Historias de Sociedades Marítimas: Comparación entre estudios

sobre México y el Sureste de Asia desde la experiencia del autor

en el caso de los samales de Balangingi.

 

Maritime Societies Histories: A Comparison between

Mexican and Southeast Asian Studies from the Author’s Experience

in the Balangingi Samal’s Case.

Mario Isaí Cruz Ponce[1]

Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5505-4151

Recibido: 22-02-2021

Aceptado: 16-11-2022

Resumen:

El presente artículo pretende, a partir de una comparación general entre las historias marítimas publicadas en México y aquellas que tratan sobre el sureste de Asia insular, hacer evidentes ciertas limitaciones en cuanto al alcance de las primeras y demostrar que, siguiendo ciertos planteamientos de las segundas, se pueden lograr estudios integrales en cuanto a las explicaciones que ofrecen sobre las sociedades marítimas. Para sustentar la demostración, se presentará la investigación del autor sobre los samales de Balangingi, una comunidad marítima al sur de Filipinas en el siglo XIX.

Palabras clave: historia marítima, campos de acción social, interacción, aproximaciones teóricas y metodológicas, explicación integral, samales de Balangingi.

Abstract:

The present paper aims to, throughout a general comparison between the maritime histories published in Mexico and those that deal with insular Southeast Asia, make evident some limitations on the first one’s scopes, and to demonstrate that, following some of the second one’s approaches, studies with integral explanations about maritime societies can be accomplished. To sustain this, the paper will also present the author’s research on the Balangingi Samals, a maritime community in southern Philippines in the nineteenth century.

Key words: maritime history, social action fields, interaction, theoretical and methodological approaches, integral explanation, Balangingi Samals.

 

Introducción

La relación entre la humanidad y el mar es uno de los aspectos más relevantes al momento de definir el proceso histórico de cualquier sociedad actual. Dentro del contexto mexicano —desde las sociedades mesoamericanas hasta la actualidad— la línea costera del territorio ha sido el lugar de desarrollo de numerosas comunidades que están ligadas al mar en varios ámbitos, tales como el económico y el comercial, el político y el religioso. Durante el periodo colonial, y al ser parte de un imperio ultramarino, el territorio novohispano estaba obligado a mantener contacto continuo con la metrópoli mediante el flujo constante de las flotas que fueron conocidas como “la carrera de Indias”, “la flota de Indias” o “la flota del tesoro español”. Además, su ubicación intermedia entre España y Filipinas lo hacían el encargado directo de la gestión del “Galeón de Manila”, lo que también impactó directamente en su desarrollo social, debido al contacto con Asia insular y continental.

Alrededor de todas estas actividades, sin duda de corte económico y comercial, surgieron y se desarrollaron sociedades especializadas, con prácticas culturales propias que, sin distanciarse de su contexto general, establecieron diferencias sustanciales con las comunidades de tierra adentro que se mantienen hasta nuestros días. Sin embargo, después del proceso de independencia, el nuevo país se concentró en los asuntos que lo apremiaban al interior y, paulatinamente, se distanció de sus intereses marítimos. Este proceso ha dejado una huella en la forma en la que se estudia esta temática desde la historia y, a pesar de que en últimos años la cantidad de trabajos sobre ésta se ha incrementado, los límites en cuanto a perspectivas de análisis y herramientas teórico-metodológicas aún son evidentes.

En contraste con esto, los estudios sobre el sureste de Asia insular, partiendo de las características geográficas que éste conlleva, se han convertido en referentes de la inclusión del mar y las dinámicas relacionadas a éste como parte fundamental para la comprensión histórica de las sociedades que allí se han desarrollado. Académicos de disciplinas como las ciencias políticas (Benedict Anderson, James Scott), la antropología (Cynthia Chou, Janet Hoskins) y la historia (Anthony Milner, Leonard Andaya, Barbara Watson) se han especializado en el conocimiento de la región y, a partir de sus trabajos, han planteado propuestas teóricas y metodológicas que han revolucionado la forma en la que concebimos a sus habitantes. Sin embargo, la mayor parte de esta literatura se encuentra escrita en inglés y, a la fecha, esto sigue siendo un obstáculo para el diálogo entre distintos círculos de historiadores en el mundo.

