Las concepciones sobre el autismo en su historicidad
Conceptions about autism in
its historicity
Moisés Olmedo
López[1]
https://orcid.org/0000-0001-8570-0660
Resumen
Año con año se incrementa el número de
niños diagnosticados con autismo. La Organización Mundial de la Salud, estima
que en el mundo por cada 10 mil personas existen 21 con autismo, y en México se
calcula que la cifra ronda entre los 45 mil niños. Hoy más disciplinas se han
unido a la investigación de esta condición como son: la antropología, la
historiografía, la sociología, la literatura o la pintura.
Palabras clave:
historiografía, autismo, cuerpo, antipsiquiatría
Abstract
Year by year the
number of children diagnosed with autism increases. The World Health
Organization estimates that in the world for every ten thousand people there
are twenty-one with autism, and in Mexico it is estimated that the figure is
around forty-five thousand children. Today more disciplines have joined the
investigation of this condition such as: anthropology, historiography,
sociology, literature or painting.
Keywords: Historiography, Autism, Body, Anti-Psychiatry
Recibido: 1-03-2021
Aceptado: 6-12-2021
Introducción
Este
trabajo tiene como objetivo, develar desde la historiografía las diferentes
posibilidades de análisis a las que se pueden someter las principales fuentes
del trastorno del espectro autista[2]
(TEA). Del mismo modo, estructura una visión crítica sobre los discursos de la
salud mental y la psiquiatría infantil. Se abordaron temas como el cuerpo, el
tiempo, la biopolítica, la antipsiquiatría, el paradigma, el lenguaje y el espacio.
Con ello se pretendió redefinir y desentrañar nuevos aportes sobre el estudio
social del autismo infantil. De esta forma, el discurso de la psiquiatría ha
contribuido al estudio etiológico y epidemiológico sobre el autismo[3]
infantil, pero hoy en día el diagnóstico y el tratamiento comprometen a más
disciplinas para conocer qué instrumentos y qué métodos son los más adecuados
para ayudar a comprender no solo a la población infantil con autismo, sino
también a su círculo familiar. Aún se desconocen las causas biológicas que
generan la condición de autismo, por otro lado, los estudios de los contextos
sociales actualmente son tomados en consideración para su tratamiento, como lo
señala Coy y Martín (2017). [4]
La historiografía como ciencia crítica permitió
analizar la forma en que las entidades nosológicas, que corresponde al
trastorno del espectro autista, se han ido modificado a través del tiempo, así
como observar que el conocimiento clínico-psiquiátrico ha sufrido un proceso
que complejiza su mirada frente al conjunto de comportamientos llamados
“anormales”, logrando con ello una construcción de clasificaciones más
rigurosas desde la perspectiva de la paidopsiquiatría.[5] La
posibilidad de abordar una problemática como el autismo infantil desde una
postura historiográfica abrió un amplio abanico de recursos de análisis, en
primer momento pudiendo acceder al tiempo y espacio de las intenciones,
motivos, creencias y valores que originalmente sostuvieron algunos científicos
al estudiar el fenómeno del autismo. Finalmente, un análisis historiográfico
sobre el autismo infantil fue más allá de descubrir los hechos pasados,
reconstruir sus secuencias clínicas, sus acontecimientos psiquiátricos o
explicar sus causas biomédicas y enumerar sus síntomas, proporcionó la
oportunidad de analizar la práctica de esa reconstrucción y las premisas que
sustentan esas explicaciones.
Antecedentes
En
el tema de los trastornos mentales infantiles, desde la antigüedad hasta el día
de hoy, son diversos los tipos de investigadores que se han ocupado por
desarrollar formas de conservar y explicar esos comportamientos anómalos.
Concretamente, dos de ellos fueron Jean Itard y Lucien Malson que a partir de
la descripción de los llamados “niños salvajes”, que crecieron en el bosque de
Aveyron, sin ningún contacto humano, por lo tanto, sin acceso al lenguaje, se
les dio el término “Homos Ferus”. Uno
de los casos mejor documentado tiene lugar a finales del siglo XVIII y
principios del XIX, lleva por nombre “El niño salvaje de Aveyron”. Este niño
llamado Víctor, fue capturado recién concluida la Revolución Francesa, y para
evitar un segundo escape, fue llevado al hospital Saint Afrique y después a Rodez,
en donde estuvo bajo observación. En ese momento se concluyó que era un salvaje
de comportamiento esquivo e impaciente. La notica del “niño salvaje” llegó
hasta el gobierno que tenía inclinaciones científicas, ordenando su traslado a
París con la finalidad de estudiarlo. El director Philippe Pinel[6]
del manicomio de Bicetre, concluyó
que este niño no era más que un deficiente mental incurable, en ese tiempo eran
llamados “idiotas”. Fue Gaspard Itard[7]
quien, por medio de un análisis y un tratamiento mejor definido, logró hacer
una descripción más profunda e inmediata a lo que hoy en día se conoce como
autismo. Itard mencionó sobre el caso: se trataba de un niño afectado por
movimientos espasmódicos e incluso convulsivos, que se balanceaba
incesantemente, mordía y arañaba a quienes se le acercaban, era antisocial, no
podía conceder empatía alguna hacia otro ser humano, no reconocía ninguna de
las reglas de la sociedad, se mostraba indiferente ante todo y no prestaba
atención a nada. Para esa época esas conjeturas resultaron ser un choque contra
el pensamiento de Rousseau, que sostenía que el hombre es naturalmente bueno y
que las instituciones sociales lo hacen malvado. Itard fue uno de los
pensadores pioneros sobre los modelos de la discapacidad y la educación
