Transformaciones en la educación básica mexicana a
causa del distanciamiento forzado por COVID-19
Transformations in
Mexican Basic Education as a Result of the Forced
Distancing by COVID-19
Diana
Ramírez Huerta[1]
Resumen
A
un año del distanciamiento obligado a causa de la emergencia sanitaria por
COVID-19 se han puesto sobre la lupa las deficiencias del Sistema Educativo
Mexicano. El cierre de instituciones educativas ha implicado la pérdida del
espacio escolar como lugar privilegiado de interacción, al mismo tiempo que se
han exacerbado las desigualdades estructurales preexistentes. El propósito de
este ensayo es llevar a cabo una descripción general sobre las modificaciones
en la educación básica a causa del distanciamiento obligado a partir de un
panorama general sobre la crisis de desigualdad que ha afrontado nuestro país
desde que comenzó la pandemia y cuya finalidad es reflexionar en torno a sus
futuras secuelas.
Palabras
clave: COVID-19, educación a distancia, interacción social,
desigualdades educativas.
Abstract
One year after the forced
distancing due to the COVID-19 health emergency began, the deficiencies of the
Mexican Education System came under the spotlight. The closure of educational
institutions has implied the loss of school space as a privileged place for
interaction, while pre-existing structural inequalities have been exacerbated.
The purpose of this essay is to carry out a general description of the changes
in basic education due to the forced distancing based on a general overview of
the inequality crisis that our country has faced since the pandemic began, with
the aim of reflecting on its future sequels.
Keywords: COVID-19, distance learning, social interaction,
educational inequalities.
Recibido:
16-04-21
Aceptado:
18-08-21
Introducción
A
un año del distanciamiento obligado a causa de la emergencia sanitaria por
COVID-19, se han puesto sobre la lupa las deficiencias del Sistema Educativo
Mexicano mientras que la desigualdad estructural en todo el país se ha
exacerbado. Por esta razón, el propósito de este ensayo es llevar a cabo una
descripción general sobre las modificaciones en la educación básica a causa del
distanciamiento obligado a partir de un panorama general sobre la crisis de
desigualdad que han afrontado los estudiantes de todos los niveles, pero
específicamente de educación básica en nuestro país desde que comenzó la
pandemia.
Para abordar las transformaciones en la
educación a causa del distanciamiento forzado por COVID-19 se discute sobre la
pérdida del espacio escolar como lugar de interacción con el objetivo de
enunciar sus efectos sobre el intercambio y la socialización de los alumnos; se
presenta un panorama general sobre la educación básica en México durante el
ciclo escolar 2019-2020 y se expone un contraste entre el cumplimiento de los
currículos formales a la par de la exacerbación de las desigualdades
educativas; al final se sugiere un modelo de enseñanza-aprendizaje alternativo
y se presentan conclusiones.
Soluciones
apresuradas durante momentos críticos
La
educación a distancia ha sido implementada por los sistemas educativos de todo
el mundo como una respuesta al momento crítico que enfrentamos por la
emergencia sanitaria del COVID-19. Sin embargo, este tipo de educación ya había
estado presente en situaciones particulares[2] por lo que no constituye
en sí misma una novedad. Aunque dicha estrategia haya estado presente para
resolver problemas inmediatos, las versiones actuales no han partido de una
reflexión razonada que haya tenido como objetivo la calidad de la educación, o
bien por falta de planeación o bien frente a la premura de hacerla llegar a
millones de estudiantes. No debe perderse de vista que la puesta en marcha de
programas remotos, sistemas de educación digital y particularmente la
estrategia de educación a distancia, son en esencia soluciones de choque que
terminan por condicionar tanto la efectividad como la viabilidad de nuestros
sistemas educativos.