Ante dichas circunstancias, se plantea el objetivo primario de este trabajo: actualizar las perspectivas de estudio de las comunidades marítimas en México. La primera parte de este artículo pretende mencionar a los principales autores del tema en México y sintetizar una serie de características generales en sus trabajos publicados, las cuales ayudarán a definir las limitaciones que tiene este tipo de investigación. Posteriormente, se ofrecerán ejemplos de los trabajos que se han realizado sobre el sureste de Asia insular con una temática similar, haciendo énfasis en las aportaciones que han hecho al conocimiento histórico. Finalmente, se ofrecerá un ejemplo del alcance de este tipo de investigaciones a partir del trabajo personal del autor y se plantearán las conclusiones, así como algunas pautas generales para el desarrollo de futuros estudios sobre el tema. De esta manera, se aportaría de forma inicial a la consecución del objetivo primario y se establecerían bases incipientes para este tipo de estudios que también serán accesibles para el estudiante y el académico mexicanos.

 

Historias Marítimas en México:

Autores, publicaciones, características y limitaciones

Al comenzar con la descripción de las fuentes de producción mexicana, es indispensable especificar que este trabajo se enfoca exclusivamente en aquellos que han sido publicados en revistas especializadas, como compendios coordinados o libros individuales; debiéndose principalmente a dos razones. La primera es que, pese a existir una mayor posibilidad de encontrar trabajos distintos entre las tesis del país, su revisión sería tarea propia de una antología y no de un artículo. La segunda y de mayor peso es que los estudios publicados son una muestra concreta del estado en que se encuentra la discusión en los principales centros de investigación histórica del país y, por tanto, representa de manera general a la producción sobre el tema.

Entre los autores mexicanos que resaltan dentro de esta temática, se encuentra la Dra. Guadalupe Pinzón (2011, 2018), que con sus publicaciones ha tratado de poner al ámbito marítimo mexicano en una posición central dentro de los estudios históricos. Su investigación sobre el litoral del Pacífico durante la época colonial ha dado luz sobre varios procesos en el desarrollo de las ciudades y emplazamientos portuarios más importantes de la región, tales como Acapulco y San Blas. También se encuentra la Mtra. Flor de María Trejo Rivera, integrante de la subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, que en sus múltiples publicaciones —entre las que destaca su investigación sobre el naufragio del navío de Nuestra Señora del Juncal—  ha hecho hincapié en la necesidad de conocer nuestra historia marítima a partir de la generación de conocimiento arqueológico que, en conjunción con la investigación histórica, complemente nuestro conocimiento sobre la conformación material y social de las flotas que conectaron nuestro territorio con Asia y Europa durante tres siglos.

Un poco menos reciente, aunque igualmente importante, es la publicación del Dr. Hipólito Rodríguez (1998), quien elaboró una historia de la ciudad de Veracruz que, inspirada en el trabajo braudeliano, retoma la importancia de la geografía circundante y lo vincula con el desarrollo urbano de la ciudad de Veracruz. Dos décadas antes, el antropólogo y etnólogo Roberto Williams García (1978), elaboró un trabajo antropológico sobre el puerto de Veracruz que, aunque muy puntual, hace un poco más palpable las dinámicas y relaciones en la sociedad que conformó el puerto a mediados del siglo XX. Además, también hay varios autores que se encuentran compilados en títulos como El mar: Percepciones, lecturas y contextos Una mirada cultural a los entornos marítimos (Pinzón Ríos, 2015), La flota de la Nueva España, 1630-1631: vicisitudes y naufragios (Trejo Rivera, 2003) o México y su mar (Maawad, 2009), en donde diversos autores comparten su experiencia e investigación alrededor de tres temas en común: el mar, la navegación y sus participantes en la historia mesoamericana, novohispana y mexicana. Sin duda, todos ellos han hecho aportaciones significativas en cuanto al estudio de estas zonas comúnmente relegadas o tangencialmente abordadas en el estudio de la historia de México, en comparación con estudios sobre las dinámicas de tierra adentro.

En todos ellos queda de manifiesto el extenso trabajo de archivo que han realizado en ese campo, pues la gran cantidad de referencias que utilizan en sus obras y que le ofrecen al lector, tanto principiante como experto, para complementar su conocimiento es fundamental para la concreción de estudios sobre el tema. Sin embargo, las características de la mayoría de estas obras no permiten catalogarlas como historias marítimas en toda su extensión. Sus contenidos en su mayoría los ubican como estudios históricos de los ámbitos socioeconómicos y administrativos de los asentamientos costeros en el territorio novohispano/mexicano. La categorización que se ofrece a continuación menciona los principales ejes temáticos de las investigaciones mencionadas:

·         El “puerto-centrismo”: La focalización de los estudios históricos en los asentamientos novohispanos y mexicanos que alcanzaron relevancia a nivel regional debido a sus funciones administrativas y/o portuarias, incluyendo su capacidad como astilleros, la recepción del comercio a gran escala, la gestión del poder local, el punto de partida de expediciones o punto de entrada al territorio.