especial (Lane, 1976). Estos hechos podrían considerarse como los antecedentes que
ayudaron a sentar las bases del estudio del autismo infantil, tiempo después esta
condición fue situada dentro de las psicosis de la infancia y también fue vinculada
estrechamente con la esquizofrenia. Para el año 1913, fue el psiquiatra suizo
Eugen Bleuler quien definió al autismo como la separación del sujeto con su
realidad circundante, así también señaló que el sujeto es un ser débil que no
puede sortear los estímulos externos de la vida diaria, es por ello por lo que
genera un monólogo interno lleno de fantasías, mismas que provocan un
aislamiento emocional. En 1943, Leo Kanner publicó un trabajo sobre el autismo
clásico, titulado Autistic disturbances of affective contact, dicho
escrito sigue presente en toda investigación sobre el autismo, ya que puso las
bases de lo que hoy conocemos como TEA. Por consiguiente, presentó los casos de
once niños, que describió como infantes incapacitados para entablar relaciones
sociales y emocionales. En el año de1938 en Austria, Hans Asperger dio una
conferencia sobre la “psicopatía autística”, ese fue el inicio de su
investigación, y fue hasta el año de 1944 cuando presento la descripción del
comportamiento peculiar de cuatros niños, entre los seis y once años. Esos
síntomas mostrados por esos cuatro niños fueron la ausencia de empatía por
quienes les rodeaban, incapacidad por relacionarse socialmente o no mostrar
interés por crear vínculos de amistad, un pobre contacto visual, una
gestualidad escueta, ecolalia, lenguaje suntuoso, un carácter obsesivo por
intereses muy particulares y cierta torpeza en movimientos corporales.[8]
Lorna Wing[9] en
1981 efectuó las primeras publicaciones sobre los estudios realizados a niños
que mostraban síntomas como los que había descrito décadas antes Hans Asperger
en Viena, como eran: dificultades en las relaciones sociales, limitación
comunicativa, intereses escasos u obsesivos, motricidad atípica, habilidades
verbales normales que en ocasiones llegaban a la solemnidad. Con ayuda de la
psicóloga clínica Judith Gould realizó la primera definición moderna del
autismo Asperger.
En esta última década el estudio del autismo está en
una dirección muy reveladora, autores como el psicólogo Steve Silberman (2017)
en su trabajo Una tribu Propia expone la idea de que el autismo, como la
dislexia e incluso el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)
no deberían considerarse alteraciones del desarrollo humano, sino variaciones
de la naturaleza humana, o una condición que pueden dotar de habilidades y
aptitudes extraordinarias a la persona. Igualmente, Hanne de Jaegher (2013)
enfoca sus estudios sobre el autismo a través de los procesos de interacción
social en la subjetividad y la intersubjetividad.
Por consiguiente, han existido una cantidad
considerable de fuentes que hacen referencia a los trabajos pioneros de Leo
Kanner, Hans Asperger, Bruno Bettelheim, Michael Rutter, Eric Schopler, Ivar
Lovaas,[10]
Lorna Wing, Uta Frith, Simón Baron-Cohen por mencionar algunos, que han
significado y aún significan un papel clave en la evolución de lo que se ha
investigado respecto al autismo infantil a nivel clínico prioritariamente.
Por consiguiente, vamos percibiendo algunos cambios y
continuidades en los procesos históricos de la interpretación del autismo
infantil hasta nuestros días, mismos que requieren indicadores que marquen los
límites temporales de experiencia específica. Como lo revela Hartog (2005), la novedad
de esta vivencia del tiempo sólo se comprende en contraste con la experiencia
del espacio que permitió la emergencia de la historia como ciencia. Para el
estudio del autismo viene muy al caso la idea de Koselleck (1993) donde señala
que vivimos en un presente alargado o, dicho de otra forma, en un espacio de
experiencia que se ha extendido tanto que casi se ha separado del horizonte de
expectativa. Para el día hoy, la mayoría de las investigaciones sobre autismo al
parecer sufrieron un alargamiento de las teorías pioneras de Leo Kanner y Hans Asperger,
por otro lado, las expectativas profesionales de encontrar la etiología y una
posible “cura” recaen mayormente en la genética y en la industria farmacéutica.
La biopolítica y su
posible relación con el discurso del autismo
El
espectro autista ha sido estudiado, principalmente, como un fenómeno de la
mente encasillado dentro del cerebro y en sus redes neurológicas, mientras el
cuerpo ha sido limitado a lo biológico, dejando al sujeto totalmente aislado de
su contexto social,[11]
en este sentido, este trabajo historiográfico permitió darle una dimensión
sociohistórica al autismo infantil. De este modo, la ampliación del concepto de
autismo infantil ha tenido como resultado el aumento del número de
diagnosticados y por tanto un crecimiento en las terapias y en los tratamientos
farmacológicos. La etiología del autismo es de naturaleza heterogénea, por lo
tanto, su análisis es harto complejo y de tipo liminal, esto ha llevado a que
se formen equipos multidisciplinarios para su estudio y tratamiento,
permitiendo así que más ciencias se unan al trabajo de recaudar insumos para su
investigación. Esta reflexión, nos llevó a concentrarnos en un punto primordial
para adquirir una visión historiográfica del autismo infantil, y es que son
variados los discursos que se han construido para entender este trastorno a lo
largo de su historia, señala Garanto (1990). Por consiguiente, es importante
poder vislumbrar los diferentes escritos que han ayudado a estructurar y
comprender su funcionamiento, uno de ellos que consideramos significativo, es
el de la biopolítica.