A un año de la crisis ya se han
manifestado los claroscuros y sus complicaciones, sin embargo, podríamos
considerar que la mejor solución (aunque sea de choque) sería aquella que atienda
en mayor medida las necesidades de aquellas y aquellos a los que se les está
aplicando, es decir, aquella estrategia que tome en cuenta los determinantes
socioculturales de su población objetivo. Dicho sea de paso, en tiempos de
emergencia la educación a distancia no debe contemplarse como solución a las
inconsistencias de un sistema que ya era de por sí desigual. Es claro que
“algunos problemas ya existían antes y una solución de choque no los va a
resolver” (Sangrà, A., 2020), pero la pandemia
también abre una ventana de oportunidad para repensar la educación, el espacio
escolar y las desigualdades educativas de nuestro país.
Estrategia
de la autoridad educativa en México
El
31 de marzo de 2020 el Consejo de Salubridad General (CSG) declaró oficialmente
emergencia sanitaria debido a la COVID-19. Por su parte Esteban Moctezuma
Barragán, mediante del Acuerdo número 02/03/20 publicado en el Diario Oficial
de la Federación el 16 de marzo de 2020, dio a conocer que se suspendían las
clases en todos los niveles como medida para evitar la propagación del virus. A
partir de ese momento comenzó a instrumentarse una estrategia de aprendizaje a
distancia cuyo propósito desde el discurso oficial sería promover y prestar
servicios educativos de acuerdo con las necesidades nacionales, regionales y
estatales.
El 21 de abril la Secretaría de Educación
Pública (SEP) impulsó una campaña informativa a través de medios de
comunicación y redes digitales[3] sobre la pandemia, su
vocero Esteban Moctezuma enfatizó que la suspensión de actividades educativas
“no era un receso” y señaló la corresponsabilidad de padres, madres y tutores
en el proceso educativo de sus hijos. Asimismo se
anunció la puesta en marcha del programa Aprende en casa[4],
el cual atendería a todos los alumnos de todos los niveles exceptuando a los
del nivel superior.
Aunque el programa ha sido ampliamente
difundido por la red de televisoras del Sistema Público de Radiodifusión del
Estado Mexicano, también se han agravado las brechas de desigualdad dado que no
todos los estudiantes se encontraban en condiciones de acceder a dicha alternativa,
a causa del COVID-19 o por otros motivos. El #QuédateEnCasa (que ha
constituido la consigna fundamental del discurso epidemiológico) ha demandado
no sólo nuevos tipos de enseñanza-aprendizaje, sino también nuevas formas de
interacción, soluciones y alternativas para hacer frente a una realidad sin
precedentes y cuyas finalidades deberían ser no dejar a nadie atrás y a nadie
afuera.
Pérdida
de la escuela como espacio de interacción
De
acuerdo con Talcott Parsons (1959), la escuela como agencia socializadora
conforma un espacio privilegiado de relaciones humanas y queda claro que la
educación a distancia no la podrá sustituir, bajo esta misma lógica es evidente
que forzar una “normalidad” que ha dejado de existir es prácticamente
imposible. En este sentido, el distanciamiento obligado ha implicado la merma
del espacio escolar como espacio para interactuar y donde se aprende lo
significativo de la vida.
Para las perspectivas que rechazan el adultocentrismo la pérdida de los rituales del salón, los
vínculos afectivos dentro de la escuela, la rutina y los espacios de juego,
demuestran que no sólo la vida de los adultos se ha modificado a causa de la pandemia.
Sus efectos sobre la escuela y particularmente sobre la dinámica de niños y
jóvenes en parte han derivado de la ausencia de los procesos de socialización
primaria y de otros aspectos psicoafectivos y sociales que demandan contacto
personal inmediato.
En consecuencia, el proceso escolarizante y la labor educativa desde casa tienden a
generar tensiones tanto en padres como en docentes y alumnos a causa del afán
por continuar con las prácticas de la escuela. Dicho de otra manera, la réplica
del espacio escolar en un ambiente ajeno y en condiciones sumamente disímiles puede
resultar imposible.
Por otra parte, la autoridad educativa ha
puesto muy poca atención a la opinión de aquellos y aquellas a las que se les
ha provisto con esta estrategia. De acuerdo con el Artículo 12° de la Convención
sobre los Derechos del Niño, es un deber de los Estados garantizar “el
derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que le afectan”.