·         El comercio: el estudio del flujo de mercancías entre los puertos del territorio novohispano/mexicano y el continente europeo (Golfo de México, el Caribe, Océano atlántico) o las Filipinas, los puertos abiertos en Asia Oriental y el virreinato del Perú (Océano Pacífico). Esto también implica a las redes comerciales que se gestan al interior del territorio, el rastreo de ciertos productos y los vínculos que mediante ellos se establecen en la sociedad.

·         La navegación: el estudio de la tecnología y las técnicas de navegación que se utilizaron a lo largo de la historia marítima de este territorio. También se incluye a las personas que la practicaban (capitanes, pilotos, marineros, cartógrafos, etc.), las actividades ligadas a su consecución (constructores de barcos, estibadores, oficiales del puerto, comerciantes) y los productos necesarios para su preparación (herramientas, armamento, alimentos, velas, cuerdas, etc.).

·         El factor militar y la exploración: el estudio de las características que tenía la defensa del litoral en ambas costas, así como las expediciones que salían a reconocer la línea costera y las rutas de navegación en los dos océanos que franquean el territorio.

·         Historia de las mentalidades: distintas visiones particulares del mar, principalmente refiriéndose al mundo mesoamericano y a los reminiscentes de la visión europea medieval que trajeron consigo los conquistadores españoles.

 

A pesar de la diversidad de los ámbitos, se hacen evidentes ciertas limitaciones en estas perspectivas de estudio. La primera de ellas es que difícilmente podemos percibir la interacción entre ellos. El estudio de cada uno de los ejes temáticos mencionados es en gran medida independiente del resto, por lo que, a pesar de la amplitud o profundidad que logren alcanzar en sus respectivos trabajos, es difícil percibir la influencia o la interacción con otros factores que no estén vinculados de forma primaria con el objeto de estudio. Por ejemplo, los estudios sobre las ciudades portuarias no incluyen información sobre prácticas religiosas de la comunidad porque se concentran en explicar el funcionamiento administrativo de las ciudades y el flujo comercial. En otras palabras, los ejes temáticos son excluyentes en cuanto a la información que retoman para generar la explicación de sus respectivos objetos de estudio. Retomando la teoría de los campos del sociólogo Pierre Bourdieu, lo que él identifica como campos son precisamente estos sectores determinados de las sociedades que, al convivir y relacionarse entre ellos, conforman las estructuras mediante las que éstas se reproducen y se mantienen cohesionadas. Sin embargo, éstos también se sobreponen, se suplen, se supeditan a intereses, se influencian e incluso se resisten mutuamente, lo que en pocas palabras sería el flujo del capital simbólico que el autor identifica (Bourdieu, 1997). Esta es la dinámica y la interacción de la que los estudios históricos sobre el mar en México deben dar cuenta.

La segunda limitación que se identifica es el estudio del mar como un espacio de tránsito en función de un objetivo político o comercial, sin reconocer la convivencia cercana, afectiva y cultural entre los habitantes de la zona y este espacio. Los estudios históricos realizados en México en relación con el mar o el océano son en función de la presencia de ciudades o prácticas cercanas al mar o que suceden en él. Sin embargo, no se estudia el mar como objeto de las ideas, creencias, prácticas y relaciones. Por ejemplo, la navegación se estudia como una serie de técnicas para dirigir un navío en un espacio que se asume como meramente transitable, y el único objetivo a lograr dentro de él es cruzarlo para llegar desde un punto de origen a un destino prefijado. No obstante, los navegantes —que eran personas con orígenes tan diversos como el mismo imperio español y que posteriormente continuaron asentados en el territorio mexicano— también tenían su propia concepción y relación histórica y cultural con ese espacio, lo que incidía directamente en la manera en la que practicaban su oficio antes, durante y después del trayecto; siendo éste un aspecto poco o nada estudiado. En pocas palabras, al dejar fuera la diversidad de pensamiento, bagaje cultural y acciones de los actores históricos mientras se estudian las prácticas que llevaban a cabo en el mar o en función de él, se restringe la forma en la que se estudia dicho espacio y, por tanto, se limitan los alcances del estudio mismo.