Retomar a Michel Foucault, como uno de los principales
analistas de los límites del poder, ayuda a comprender si el diagnostico de
autismo infantil logró entrar en un modelo disciplinario. Foucault analizó
escenarios conocidos de la vida cotidiana como cárceles, nosocomios,
psiquiátricos y asilos. Dentro de su revolucionario pensamiento desarrolló el concepto
de biopolítica que vimos necesario ocupar para comprender lo que han significado
los discursos que concentra el autismo infantil actualmente. En su trabajo “Nacimiento de la biopolítica” explicó que
la biopolítica es la relación del poder con la vida cotidiana. De esta forma, en
la posmodernidad el control fue mutando hasta llegar a maneras más sutiles como
el consumismo y las biotecnologías, donde la ideología requiere el control del
cuerpo de cada sujeto. Para la sociedad capitalista lo biopolítico tiene una
importancia mayúscula, ya que se planteó la uniformidad del pensamiento y el
autocontrol del comportamiento, asimismo, el estado y las teorías económicas
construyeron un mecanismo de regulación de las capacidades intelectuales y
biológicas, ya que la finalidad es la gestión total de la vida (Foucault, 2007).
Explicó la interrelación del saber, poder y verdad, de igual manera reveló que
los discursos provenientes de las instituciones, que había analizado (como era
el médico, jurídico o religioso) eran una implementación de acciones que
direccionan la vida, tanto individualmente como en la totalidad de la
población. Esto tenía que ver con la gestión de la sociedad y de sus
individuos, que no sólo se efectuaba mediante la conciencia o por la ideología,
sino también por medio del cuerpo y con el cuerpo. Finalmente, se entendió que el
cuerpo es una entidad biopolítica y la medicina es una estrategia biopolítica, señaló
Foucault (2007).
Una de las características de la biopolítica es la
imposición de reglas colectivas y de disciplina individual como medios para
alcanzar un fin determinado por la autoridad, donde todo comportamiento
subversivo es sometido a una reflexión ética. Foucault (2007) mencionó que por
medio de la biopolítica capitalista se ha buscado el control de los diferentes
aspectos de la vida diaria, como es la política sanitaria, donde se pretende la
dominación y el control del cuerpo a través de la esfera pública, ya que las
políticas de sanidad buscan la modificación y el ordenamiento forzoso, se ha
ido obligando a la trasformación del hombre, sin ser consciente de ello. Hoy en
día la biotecnología no tiene un límite de escrutinios, ni fronteras sociales,
está en cada rincón de la vida cotidiana. Y ante el panorama del tratamiento
del autismo infantil, el análisis genético[12] es
un horizonte que alberga una fuerte esperanza que dé respuestas a los síntomas
neurológicos más severos, como son: la dificultad de relacionarse, problemas de
lenguaje, perdida de habilidades, comportamiento obsesivo compulsivo o nula
relación social, por mencionar algunos.
Actualmente
hay importantes avances en las investigaciones de las bases biológicas del
autismo, no se descartan los factores ambientales, pero desde su descubrimiento
se ha buscado exhaustivamente regular los comportamientos del infante con
autismo, principalmente a través de la medicalización, mientras que algunas
terapias se han enfocado en conocer las capacidades que pueden ofrecer las
personas con autismo, pero aún sigue existiendo la exclusión para este grupo,
debido a su fuerte relación con práctica psiquiátrica. Foucault (2007) reflexionó
sobre las formas de exclusión a causa de las enfermedades mentales, por ello
podemos entender que, aunque el infante con autismo se diagnostique, se atienda
o se medique siempre permanecerá en él un mecanismo de exclusión. Un ejemplo, fue
la Ley para la Visibilización e Inclusión
Social de las Personas con la Condición del Espectro Autista de la Ciudad de
México, con ello se buscó reconocer el derecho de la persona con autismo,
pero primero debió solicitar una tarjeta que lo valide como persona con
discapacidad psicosocial para tener acceso a los programas y gratitud de los
servicios públicos. En este punto se visualiza una fuerte y larga reflexión, sobre
la finalidad que tuvo esta ley en los procesos de exclusión o inclusión.
La corporeidad en el
autismo infantil
Para
abordar la situación del cuerpo en el autismo es necesario tener presente dos
momentos de su estudio, por una parte, el avance de la neurología y por otra, el
estudio de las conductas humanas a través de la historia. Sabemos de la gran
importancia de la neurobiología para comprender la conducta humana, pero de
igual valor es entender las experiencias y sus conexiones de la corporeidad por
medio de la percepción del mundo, a través de los efectos físicos del espacio,
el enlace del tiempo natural y el tiempo histórico. En este sentido, hablamos
de un cuerpo que no solo es receptor y se conoce a sí mismo, sino un cuerpo
construido desde un contexto histórico perteneciente a cierto grupo social,
mismo que interactúa en situaciones de creación y control. Para hablar de este
cuerpo, recurrimos al concepto de embodiment
definido por Thomas Csordas (1990), el cuerpo como producto y productor de
subjetividades que se asientan en la cultura y en el sujeto. Es el cuerpo
extendido en su relación con la cultura y la experiencia, es una visión del
mundo corporizado. Merleau-Ponty (1996) planteó como tarea de la fenomenología
alcanzar el corazón de la "experiencia encarnada”, esto es, si el ser
humano posee un cuerpo, este mismo le ata a un mundo en particular, haciendo
imposible la objetivación y la universalidad. Es hablar sobre la percepción
encarnada, en donde sólo es posible una situación histórica específica. Por
medio de su concepto “experiencia vivida”, Merleau Ponty (1996) rebasó la idea
de separación entre objeto y sujeto, señalando que la mente solo puede ser
percibida como una mente encarnada. Ante este planteamiento, se abandona la
idea de cuerpo/mente para el análisis del autismo, situando a la corporeidad de
la conciencia como una intencionalidad corporal. Entonces, las experiencias
corporales de una persona con autismo, las entenderíamos como un campo de
percepción unido a su mente, como una sola estructura de funcionamiento complejo
que percibe la acción y experiencia, creando propias vivencias a través de una
percepción cifrada que también son parte de la naturaleza humana. En igual forma, la teoría del enactivismo,[13]
ofrece nuevos conceptos que han ayudado a superar las problemáticas
funcionalistas tradicionales, entendiendo al autismo desde una visión
integradora, ya que considera que la cognición, la comunicación y la percepción
no son entidades separadas, sino que poseen
un sentido de coordinación, de esta forma, se consigue comprender que el
estudio del autismo ha estado estrechamente relacionado con la interacción
dinámica entre un organismo cognitivo (niño con autismo) y su medio ambiente, estableciendo
que el entorno es producto de una selección, mismo que se da por medio de la
capacidad de relacionarnos con el mundo exterior e interior que nos rodea (De
Jaegher, 2013).