Efectivamente a un año de haber comenzado la estrategia de educación a
distancia sigue sin consultarse a niños y jóvenes sobre las deficiencias del
programa, sus carencias particulares y lo que proponen.
En la conferencia en línea “La educación
en tiempos de pandemia”, el psicopedagogo y especialista en temas educativos Francesco Tonucci ha señalado que los niños y jóvenes no añoran
la escuela como institución pues lo que echan de menos es la convivencia, los
amigos y el espacio de juego. Por un lado, existe consenso sobre lo que les
gusta: tener a los padres a disposición y pasar tiempo juntos, aunque es bien
sabido que hay situaciones límite donde esto no siempre ocurre. Por otra parte,
los niños han manifestado que se encuentran abrumados de seguir clases en una
pantalla y proponen que no se deje tanta tarea, incluso la preocupación por
tomar todas las notas o entregar las tareas ha constituido una barrera de
contención para desarrollar el pensamiento crítico y el aprendizaje sustantivo.
Los docentes, afirma el psicopedagogo, expresan
estar experimentado el burn out frente a las exigencias de atender a las y los
alumnos “a como dé lugar”. Los grupos de WhatsApp, el correo y las
redes, si bien han servido para enviar tareas y comunicarse, no han sido los
medios óptimos para llevar a término el trabajo que realizan. De este modo se
observa que los medios digitales no han garantizan la continuidad del proceso
de enseñanza-aprendizaje pues constituyen una herramienta y no un fin en sí
mismos.
El proceso de enseñanza-aprendizaje no
debería reducirse solamente a ponerse enfrente de la cámara y dictar la clase
como de costumbre o a sentarse enfrente del televisor por horas pues, como ya
se ha mencionado, ni se tienen los mismos instrumentos y herramientas, ni la
comunicación e interacción se asemejan a las experimentadas en el salón de
clases. Tampoco podemos esperar que “la educación a distancia sea la solución
al problema de la escuela” (Tonucci, 2020), inclusive es peligroso considerar que
este tipo de estrategias han resultado un efecto positivo de la crisis, aunque
en algunos casos y contextos así sea, la lógica de este argumento nos conduce a
pensar que el espacio escolar es remplazable. La educación escolar exige mucho
más que ver y escuchar a través de una pantalla, implica compartir un espacio, intercambiar
estímulos (tocar, correr, reír y jugar) y, por supuesto, comunicarse.
Los futuros modelos educativos deben
considerar que los estudiantes enfrentan realidades diversas y que el medio en
donde se encuentran no es comparable al aula, ni siquiera en los contextos más
favorables. Los desafíos que plantean las desigualdades sociales y educativas,
el desconocimiento de padres y docentes de las nuevas estrategias pedagógicas y
didácticas, la falta de infraestructura tecnológica y otra serie de factores, han
terminado por condicionar el aprendizaje a distancia e inclusive la viabilidad
de la educación.
Desigualdades
educativas entre el formalismo y la eficiencia
La
oferta educativa vía sistema de televisión ha sido aplicada desde el siglo
pasado en los niveles de secundaria y media superior, pero jamás se había
implementado en preescolar y primaria. El modelo pedagógico de telesecundaria creado
en 1968 por Ávaro Gálvez y Fuentes[5] al ser un modelo híbrido
entre la enseñanza presencial y a distancia puede considerarse como un antecedente
a los programas de enseñanza remota como el Aprende en Casa, por demás
se ha transformado el uso convencional de la televisión en una herramienta al
servicio de la educación.
Hasta ahora las estrategias educativas (que
han intentado dar continuidad a una normalidad que ya no existe) han tratado de
cambiar “todo” para que nada cambie. Al paso del distanciamiento obligado hemos
observado como se exacerban las desigualdades dentro del sistema educativo y la
Secretaría de Educación Pública (SEP) ha brindado respuestas aisladas y
atemporales que dudosamente pueden atender la complejidad de nuestra comunidad
educativa y del propio país. Dicho en otros términos,
las soluciones que parecieran favorecer a algunos han sido el motivo de
exclusión de otros.