Por supuesto, estudiar dichas interacciones entre los diversos ámbitos de estas comunidades o analizar la diversidad de concepciones y prácticas culturales de las mismas con respecto al mar representa en sí mismo una dificultad para el historiador debido a las características de las fuentes a las que tenemos acceso. Los documentos oficiales rara vez hacen visibles la interacción cotidiana de estos distintos campos que regularmente tratamos de forma segmentada. No obstante, al retomar también la experiencia de los trabajos de Mijail Bajtin desde el análisis literario (1994), y Peter Burke (2006) y Robert Darnton (1987) desde la disciplina histórica, encontramos que es a través de estas pequeñas irrupciones, anécdotas al pie, o documentos de carácter ficticio, como la literatura, que podemos salvar estas complicaciones y generar una comprensión integral de un objeto de estudio que claramente se comporta de manera rizomática.[2]

 

El mar y el pasado en el Sureste de Asia:

Desarrollo simbiótico, autores y aportaciones

Como he mencionado anteriormente, los estudios desde distintas disciplinas sobre el sureste de Asia insular presentan nuevas perspectivas que han demostrado que el mar y las relaciones que sus habitantes mantienen con este son cruciales para comprender su desarrollo en distintos ámbitos. Específicamente, dentro de la disciplina histórica, diversos autores han logrado generar en sus respectivos trabajos los bosquejos de estas sociedades marítimas en donde campos como el social, el político, el económico, el cultural, el religioso, el militar, e incluso el familiar interactúan, se sobreponen y se afectan mutuamente; dando lugar a una comprensión cercana a la que se pretende alcanzar mediante los métodos de interpretación y estudio de fuentes utilizados por Bajtin, Burke y Darnton.

El hecho de que la región fuera colonizada por varias potencias europeas en los siglos XVIII y XIX influye directamente en la forma en la que el conocimiento de esa región se ha construido y desarrollado desde ese momento. Podemos observar que la mayoría de los etnógrafos e historiadores de la región provenían, desde el siglo XIX, de Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos; mientras que para el siglo XX, después de su conquista de las Filipinas, se incorporó Estados Unidos. Posteriormente, se volvió el objeto de estudio e inspiración de trabajos que, a su vez, sirvieron para el desarrollo de teorías y nuevos enfoques para el estudio histórico y antropológico.

Ahora bien, el sureste asiático, y específicamente la región insular, es una geografía que se asemeja mucho a gran parte de los litorales mexicanos. Naciones como las Filipinas, Indonesia, Brunei y Malasia comparten el clima tropical en sus costas. Además, todos ellos comparten una característica específica: son países isleños o conformados por archipiélagos. Esto significa que el entorno marítimo es parte fundamental de su desarrollo histórico y ha estado presente en todo momento para las sociedades que allí han existido, por lo que se podría decir que tienen una relación simbiótica con él; lo que a su vez hace de esta región el objeto ideal de comparación con las comunidades marítimas mexicanas y su desarrollo histórico.

Como en el caso de nuestro país, el sureste asiático insular también cuenta con muchas comunidades que no dejaron registros escritos previos a la llegada de los colonizadores europeos (británicos, holandeses y españoles), alrededor del fin del siglo XVI. A ello se suma el tipo de clima que tiene la región, el cuál tampoco favorece la conservación de los materiales en los que se acostumbraba a escribir en la región, como tablillas de madera o rollos de bambú. Los documentos escritos a los que se tienen acceso son escasos y la mayoría de las referencias a las sociedades insulares con las que se cuentan son descripciones parciales que escribían los viajeros, exploradores y oficiales imperiales que residían en la región. Sin embargo, estos trabajos también hacen referencia a una serie de elementos que, mediante la interpretación y el análisis propios de la historia cultural y la antropología, ayudaron en la comprensión histórica de estas sociedades.

Entre ellos podemos mencionar a los relatos de origen que se transmiten oralmente de generación en generación como parte de una costumbre ritual. Otra fuente de información son las genealogías orales o las toponimias, que ayudan a establecer patrones de relaciones familiares o geográficas en los que pueden verse también inmiscuidos otros campos de acción social. Incluso las noticias de evasión de labores y el escape de grupos hacia regiones donde la autoridad del estado no alcanzaba pueden ser la pauta para estudios históricos que expliquen ciertas dinámicas de esas comunidades, más allá de lo que las autoridades y su comprensión podían explicar en su historicidad.

Los autores que han hecho uso de estas fuentes para construir este tipo de trabajos son muchos, pero entre los más importantes e influyentes para este trabajo se encuentra James Scott (2009), que con su análisis antropológico de las formas de resistencia de los campesinos en Malasia, también identificó ciertas prácticas que no se hacen visibles en los registros oficiales, pero que afectan las dinámicas de los diversos campos sociales que conformaban esas comunidades; tales como la reticencia a acatar órdenes de las autoridades, retener parte de los impuestos o tributos que se debían, o incluso desplazarse a las zonas montañosas para escapar al dominio del estado.