La importancia del lenguaje en el autismo infantil
El
pensamiento, es más que un proceso psicológico que forma parte de las vastas
actividades del cerebro, mismo que está ligado con el conocimiento sensorial,
la práctica y la experiencia. Para que el pensamiento pueda ejecutarse, es necesario
llevar diversas funciones como son la recuperación y procesamiento de la
información de la memoria. El pensamiento necesita dos elementos indispensables
para su funcionamiento, los cuales son la imagen y el lenguaje. Pero el
lenguaje es más que solo comunicar ideas que parten del pensamiento, y que
después escogemos palabras que se vuelven frases para expresarnos y finalmente producir
sonidos. Tanto para Gadamer como Ponty, el lenguaje no sólo es un mero
instrumento que permite articularnos con el mundo, sino que es el medio que nos
permite estar en el mundo. Más aún, Gadamer (1992) afirmó que el ser, que puede
ser comprendido, se trasforma en lenguaje. En este orden de reflexiones sobre el
lenguaje y el cuerpo, en el autismo infantil encontramos que, durante mucho
tiempo, la fenomenología estuvo dedicada en estudiar el funcionamiento de la
conciencia, pero ahora este método está dirigido a analizar las relaciones con
el otro, tanto individualmente como socialmente. Por tanto, se rompe con el
paradigma tradicional que afirmaba que la mente (del autismo) está en el
cerebro únicamente, hoy se abogaría por una concepción que ocupa todo el cuerpo.
De esta manera, estamos ante un paradigma de corporeización de la mente, donde
se da peso a las interacciones sociales que contribuyen en la reformación del
pensamiento, el lenguaje y el comportamiento del infante con autismo, con ello
se propone equilibrar la visión psicobiológica y, por ende, los niveles de
medicalización del sujeto. El neurólogo Oliver Sacks[14], en
su trabajo “Un antropólogo en Marte”, por medio del análisis de siete casos
neurológicos, incluyendo el autismo, subraya la importancia de dejar de buscar una
posible “cura” a ciertas anomalías mentales, y propone estudiarlas desde una
postura menos estigmatizadora, situándolas en un espacio de variabilidad de la
condición humana. Por ejemplo, analizó la condición del dibujante inglés
Stephen Wiltshire, diagnosticado con autismo, quien tiene la capacidad de
trazar de memoria ciertas ciudades, solo observándolas desde un helicóptero. El
biólogo Humberto Maturana (1992) enfatizó en que el lenguaje es más que un
sistema de símbolos para comunicarse, que tienen un valor intrínseco
relacionado estrechamente con las emociones, mismas que juegan un papel
definitivo para la convivencia humana. Así mismo, dividió la reflexión del
lenguaje en dos ideas, las epistemológicas y las biológicas. Las
epistemológicas dan respuesta a que somos seres humanos en lenguaje, esto es
que coexistimos al ser observadores que reflexionan en el aquí y ahora de la
experiencia, porque si no hay lenguaje no existe la reflexión, no hay discurso
y por tanto no hay ser. Cuando se reflexiona en el lenguaje, ya somos parte de
él. Por lo cual, pensar el autismo desde estas reflexiones nos brindó la
oportunidad de llevarlo más allá de la explicación psiquiátrica, se da una
reformulación de la experiencia del sujeto, de su forma de ser y estar en el mundo
por medio de su lenguaje. El conocer como una persona con autismo traduce a la
sociedad y las experiencias cotidianas, como sus explicaciones representan un
fenómeno complicado debido a que su lenguaje es cifrado en muchas ocasiones, y
esto posiblemente generaría conflictos de criterios de aceptación y negación
ante quien lo perciba, pero también ofrece nuevas oportunidades sobre la
comprensión de los procesos cognitivos, emocionales y del lenguaje del ser
humano.