Existen espacios donde las desigualdades
ya eran manifiestas, un claro ejemplo de ello es la familia pues como agencia
primaria de socialización no necesariamente deviene en el encuentro armónico entre
padres y madres e hijos. Las dinámicas familiares son tan heterogéneas como la
propia sociedad y ha sido alarmante el incremento de las cifras sobre violencia
al interior de los hogares y cuyos efectos pueden permear el ciclo de la
educación, tal como lo ha señalado el Observatorio Nacional Ciudadano en su
informe “El confinamiento como agravante de la violencia familiar” (2020).
Sin embargo, incluso antes de la pandemia
más de la mitad de la población educativa no contaba con condiciones para tomar
clases a distancia desde su casa. De acuerdo con (Gutiérrez; 2020, p. 2):
En
muchos de los hogares mexicanos, no sólo son escasos los equipos electrónicos y
el acceso a internet; además de la brecha tecnológica, está la limitación de
los espacios físicos adecuados; la falta de cuadernos, lápices y servicios de
luz o agua; así como, la disposición de un adulto a cargo, para atender en las
labores escolares a los niños/as.
En
términos de la brecha tecnológica, es decir, entre aquellos que acceden a las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y aquellos que quedan
rezagados, de acuerdo con la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19
en la Educación (ECOVID-ED)[6] realizada por el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), durante el ciclo 2019-2020 la
mayoría de los estudiantes de educación básica contaron con un teléfono
inteligente para realizar las actividades escolares o las clases a distancia,
aunque las cifras se modifican estrepitosamente si se introducen otras
variables como la conexión a internet. Asimismo, existe una reducción
porcentual significativa en términos de uso y disponibilidad de otros
dispositivos tales como la computadora portátil o de escritorio, la tableta o
la televisión digital[7]:
Gráfico
1. “Distribución porcentual de la población de 3 a 15 años inscritos en el
ciclo escolar 2019–2020, según aparatos o dispositivos electrónicos usado
principalmente para sus actividades escolares o clases a distancia, por nivel
de escolaridad”
Fuente:
Elaboración propia con base en la Encuesta para la Medición del Impacto
COVID-19 en la Educación (INEGI: 2020).
Por
otra parte, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso
de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), en 2018 el 64%
de la población mexicana utilizaba internet, pero sólo el 53% disponía del
servicio en casa. Del total de la población urbana el 76% usaba internet
mientras que en población rural sólo el 40% lo hacía, de estos porcentajes sólo
el 4% tenía el servicio en casa.[8]
En una encuesta elaborada por Pedro
Hernández (Secretario General de la sección 9 del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación) a los maestros de educación preescolar, primaria
y educación especial de la Ciudad de México, se demostró que tan solo en la capital
del país las brechas de desigualdad tecnológica eran significativas: únicamente
el 58.2% de los docentes contaba con formación digital básica, 15.9% utilizaba
su celular para acceder a plataformas digitales y sólo el 1.7% manejaba
programas de diseño y plataformas digitales. En cuanto a los alumnos de la
capital, solo el 25% contaba con computadora en casa (Díaz-Barriga; 2020, p. 21).
De acuerdo con la Encuesta para la
Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) la educación
básica fue el segmento educativo que mayor “no conclusión” escolar registró
durante el ciclo 2019-2020; 98.2 mil estudiantes de preescolar; 146.1 mil de
primaria y 219.2 mil de secundaria (INEGI, 2020). Considerando el tipo de sometimiento
de la escuela, se observó que las escuelas privadas registraron un porcentaje
mayor de no conclusión en comparación con las escuelas públicas. Tomando
en cuenta el componente de género, los hombres registraron una no conclusión
ligeramente mayor que las mujeres.