Anthony Milner (1981, 1982) fue fundamental para la investigación propia, pues su estudio sobre la construcción histórica de la idea del reino (kerajaan en indonesio) y el rey (raja en indonesio) en la consciencia de los reinos malayos de la península durante el siglo XVIII mediante el análisis de las historias épicas o relatos cortesanos (hikayat en malayo antiguo) sustentó la concepción de un entendimiento común de estas instituciones político-religiosas entre las sociedades contemporáneas de la región.[3] También se debe mencionar a Leonard Andaya (1993, 2008) que, en sus múltiples publicaciones sobre la historia del sureste de Asia insular —específicamente las que tratan sobre el estrecho de Melaka y las sociedades de Maluku (las Molucas) en los siglos XVII, XVIII y XIX— logra rastrear la historia de estos pueblos insulares/costeros y vincularla entre ellas de forma social, étnica e incluso cosmológicamente, a partir de las relaciones en distintos campos: el familiar, el literario, el mitológico, el étnico, el marítimo, el militar, el político[4] e incluso el temporal.[5]

Como se mencionó anteriormente, sus fuentes no se limitan a registros oficiales, sino que también retoma la literatura cortesana de los reinos y sultanatos de la región, relatos, leyendas y genealogías orales, e incluso el rastreo geográfico de ciertas aldeas con importancia en la cosmología de estas comunidades isleñas o de objetos considerados como sagrados. Por su parte, el trabajo histórico de Bárbara Watson Andaya (1993) sobre los reinos de Jambi y Palembang del siglo XVII, ubicadas en los deltas del oriente de Sumatra, pone atención a la relación y los actos de reciprocidad que mantenían entre ellas. Éstas se encontraban dentro de un marco de ordenamiento cosmológico en el que ambos centros se consideraban entre ellos como “hermanos”. Las fuentes que la autora revisó, tanto de origen holandés como locales, hablaban de genealogías reales que establecían vínculos entre ambos centros, así como con los otros grupos que habitaban río arriba.

Esto supone que la dinámica sociopolítica de Palembang y Jambi también dependía del desarrollo de las relaciones de reciprocidad entre “familiares”. Otro factor de importancia es la dinámica de ambos centros a partir de su ubicación geográfica, como un marcador del flujo de poder. Los ríos eran los medios mediante los que ambos centros se conectaban entre ellos y con los pueblos del interior. Además, las zonas de río arriba; o ulu y río abajo; o ilir, no necesariamente estaban subyugadas una a la otra, sino que, de acuerdo con el estado de las relaciones de reciprocidad entre “familiares” de ambas zonas, dependía el poder que cada una tuviera.

Los ejemplos anteriores son solo una muestra de lo que los académicos enfocados principalmente en el estudio histórico del sureste asiático insular han logrado respecto de la comprensión de las sociedades marítimas que allí se desarrollaron. Por supuesto, hay diferencias sustanciales entre ambos contextos que debemos reconocer. En el contexto novohispano es poco probable encontrar genealogías orales que sean transmitidas en un contexto ritual, a la manera de las sociedades del archipiélago indonesio y otras islas de la región. La ubicación histórica de los pueblos también ha cambiado mucho en función de las necesidades del imperio español o el estado mexicano respectivamente. Sin embargo, sí es posible identificar ciertas herramientas metodológicas que podemos retomar:

·         Inclusión de conocimiento antropológico: El rastreo de prácticas y tradiciones, así como las transformaciones que sufrieron a lo largo del tiempo de las sociedades que estudian, como sustento de la investigación histórica que llevan a cabo.

·         La injerencia del ámbito cultural: Las creencias, las tradiciones y las prácticas religiosas “significan”[6] o conforman esquemas de acción que repercuten directamente en otros campos, tales como el económico y el político.

·         Tipo de fuentes: La historia oral, ubicaciones y relaciones geográficas y los pequeños indicios que las fuentes oficiales nos brindan, junto con la literatura y las tradiciones locales, así como cualquier otro fragmento de información sobre la época que estemos estudiando pueden ser valiosas para reconstruir el pasado, siempre y cuando estemos conscientes de los factores a los que estas fuentes están supeditadas.

·         Atención a irregularidades: Tal y como lo ejemplificó Darnton, los momentos irregulares en las fuentes oficiales muchas veces dan cuenta de un mundo al que no tendríamos acceso de otro modo. Las querellas, los conflictos, lo irregular y lo “raro” bajo la lupa del estado podrían ser un indicio de lo cotidiano en la comunidad estudiada.

·         Conciencia de la interconexión e interacción entre diferentes ámbitos o “campos”: Reconocer que los campos de acción social no se limitan a sí mismos, sino que influencian, inciden, interactúan con los otros y se modifican entre ellos; por lo que el estudio histórico debe poner atención a esas interacciones.