Paul Ricoeur (1999) parte de la noción heideggeriana
de "la pertenencia del yo a su mundo", propone que la temporalidad es
el carácter dominante de la experiencia humana, sostiene que la conciencia
subjetiva puede alcanzarse a través del lenguaje. Para esclarecer la
experiencia temporal Ricoeur acude al relato, a la trama narrativa, ya que su
tesis fundamental fue que "la narración identifica al sujeto en un ámbito
eminentemente práctico: el del relato de sus actos. Sin narración no hay, pues,
identificación posible ni del individuo ni de las comunidades” (Ricoeur, 1999,
p. 27). Para el autor, la narración es lo que hace posible la filiación del
individuo a sus comunidades. Nosotros como investigadores, estamos ante caminos
referentes a la cognición social, donde la fenomenología no solo se limita al estudio
de la conciencia humana, estamos inmersos en el estudio de las relaciones con
el otro, no solo individualmente, sino socialmente. Para el estudio del autismo
infantil, encontramos que las nuevas investigaciones están construyéndose sobre
enfoques interdisciplinarios, donde los esfuerzos se centran en conocer las
diversas experiencias de interactuar, es un trabajo complejo poder internarse
en las narrativas de la comunidad del autismo, poder investigar el cómo es que
se puede llegar a entender un lenguaje tan complejo. Finalmente, comprendimos
que la condición del autismo no cancela el lenguaje por el solo hecho de no
vocalizarse, haber alteraciones como la ecolalia o simplemente no tener sentido,
sino que el lenguaje (con autismo) recorre sendas comunes como son la
interacción con los demás, la producción de sentido y la integración de códigos
de su sociedad.
Un
posible cambio de paradigma en el estudio del autismo
La
profesionalización de la salud mental infantil, a través de la
paidopsiquiatría, dio grandes avances en los años 60 en el terreno conductual y
en la psicofarmacología de menores, esto representó un cambio de paradigma en
la nosografía psiquiátrica. Pero al mismo tiempo, dio pie a una reflexión
crítica entorno a la unión entre ciencia y ética, entre el autocuidado y la
Salud Pública, y su negociación con las políticas sanitarias que impusieron los
gobiernos en pos del bienestar social. Para entender este cambio de paradigma
de la psiquiatría infantil, es necesario recurrir a Thomas S. Kuhn, ya que su
contribución a la filosofía de la ciencia marcó, no sólo una ruptura con las
posiciones epistemológicas de su época, sino que inauguró un nuevo estilo en
esta disciplina, destacando notablemente la importancia de la historia de la
ciencia. Kuhn fue uno de los principales representantes de la “nueva filosofía
de la ciencia”, su formación de historiador y filósofo le permitió una visión
única sobre el funcionamiento de la ciencia. Este autor definió a “los
paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que,
durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una
comunidad científica” (Kuhn,1993, p.13). Para el caso del autismo infantil,
este espectro ha estado dominado por el paradigma biomédico. Kuhn señaló, que
la ciencia ha pasado por momentos de inmadurez, en el cual se desarrollaron
diversas escuelas o corrientes llamadas así desde la psicología clínica,
mencionó que las revoluciones científicas son episodios de desarrollo, no
acumulativos, ya que cuando un paradigma entra en crisis es reemplazado,
parcial o totalmente, por uno nuevo. Este nuevo paradigma, se centra en un
periodo llamado ciencia normal. La ciencia normal parte de un “acierto” o “logro”,
que se da cuando una teoría pudo explicar algún hecho o fenómeno. De esta
manera, la ciencia normal, en principio, es un periodo donde la actividad
científica centra sus esfuerzos en resolver problemáticas definidas y
parciales. Por medio de estas resoluciones, los científicos intentan responder
el mayor número de problemáticas a partir del uso de sus propias técnicas de
investigación ya consolidadas. Esto le ha llevado a muchos científicos a
situarse en una posición conservadora, donde se busca más la preservación de
paradigmas “dominantes”, generando así una lucha de resistencia entre las ideas
nuevas y los paradigmas ya consolidados. Ante esta situación, comprendemos
porque el estudio del autismo ha permanecido mayormente en un paradigma
biomédico y validado desde la psiquiatría. Esto da como posible respuesta, que
el trastorno del espectro autista es una condición que solo le concierne a la salud
mental, centrando su origen y su única respuesta en las neurociencias y la
farmacología. Han pasado cerca de 73 años desde que Leo Kanner comenzara los
trabajos sobre este trastorno infantil, aún continúa siendo mayormente clínica la
visión de este espectro, aun cuando no existe un examen neurobiológico que haya
podido validarlo a través de la demostración de una disfunción del sistema
nervioso como lo explicó la neuróloga Isabelle Rapin.[15]
Comprendemos que la paidopsiquiatría, al ser una ciencia relativamente joven
nunca haya transitado en la etapa de la “ciencia normal”, Kuhn explicó en qué
consistía dicha etapa, la historia de la ciencia estaba marcada por largos
periodos de refinamiento estable, misma que era estructurada sobre cambios no
secuenciales o en un objetivo definido, esto era que las teorías de las
ciencias podían tener o no tener una relación entre ellas mismas o una
comunicación. En esta situación, la psiquiatría infantil al no tener esa etapa
de refinamiento, pensaríamos que ha dejado diversos cabos sueltos donde no ha buscado
adecuarse a la realidad del sujeto o comprender su realidad sociohistórica,
sino ha intentado imponer un paradigma organicista que solo corrija la
afectación neuronal. Para el estudio sobre el autismo, han existido periodos de
gran pugna entre los que sitúan a la etiología del autismo en la naturaleza
neurológica y los que la ubican en un espacio sociocultural, donde unos a otros
desacreditan sus teorías por medio de la omisión o la negación, donde lo
científico se convierte más en un problema ideológico. Tenemos de ejemplo que
en 1978, cuando se celebró el primer International
Autism Symposium en Madrid ante 1,800 representantes de todo el mundo, el
psicólogo clínico Ivar Lovaas enfatizó la naturaleza neurológica del autismo,
esto ocasionó que algunos ponentes psicodinámicos lo contradijeran en el acto,
dicha situación derivó en un disturbio, hasta que Angel Rivière,[16]
quien presidía el panel de ponentes, puso orden diciendo que: en la ciencia, no
sólo la controversia no es algo desagradable, sino que es ineludible.
