras a nuestro colega de La Escoba, por el párrafo que sigue: Jesús
Tinajero. Brillante estuvo el examen público de la escuela municipal del
cuartel 3.º que dirige Chucho. Le enviamos nuestros parabienes y hacemos
nuestros votos porque le paguen siquiera económicamente. Salud a la Niñez.
(García, 15 de diciembre de 1875, p. 3)
Como lo señala la investigadora Jaqueline
Covo, El periodismo es: “ante todo un
soporte material, cuya existencia y configuración obedecen tanto a imperativos
concretos, como a preocupaciones intelectuales” (Covo, 1993, p. 689). En
un contexto tan álgido en términos políticos, los periódicos se convirtieron en
parte de los espacios públicos como actores, medios, autores de conflictos,
narradores o comentaristas (Guerra y Leimpériere,
1998). La mayoría de los periódicos editados en Morelia estaban impregnados de
temas políticos, y consideramos que la narrativa de El Amigo de la Infancia pretendía ser formativa antes que
informativa, porque para los editores la función central del periódico era
contribuir a la enseñanza de la lectura y la escritura, lo que implicaba llevar
instrucción y desarrollo a la mayoría de la población, erigiendo al profesorado
como “el padre espiritual de todo el pueblo” (García, 1 de septiembre de 1875,
p. 1). No solo la formación ciudadana
de la niñez les preocupaba, cubrir el “vacío” de la enseñanza elemental era la
meta de los editores del periódico, quienes estaban convencidos de que la
enseñanza de las primeras letras era la pieza clave del desarrollo del sujeto y
por ende, del desarrollo social. Consideramos que las pretensiones educativas
de los responsables de la publicación fueron realizadas en el breve tiempo que
se editó el
periódico, porque incidió en las relaciones sociales de algunos sectores de la
sociedad moreliana que acogieron los valores formativos de
la publicación. Lo anterior lo podemos verificar mediante la correspondencia
enviada a la redacción del periódico en la parte final de su primera época, en
donde se expresaron padres de cuarenta y cinco niñas y niños,
que intercambiaron diferentes ideas sobre tópicos educativos, sumándose al
discurso sobre el ideal del niño como futuro ciudadano (García, 1 de agosto de
1876, p. 2)
Finalmente, el siglo XIX en nuestro país,
es el siglo de la creación del Estado Moderno mexicano que, bajo el paradigma
de la Modernidad técnica, cultural, educativa y científica, buscó su
consolidación a través de la eliminación y absorción de ordenamientos jurídicos,
recursos económicos, medios productores de conocimiento y prácticas culturales.
Todo esto bajo un proceso denominado “secularización” para dominar la relación
Iglesia-Estado (Russo, 1995, p. 284). Pero también, como lo señaló Antonio
Padilla, a la luz de este movimiento se plantearon nuevos fines, objetivos y
medios educativos, subrayándose la libertad científica, religiosa y política, de
los educandos (Padilla, 1996); valores fundamentales para el avance del modelo
de ciudadanía, pleno de derechos y nuevas responsabilidades, en el cambiante
siglo XIX
Conclusiones
Los
contenidos y medios periodísticos, de los que se sirvieron los grupos liberales
a finales del siglo XIX, emitieron códigos de tradiciones inventadas, en un
contexto gobernado por la modernidad liberal. Dentro de un mundo de pretendida igualdad
legal para una infancia, cuyos padres tenían diferentes intereses políticos y
económicos.
Las tradiciones se podían infiltrar por
medio del asentimiento formal simbólico a una organización social que de hecho
era desigual, lo cual fomentó el sentido corporativo de superioridad de las élites
y la expansión de la prensa fue parte de ese proceso de redefinición y
fundamentación ideológica.
El análisis de las redes locales y su devenir
genera una visión menos simplista de las realidades de la época, que se iban
conformando mediante las acciones de diversos grupos sociales y al amparo de un
modelo de moralidad nueva, ligado a los esfuerzos por llevar una educación
elemental laica, a más niños y niñas.
El
Amigo de la Infancia fue una publicación que circuló en un
momento de efervescencia política, sumándose a la lista de publicaciones que
manifestaban la necesidad de formar un ciudadano moderno para el país. En sus
páginas, la infancia es visualizada como un ente político pacífico, que debe
tener como máxima autoridad al Estado y no a la Iglesia. Esto en concordancia
con lo que establecían las leyes sobre educación de ese momento, por lo que tomando
como eje propulsor la instrucción primaria, se promovieron los valores cívicos:
laicidad, ilustración, ciencia y patriotismo.
Al mismo tiempo, sus redactores utilizaban
esta nueva plataforma para consolidar su posición dentro del grupo liberal que
apoyaba la reelección de Rafael Carrillo a la gubernatura, al mismo tiempo que
buscaban mayor reconocimiento por su labor docente, que por entonces no contaba
con apoyo necesario del Ayuntamiento y del Gobierno del Estado. Pero El Amigo de la Infancia, no fue parte un
periodismo beligerante, sino parte de la prensa sobre educación, que acompañó
el proceso de secularización, mediante la información sobre nuevos métodos
didácticos, apoyo al proceso de enseñanza de la lecto-escritura y la discusión sobre
el derecho a la educación laica, que el Estado liberal mexicano inició en las
leyes y reafirmó en las aulas.
Tal vez una pregunta clave sobre este movimiento
social pueda plantearse en los siguientes términos: ¿Los ideales de ese tiempo
pretérito, siguen vigentes en la actualidad, refiriéndonos sobre todo al tema
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[1] Facultad de Historia, Universidad Michoacana
de San Nicolás Hidalgo, ruben.nunez@umich.mx
[2] Consejo Nacional de Prestación de
Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil (COPSADII),
[3] Ley orgánica de la instrucción
pública en el Distrito Federal, 2 de diciembre de 1867, consultado en http://www.sep.gob.mx/work/models/sep1/Resource/3f9a47cc-efd9-4724-83e4-0bb4884af388/ley_02121867.pdf , consulta 19 de noviembre de
2020.
[4] Por mencionar algunas: Ciudad de
México: El Ángel de la Guarda 1870
(sociedad católica); El Obrero del Porvenir
1870 (niñez desvalida); Mérida, Yucatán: El Escolar 1872, El Periquito
1873, El Colegial 1872; Guanajuato: La Escuela de Primeras Letras 1870-1871, El Periódico para Niños 1870-1873, La Educación, periódico de la
sociedad de la enseñanza popular 1871-1872; San Luis Potosí: El niño 1870, La Infancia 1875, El Abuelo
1891; Oaxaca: El Estudiante 1850, La Unión Escolar 1900; Veracruz: El Instructor de los Niños 1870;
Aguascalientes: El Instructor
1883-1894 y 1896-1901; Campeche: El
periquito 1970; Guadalajara, Jalisco: El
Protector de la Infancia 1871-1872, El
Amigo de los Niños 1878, El Progreso
Escolar 1896.
[5] 1833-1890, nació en Tajimaroa, hoy
Ciudad Hidalgo. Avecindado en Morelia, tipógrafo; aprendió el oficio en la
imprenta de Ignacio Arango. Atendió los talleres de Octaviano Ortiz, Loreto
Martínez y el suyo propio. Responsable y administrador de la imprenta del
gobierno en Palacio (1870-1890) (Véase Ochoa, 2004).
[6] Volvió a aparecer el 15 de
septiembre de 1881, con el nombre de El
Amigo de la Instrucción, siendo su redactor responsable Manuel A. Manríquez
y dejó de publicarse el 15 de diciembre de 1882 (Véase Torres, 1915).