En cuanto a los motivos de no conclusión
señalados en la encuesta, la causa principal fue la pandemia. De las siete
subcategorías incluidas en el segmento “no conclusión por COVID-19”, el “perdió
el contacto con su(s) maestro/a(s) o no pudo hacer las tareas” registró la
mayor incidencia. En seguida se ubicaron el desempleo de algún miembro de la
vivienda y la reducción de ingresos; el cierre definitivo del centro educativo;
la carencia de las herramientas digitales y la falta de conexión a internet;
por último que el padre, madre o tutor no hayan podido
estar al pendiente del o la estudiante.
Las estadísticas de la ECOVID-ED (INEGI:
2020) demostraron que aún para aquellos que han tenido acceso a las tecnologías
de la información y la comunicación (TIC) han existido retos importantes. Si se
pretenden superar dichas desigualdades será indispensable repensar la
estrategia de educación a distancia y a largo plazo forjar un replanteamiento
de la educación en su totalidad. Bajo estos términos, es urgente generar
soluciones creativas que tiendan a cerrar las brechas, así como también es
apremiante escalar las iniciativas. Empero, dada la heterogeneidad de nuestra
población educativa, la estrategia no debería ser unilateral y no debería restringirse
al cumplimiento de los requisitos de acreditación del ciclo escolar pues la
educación correría el riesgo de quedarse atrapada en el formalismo: entre el aprendizaje
a toda costa y los imperativos burocráticos.
Hasta ahora cabría preguntarnos ¿hasta qué
punto el plan de escuela en casa ha sido realista y funcional para los
estudiantes de educación básica? De ser esto posible ¿a quiénes y por qué ha
traído resultados sustantivos? Pensar que la educación a distancia ha sido
nuestra panacea en momentos de crisis es simplemente falaz y, aunque tampoco se
trata de desacreditar los esfuerzos de la autoridad educativa por acercar a los
maestros y alumnos al empleo de tecnologías (siendo esta una necesidad en
nuestra época), lo importante sería “cuestionar hasta dónde es ésta la
respuesta adecuada para impulsar el aprendizaje de los estudiantes en esta
situación” (Díaz-Barriga; 2020, p. 22).
Una
alternativa para la educación a distancia
Durante
el distanciamiento obligado los especialistas en educación han esbozado algunas
alternativas frente a las deficiencias de la educación a distancia, tal es el
caso del psicopedagogo italiano Francesco Tonucci quien ha señalado en
repetidas ocasiones que aunque “la casa no es la
escuela” podemos convertirla en la medida de lo posible en un campo para la
experimentación. Pese a que no existen las mismas condiciones físicas que en el
aula, esta propuesta de desescolarización de la educación le apuesta a la
creatividad y constituye soluciones no sólo para los alumnos sino también para
los padres y docentes.
¿Educar sobre la pandemia y sus efectos le
permitiría al estudiante de educación básica comprender los retos que enfrenta nuestra
sociedad? Considerando que la escuela es el espacio que debería enseñar a
resolver problemas y que la pandemia per se es un problema que engendra
otros, podría dotárseles a niños y jóvenes con la capacidad para aprehender y
enfrentar los problemas que el distanciamiento obligado plantea, así como proyectar
soluciones para cuando tengan que volver a las aulas. Esta propuesta con base
en los planteamientos de Tonucci (2020) apuesta por permitir a niños y jóvenes
experimentar e involucrarse en la toma de decisiones para generar mayores espacios
de autonomía que favorezcan la situación actual y el próximo regreso a clases.
Sí todos los espacios pueden ser de
aprendizaje, la alternativa debería centrarse en un mundo que no esté
desconectado ni de las capacidades ni de las realidades de los estudiantes. La
propuesta de “transformar la casa en laboratorio” tiene como bondad principal
conducir a las y los estudiantes a vivir y compartir las experiencias
cotidianas y no las “tediosas” tareas del libro del texto. Tonucci (2020)
también ha señalado en reiteradas ocasiones que no llegaremos lejos si el
diseño de la estrategia no incentiva la curiosidad y la capacidad inventiva del
estudiante, cualidades que por sí mismas pocas veces han sido estimuladas por los
sistemas educativos tradicionales.