Kuhn (1993) señaló que ciertos procesos llevan a un
entrenamiento del conocimiento científico por parte de las nuevas generaciones
de científicos, que se centra en el manejo y aplicación de un solo paradigma
científico para diversas problemáticas. Siendo así, que la característica más
importante de la “ciencia normal”, es la existencia de un paradigma que
doblegue a las demás ideas. A su vez, la investigación del autismo se ha
realizado mayormente desde los textos de la neurología, la psiquiatría y la psicopatología,
dejando muchas veces relegados una variedad importante de fuentes como son:
relatos, novelas, artículos, fotografías, pinturas y archivos audiovisuales. Hemos
entendido, que dichas fuentes desechadas, pudieron elaborar una interpretación más
profunda del diagnóstico y sus registros, con base a ese discurso cifrado se
hubiera podido dar paso a la construcción de un nuevo paradigma interdisciplinario,
que podría haber ido más allá de lo que hoy conocemos como Trastorno del Espectro
Autista.
Kuhn puso sobre la mesa la discusión que emerge
entorno al crecimiento de lo que se llama “conocimiento científico”,
confrontando directamente a los positivistas lógicos y falsacionistas. Hemos comprendido
la difícil separación de ideas psiquiátricas de lo que representa el autismo,
pero no imposible, logrando este fenómeno de disociación es probable que se
genere algo llamado “switch gestáltico”,
llamado así por Kuhn. En otras palabras, todo el saber acumulado sobre el
conocimiento del autismo debería ser organizado bajo una nueva forma de
comprensión, en donde las viejas respuestas y los métodos de siempre no
incurrieran en la limitación de nuevas teorías, por el hecho de ser paradigmas
instituidos, esto provocaría una crisis del saber que desembocaría, probablemente,
en lo que se conoció como “revolución científica” entorno al trastorno del espectro
autista.
Kuhn explicó que las revoluciones científicas, suceden
cuando un nuevo logro o paradigma proporciona las herramientas necesarias para obtener
un nuevo enfoque, un diferente método de análisis, pero al mismo tiempo se dará
la aparición de nuevos problemas. Este fenómeno puede tener cabida, al momento
en que diversas disciplinas se agreguen al estudio del autismo, con ello nuevos
investigadores que han analizado el autismo desde diferentes corrientes
teóricas ajenas a la medicina o la psicología. En este orden de ideas, la
neuróloga Isabelle Rapin en su momento dio un giro al estudio del autismo
infantil, señalando que hay muchos desacuerdos entre los expertos en relación
con los casos de autismo, ya que, si bien está definido por el comportamiento
social, este carece de una respuesta biológica definitiva, y remarca que el
mayor problema radica en qué tan lejos se sitúe del promedio a estos niños
diagnosticados con autismo. Rapin (1994) metaforiza respecto a la altura, el
hidrato de carbono en la sangre, el peso o la presión arterial, mencionó que
según la media que lo ubique resultará ser parte de un diagnóstico, señaló que
existe una amplia zona gris que se encuentra entre la normalidad y la
enfermedad. Por tanto, esto hace que el diagnóstico sea muy difícil de
sostener, y muy fácil de confundir con otros trastornos del desarrollo
infantil, por ejemplo, antes de diagnosticar masivamente a niños con autismo
deben realizarse audiogramas, ya que usualmente la poca empatía con el entorno
social se deba a un problema causado por un daño en el oído interno. Finalmente,
el escritor y psicólogo Steve Silberman en su obra Una tribu propia Autismo y Asperger: otras maneras de entender el mundo,
ha sostenido que el concepto de neurodiversidad debe tener que ver más con
entender el autismo como una condición llena de creatividad e innovación. A
Silberman, (2015) después de entrevistarse con padres de niños con autismo, le
hicieron saber que la solución a la mayoría de las problemáticas que presenta
el trastorno del espectro autista no se encuentra en una píldora, sino más bien
en el establecimiento de comunidades comprensivas.
La antipsiquiatría frente el autismo infantil
Stockton
(1995) indica que la epistemología de la historia exige presentar los datos
contextualizados, es así como los textos-discursos se mueven bajo un fluido
temporal en el que se van expresando las relaciones de causa-efecto. Por tanto,
David Cooper en Inglaterra como Ronald D. Laing en Italia fueron los
principales referentes de este cambio de discurso sobre la enfermedad mental.
Ellos evocaron una teoría más humanista y un tratamiento más benigno para las
personas recluidas en alguna de las instituciones psiquiátricas, logrando un
cuestionamiento directo hacia la práctica psiquiátrica biologicista soportada
por teorías orgánicas, biológicas y genéticas, resaltando que la mayor
problemática partía de la forma en que se educaba y se enseñaba la concepción
de la enfermedad mental. En algún otro tiempo han existido autores, de
diferentes disciplinas, que han defendido esta representación de la enfermedad
mental, como fue el caso del sociólogo Ervin Goffman, el filósofo Michel
Foucault y el psicoanalista Bruno Betteelheim, indica Vásquez (2011). Es así
como visualizamos las formas de analizar el discurso psiquiátrico, comprendimos
que varían en tiempo, disciplina y propósito.