 

Como se puede observar, estas herramientas metodológicas logran poner en la mesa del historiador otro tipo de elementos que no se obtienen mediante un análisis somero de las fuentes y que —con el conocimiento suficiente del contexto del hecho histórico y las preguntas correctas— pueden ofrecer una comprensión más completa e integral del mismo. Estas herramientas permiten al investigador palpar de una manera más cercana los distintos campos de la sociedad estudiada e incluso la manera en la que interactuaban y se modificaban mutuamente; aquellos que dotaban de significado al contexto de aquellos que vivieron ese pasado. Por tanto, permite también acercarse a ellos con otro tipo de preguntas que no necesariamente responden a las exigencias de alguna teoría que haya influenciado al investigador, sino a la propia realidad del hecho histórico, a sus características y necesidades explicativas. Sin embargo, dentro del contexto mexicano hay ciertas dificultades que se deben salvar antes para acercarse a estas nuevas ideas y, además, para ponerlas en práctica.

 

La influencia de ideas externas:

El estudio histórico de los samales de Balangingi desde México.

Por supuesto, para superar los límites analíticos y metodológicos se requiere un cambio epistemológico de nuestra parte, como investigadores e historiadores, para poder asimilar estos métodos y aplicarlos al momento de hacer frente a las fuentes. Además, se requieren los medios materiales y personales (renovación y adquisición de obras novedosas, convenios bibliotecarios y manejo de otros idiomas) para acceder a estas fuentes de forma eficiente y oportuna. Sin embargo, desde la propia experiencia, se puede aseverar que esto es posible, en tanto se sigan las pautas fijadas por los trabajos de los historiadores y antropólogo mencionados anteriormente. Los samales de Balangingi fueron una comunidad marítima famosa en el archipiélago indonesio durante el siglo XIX debido a sus incursiones de saqueo y esclavismo en las costas de Borneo (Kalimantan), Célebes (Sulawesi), Java y Sumatra; lo que hizo que los europeos los denominaran como “piratas”. Las flotas europeas comenzaron a ejercer presión sobre ellas y ésta se incrementó a principios del siglo XIX, cuando británicos y holandeses ya estaban estableciéndose en el archipiélago con firmeza. El golpe final les correspondió a los españoles, que desde sus bases en Manila y Zamboanga libraban una “guerra santa” contra los “piratas mahometanos”. En 1848, la armada española logró tomar la isla de Balangingi por asalto, tomando cautivos a muchos de sus habitantes y destruyendo las fortificaciones y aldeas que ahí había.

Desde esa época, ésta fue la etiqueta epistemológica desde la que este grupo fue estudiado. Las fuentes europeas de la época sólo los reportan como tales, e incluyen algunas descripciones someras y algunos testimonios de esclavos liberados, pero nada más. Posteriormente, los etnógrafos británicos y estadounidenses de principios del siglo XX también dieron algunas descripciones sobre sus prácticas y creencias, pero todo ello lo presentaban sin vincularlo con el contexto histórico en el que lo registraban y tampoco hablaban de sus antecedentes o transformaciones a lo largo del tiempo. Para finales del siglo XX, las perspectivas epistemológicas habían cambiado y los nuevos investigadores, inspirados en la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein, trataban de generar una historia global que incluyera a estas comunidades y la mejor forma de lograr esto fue ubicarlos dentro de las redes comerciales que se gestaron bajo el auspicio de las autoridades coloniales y los gobiernos locales. A pesar de que esto los sacó de la etiqueta de “piratería”, ahora eran un agente en la red comercial de la región. Por tanto, la tarea propia fue sacarlos nuevamente de esa etiqueta epistemológica y ubicarlos en un contexto que tuviera como base sus propias percepciones sobre el entorno en el que habitaban, así como las formas en las que interactuaban con él para que, de esta manera, fueran comprendidos en la amplitud de sus varias relaciones con su entorno y no sólo en función de una u otra actividad determinada.

La investigación se organizó a partir de los conceptos de articulación, desarticulación y rearticulación de tres relaciones principales: con su entorno físico, con el sultán y con los espíritus. La forma en la que sus relaciones se articulaban antes del ataque español de 1848 es el punto de partida para identificar las formas en las que los distintos campos de su sociedad se relacionaban e interactuaban entre sí, mientras que la desarticulación es este proceso en donde los cautivos fueron desvinculados de su contexto geográfico, social e incluso religioso. Finalmente, el proceso de rearticulación es en donde, mediante sus acciones como comunidad, hacían evidente sus deseos por retornar a ese estado previo al proceso de desarticulación. Respecto de la primera, los samales de Balangingi estaban acostumbrados a la vida en el medio costero y marítimo. Si no se encontraban en sus aldeas y fortalezas al pie de la costa, era porque se encontraban navegando. Conocían las corrientes, los cambios de dirección del viento, la geografía de la región e incluso sabían navegar en la noche mediante la ubicación de estrellas. Todo ello se terminó después del ataque español del 48, en el que los cautivos fueron reubicados al interior de la isla de Luzón y puestos a trabajar en plantaciones. Sin embargo, su deseo de reintegrarse a la vida marítima se hizo evidente a partir de varios intentos de huida y reubicación en entornos en donde pudieran tener acceso al mar, como las costas de la isla o en las riberas de ríos navegables.