Esta propuesta además plantea trabajar con
base en proyectos internivel e intergeneracionales, y
aunque parezca que pueden escapar a los contenidos formales se vuelven
oportunidades de gran riqueza interpretativa. Pausar por un tiempo la enseñanza
de los contenidos formales no tiene por qué mermar el proceso de aprendizaje si
se visualiza como eje la pandemia y si se cuestiona lo siguiente: ¿Qué retos ha
impuesto en términos económicos, políticos, sociales y culturales?; ¿cómo ha
contribuido al desarrollo de la ciencia?; ¿cómo está afectando a las sociedades
de todo el mundo y como afecta específicamente a la nuestra?; ¿cómo ha afectado
la educación de nuestro país y cómo afecta el entorno de los estudiantes? Replantear
los contenidos, el formato y el diseño educativo también nos permitiría reflexionar
hasta dónde los objetivos educativos actuales serán vigentes para los
escenarios que nos esperan tras el distanciamiento obligado.
Panorama
educativo en México a un año del distanciamiento forzoso
A
un año del distanciamiento forzoso en México la pandemia ha causado estragos en
todas las ciencias y en todos los niveles educativos, nos ha obligado a
replantear las formas de aprender y enseñar e incluso nos invita a ser conscientes
de haber llegado a tales situaciones de desigualdad. Bajo estos términos,
pretender continuar con el plan de estudios como “si no pasara nada” sería
negar que ha habido modificaciones significantes no sólo en términos educativos
y no sólo a nivel nacional.
Aunque el concepto de educación a
distancia aún es difuso, dado que no existe una definición consensuada, puede
diferenciarse de la educación virtual porque este tipo educativo tiene un
objeto de estudio definido de corte dirigido con propósitos claros y cuyos
resultados tienden a ser eficientes. En otras palabras, la educación virtual no
puede considerarse sinónimo de la educación a distancia. A decir verdad, ningún
sistema educativo estaba preparado para una pandemia y aún en condiciones de
“normalidad” no todos los países (y particularmente sus instituciones) tenían
la posibilidad de poner en marcha dicho modelo.
La educación básica en México ha cambiado
sus medios, pero no sus contenidos: no se modificó la estructura de los
programas sino únicamente la forma de transmitirlos y posiblemente por ese
motivo la alternativa no esté funcionado con éxito. Por si fuera poco, las autoridades
educativas han intentado cumplir con los planes de estudio “a como dé lugar”
priorizando el cumplimiento formal del ciclo escolar sin considerar las condiciones
en las que se encuentran las y los estudiantes.
Tal como lo demostró la ECOVID-ED (INEGI:
2020), el uso del celular u otros dispositivos electrónicos como complemento de
la educación a distancia ha demostrado que los estudiantes de educación básica poseen
la capacidad de utilizarlos para comunicarse, mas no siempre se emplean como
recurso al servicio del aprendizaje. En cuanto a la planta docente, ni la
disponibilidad de herramientas ni la posesión de habilidades tecnológicas han garantizado
el éxito de la educación a distancia pues ello depende de otra serie de
factores vinculados tanto con el entorno como con las necesidades de los alumnos.
Las clases por televisión se han
convertido en una tediosa exposición que además de apresurada no ha dejado
espacio para desarrollar aprendizajes significativos. Paulo Freire señaló
acertadamente en su Pedagogía de la Autonomía (1999) que “saber que
enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su
propia producción o construcción”. Por esta razón, enfatizo una vez más que un replanteamiento
sistémico de la educación no debería tener por eje el cumplimiento cabal de los
contenidos curriculares y que lejos de querer cumplir formalismos debería
concientizarse que la realidad ha cambiado.
Durante
este año se ha manifestado la falta de creatividad de la autoridad educativa,
los expertos como Tonucci (2020) ya han alertado que no se debe procurar el
cumplimiento cabal del plan educativo, sino reflexionar que tenemos frente a
nosotros una oportunidad distinta de enseñanza-aprendizaje. Bajo esta lógica la
crisis también abre una ventana de oportunidad para reflexionar de manera
crítica la pandemia porque constituye la realidad a la que nos estamos
enfrentando.