Este grupo de especialistas fortalecieron el
movimiento denominado Antipsiquiatría, criticaron y cuestionaron tanto el
discurso de la psiquiatría como el de la psicología clínica junto a sus
tratamientos y los respectivos derechos de los enfermos mentales, estos
críticos de la salud mental abren interrogantes hacia la historia de sus
métodos como son: la lobotomía, los electroshocks, el encierro, el amarre, la
medicalización, el internamiento involuntario. La antipsiquiatría fue un
movimiento ideológico, no complementario a la psiquiatría, que intentó reformar
el asilo, más allá del encierro forzado y la excesiva medicalización. Así
también, buscó transformar las relaciones entre el personal e internos en el
sentido de lograr romper con la estigmatización del mundo de “la locura”,
eliminando la noción misma de enfermedad mental, señala Adolfo Vásquez (2011).
Este movimiento tuvo un carácter más político de impugnación del quehacer y
saber psiquiátrico, fue desarrollado entre 1955 y 1975 en las naciones donde ya
estaban institucionalizada la psiquiatría y el psicoanálisis como máximos
saberes reguladores de la normalidad y la anormalidad. La anti psiquiatría,
desde sus orígenes, fue asociada principalmente con políticas de izquierda, en
donde se reclamaban la abolición de las practicas psiquiátricas, por otro lado,
importantes representantes políticos como Ronald Reagan de los Estados Unidos y
Margaret Tatcher en el Reino Unido, mostraron su total apoyo a la “asistencia
comunitaria”, y no tanto porque congeniaran con las ideas propuestas por la
antipsiquiatría, sino porque se oponían a la idea de un Estado benefactor de
onerosos medicamentos y tratamientos prolongados, y les interesaba eliminar
esos costosos espacios que ocupaban los enfermos en los hospitales
psiquiátricos. Al final, la antipsiquiatría reclamó no hacer de los enfermos
mentales una categoría aparte, a los que se encierra y se cuidan de manera
indefinida e imperativa. Así, este discurso proveniente de la vida social y de
las colectividades organizadas entorno a circunstancias y experiencias, que
fueron más allá de la individualidad, dio como resultado un fenómeno relevante
en un tiempo y espacio determinado, mismo que se desembocó en acciones y
estableció relaciones más equitativas.
Adolfo Vásquez,
dio cuenta que el discurso de la psiquiatría siempre ha estado cargado de
múltiples creencias, como lo señaló Van Dijk (2011). Dentro de una sociedad o
cultura existe un conjunto de creencias generalmente reconocidas, es un cuerpo
de conocimiento que nunca se cuestiona y que aceptan todos los miembros
potencialmente competentes de una cultura. Vásquez (2011) compagina su postura
con el trabajo del psiquiatra Thomas Szasz, al señalar que la psiquiatría
contiene en sus entrañas una problemática que hace referencia a su discurso
inquisidor, mismo que está constituido como un dispositivo de poder, en donde
la importancia del espacio (psiquiátrico) y de quien lo enuncia (médico) es
válido para asignar una categoría o un diagnóstico, en este punto el saber médico
es un instrumento lingüístico que ha sido previamente socializado en usos y
contextos específicos, de esta manera es así como se aceptan universalmente sus
prácticas.
Por otro lado, el análisis del discurso de la
antipsiquiatría reveló que existe una correlación histórica entre la
psiquiatría y el Estado que se acuña por medio del discurso político. Chilton y
Schäffner (2000) en Discurso y política señalaron que la palabra
política implica acciones (lingüísticas) que involucran el poder o su opuesto,
en este caso la antipsiquiatría sería una especie de fuerza de resistencia. La
política, en un sentido más amplio, es toda actividad relacionada con el poder
y su ejercicio, por lo tanto, el discurso político es un instrumento de poder
dentro de la psiquiatría y la antipsiquiatría.
Vásquez (2011) reveló que es innegable el impacto de
la cultura y la época en la constitución de un vocabulario técnico y de su
repertorio de conceptos, así como lo enunció Chilton y Schäffner (2000), lo que
se considera político depende de los participantes. En las sociedades, los
discursos institucionales se comunican mediante un conjunto de diferentes tipos
de textos y formas de habla. Vásquez (2011) apuntó a la forma en que se han creado
leyes que obligaron al internamiento o tratamientos forzosos para los llamados
“locos” o de comportamiento extraño. Si bien señaló que un padecimiento como la
esquizofrenia es parte del mito moderno de la enfermedad mental, no se intenta
negar la existencia de la locura o de los avances de la psiquiatría. Enfatizó
que la locura no está necesariamente dentro de las paredes de un psiquiátrico,
sino también se puede hallar junto al resto de la sociedad. Lo que Vásquez
cuestionó es la veracidad científica de categorizarla, legislarla y tratarla
como una enfermedad legítima tan curable como una apendicitis o una neumonía.