Por su parte, la relación con el sultán era un poco más compleja, ya que incluía la acción de campos tanto políticos y sociales, como religiosos y culturales. Las comunidades marítimas del sureste asiático insular eran (y son) en su mayoría musulmanas, lo que los hacía reconocer a los sultanes y rajas como representantes de Alá en la tierra y, por tanto, poseedor de poder sobrenatural que podía utilizar y otorgar a discreción. Servir a un sultán o raja —en este caso, el sultán de Sulu— tenía implicaciones políticas y posibilitaba la movilidad social en esta comunidad, pero también motivaba a sus integrantes desde un campo religioso y cultural mediante este favor y poder sobrenatural. Después del ataque del 48, los capturados trataron de pedir ayuda inmediatamente a su sultán en Jolo, apelando a su protección como sus súbditos y sus protegidos. Sin embargo, la presión de las potencias europeas evitó que el sultán intercediera por ellos.

Ante esta situación, aquellos que no fueron capturados porque estaban fuera de la isla en ese momento y dirigidos por Panglima Taupan, intentaron establecer su propio sultanato. No obstante, y a pesar de sus esfuerzos, la captura de su líder y su exilio a las posesiones españolas hicieron que la resistencia armada decayera con el tiempo; aunque no así la resiliencia de sus creencias musulmanas. A pesar de que la mayoría de los cautivos fueron bautizados, la mayoría de ellos conservó su culto islámico y, para principios del siglo XX, un grupo numeroso de ellos —bajo el liderazgo del supuesto descendiente de Panglima Taupan y con el permiso de las autoridades estadounidenses— se reestablecieron en un islote al sur del archipiélago filipino, en la zona musulmana; reintegrándose así, aunque de manera tangencial, a una relación con el mundo islámico del que habían sido extirpados décadas antes.

Finalmente, respecto a la relación con los espíritus, ésta era muy variada, pues incluía tanto a aquellos que habitaban en su entorno natural (rocas, árboles, arrecifes y el mismo mar) como a sus mismos ancestros, los cuales también podían estar relacionados con lugares u objetos específicos. Todos ellos tenían la capacidad de favorecer o afectar a las personas que convivían con ellos, por lo que los habitantes de esta región tenían mucho cuidado en procurar sus relaciones con estos espíritus, a la par de sus otras actividades, como la búsqueda de productos marinos o la navegación. Después de ser desvinculados, y aún a pesar del bautismo masivo de todos los cautivos, la mayoría mantuvo sus tradiciones animistas, así como el recuerdo de sus ancestros míticos e incluso incluyeron nuevos ancestros relacionados con el periodo de desarticulación, tales como Panglima Taupan y otros líderes de la resistencia (Cruz Ponce, 2019).

Para conocer a esta sociedad, se tuvo que echar mano de fuentes y referentes teórico-metodológicos muy variados, que van desde publicaciones en otros idiomas, compilaciones de relatos de viajeros y oficiales imperiales, relatos mitológicos de origen del sultanato, descripciones antropológicas de principios del siglo XX y estudios generales de hace sólo unas décadas. A partir de ello, se logró articular un estudio histórico que involucró a varios de sus campos de acción social e hizo visible la forma en la que interactuaban y se incidían mutuamente. Este es el resultado que el presente trabajo se propone generalizar como objetivo a lograr en futuras investigaciones históricas referentes a este y otros temas dentro del contexto hispanoparlante. Aunque los eventos referidos puedan parecer anécdotas o sutilezas, bajo la perspectiva y con las preguntas adecuadas, pueden ser indicios de vínculos culturales que motivaron tantas acciones como los intereses políticos o comerciales de la región y, por tanto, son igual de importantes en el desarrollo de un estudio histórico integral.

 

Conclusiones

La historia marítima tiene como marco un entorno geográfico que, debido a nuestro contexto, tiende a guiarnos hacia cuestiones mercantiles y de navegación. Por supuesto, incluye aspectos políticos y de gobernanza propios de cualquier región que se incluye dentro de una unidad geopolítica. Sin embargo, es preciso reconocer que estos “campos” o ámbitos conviven entre ellos y con otros más, tales como el religioso, el cultural, el social y el familiar, entre otros. Más aún, es importante recalcar que todos ellos sólo son inteligibles si se conoce aquello que los significa; es decir, que sin tomar en cuenta el contexto y trasfondo cultural, la comprensión de los otros campos de acción social y su interacción sigue siendo incompleta. La historia marítima en este país debe comenzar a incluir en sus estudios sobre el tema aspectos culturales y otros elementos que expliquen de manera integral las relaciones que los habitantes de la costa mantenían con su entorno geográfico, rebasando las cuestiones políticas, comerciales o técnicas a las que comúnmente se enfocan.