También tenemos frente a nosotros otro
reto importante: el riesgo de que el uso de la televisión como instrumento
educativo pueda desarrollar un tipo de educación bancaria.[9] Por ello repensar el
sistema educativo de manera que sea sostenible e inclusivo podría conducir a
desarrollar una nueva estructura adaptable a esta y a las futuras situaciones
extremas.
Por otra parte, la educación en términos
de equidad es un derecho social pero su acceso depende de diversos factores
globales, sociodemográficos y territoriales. Por ejemplo, aunque el derecho al
acceso a internet haya sido reconocido por la Organización de las Naciones
Unidas en 2011 y refrendado en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos en 2013 (Amador; 2020, p. 144), no es posible considerársele un derecho
universal a pesar de que la alfabetización hoy en día demande el uso de
tecnologías digitales. Además, aunque es responsabilidad del Estado garantizar el
acceso a la educación, también debe existir cierto grado de compromiso familiar
para acompañar a las y los alumnos, por ejemplo, preocuparse por los avances o
los retos que enfrentan y brindar entornos psicoafectivos sanos.[10]
Conclusiones
A
un año de la puesta en marcha de las estrategias de educación a distancia no
sólo las autoridades educativas sino la sociedad en general debería tomar en
cuenta la heterogeneidad social del país pues esta condiciona la continuidad
pedagógica. El distanciamiento obligado nos orilla a repensar la educación y nos
invita a procurar menguar la brecha de desconocimiento de las múltiples
realidades y contextos de los estudiantes de educación básica de nuestro país. Si
la escuela tiene como propósito dar a conocer y analizar los problemas de la
realidad en la que se vive, se está desaprovechando la oportunidad de acercar a
las y los estudiantes al aprendizaje significativo sobre las nuevas realidades
que plantea la COVID-19.
Lo cierto es que ha existido mayor
preocupación de parte de la autoridad educativa por cumplir las metas del curso
escolar, sin tomar en cuenta que en este momento la sociedad mexicana demanda
modelos educativos alternativos que se adapten a la “nueva normalidad”. No se
trata de cumplir con la formalidad del currículo sino de aprovechar para
repensar la escuela y la educación, en otros términos, se trata de “aprovechar
esta situación para impulsar otro tipo de aprendizajes y otra forma de aprender”
(Díaz-Barriga; 2020, p. 26).
Por otra parte, es alarmante que la
mayoría de los estudiantes de educación básica “no inscritos”, indistintamente
del nivel educativo, no hayan concluido el ciclo escolar 2019-2020 a causa de
la COVID-19, bien por falta de recursos o bien porque tuvieron que comenzar a
trabajar. Además, entre las causas de “no inscripción” destacó la
consideración de que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje,
el desempleo de algún miembro de la vivienda, la reducción de ingresos, así
como la carencia de las herramientas digitales y la falta de conexión a
internet. Considerando el tipo de sostenimiento de la escuela, las escuelas
privadas registraron un mayor porcentaje de “no inscritos” por COVID-19 y falta
de recursos en comparación con las escuelas públicas. Sin embargo, se observó
una transición poco significativa de estudiantes de escuela privada a escuela
pública y viceversa.
Es importante no perder de vista que la
educación es un key right,
lo cual quiere decir que su garantía permite hacer valer otros derechos. Un
tema ampliamente debatido durante la pandemia ha sido el acceso al internet y
otras herramientas digitales como derecho universal, pues un sistema educativo
inclusivo no puede desestimar las condiciones que garanticen el mismo nivel de
oportunidades de aprendizaje para todos.
En un contexto postpandemia, la escuela y
el sistema escolar no pueden seguir las mismas dinámicas de ahora. Pese a los
estragos durante y tras la crisis deberá fomentarse la construcción de
sociedades democráticas e inclusivas a través del reconocimiento de la
diferencia porque tenemos frente a nosotros la oportunidad de transformar la
educación y frenar el curso de las desigualdades de las cuales el Sistema
Educativo Mexicano ha sido reproductor.