La llamada locura en su sentido clásico y literario es más bien un asunto
personal (anormalidad) o político (desacato o disidencia). Szasz (2006) analizó
el discurso de la farmacodependencia, concluyó que ambas responden a intereses
del Estado, explicó que el ser humano durante toda su existencia ha utilizado y
abusado de las drogas legales e ilegales, pero fue en el siglo XX que se
promulgaron las primeras leyes antidrogas y la inclusión de ciertas drogas a
una lista oficial de la Asociación Psiquiátrica Americana, para el uso de los
trastornos mentales. Fue antes de ese momento que no se padecía el llamado
problema de la droga, ni el discurso de la drogadicción sufría una connotación
despectiva. Desde la perspectiva de Chilton y Schäffner (2000) coexiste una
directa relación entre la política y el lenguaje. Bajo este tenor de ideas, el
discurso del autismo también puede ser utilizado con fines persuasivamente
políticos. Para el caso de México la Ley General para la Atención y Protección
a Personas con la Condición del Espectro Autista, decretada el 30 de abril de
2015, fue un aporte importante para la atención del TEA, pero demostró que fue
elaborado con cierto nivel de desconocimiento de esta condición, al momento en
que el discurso emanado se contradecía con las disposiciones actuales legales,
políticas públicas, recursos presupuestales, centros especializados y
comunicación social para dar una atención correcta a este creciente grupo
social. Quedó expuesta la incomprensión, al momento en que se pretendió expedir
“certificados de habilitación”, que más allá de ayudar a las personas con
autismo, servían como un instrumento para estigmatizar a las personas con esta
condición. Ante este error, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación determinó que estos “certificados” eran anticonstitucionales, porque
violaban los derechos humanos de igualdad y libertad de trabajo. Por
consiguiente, comprendemos que el autismo es una problemática compleja de arduo
entendimiento y empático tratamiento, es por lo que se debe abogar no solo por
un tratamiento psiquiátrico, sino también se deben de tomar en cuenta opiniones
especializadas provenientes de diferentes disciplinas sociales, que se han
interesado en el estudio del trastorno del espectro autista.
Conclusión
La
historiografía como disciplina crítica proporcionó una visión importante y
necesaria para poder profundizar en la comprensión actual del autismo infantil.
Por consiguiente, ayudó a analizarlo de una posición diferente y transdisciplinaria,
agregando conceptos como el de cuerpo, tiempo, espacio, horizonte y paradigma,
por mencionar algunos. Fue así, con una nueva visión (historiográfica) sobre el
estudio del autismo, que se presentó la posibilidad de abordar reflexiones
ajenas a la psiquiatría o a la psicología, lo que proveyó la oportunidad de identificar
nuevos valores, ideas y teorías en función al uso y representación del discurso
histórico del TEA. Por último, dio la oportunidad de hacer una reflexión
crítica sobre el contenido de textos antiguos, así como de fuentes actuales, vislumbró
elementos sustanciales como el estudio del pasado, las maneras de significarlo,
la construcción del discurso y su proceso de divulgación, todo con la finalidad
de repensar el estudio del autismo.
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[1] Universidad Autónoma Metropolitana,
m6olmedo@gmail.com
[2]Los trastornos del
espectro autista (TEA) son una patología del sistema nervioso, con base
genética y un sustrato orgánico que altera la función cerebral y, como
consecuencia, el comportamiento de la persona afectada así lo señala el DSM,
por sus siglas en inglés, (Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos
Mentales).
[3] La palabra autismo
proviene del prefijo griego eaftismos,
que significa “encerrado en uno mismo”.
[4] Para 2019 esa era la
cifra mundial sobre autismo infantil. En el caso de México, la estadística fue
retomada del único estudio, de autismo,
realizado en el país en el año 2016 en la ciudad de León, Guanajuato,
impulsado por Autism Speaks.
[5] Cuando se tiene la
sospecha de que un niño pueda tener autismo, existen signos que deben ser
analizados a través de una evaluación que usualmente está conformada por una
entrevista y pruebas que tienen como base el juego, mismas que estarán
supervisadas por un psicólogo que trabajara con un pediatra del desarrollo
conductual y finalmente con un psiquiatra infantil (paidopsiquiatra).
[6] Considerado el fundador
de la psiquiatría.
[7] Fue un médico francés,
pionero en la educación especial y de la otorrinolaringología. Adquirió
notoriedad por sus trabajos realizados, entre 1801 y 1807, relacionados con el
caso de Víctor de Aveyron, el llamado «Niño salvaje de Aveyron». Los
escritos de Itard sobre el caso fueron utilizados por Truffaut para hacer el
filme L'enfant sauvage (El
pequeño salvaje).
[8] Esos fueron los
síntomas que presentó y describió Hans Asperger en su trabajo The “autistic psychopaths” in childhood.
[9] Lorna Wing fue una
psiquiatra que revolucionó la manera de comprender el autismo, ya que
proporcionó la idea de espectro de autismo y acuñó el término síndrome de
Asperger. Siempre preocupada por los derechos de las familias y de los infantes
con autismo.
[10] Ivar Lovaas fue un
psicólogo clínico, pionero en el tratamiento del autismo infantil, desarrollo
el método “análisis de conducta aplicada” comúnmente llamado ABA.
[11] Roger Bartra trabaja y
desarrolla esta idea de conciencia más profundamente en su escrito: La conciencia y el exocerebro. Una hipótesis
sobre los sistemas simbólicos de sustitución.
[12]Investigadores del
instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB Barcelona) han identificado
que un regulador de la síntesis de proteínas, CPEB4, está afectado en la
mayoría de los casos de autismo. Los investigadores observaron los defectos en
CPEB4 provocan que la expresión de la mayoría de estos 200 genes se desregule.
[13] Esta
teoría considera la cognición como una actividad continúa moldeada por procesos autoorganizados
de participación activa en el mundo y por la experiencia y autoafectación del
cuerpo animado,
señalan Varela, Thompson y Rosch (1991).
[14] Fue profesor e
investigador de neurología en el Albert Einstein College de New York.
[15] Isabelle Rapin fue
doctora pionera de la neuropediatría, y sus estudios sobre el autismo infantil
son un referente obligatorio para la comprensión de lo que hoy significa esta
condición humana. Señalo que el posible origen del autismo se encontraba en el
campo de lo neurobiológico.
[16]Fue un especialista
español de autismo, fue catedrático de psicología cognitiva y coordinador de
los estudios de “Especialización en Perturbaciones de la Audición y del
Lenguaje de Universidad Autónoma de Madrid”.