La presente comparación sobre la producción de historias marítimas entre México y el sureste de Asia insular es un mero pretexto que se utiliza para hablar sobre una serie de elementos teóricos y metodológicos que, a consideración del autor, deben incluirse en la historiografía, no sólo del ámbito marítimo, sino en cualquier producción histórica de este país. Como se pudo observar, las fuentes teórico-metodológicas y temáticas a las que hago referencia tienen dos características que pueden dificultar manejo: el idioma en el que están escritas y su disponibilidad en los acervos de las bibliotecas en México. Sin embargo, es preciso hacer hincapié en que, a pesar de estas dificultades, el investigador mexicano debe abrirse a las posibilidades y mantenerse actualizado respecto de estas nuevas propuestas teóricas y metodológicas, independientemente de si éstas tratan directamente sus intereses temáticos. Por tanto, también se debe considerar la necesidad de impulsar la lectura de fuentes en otros idiomas, así como de la actualización de los acervos en las bibliotecas universitarias. Las aportaciones de los autores y las obras que se refirieron anteriormente no se limitan a su tema, sino que ofrecen herramientas metodológicas e incluso epistemológicas que sirven para articular nuevas preguntas a nuestras fuentes o incluir nuevas fuentes a la lista. Todo ello con el objetivo de generar una explicación que haga visible la interacción y la mutua injerencia entre los distintos campos de acción social de los que Bourdieu hablaba: una historia que comprenda el hecho histórico de forma rizomática e integral.


 

Bibliografía

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Hemerografía

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[1] INAH, Dirección de Etnohistoria, micruz@colmex.mx        

[2] Los tres autores mencionados son cruciales para comprender la centralidad de la cultura en la comprensión integral de la historia. Con el análisis literario de los elementos de la cultura popular de la sociedad medieval francesa en las obras de François Rabelais, Mijail Bajtin abrió nuevas posibilidades de estudio en la historia, pues permitió el uso de la literatura como una fuente más. Por su parte, Peter Burke hace énfasis en cómo la comprensión de los aspectos culturales de cualquier sociedad es parte fundamental en su estudio histórico. Finalmente, el estudio de Robert Darnton de algunos episodios de la Francia del siglo XVIII ponen en práctica nuevamente lo expuesto por Bajtin y Burke, dando lugar a uno de los principales estudios en los que la cultura popular se hace visible para explicar a su propia sociedad. Por supuesto, hay otros autores importantes en este rubro, como Marc Bloch y Carlo Ginzburg, pero son los arriba mencionados quienes exponen explícitamente la importancia del conocimiento e interpretación del marco cultural en el estudio histórico de las comunidades pasadas.

[3] Las publicaciones de este autor ponen especial atención a la forma en la que los escritores cortesanos relatan las relaciones que el sultán o raja mantiene con sus subordinados. En ellas identifica que el gobernante es poseedor de poderes sobrenaturales que puede otorgar a voluntad, específicamente a aquellos individuos que lo apoyan o le prestan servicios de importancia. Este esquema de creencias sustentaba la acción de las personas que habitaban estos reinos, por lo que se vuelve un aspecto trascendental en el estudio histórico de dichas sociedades.

[4] Andaya estudia la forma en la que distintos grupos que habitan las costas del archipiélago indonesio y filipino tienen una relación que históricamente los define como parientes o miembros de un mismo pueblo. Esto se sustenta en los mitos y relatos que comparten o que los ubican dentro de cosmologías compartidas. Tal es el caso de los habitantes de Maluku (las Molucas), que hasta los años 90 mantenían ciertas dinámicas entre pueblos basados en sus mitos de fundación. También se puede observar este tipo de relaciones entre los orang laut o gente de mar que habitan las costas y los bancos de arena del archipiélago de Riau, el sur de Filipinas, y el sur de la isla de Sulawesi (Célebes).

[5] Con este último me refiero al concepto de las temporalidades de Koselleck, que establece que las formas en las que las sociedades perciben el tiempo de distintas formas, dependiendo de actividades, cuestiones de origen cultural y eventos que marquen la vida de éstas, entre otros  (Koselleck, 2001).

[6] Según Clifford Geertz, “significar” consiste en dar cuenta de un significado contenido en una acción. Ver Geertz, C. (1973). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.