Existen compromisos pendientes como la
imperiosa necesidad de reconocer la multiculturalidad de nuestro país y los
contextos que propician situaciones de vulnerabilidad, tanto como los asuntos
relativos a la agenda de género. Sin embargo, esta tarea demanda un análisis
exhaustivo de las necesidades educativas por estado y región para lo cual es
indispensable que las fuerzas públicas y privadas tomen parte de la actividad
pedagógica de manera responsable y resiliente.
Bibliografía
Acuerdo Número
02/03/20 por el que se suspenden las clases en las escuelas de educación
preescolar, primaria, secundaria, normal y demás para la formación de maestros
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[1] Universidad Autónoma
Metropolitana, 2173023028@alumnos.xoc.uam.mx
[2] Antes de la pandemia por COVID-19
ya era observable la penetración de la educación a distancia en todo el mundo,
sobre todo a nivel superior. No obstante, sus antecedentes se remontan a la
educación por correspondencia desarrollada a finales del siglo XIX y principios
del siglo XX tras el desarrollo de la imprenta y la modernización del servicio
postal. Este tipo de educación contó con deficiencias de peso tales como la
nula interacción cara a cara, la falta de comunicación bidireccional, la
ralentización del proceso de enseñanza-aprendizaje, entre otros.
[3] La estrategia de promoción siguió
los lineamientos impulsados por el Gobierno Federal e incluyó los hashtags
#SanaDistancia y #QuédateEnCasa.
[4] Siguiendo los planteamientos de
Amador (2020, p. 142), Aprende en casa es un programa de educación a
distancia al que subyace “un complejo sistema integrado por instituciones gubernamentales, educativas y de salud,
redes de telecomunicaciones de radio y televisión, redes sociodigitales
por internet, y comunidades diversas”. Ha sido el primero en la historia de
México y pretende dar cobertura a una población de 30 millones de alumnos de
educación básica.
[5] De acuerdo con la Coordinación
General @prende.mx del Gobierno de México, “la Telesecundaria es un modelo de
enseñanza que combina la educación a distancia con la educación presencial […]
con el objetivo de impartir educación a nivel secundaria mediante transmisiones
televisivas”. Sin embargo, este modelo también ha omitido el contexto y las
realidades concretas que se plantean desde comunidades rurales e indígenas.
[6] La Encuesta para la Medición del
Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) fue realizada por el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) con el objetivo de diagnosticar el
impacto de la suspensión provisional de las clases presenciales en las
instituciones educativas. El periodo de levantamiento inició el 23 de noviembre
y terminó el 18 de diciembre de 2020. La muestra contempló 5,472 viviendas y
analizó la experiencia educativa de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de 3 a
29 años. Los puntos de interés principales fueron las condiciones en las que la
población estudiantil concluyó el ciclo escolar 2019-2020 y los motivos de no
conclusión por COVID-19 u otro motivo, los medios educativos tales como el uso
de las TIC, exclusividad de las herramientas y lugar de uso, así como el apoyo
al aprendizaje desde casa.
[7] La tendencia en el uso de estos
aparatos o dispositivos electrónicos para las actividades escolares o clases a
distancia se mantiene constante para el ciclo 2020-2021.
[8] Sin embargo, se requiere un análisis más exhaustivo
que dé cuenta de otras variaciones que puedan ser significativas como por
ejemplo la región, los grupos étnicos, el género, entre otros.
[9] La educación bancaria se
caracteriza por la conducción del educando hacia la memorización mecánica de
contenidos. Los estudiantes como objetos pasivos son una suerte de
“recipientes” a través de los cuales se deposita la ideología de la opresión,
mientras que quedan al margen de la transformación de la realidad.
[10] Aunque esto difícilmente es
posible en situaciones límite que enfrentan las familias frente a fenómenos
como la pobreza, la migración, el desplazamiento, el abandono del hogar, entre
otros.